Prólogo I
Este libro Más allá del liberalismo y el populismo. Una síntesis desarrollista para la Argentina, de Federico Poli, constituye un variado conjunto de reflexiones de los problemas de desarrollo, especialmente concentrados en las experiencias vividas por su país, la Argentina. Son textos meditados, muy influidos por el momento en que son escritos y, por supuesto, inmersos en una realidad compleja como la internacional y las aún más difíciles vivencias de su país. Sus reflexiones son muy interesantes, justamente porque son producto de su práctica y perspectivas de la coyuntura, el lugar y su compromiso profesional.
Los textos no dejan dudas sobre la cambiante y profunda complejidad de la problemática del desarrollo. Las ideologías de los primeros tiempos, de los llamados pioneros del desarrollo, se van confirmando o transformando o, aún, desapareciendo, a la luz de la historia, variada y rebelde. Las ideas envejecen tanto como las experiencias.
Impulsos como la tecnología, la globalización, el desarrollismo y las experiencias del ciclo mundial de poder, se entremezclan para dar cuenta de la dificultad de tomar opciones de políticas económicas y sociales en el mundo en que vivimos.
Las prácticas de Poli dejan en claro que hoy sabemos con mayor claridad que el crecimiento depende, en definitiva, de los avances en la productividad, de los factores de producción y de su capacidad de competencia.
En la experiencia comparada, el mercado ha dado una lección clara de ser el instrumento más idóneo para el crecimiento dinámico de las economías. En ese sentido venció a la vieja ilusión marxista de confiar ese objetivo en la planificación centralizada del Estado.
Sin embargo, el tema se dificulta al considerar la infraestructura política sobre la que suponen gestionar los procesos de cambio. En la cultura occidental predomina la idea de que esos cambios deben apoyarse en instituciones democráticas y relaciones de cooperación inteligente entre Estado y mercado. En las experiencias asiáticas, como en el caso del dinámico crecimiento de China, se considera que las relaciones de producción deben asentarse entre un mercado activo orientado por la planificación del Estado y el control político centralizado de las políticas de cambio y crecimiento económico. Ambas opciones valoran el mercado. Pero uno lo ve funcionando en democracia política, el otro en el control centralizado del Estado.
Los textos incursionan igualmente en la siempre intrincada situación económica y social argentina a lo largo de las últimas décadas. Así, esa poderosa economía, con una sociedad con alta proporción de clases medias, ha pasado, y sigue pasando, por diferentes ciclos económicos, sociales y políticos caracterizados por una gran volatilidad que no logra superar.
Finalmente, considero que del análisis que plantea el libro podría concluirse que, frente a la complejidad que presenta el desarrollo económico y social y la situación internacional que lo condiciona, es fundamental que las sociedades apelen a acuerdos básicos con sacrificios y beneficios compartidos. De igual modo, la peligrosa y creciente dificultad de las relaciones internacionales debería llevar a las grandes potencias a forjar acuerdos fundamentales basados en la cooperación de la diversidad, antes que opciones impuestas por la fuerza o el poder económico. Los principios que llevaron a la creación de las Naciones Unidas deberían estar más vigentes que nunca.
En síntesis, se trata de un libro que estimula la reflexión y ayuda a entender realidades nacionales e internacionales complejas y peligrosas para la paz y la seguridad del mundo y de cada uno de nuestros países.
ENRIQUE V. IGLESIAS
Secretario General Iberoamericano
2005-2014
Prólogo II
Federico Poli, con su último trabajo Más allá del liberalismo y el populismo, nos entrega un libro de gran valor centrado en la historia argentina reciente, pero, en realidad, destinado a analizar un elemento fundamental de la vida política mundial.
El libro, escrito con gran profundidad de análisis y apasionada narración, ofrece, en su primera parte, un lúcido análisis de la crisis argentina. Esta crisis se resume en el gráfico que abre el libro y que revela la evolución del PIB per cápita argentino desde 1960 hasta el presente, tal como se ha desarrollado en la realidad frente a la línea hipotética que se remonta a la producción de crecimiento regular por 2% al año. Hasta 1976 las dos líneas coinciden. A partir de entonces comienza una larga discrepancia hasta finales de 1990, una breve recuperación, una nueva caída, una nueva fase de recuperación de 2003 a 2012 y, después, nuevamente, otra degradación que abre aún más la brecha entre el potencial y la realidad.
