Nobelnomics

Juan Carlos de Pablo

Fragmento

Prólogo

 

Comencé a pensar en la elaboración de esta obra en la primera quincena de octubre de 2015, cuando en el plano electoral la cuestión era si Daniel Scioli ganaría en primera vuelta la elección presidencial o si sería necesario volver a desempolvar las urnas por no haber conseguido más del 45% de los votos, o más del 40% y una diferencia superior a diez puntos porcentuales sobre su principal contrincante, Mauricio Macri. Por supuesto, su finalización no dependió del hecho de que, en el momento de empezar a trabajar en ella, viviéramos con una importante incógnita electoral, aunque sí consideré que era muy probable que la realidad política y económica pudiera afectar su ritmo de preparación.

No sucedió así. Como de costumbre, en la Argentina seguimos viviendo en un contexto político y económico muy intenso, y gracias a Dios el año 2016 fue de profusa actividad profesional. No obstante, en aproximadamente un año pude terminar el libro que tiene usted en sus manos.

Mi motivación fue clara: aprender. Claro que, tanto con respecto a la vida como a la obra de quienes recibieron el Premio Nobel en Economía, no empecé de cero1. Pero, según mi experiencia, es notable cómo forzarse a sistematizar determinados conocimientos mejora la comprensión que uno tenía de ellos, corrige hechos y presunciones equivocadas, y sirve para incorporar material nuevo. ¡Y cómo aprendí! Gracias a la preparación de este texto, tengo un panorama razonablemente claro de muchos de los avances realizados en el análisis económico durante el siglo XX.

No pretendo comprender técnicamente los aportes efectuados por cada uno de los galardonados2, sino más bien identificar sus ideas principales o “mensajes básicos”, describiéndolos de manera no técnica. De todos modos, cada vez que fue necesario pedí ayuda y otorgué el correspondiente crédito. Por lo demás, correré el riesgo de ser acusado de incompetente, o sesgado, por parte de las “viudas”3.

¿A quién le sirve este libro? A los economistas en general, pero en particular a los profesores que necesitan material bibliográfico más allá de los cursos de introducción a la economía. Y no me refiero solo a los cursos de historia del pensamiento económico, porque esta obra se ocupa también de lo que está pasando actualmente en diferentes campos de estudio dentro del análisis económico; o, si se prefiere, en distintos puntos de la frontera de las investigaciones. También aspiro a que la lean con provecho aquellas personas que, aun careciendo de entrenamiento formal en Economía, están interesadas en el desarrollo de ideas que florecieron durante el siglo XX. Al respecto les doy un consejo: si alguna parte del texto les parece demasiado densa, no abandonen la lectura del libro, sino la de dicho fragmento. Lo más probable es que, para quien no sea un especialista, resulte suficiente con entender la idea general. Yo no podría “probar” la ley de gravedad, pero comprendo la idea general y la aplico de manera cotidiana.

Jorge Galmes leyó con paciencia una versión preliminar, lo que me permitió utilizarlo como eficaz sparring. Además, bastó con que a Víctor Jorge Elías le enviara la versión preliminar del capítulo diez para que me hiciera llegar múltiples sugerencias, las que incorporé en diferentes partes del texto. A ambos, muchísimas gracias, como también a Micaela González, meticulosa editora. En el plano institucional, quisiera agradecer al personal de las bibliotecas del Banco Central de la República Argentina, el Ministerio de Economía y la Universidad de San Andrés.

Ningún argentino ganó el Nobel en Economía hasta ahora, pero cinco compatriotas lo obtuvieron en distintas especialidades. En orden alfabético, ellos son: Bernardo Alberto Houssay (Medicina), Luis Federico Leloir (Química), César Milstein (Medicina), Adolfo Pérez Esquivel (Paz) y Carlos Saavedra Lamas (Paz). A ellos va dedicada esta obra, pero también a Jorge Luis Borges, porque lo merecía.

JUAN CARLOS DE PABLO

Buenos Aires, agosto de 2017

1 A los cientos de biografías recogidas en los siete volúmenes del Incompletísimo diccionario de economía (publicados por El Cronista Comercial en 1992, 1994 y 1996; por Ediciones Macchi en 1998, 2000, 2002 y 2004; y reimpresos por La Ley en 2006), corresponde agregar De Pablo (1993), basado en las conferencias Nobel, Ely y autobiografías publicadas en la Banca Nazionale del Lavoro Quarterly Review hasta 1988. En <www.juancarlosdepablo.com.ar> pueden consultarse todas las biografías que publiqué a partir de 2005, mayormente en Contexto, mi newsletter semanal.

2 Desde este punto de vista, la conferencia Nobel pronunciada por Reinhard Selten (1994) es la menos útil de todas, ya que su comprensión requiere conocer profundamente la teoría de los juegos. Las pronunciadas por Eric Stark Maskin (2008) y Roger Bruce Myerson (2008) también resultan poco entendibles para quienes no son expertos.

3 Esta última calificación fue acuñada por Skidelsky (2003) a propósito de las fuertes críticas que recibió de quienes se consideraban a sí mismos los genuinos depositarios de la “verdad”, referida a la vida y obra de John Maynard Keynes, cuando publicó la monumental biografía de este en tres tomos.

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Problemas, ideas, propuestas, soluciones

Dios les dijo a Adán y a Eva que en el paraíso podían hacer lo que quisieran, excepto comer el fruto del árbol del bien y del mal. A pesar de ello, Eva le comentó a Adán que quería ingerir el referido fruto y Adán le siguió el juego (lo que consiguió este de aquella, por haber satisfecho el pedido, es algo que queda librado a la imaginación de cada lector). Resultado: Dios los expulsó del paraíso y los condenó a “ganarse el pan con el sudor de sus frentes”. Propongo ahora un ejercicio de historia contrafáctica4: ¿se imagina lo bien que estaríamos si Adán le hubiera dicho a Eva que se dejara de embromar y que, en vez de comer la manzana, se alimentara con ostras obtenidas sin esfuerzo, para luego ir a pasear en un barco, construido también sin esfuerzo? Mejor que no me lo encuentre a Adán, porque no la va a pasar muy bien que digamos.

En términos técnicos, la desobediencia de Adán y Eva creó el “principio de escasez”, según el cual no hay de todo, para todos, gratis. Puede haber de todo para algunos, puede haber algunos bienes para todos; pero de todo, para todos y

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