La pasión por lo imposible (OSHO habla de tú a tú)

Osho

Fragmento

1

He leído un artículo que dice que las mujeres están hartas y que los responsables son los hombres. ¿Es verdad?

Es verdad, pero es una verdad a medias. También los hombres están hartos, y las responsables son las mujeres. En realidad, todos estamos en la misma situación: hombres o mujeres, todos estamos hartos, porque vivimos de una forma absurda. Ni los hombres son responsables del aburrimiento de las mujeres, ni las mujeres son responsables de la frustración de los hombres.

Hay que profundizar en la psicología de la frustración. Lo primero que tienes que recordar es que si estás frustrado, harto, aburrido, es porque estabas esperando otra cosa. Si no hubieras esperado nada...

Yo no estoy harto, y no veo que me pueda ocurrir... Hasta mi último suspiro seguiré con los ojos abiertos, llenos de asombro, con la misma mirada con la que nací. Yo vivo en el mismo mundo en el que vives tú. Yo no me aburro, porque nunca he esperado nada. Por lo tanto, la frustración es imposible.

Las mujeres están hartas porque esperan demasiado de los hombres, y los pobrecillos no pueden satisfacer sus deseos. Las mujeres tienen más imaginación, y convierten a cualquier Fulanito o Menganito en un auténtico héroe. Son tan románticas que a sus ojos cualquier idiota se les aparece como un Buda Gautama.

Y poco a poco, cuando sus grandes héroes se convierten en algo más cotidiano, en lugar de ver gigantes se encuentran con pobres seres humanos, normales y corrientes. Y así empieza la gran frustración. Lo magnifican y lo exageran, pero no se puede vivir con exageraciones ni se puede vivir mirando con una lupa. Tarde o temprano hay que aceptar la realidad.

La realidad es el marido calzonazos, que no despierta el menor interés. Y el hombre... no es tan imaginativo, pero su instinto biológico llega casi a intoxicarlo, y cuando está intoxicado por su instinto biológico cualquier mujer fea le parece una Cleopatra. Sus ojos están velados por la locura biológica.

Quienes dicen que el amor es ciego no se equivocan. El hombre empieza a ver con los ojos cerrados; tiene miedo de abrirlos porque la realidad puede no ser tan maravillosa. Pero ¿cuánto tiempo se puede vivir con los ojos cerrados? Tarde o temprano tendrás que ver a la mujer de la que te has encaprichado.

El encaprichamiento biológico desaparece muy pronto; es algo químico, hormonal. Una vez satisfecho sexualmente, desaparece la ceguera, la locura. Vuelves a ser racional, a estar cuerdo, y solo ves a una mujer normal y corriente. Naturalmente, para evitarla te pones a leer el periódico, o a ver la televisión. En Estados Unidos han hecho un sondeo: el estadounidense medio ve la televisión siete horas y media al día. Y, naturalmente, las mujeres se hartan.

Me he enterado de que algunas personas ven la televisión incluso mientras hacen el amor. Ni siquiera a los grandes sexólogos como Vatsyayana, el pandit Koka, Freud o Havelock Ellis se les habría pasado por la cabeza que llegaría un día en que la gente haría el amor mientras ve la televisión. Están tan aburridos de todo que la televisión es un refugio.

Pero la psicología es muy sencilla: empiezas a esperar cosas de los demás y a creer en tus expectativas. Al cabo de poco tiempo tus expectativas chocan con la realidad. Esa es la razón por la que los hombres están hartos, por la que las mujeres están hartas... Todo el mundo está harto. El mundo está lleno de personas aburridas.

Quizá el aburrimiento sea el fenómeno más destacado del siglo XX. El hombre jamás había estado tan aburrido. En la antigüedad, cuando el hombre era cazador, no existían ni el matrimonio ni la posibilidad de la monotonía; no se aburría porque no tenía tiempo de aburrirse. La mujer tampoco se aburría; había posibilidades de elegir a distintos hombres. El matrimonio lo resolvió todo en nombre de la seguridad y la estabilidad, pero acabó con la exploración.

Un poeta escribió un canto maravilloso en urdú que dice: «Si tú (se dirige a Dios), si tú estás a favor del matrimonio, ¿por qué me diste ojos? ¿Por qué me diste inteligencia?». Los idiotas no se aburren... y quizá os sorprenda saber que los ciegos tampoco se aburren.

Cuanto más inteligente seas más pronto te aburrirás: ese es el criterio. Cuanto más inteligentes, sensibles y creativas son las personas, más se aburren, porque con una sola experiencia tienen suficiente. Repetirla es de idiotas.

Con la estabilización financiera y social (el matrimonio, los hijos, la educación, la jubilación, los seguros... en los países avanzados incluso hay prejubilaciones), se ha acabado con la alegría de la exploración. Todo está tan establecido y controlado que solo parece existir una posibilidad de explorar, sobre todo en Occidente: el suicidio. Solamente eso sigue siendo desconocido.

Han experimentado con el sexo y han descubierto que es una estupidez. Han experimentado con las drogas y han descubierto que es un autoengaño. Ahora ya no parece quedar ninguna aventura, ningún reto, y cada día hay más suicidas. Hay que tener en cuenta que el índice de suicidios no ha aumentado en los países pobres. Parece que los pobres están menos aburridos, menos hartos, porque tienen que pensar en la comida, la ropa y el techo, y no les queda tiempo para el aburrimiento. No se lo pueden permitir.

Cuanto más rica la sociedad, en la que se tiene acceso a todo... ¿cuánto tiempo puedes seguir llevando una vida segura, establecida, monótona, garantizada? A las personas de gran inteligencia les da por suicidarse.

Oriente también ha conocido épocas de riqueza, pero por suerte ha encontrado un sustituto para el suicidio, que es el sannyas. Cuando los orientales ya no pueden más, cuando se hartan, como Buda Gautama, porque tenía todos los lujos posibles... ¿cómo puedes vivir entre los mismos lujos uno y otro día? A la edad de veintinueve años Buda Gautama no quería saber nada del mundo. Lo había experimentado todo; no había más posibilidades en el mundo.

Una noche oscura escapó de su reino, de su seguridad y de su estabilidad. Lo dejó todo y se hizo mendigo para buscar algo que fuera eternamente fresco, que jamás envejeciera, que nunca se convirtiera en algo aburrido. La búsqueda de lo eternamente fresco es la búsqueda del sannyas.

Existe una fuente en tu interior eternamente fresca, que jamás envejece, y no puedes aburrirte de ella. Y cuando digo esto, lo digo desde esa misma fuente. Mis palabras proceden de la misma fuente. Si puedes degustarlas, sentirlas, quizá vislumbres una lejana tierra en la que todo se renueva a cada momento, en la que el polvo no se posa en ningún espejo. Ese mundo está en tu interior.

Pero te interesa una mujer, y esa mujer se interesa por ti. La mujer no puede encontrar tu fuente de la alegría eterna, ni tú tampoco puedes encontrarla, porque estás centrado en la mujer. Todos estamos centrados en otros,

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