En la segunda parte del libro, este difícil camino del país viene seguido a través de una serie de artículos de los periódicos argentinos más importantes, con miradas e información sobre los sucesos y personajes de este drama nacional en el que el Estado representa el factor mismo de desestabilización e incertidumbre de la economía y la sociedad.
Vale la pena recordar cómo el primer colapso, iniciado en 1976, coincide con la etapa más trágica de la vida de la nación, cuando la Junta Militar tomó el poder, dando lugar a una de las dictaduras más feroces de la historia; pero la salida de la dictadura requirió un largo periodo y mucho esfuerzo para volver a un crecimiento apreciable que contuviera la espiral inflacionaria.
Esta fase coincide, sin embargo, con el cambio completo del cuadro de referencias a nivel mundial: con la caída de la Unión Soviética, no solo cambia la economía mundial —de un mundo dividido en dos bloques a una globalización dominada por Estados Unidos— sino también cambian los términos de referencia de la política interna. En cada país se inicia una carrera desestabilizadora, en una alternancia de hiperliberalismo y populismo parasitario, a veces contrapuestos y cada vez más confusos y mezclados con rachas nacionalistas y aislacionistas.
Entonces, si esta dinámica es evidente en la Argentina, donde el péndulo oscila de una elección a otra generando un persistente estado de incertidumbre, en muchos países, incluso de tradición milenaria, hemos visto fenómenos que han puesto en riesgo las bases democráticas. Pienso en el asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Trump, o los giros populistas de muchos líderes políticos europeos, mientras ellos mismos están en el gobierno, socavando así la democracia interna y desestabilizando la economía de su propio país.
Por eso, el libro de Federico Poli debe leerse con mucha atención. La historia aquí narrada, con riqueza de datos y reflexiones críticas, ciertamente está dirigida a la Argentina pero en definitiva nos concierne a todos, así como su reflexión central: en el periodo aquí analizado, toda la clase política se volcó esencialmente a buscar fórmulas para la redistribución de la riqueza, pero esta riqueza no fue producida. Sin generar políticas verdaderamente encaminadas a crear más riqueza —es decir, sin ampliar la base productiva, innovar, aumentar la productividad de las estructuras económicas— no puede haber una política creíble de reequilibrio social y, por ende, solo puede crecer la desigualdad y la consecuente inestabilidad política e institucional.
El subtítulo es muy claro al respecto: “Una síntesis desarrollista para la Argentina”. Agregamos que esta declaración debe extenderse a todo el mundo, un mundo que ve la necesidad de reformar completamente su perspectiva de desarrollo para poder detener la devastadora crisis climática y, al mismo tiempo, enfrentar las dramáticas tendencias demográficas que se están viendo con el colapso de la población de los países avanzados y la explosión demográfica del África subsahariana. Para enfrentar estos desafíos de época, no se necesita un populismo paroxístico ni un hiperliberalismo exasperado, sino una política equilibrada y competente que conduzca a los diferentes países a un fuerte proceso de integración con la paz y el desarrollo sostenible y equitativo como objetivos.
PATRIZIO BIANCHI
Cattedra Unesco “Educazione,
crescita ed eguaglianza”
Professore Emerito, Università di Ferrara
Ministro de Educación, Universidad
e Investigación de Italia (2021-2022)
Nota del autor
Luego de vivir siempre en Buenos Aires, residí desde mediados del año 2006 en Europa (Madrid y París) y en Estados Unidos (Washington) hasta 2022, año en que volví a mi ciudad. Por esto afirmo que se ensaya una mirada sobre la situación económica argentina desde fuera de la Argentina. Es decir, desde el mundo y al mismo tiempo sobre el mundo, con la perspectiva de un argentino.
