Mary Anne salva la situación (Serie El Club de las Canguro 4)

Ann M. Martin

Fragmento

cap

Kristy Thomas:

imagen Extrovertida, mandona y llena de ideas, Kristy es la presidenta del club. Tiene tres hermanos, dos mayores que ella, Sam y Charlie, y otro pequeño, David Michael. Es una apasionada del béisbol y le fascinan los deportes y la aventura. Su extraordinario optimismo e inalterable confianza en sí misma la convierten en la líder indiscutible de El Club de las Canguro.

Mary Anne Spier:

imagenSu fantástico sentido de la organización y su caligrafía fina y clara la convierten en la candidata ideal a secretaria del club. Callada, tímida, sensible, romántica y muy leal, Mary Anne aborrece el deporte y le gustan las manualidades. Vive con su padre y su gato Tigre.

Stacey McGill:

imagenNació en Nueva York y es la chica nueva en Stoneybrook. Pero enseguida se ha hecho superamiga de Claudia, quien la ha introducido en El Club de las Canguro. Como es un genio con las matemáticas, a Stacey le ha tocado ser la tesorera. Al igual que a Claudia, le encanta la ropa y vestir de forma original, y, por supuesto, hablar de chicos.

Claudia Kishi:

imagenCreativa, glamurosa y soñadora, Claudia es sin duda la artista del grupo. Le encantan las golosinas y las novelas de misterio, aunque sus padres piensan que debería dedicarse más a sus estudios. Es la vicepresidenta del club porque tiene un número de teléfono privado en su habitación, que se ha convertido en la oficina del club.

Jessica Ramsey:

imagenJessi es dulce, divertida e inteligente. Sabe distinguir lo que está bien de lo que no, y no duda en expresar sus opiniones. Tiene mucho sentido del humor y le encanta contar chistes.

Dawn Schafer:

imagenEsta californiana es una chica superindependiente y segura de sí misma y siempre dice lo que piensa. Le obsesiona la comida sana, es inteligente, organizada y algo ecologista. Como sus padres están divorciados, ella vive con su madre en Stoneybrook, y su padre y su hermano Jeff, en California.

Mallory Pike:

imagenAunque es muy jovencita, Mallory es muy responsable y le encantan los niños. Es una chica práctica y muy sensata, pero tiene poca autoestima y le falta un poco de confianza en sí misma.

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—¡Kristy! ¡Eh, Kristy! —grité.

Era un lunes por la tarde y ya casi eran las cinco y media, la hora en que las chicas de El Club de las Canguro nos reunimos. Desde el porche de mi casa vi a Kristy Thomas también en su porche, en la casa de al lado.

Kristy es la presidenta del club, además de la me­jor amiga del mundo. Crecimos juntas y, desde que mamá murió, cuando yo era muy pequeña, y papá y yo nos quedamos solos, Kristy ha sido como una hermana para mí. Y la señora Thomas, como una madre. Los padres de Kristy se divorciaron hace unos años y su padre desapareció del mapa, pero mi padre nunca ha sido como un padre para ella. No es una persona abierta y cariñosa como la señora Thomas.

—¡Hola, Mary Anne! —respondió Kristy.

Salimos corriendo a nuestros respectivos jardines, pisando los restos de nieve que había caído en enero, y nos reunimos en la acera. Luego cruzamos la calle y fuimos a casa de Claudia Kishi. Claudia es la vicepresidenta del club. Celebramos las reuniones en su casa, porque tiene teléfono en su habitación.

En realidad, El Club de las Canguro es más un negocio que un club. Funciona así: los lunes, miércoles y viernes por la tarde nos reunimos de cinco y media a seis. Nuestros clientes nos llaman al número de Claudia y nos dicen qué día van a necesitar una canguro. Después, una de nosotras acepta el trabajo. Es simple, pero genial. Fue idea de Kristy. Lo mejor del club es que, al ser cuatro, siempre hay alguna de nosotras disponible para hacer de canguro.

Obviamente, el club no es perfecto. Por ejemplo, todas las chicas que lo formamos (Kristy, Claudia, Stacey McGill, que es la tesorera, y yo, que soy la secretaria) tenemos solo doce años. Y lo más tarde que podemos quedarnos a trabajar es hasta las diez. De hecho, Stacey es la única que puede quedarse hasta tan tarde, aunque últimamente a Claudia también la han dejado quedarse hasta las diez. Kristy y yo tenemos que estar en casa a las nueve y media los fines de semana, y a las nueve entre semana. Por culpa de eso, casi tuvimos que cerrar el club. No hace mucho, unas chicas nos imitaron y empezaron un negocio llamado La Agencia de las Canguro. Eran mayores que nosotras y podían quedarse hasta la hora que quisieran. Muchos de nuestros clientes empezaron a llamarlas a ellas en vez de a nosotras, pero al final la agencia fracasó porque las chicas que trabajaban en ella no eran muy buenas canguros. Las cosas volvieron a la normalidad y estamos contentas de que el año haya empezado bien.

Kristy pulsó el timbre de los Kishi y Mimi nos abrió la puerta. Mimi es la abuela de Claudia. Vive con los Kishi y cuida de Claudia y de su hermana, Janine, mientras los señores Kishi trabajan.

—¡Hola, chicas! —nos saludó Mimi con su agradable voz.

Los Kishi son japoneses. Claudia y Janine nacieron en Estados Unidos, pero sus padres llegaron a América cuando eran muy pequeños. Creo que Mimi tenía unos treinta años cuando se fue de Japón. Por eso, cuando habla, se le nota un ligero acento que a mí me parece muy agradable.

—¡Hola, Mimi! —contestamos.

—¿Cómo va la bufanda, Mary Anne? —me preguntó. Mimi me enseña a hacer punto y me está ayudando a tejer una bufanda para papá.

—Muy bien —contesté—. Casi terminada. Pero necesitaré su ayuda para hacer los flecos.

—Claro. Cuando quieras, Mary Anne.

Le di un beso rápido en la mejilla. Luego, Kristy y yo subimos a la habitación de Claudia. Tenemos que hacerlo deprisa, por si acaso Janine está en casa. Siempre pasamos por delante de su habitación intentando no hacer ruido, para no tener que hablar con ella.

Janine es superdotada. De verdad. Solo tiene quince años y ya va a algunas clases de la universidad de Stoneybrook. Y siempre corrige a todo el mundo, por eso Kristy y yo intentamos evitarla.

Ese día tuvimos suerte: Janine no estaba en casa. Al pasar por delante de su habitación, vimos que las luces estaban apagadas.

—Â

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