Memorias de los Andes

José Luis Inciarte

Fragmento

Prólogo

Este libro fue escrito en memoria de

Gastón Costemalle, mi amigo.

Querido Gordo:

Van cuarenta y cinco años que no te veo. La última vez fue el 13 de octubre de 1972, entrando al avión en el aeropuerto de Mendoza. ¡Vaya que sabrás por las que pasamos en los siguientes setenta y dos días! Tantas veces deseé estar contigo en ese paraíso de paz y felicidad, que imagino es ese lugar donde te encuentras, mientras yo estaba muriendo bajo toneladas de nieve de un infame alud.

Desde ese frío que duele hasta los huesos, pasando por la sed más sórdida y el hambre más genuina, por la angustia y la desesperación, y por sensaciones mucho peores, a través de los amigos se me ha presentado el hombre, como nunca antes lo había conocido. Sometido en forma continua a todo tipo de sufrimiento y humillaciones, ¡es asombroso y gratificante ver con cuánta entereza e integridad es capaz de responder!

Sabedor de lo que es el calor humano que nos salvó de morir congelados, sabedor de la importancia de la vida del otro para nuestra propia supervivencia, he aprendido también, entre otras tantas cosas, que el amor entre los hombres va más allá del sentimiento, está en el comportamiento humano, que luego de aquel pacto, del que fui partícipe y del que me siento tan orgulloso de haber compartido con todos, nos permitió honrar y defender la vida.

Para que el dolor fuera más soportable, le busqué sentido a la vida y aprendí que esta merece vivirse aun en el sufrimiento. Tú y los otros que están contigo merecían un premio en vida, en cambio recibieron la muerte en la montaña y desde entonces existen en la paz.

Pienso que se puede encontrar la paz en vida y, para eso, esta debe transitar por el camino de la felicidad, la cual es necesario merecer; entonces habrá que darse cuenta de cuánto más gratificante es dar que recibir y que el dar no tiene límite.

Hoy tengo más de sesenta años y debo agradecer a la vida por lo mucho que me ha dado. Me casé, tuve hijos y también gozo del placer de ser abuelo.

A ti, querido Gordo, y a los otros que quedaron contigo en la montaña, quiero decirles que los recordamos siempre y que con las obras de la Fundación Viven buscamos trascender. Y si te parece que debemos hacer algo más, antes de volver a vernos, ¡házmelo saber!

A ti y a los otros, muchas gracias.

Tu amigo de siempre,

Coche

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