Los textos comenzaron siendo introducciones a la recopilación de una serie de artículos periodísticos acerca de temas económicos diversos, escritos durante los últimos treinta años; y se terminaron convirtiendo en un texto que reclamaba ser leído sin interrupciones. Concebidos originalmente para contextualizar los artículos, fueron, poco a poco, tomando más volumen. Finalmente esos textos se transformaron en un repaso de los aspectos salientes de las políticas económicas de los últimos treinta años de la Argentina. También permitieron revisar la historia del pensamiento sobre el modelo de desarrollo económico latinoamericano. Además, pude realizar consideraciones sobre el contexto internacional, en particular de las regiones cercanas, en esta era de cambios.
Las notas periodísticas, incorporadas en la segunda parte del libro, tienen un especial interés. Por un lado, funcionan como “doble clic” o “zoom” sobre las cuestiones tratadas en el texto. Pero, al mismo tiempo, estos artículos periodísticos, escritos entre 1992 y 2022, reflejan los debates de esos momentos desde la perspectiva de las distintas responsabilidades profesionales que asumí a lo largo del tiempo. Sin dudas, quien escribe estas líneas no es el mismo que pensó los primeros artículos a principios de los 90. A pesar de los cambios ocurridos durante estos años, hoy solo corregiría matices y énfasis de algunos de estos. No lo he hecho.
El texto de la primera parte fue escrito para esta publicación y me permitió mostrar la visión actual de esos procesos y ensayar unas conclusiones de lo ocurrido desde fines del siglo XX en la Argentina y su entorno internacional. Y también planetar una visión de futuro de nuestra nación.
Introducción
¿Por qué debemos recrear una síntesis desarrollista para la Argentina actual?
No es nostalgia de los años 60, ni añoranza de mi juventud perdida en los 80, cerca de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. Es la traducción a nuestro país del nuevo paradigma productivista (the new productivism paradigm), en palabras del economista de Harvard, Dani Rodrik, que está logrando el consenso en la política norteamericana, desplazando el paradigma neoliberal. “Hay signos de una mayor reorientación hacia un marco de política económica enraizado en la producción, el trabajo y el localismo, en lugar de las finanzas, el consumismo y el globalismo”1.
O, si se quiere verlo localmente, es la superación del maldito péndulo liberal-populista, el loop del “día de la marmota” en el cual, a los argentinos, se nos fueron los últimos cincuenta años. Medio siglo en el que fuimos destruyendo activos y valor, y empobreciéndonos. Dos tuits resumen la tragedia. En mayo de 2020, el colega Martín Rapetti tuiteaba: “El PIB por habitante de la Argentina será en 2020 igual al que teníamos en 1974. Casi medio siglo perdido. El mismo ingreso, peor distribución y más pobreza. Un fracaso como sociedad”. Otra colega, Marina Dal Poggetto, agregaba que “en 50 años multiplicamos por 20 la pobreza”. Por su parte, Alec Oxenford, el creador de unicornio argentino OLX, en febrero de 2021 tuiteó: “El valor destruido en la Argentina durante los últimos 25 años es escalofriante. En 1994, el valor de todas las empresas del Merval representaba el 40% de sus comparables brasileras en el Bovespa. En 2021, el valor del Merval es solo el 2% del Bovespa: US$ 20.000 millones versus US$ 1.000.000 millones”.
La Argentina debe recuperar la épica del desarrollo. Necesitamos políticas que empujen ese dinamismo productivo permitiendo la expansión de nuestras fuerzas productivas y el aprovechamiento de los inmensos recursos naturales y humanos que poseemos.
Parafraseando a Abel Posse, somos hoy, al igual que en el año 2001, una nación con la voluntad quebrada.
Nuestro país no solo es caso de retroceso sin parangón en el contexto mundial del último siglo, sin haber sufrido guerras internas ni con terceros, sino también, como dijo hace décadas el ex presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Massuh, “el gran misterio argentino aún no develado es cómo se puede ser pobres en la abundancia”2. Una situación que genera impotencia y frustración y, a la vez, mucho enojo.
