El nobel

Vicky Dávila

Fragmento

Introducción

Llevo ocho años observando atenta la gestión del presidente Juan Manuel Santos y no deja de impactarme, pues en teoría debería ser el presidente más popular de la historia reciente de Colombia.

Santos llegó a la Casa de Nariño en 2010 con la mayor votación en una contienda electoral: nueve millones de colombianos dieron su voto para elegirlo.

El apoyo del Álvaro Uribe fue definitivo; de lo contrario, Santos no habría sido presidente. Lo reconocen sus amigos y sus enemigos políticos.

En su primer año de gobierno, dio de baja al máximo jefe de las Farc, “Alfonso Cano”, y tras años de negociación desarmó al grupo terrorista y lo convirtió en un partido político. Santos además se quedó con uno de los galardones más apreciados en el mundo: el Premio Nobel de la Paz. Entonces, ¿qué fue lo que pasó?, ¿qué hizo mal Juan Manuel Santos?

Valía la pena indagar. Pronto empecé a tener respuestas en medio de la reportería que me llevó a escuchar durante varios meses toda clase de opiniones y teorías sobre Santos y sus dos gobiernos, sus luchas, aciertos y desaciertos: candidatos presidenciales, expresidentes y exministros aceptaron el reto.

Su personalidad y su forma de hacer política sin duda se convirtieron en un gran obstáculo para que Santos pudiese ganarse el afecto de los colombianos. Aunque su cambio constante de opinión sobre las políticas de Estado le creó fama de ser un mandatario incoherente, su filosofía quedó enmarcada en esta frase que él mismo pronunció: “Solo los imbéciles no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias”.

La pelea que casó con Uribe alimentó en el colectivo una imagen de un Santos desleal. El país se dividió y su mentor político se convirtió en su mayor opositor, que no desaprovechó oportunidad para criticarlo: “Santos olvida que debería estar en la cárcel por soborno de Odebrecht”, escribía el expresidente en Twitter hace apenas unas semanas.

El histórico, pero polémico, proceso de paz con las Farc le salió caro a Santos. Su golpeado capital político quedó pulverizado.

Los beneficios a los jefes guerrilleros que pudieron empezar sus campañas políticas sin pasar por la justicia especial exacerbaron el rechazo al acuerdo de La Habana en un sector liderado especialmente por el expresidente Uribe.

Santos se eligió con la derecha y la seguridad democrática y se reeligió con la izquierda y el proceso de paz con las Farc; esa jugada política le hizo perder la confianza entre quienes lo eligieron por primera vez.

La llamada “mermelada”, las decisiones económicas que afectaron a los colombianos más pobres y a los empresarios, su relación con Venezuela y Cuba y los escándalos de corrupción, en especial el de los sobornos y la financiación de las campañas presidenciales por parte de Odebrecht, fueron determinantes en el deterioro de la imagen de Santos.

Al final el lector encontrará en este trabajo mil razones más para entender qué fue lo que pasó con el presidente Juan Manuel Santos, por qué se volvió tan impopular. Estoy segura de que cada uno tiene sus propios motivos, para bien o para mal.

El problema no es si la opinión pública fue justa o injusta con el presidente Juan Manuel Santos. El problema es que su impopularidad y su falta de conexión con la gente afectaron lo que buscó hacer en su gobierno.

Su única esperanza es la historia.

Santos empezó a despedirse muy pronto con la incertidumbre de qué pasará con su legado, sin escuderos, dejando atrás un país polarizado, lleno de odios y resentimientos, aunque afortunadamente con menos muertos por parte de las Farc. Un país muy diferente al que recibió.

El 15 de febrero de 2018 le escribió una carta a su sucesor hablando de sus logros. No hay que leerla toda para comprender que el presidente se va dolido y popularmente derrotado. Seguramente en el mundo le lloverán aplausos. En Colombia serán escasos, por lo menos por ahora.

“Ser presidente en el mundo de hoy es cada vez más difícil. La polarización, el triunfo —ojalá temporal— de las emociones sobre los argumentos, la inmediatez de las redes sociales, la rapidez con que cambia la tecnología, impone ritmos cada vez más exigentes y presenta nuevos desafíos en el diálogo con el ciudadano. Hoy hay que trabajar mucho más.

”En mi caso, lo he hecho con verdadera pasión y plena convicción (solo así se resiste tanto palo), siempre pensando en lo mejor para Colombia. Ha sido duro. Pueda ser que le toque una oposición más racional y constructiva. Así como he tenido momentos muy difíciles y grandes desilusiones, también he tenido momentos de inmensas satisfacciones. Lo importante es poder decir al final del gobierno que hizo todo lo humanamente posible y que hizo siempre lo que consideró correcto, así fuera impopular. Ojalá pueda también decir que no arrasó con lo que encontró, sino que construyó sobre lo que consideró que estaba bien construido, que no se dejó llevar por el complejo de Adán. Y que deja un país mejor del que encontró.

”Tenga la absoluta seguridad que no voy a interferir para nada en su trabajo. Yo ya tuve el inmenso privilegio de gobernar durante ocho años. Ahora es su turno. Si me necesita, ahí estaré. Le deseo los mayores éxitos. Su éxito será el éxito de todos nosotros, de toda Colombia.”

Santos será recordado como el presidente perseverante que desarmó a las Farc, pero también como el político oportunista y desleal que traicionó a su mentor político y a parte de su electorado.

Quedé con la frustración de no poder entrevistar al presidente Juan Manuel Santos para este libro. Aunque durante meses hice muchos intentos y le envié mil mensajes con miembros de su gobierno para que entendiera la importancia de tener su versión, no lo logré. Al final mis peticiones formales con sus asesores de comunicaciones tampoco tuvieron éxito. El presidente no quiso.

El ojo por donde mira la historia

Prólogo de Juan Gossaín

Cuando la prensa es libre puede

ser buena o mala; pero sin

libertad, la prensa solo será

mala. (Albert Camus)

Sentado en mi escritorio, con el mar al otro lado de la ventana, me pongo a ojear y hojear los originales de este libro que me envía Vicky Dávila. De manera que van desfilando ante mis ojos los años más recientes de la historia de

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