Pinedo y Prebisch

Juan Carlos de Pablo

Fragmento

Siempre cito escritos y afirmaciones realizadas por Federico Pinedo (1895-1971) y Raúl Federico Prebisch (1901-1986)1. No para quedar bien con los citados compatriotas, sus familiares y amigos, sino porque siguen vigentes.

No se aprende nada leyendo o escuchando que José de San Martín fue “un grande”, que Albert Einstein fue “un genio” y que la Primera Guerra Mundial fue “horrible”. Se aprende a partir de descripciones detalladas, no solo de las declaraciones y las decisiones, sino también de los contextos en los cuales fueron realizadas. Analizar el Pacto Roca-Runciman de 1933, ignorando las “preferencias imperiales” de 1932, puede impactar a ignorantes, pero descalifica al pretendido analista.

Por supuesto que no consulté toda la bibliografía existente sobre la vida y la obra de Pinedo y Prebisch, pero —más allá de las restricciones impuestas por el covid-19— en buena medida me basé en la que ya conocía o a la que pude acceder por vía digital. Para el propósito de esta obra es suficiente.

Fui deliberadamente selectivo porque aspiro a que por medio del texto el lector pueda “ver” —en el sentido de recrear mentalmente— a Pinedo y a Prebisch, tanto cuando escribieron como en particular cuando —en función de las importantes responsabilidades ejecutivas que les tocaron ejercer— tuvieron que enfrentar decisiones difíciles (al nivel en el que actuaron todas las decisiones son complicadas).

La perspectiva adoptada me expone al severo juicio de “las viudas”. Me explico: Robert Skidelsky escribió una monumental biografía de John Maynard Keynes, en tres tomos, que publicó en 1983, 1992 y 2000. En 2003 calificó de “viudas” a aquellas personas que, habiendo conocido de primera mano aspectos del biografiado, se creen que son las únicas depositarias de la verdad; y por consiguiente protestan cuando consideran que su amigo, pariente, etc., fue mal entendido, cuando no vilipendiado, por el biógrafo. A Skidelsky le ocurrió con un hermano de Keynes y con un prestigioso economista2.

Si me sucede con esta obra, me la pienso bancar. Tengo experiencia porque, a raíz de las columnas que publico los domingos en La Nación, cada tanto recibo tirones de orejas, a veces de las viudas en sentido estricto, las más de las veces de quien hace las veces de.

Mi primera aproximación a Pinedo y Prebisch ocurrió a comienzos de la década de 1960, cuando en materia de inflación el debate se planteaba en términos de monetarismo versus estructuralismo. Naturalmente, todos los estudiantes de economía éramos estructuralistas, aunque difícilmente pudiéramos explicar por qué. En aquel momento Pinedo era símbolo de los monetaristas3, y Prebisch de los estructuralistas, lo cual convirtió al primero en villano y al segundo en héroe.

La relación personal entre ambos sufrió vicisitudes a lo largo del tiempo. Trabajaron “codo a codo”, en el gobierno argentino, durante la década de 19304. Estaban distanciados cuando supe de su existencia; y cada uno de ellos terminó hablando muy bien del otro… pero no puedo saber si de esto último se enteraron, como hubiera sido de desear.

Pinedo sobre Prebisch. “En la Sociedad Rural Argentina hizo trabajos muy meritorios, era muy capaz y muy trabajador. Ahora se ha puesto en esto… de sacerdote del tercer mundo, y sin llegar a ser [el padre Carlos] Mugica, dice macanas por el estilo. No lo puedo creer, con todas esas cosas que escribió de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y que yo se las destruí en ese librito mío5. No tiene derecho a hacerlas, porque es sumamente inteligente para creer en esas cosas… Ha tenido un defecto: siempre del mismo lado del mostrador. Él no sabe lo que es la actividad que tiene que producir para ganar. Siempre ha sido funcionario, lo que ha perjudicado mucho su desarrollo mental, que es poderoso, porque es una cabeza muy bien organizada” (Pinedo, 1971).

Prebisch sobre Pinedo. “Era un hombre de talento y muy sincero. Se lo atacó duramente por razones políticas, porque cometió serios errores políticos. Pasó del socialismo, del marxismo que había bebido a los 13 años, al conservadurismo más absoluto, en un breve período de tiempo… Me tenía ciertos celos, le molestaba un tanto que yo, sin querer, también tuviera publicidad, porque la gente se daba cuenta de que había alguien que estaba atrás de todo esto [la política económica durante la década de 1930]… Tenía un gran poder de persuasión, un gran prestigio y se impuso en el Congreso [para que se pudiera crear el Banco Central]. Ese es su gran mérito” (Prebisch en Magariños, 1991). En una conferencia sobre política económica argentina que tuvo lugar en Oxford, en 1981, afirmó: “Digo sin dudar ni plantear reservas de ninguna naturaleza, que este hombre extraordinario no fue apreciado debidamente en nuestro país, debido a las pasiones políticas, pero que su significación crece con el tiempo. Bajo condiciones políticas más favorables, hubiera podido ser uno de los grandes presidentes de la historia argentina” (Prebisch, 1985).

Al menos una cosa, muy humana, tuvieron en común: los dos apreciaban la buena comida.

A Pinedo no lo conocí personalmente, cosa que lamento, aunque imagino que, con mi inexperiencia de entonces, difícilmente le hubiera podido sacar el jugo a una conversación. Gracias a Prebisch en 1980 conocí Israel, porque me invitaron a presentar un trabajo en un seminario organizado en su honor por la universidad Bar Ilan, cuando le otorgaron un doctorado honoris causa. Allí tuve mi primer contacto con el “personaje”, que afortunadamente no fue el único.

Como sustituto imperfecto para quienes no tuvieron la oportunidad de tratarlos, incluyo en esta obra el último reportaje que contestó Pinedo (Pinedo, 1971), y una síntesis de una prolongada conversación que Prebisch mantuvo con Mateo Magariños (Magariños, 1991). Ambos documentos muestran diálogos afables, fuerte contenido para entender los procesos decisorios y sentido del humor.

Un libro es leído por personas que tienen preparación y objetivos diversos. Fanático de entender la realidad desde los procesos decisorios, y de la importancia que tienen los testimonios de los protagonistas —complemento de la documentación legal, estadística, etc., existente—, espero que este trabajo basado en la vida y la obra de un par de compatriotas inteligentes, comprometidos, laboriosos, corajudos y discutidos, interese particularmente a quienes buscan poner los conocimientos al servicio de la solución de problemas concretos.

Mi agradecimiento a Jorge Galmes, quien, como ocurrió con otras obras mías, leyó pacientemente el original, aportando tanto a la forma como a la sustancia. También le agradezco al personal de la biblioteca de la Universidad de San Andrés, y en especial a Moira Guppy y a Mariel Romani, quienes “virtualmente” me consiguieron, y a gran velocidad, todo lo que les solicité.

JUAN CARLOS DE PABLO

Enero de 2022

Louro, A. A. (1992): El grupo Pinedo-Prebisch y el neoc

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