Tanto nos repitieron, y nos repetimos, que no somos capaces de “hacer cosas” de calidad, que terminamos creyéndonos incapaces. Aunque, a pesar de todo, demostremos diariamente que no es así. Se niega la capacidad emprendedora de nuestros empresarios y la capacidad laboriosa de nuestros trabajadores, desde la izquierda y desde la derecha. A derecha, el desprecio de los economistas liberales que solo ven, en los empresarios argentinos, a ineficientes parásitos proteccionistas, cazadores de rentas del Estado, que venden sus productos de baja calidad a altísimos precios. Estos economistas están obsesionados pensando y proponiéndonos distintos modos de destrucción de sectores enteros de nuestra producción por “no competitivos”. A izquierda, los populistas solo ven, en nuestros empresarios, monopólicos formadores de precios, que explotan a sus trabajadores y generan inflación, que conspiran contra gobiernos populares, llevan adelante golpes de mercado, tienen connivencia con dictadores y represores de todo tipo, acá y allá. Por eso, nuestros populistas los declaran enemigos y los persiguen.
Una historia de liderazgos
Nuestra pujanza económica no fue maná del cielo. Ni en el ciclo del modelo agroexportador de fines del siglo XIX y principios del XX, ni en los años de la industrialización desde la entreguerra hasta mediados de los años 70.
No fue la acción de la naturaleza y los mercados la que permitió el boom exportador que nos transformó en “el granero del mundo”. Fue el resultado de decisiones políticas inspiradas en las ideas de Carlos Pellegrini, Roca y la generación del 80. Así, el Estado nacional creó las condiciones que facilitaron la llegada de capitales extranjeros para la provisión de infraestructura y la acción de los productores que llevó adelante la organización de la explotación agropecuaria. Esto fue posible a partir del establecimiento de la estabilidad política, el respeto de los derechos de propiedad, las bases para el asentamiento de un mercado de capitales, la seguridad jurídica, la apertura a los flujos migratorios y el crédito bancario de la banca pública3.
¿Qué pasó en el periodo de sustitución de importaciones, luego de los años 20 del pasado siglo? Algunas miradas fechan entonces, con el fin del denominado modelo agroexportador, el comienzo de la decadencia argentina. Si nos atenemos a los hechos, nos encontraremos con una realidad bien diferente.
Los argentinos fuimos capaces de poner en marcha la primera fábrica de aviones de América Latina (FMA, Fábrica Militar de Aviones) en el año 1927, ¡el equivalente a tener hoy en día una fábrica de microprocesadores! De la FMA salió en 1946 el Pulqui I, el primer caza a reacción de América Latina y uno de los primeros del mundo. Brasil crearía su fábrica de aviones, Embraer, recién cuatro décadas más tarde.
La cantidad de innovaciones que en el sector de la maquinaria agrícola generaron en tierra argentina, a partir de principios del siglo XX, los inmigrantes italianos y sus descendencias instalados en Santa Fe y Córdoba, es inmensa. Solo por mencionar algunos de estos hitos. El italiano Alfredo Rotania, en Sunchales, producía en el año 1929 la primera cosechadora automotriz del mundo. Carlos Mainero fundó su empresa en Bell Ville, Córdoba, en al año 1944, y creó uno de los primeros equipos para la cosecha de girasol, mundialmente novedoso. A principios de los años 50, el hijo de inmigrantes italianos Roque Vassalli, en su planta de Firmat, fabricó el primer cabezal maicero para trilla directa del mundo.
