Mi padre, un espía ruso

Alejandra Suárez

Fragmento

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Prólogo

A pesar de que Alejandra nunca conoció a su padre, en este libro ha logrado revelar muchísimo sobre él. En un principio, solo contaba con un perfil muy básico que su madre le había proporcionado, pero, con los años, Alejandra fue investigando y sonsacándole información a la vez que lidiaba con la montaña rusa emocional en la que vivía su madre. Ella le daba escasos detalles sobre quién había sido su padre, y Alejandra nunca estuvo segura de si lo que su madre le contaba era la verdad o una descripción romantizada de un hombre ficticio. Tras su incapacitación y traslado a una residencia de ancianos, Alejandra se puso a ordenar los retazos de la vida de su padre escondidos con celo —como si fuera un tesoro— por su progenitora. Entre sus pertenencias encontró unas memorias escritas por él, y así, a través de las propias palabras de su padre, Alejandra descubrió al hombre que realmente había sido…

Trigon conocía los riesgos que tomaba, pero vivió según sus propios términos. Aceptó realizar labores de espionaje para Estados Unidos en contra de su Rusia natal. Fue una persona con firmes creencias sobre el bien; sabía que el comunismo ruso estaba haciéndoles daño a su país y a su gente. Por entonces, yo era oficial de la CIA; Trigon y yo intercambiábamos paquetes cargados con secretos de Estado de la Unión Soviética en las noches de Moscú, entre las sombras de los árboles de los parques, en las torres sobre los puentes de ferrocarril, tras peñascos en bosques cubiertos de nieve. Aun así, nunca nos conocimos. Atravesamos la noche conscientes del peligro, pues los oficiales del Comité para la Seguridad del Estado (KGB) podrían estar al acecho. Él nunca faltó a un intercambio, aunque tuviera la oportunidad de evitarlo. Tal era su compromiso con su singular misión de hacer de ese país un lugar mejor.

Trigon tampoco sabía que su relación con una encantadora mujer de Madrid daría como resultado una hija, a la que jamás podría conocer y amar. Mucho después de mi retorno a Estados Unidos, me preguntaba qué habría sucedido con el paso de los años con esa niña y su madre. No había forma de saberlo, debido a la compartimentación de los archivos secretos.

Después de publicar mi libro, The Widow Spy («La espía viuda»), le dije a mi marido: «Mi peor momento será cuando la hija de Trigon aparezca frente a nuestra puerta. ¿Qué le diré yo sobre el destino de su padre?».

Y entonces, una mañana soleada, llegó el e-mail: «Soy Alejandra Ogoródnik, la hija de Trigon». El resto de la historia se desarrolló cuando nos encontramos cuatro meses después.

El libro de Alejandra nos ofrece el asombroso relato de la historia de su padre acompañado por las propias palabras de este. La incorporación de su testimonio resulta profundamente conmovedora. Él ya no es un personaje inventado. Está vivo, tiene experiencias y opiniones. Cuando Alejandra encontró la verdad, pudo construir un puente entre su pasado y su presente. Por eso, esta edición es increíblemente significativa y emotiva. Porque es todo lo que Alejandra buscaba.

MARTHA PETERSON

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PRIMERA PARTE

NOMBRE EN CLAVE: TRIGON

La historia de cómo descubrí que mi padre

era un agente de la CIA

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Introducción de la primera parte

En mi vida ha habido momentos en los que he pensado que nadie había luchado por mí. Pues bien, este libro es la historia de mi camino hasta descubrir que le he importado a mucha más gente de la que nunca imaginé, que muchas personas han luchado por mí (¡y vaya lucha!), pero sobre todo he descubierto que, detrás de la lucha por las personas, hay siempre una lucha por las ideas, y que esta lucha siempre, siempre merece la pena.

Resulta que, sin yo saberlo, mi existencia ha sido uno de los secretos mejor guardados de la Guerra Fría y que tanto mi madre como la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la CIA, me ocultaron al mundo.

Siempre he tratado de defender lo que creo que es justo (mi abuela me llamaba a veces por ello «abogada de pleitos perdidos»), pero, según pasan los años, hay momentos de debilidad que te hacen flaquear, decaer en tus esfuerzos. Es curioso que quien me ha hecho recorrer este camino y me ha demostrado que ser como soy vale la pena es una persona a la que, por desgracia, no pude conocer, pero que ha marcado mi existencia, y que, para mí, y también para otros, fue el hombre más valiente que jamás haya existido: mi padre, mi héroe, Aleksandr Dmítrievich Ogoródnik.

En la primera parte de este libro encontraréis mi historia, cómo fue crecer sin una figura paterna y la investigación que he realizado para descubrir quién fue mi padre, tanto en su faceta personal como en la de espía. También en esta parte cuento el resultado de estas investigaciones, es decir, la historia de mi padre como el agente Trigon.

En la segunda parte, encontraréis las muy esperadas memorias escritas por él, en las que, a lo largo del relato de su vida, explica la evolución de sus pensamientos de un extremo a otro. No quiero adelantar en esta introducción más información de la necesaria, pero sí diré que ambas partes se complementan.

En cuanto a esa segunda parte, mi empeño, o quizá mi inconsciencia, me llevan hoy a hacer realidad, al menos en cierto modo, el sueño de mi padre: publicar sus memorias, que reflejan su visión desde dentro del mundo soviético en plena Guerra Fría. Digo en cierto modo porque su objetivo era que la publicación de estas memorias hubiera ayudado a desvelar secretos que ahora ya se conocen, a mostrar una realidad que hiciera que su pueblo se liberase del régimen comunista opresor, haciendo ver a muchos rusos que vivían engañados, como lo estuvo mi padre al principio (el «idealista inocente»), y sobre todo descubriendo a Occidente gran parte de la barbarie que tenía lugar en la Unión Soviética.

Estas memorias, sin duda, hubieran sido una gran revelación si se hubieran publicado cuando mi padre así lo tenía pensado, similar a Archipiélago Gulag —obra de la que mis padres guardaban recortes de prensa que hoy en día están en mis manos—, en su afán de dar a conocer al mundo su verdad como lo hizo Solzhenitsyn.

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