El 24 de agosto de 1954, en Campana, provincia de Buenos Aires, Tenaris fabricaba el primer tubo sin costura de toda América del Sur gracias al liderazgo de Agostino Rocca, un innovador ingeniero italiano que había presidido el complejo siderúrgico de su país luego de la crisis del 30. Rocca, después de la Segunda Guerra Mundial llegó a la Argentina “arrastrando” a una cantidad importante de ingenieros y obreros especializados, para poner en marcha la empresa familiar. Este fue el origen del Grupo Techint, en la actualidad la mayor mutilatina argentina, que “montó gasoductos y oleoductos que permitieron acercar al país a la autonomía energética; instaló usinas eléctricas y altos hornos en la planta siderúrgica de SOMISA; construyó polos petroquímicos y refinerías para el sector privado y estatal. Además, elaboró caños de acero sin costura para transporte de gas y petróleo y comenzó a exportarlo al poco tiempo. Por último, instaló líneas de alta tensión y sus torres metálicas y construyó e instaló la mayoría de las plantas de las terminales automotrices a lo largo de los años 50”4. En el año 1960, el presidente Frondizi, con autoridades de Gas del Estado e YPF, inauguró el Gasoducto del Norte, que une Campo Durán (Salta) con General Pacheco (Buenos Aires), de 1744 kilómetros de longitud y una tubería de 24 pulgadas de diámetro, construido junto al poliducto Campo Durán, San Lorenzo. Esta fue, entonces, la obra de mayor envergadura realizada para el transporte de hidrocarburos líquidos y gaseosos en Occidente, más allá de Estados Unidos5. La presencia del Estado en este desarrollo estuvo dada por el hecho de ser el principal cliente. Queda clara la importancia del poder de compra del Estado para el desarrollo tecnológico que, en este caso, se complementó con el apoyo del crédito de la banca pública, el Banco Industrial de la República Argentina (BIRA), para financiar la expansión.
Fue el ingeniero Marcelo Diamand, inmigrante polaco, quien diseñó en el año 1956 la primera radio a transistores en América Latina en su empresa Tonomac, comprando los primeros transistores de desecho de la industria militar estadounidense6.
Los argentinos fabricamos, en el año 1956, “el Jeep, con un motor enteramente hecho en el país y el primero en ser producido en América Latina” y, dos años más tarde, fuimos capaces de “producir la Estanciera y el Kaiser Carabela, el primer automóvil de pasajeros fabricado en la región”. Estamos hablando de la empresa IKA, la misma que, en el año 1966, lanzaría “el Torino, un automóvil cuyo diseño y fabricación eran totalmente locales”7.
Otra de las grandes empresas nacionales de alta tecnología que llegó a mutilatina es IMPSA (Industrias Metalúrgicas Pescarmona SA), que en su origen a principios de siglo, fue una empresa familiar ubicada en Mendoza. Lo que empezó siendo un taller metalúrgico se transnacionalizó, a fines de los años 80, en una empresa “productora de bienes de capital de gran tamaño para el mercado internacional” y, a partir de los 90, consolidó su competitividad en el mercado mundial como “empresa de ingeniería”8.
Los argentinos estuvimos a la vanguardia en materia espacial. En el año 1967, desde la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, lanzamos al espacio, a bordo del cohete Yarará, al ratón Belisario, el primer ser vivo latinoamericano y el cuarto a nivel mundial en tripular un cohete. ¿Cómo olvidar la expedición protagonizada por el Mono Juan? Un caí misionero que llegó en 1969 al límite de la estratósfera a bordo del cohete Orión II. Hace más de cincuenta años, la Argentina tenía la capacidad de producir y lanzar cohetes para transportar seres vivos desde plataformas de despegue propias, como la de Chamical, en la provincia de La Rioja. (Del ratón Belisario y el mono Juan a los satélites SAOCOM: éxitos argentinos con cooperación internacional)
En materia nuclear construimos en Zárate, provincia de Buenos Aires, la primera central nuclear de potencia de América Latina, Atucha I, cuya obra comenzó en junio de 1968. Somos uno de los once países del mundo que dominan el ciclo de combustible.
¿Cómo fue que el hijo de unos inmigrantes italianos, dueños de una panadería y panificadora en Arroyito, un pueblo muy pequeño ubicado a cien kilómetros de Córdoba capital, puso en marcha una empresa de golosinas, a principios de los años 50, que se convirtió en una multinacional de la alimentación? Sin dudas, la visión estratégica de su líder está en el origen pero eso no hubiera germinado sin el contexto económico-social adecuado. “Eran los años del primer gobierno peronista, que fue continuado con el gobierno de Frondizi, donde se produjo la explosión del consumo masivo que acompañó el florecimiento de Arcor; las políticas de promoción de la industria nacional generaron un profundo impacto en la actividad económica del país”9.
También en materia de bebidas alcohólicas nuestro país lideró la producción regional, y se produjeron innovaciones. El inmigrante alemán Emilio Bieckert, en el año 1860, fundó la cervecería que llevaba su nombre, y levantó uno de los más grandes establecimientos de América para producir la cerveza Pilsen, con una receta propia alemana de la zona del río Rin. La primera gran fábrica de cerveza en España, por ejemplo, la puso en pie el alsaciano Louis Morita, en Barcelona, unos años después que Bieckert lo hiciera en la Argentina.
Unos años más tarde, el inmigrante estadounidense Merveille Survey Bagley levantó una fábrica de licor en el barrio de Retiro, en la que empezó a producir el aperitivo Hesperidina, a base de cáscara de naranja. Tal fue el éxito que empezaron a aparecer imitaciones; por este motivo, Bagley le solicitó al presidente Avellaneda crear el Registro Nacional de Patentes y Marcas, siendo su producto el primero en registrarse. El Cointreau, licor de naranja de la región del Loria en Francia, recién se empezaría a producir once años después.
Otro orgullo argentino fue nuestra industria editorial, que comienza en el siglo XX y tiene su época de esplendor a partir de la década del 40. Muchos exiliados republicanos de la Guerra Civil Española se dedicaron a la edición de libros. Surgen así dos de las principales empresas editoriales argentinas: Emecé Editores y Editorial Sudamericana. De la Argentina salían los libros que se leían en toda Iberoamérica. En 1942, las editoriales argentinas despacharon por correo once millones de ejemplares. Y en 1944 duplicaron los volúmenes de exportación. En menos de tres décadas se multiplicó por cinco el número de títulos editados y por más de diez la cantidad de ejemplares publicados. Una verdadera vanguardia editorial, transformándose así en la más importante industria cultural de América Latina. Esto lo permitieron, además de la llegada de los inmigrantes, la fuerte alfabetización, el alto crecimiento económico y las políticas concretas de apoyo al sector.
Casi todos los ejemplos industriales precedentes en los que la Argentina hizo punta a nivel regional y mundial fueron sectores de avanzada tecnológica. En todos los casos existió un emprendedor visionario que combinaba sus conocimientos del sector, su deseo de asumir riesgos y el capital humano necesario para llevar adelante la empresa.
Pero ese liderazgo también fue posible gracias a la decisión política nacional de desarrollar capacidades, adquirir ventajas competitivas en sectores industriales, apoyado en la decisión estatal, a través de distintos tipos de intervenciones: políticas industriales y tecnológicas, financiamiento, uso del direccionamiento del poder de compra del Estado, la construcción de infraestructura y un ambiente económico de desarrollo que empujaba a los distintos emprendimientos en camino. Las condiciones de la Argentina permitían acumular e invertir.
Estos son algunos de los tantos ejemplos de emprendimientos exitosos que fuimos capaces de poner en marcha los argentinos. Sin embargo, algún lector puede pensar que la lista precedente contiene solo ejemplos aislados que no dicen nada sobre el conjunto de nuestra economía. A esos lectores les propongo mirar nuestro PIB (Producto Interno Bruto), que mide la generación de bienes y servicios de un país, en relación con el de Brasil. Hoy Brasil produce tres veces más bienes y servicios que la Argentina. A fines de los años 50, en medio del proceso de industrialización, teníamos el mismo PIB total y, por ende, nuestro PIB per cápita era varias veces mayor.
No solo un pasado de gloria: nuestro presente productivo
Nuestro potencial productivo y tecnológico no solo remite a un pasado de gloria. Existe, aún hoy, un importante capital acumulado que se traduce en conocimientos, tradiciones e historias que constituyen verdaderos activos latentes. Muchos emprendimientos actuales, opacados por la pérdida de rumbo nacional, no dejan de seguir siendo muy significativos.
Siguiendo la enumeración que hace Kosacoff10, la Organización Techint es la mayor exportadora de tubos de acero sin costuras del mundo, la mayor productora de acero de América Latina y el desarrollador de grandes trabajos en el mundo de la ingeniería y los combustibles. La explotación del potencial de Vaca Muerta permitirá expandir este tipo de desarrollos y tecnologías pero, además, tener una oferta abundante de shale gas, que podrá potenciar un emprendimiento petroquímico como Profertil (joint venture entre YPF y la empresa multinacional Nature) en el Polo Petroquímico de Bahía Blanca, permitiéndole ser líder en la producción y comercialización mayorista de fertilizantes nitrogenados en América del Sur. (Una oportunidad histórica para recuperar la energía)
Arcor, que empezó el proceso de internacionalización exportadora hacia América Latina en los años 60 e ingresó al mercado estadounidense en 1967, hoy tiene presencia en ciento veinte países y acaba de abrir una planta de dimensiones en Angola, África.
En el sector automotriz, desde mediados de los 80 el centro industrial de Córdoba de Volkswagen (ex Transax de Ford) exporta cajas de velocidad a todo el mundo, incluyendo Europa, lo que habla de un nivel de calidad y precio de estándar internacional. Lo mismo puede decirse de Scania, en su planta de Tucumán. Por su parte, la inteligente especialización en vehículos pick ups 4x4 que comenzó Toyota con su modelo Hilux, apalancada en el mercado interno y dado el potencial del campo argentino, continuó hacia el mercado ampliado de Brasil y, finalmente, en un proceso lógico, exportando a más de veinte países. Un ejemplo que permeó a otras terminales instaladas en el país (Ford y Volkswagen, por ejemplo, estudian asociarse para producir en conjunto sus pick ups Ranger y Amarok). Más del 60% de la producción automotriz actual corresponde a este tipo de vehículos, que permite ganar escala y ser competitivos internacionalmente, histórica crítica a este sector.
Dentro del complejo autopartista, encontramos ejemplos destacados, como la fábrica santafesina Basso, que comenzó en los años 60 produciendo válvulas para motores de combustión y ahora exporta a cinco continentes, a clientes como Ferrari y McLaren. De la misma localidad de Rafaela es la empresa competidora de Basso, Edival, fabricante de válvulas, guías y asientos para motores, fundada en 1953 y líder regional, comprada en 2007 por el líder mundial alemán Mahle.
En biotecnología, Biosidus, un spin-off del grupo SIDUS, creada por Marcelo Argüelles a comienzos de la década del 80 en Buenos Aires, se caracterizó desde su inicio por ser pionera en el fuerte establecimiento de vínculos con organismos nacionales del sector de ciencia y técnica. Estas vinculaciones, y la creación de un área de desarrollo dentro de la empresa con profesionales de alto nivel, le permitieron ser líder a nivel latinoamericano, a partir de logros en el campo de la biotecnología, siendo los primeros en llevar adelante innovaciones en síntesis de hormonas, eventos transgénicos en animales y vegetales y clonación en animales. Biosidus es la única empresa a nivel mundial que ha generado productos en cuatro modelos de organismos diferentes: bacterias, células, animales y plantas. En la actualidad, sus productos están presentes en más de sesenta países.
Un sector en el que la Argentina se destaca regionalmente es el de laboratorios farmaceúticos, en el que se pueden mencionar empresas como Bago, Roemmers y Gador. Tampoco puede dejar de referenciarse INSUD, que si bien es un grupo económico diversificado en agronegocios, industrias culturales y hotelería, su centro lo constituye la industria farmaceútica, en todos sus eslabones (80% de su facturación). Fundada en 1977 por Hugo Sigman y Silvia Gold, en España, en la actualidad cuenta con presencia en más de cincuenta países de Europa, América, Asia y África, dieciocho plantas de producción y quince centros de I+D a nivel global. Una de las dos multilatina