EnCambio

Estanislao Bachrach

Fragmento

Índice
  • Cubierta
  • Portada
  • Dedicatoria y agradecimientos
  • Prólogo
  • Primera parte. No eres tú, es tu cerebro
    • La cuestión: cambiar
    • 1. Saber que se puede, creer que se puede
      • Tus mapas
        • ¿Con quién? Con ciencia
        • No eres tú, es tu cerebro
        • ¿Se nace o se hace?
        • Cuánto crees que puedes cambiar
        • ConMiedo
        • Sin embargo, sucede
        • La puntita, no
    • 2. Neuroplasticidad
      • En tu mano
        • Sí, se mueve
        • ¿Cómo?
        • Nacimientos adultos
    • 3. Preparándote para el cambio
      • Háblale a tu cerebro
        • Poner pausa
        • No a los cañones
        • Fanático del control
        • Tiene pilas
        • Bajo amenaza
  • Segunda parte. De mente somos
    • Cambio positivo
    • 4. Expectativas
      • Pensar tu cambio
        • Deseo
        • Placebo
        • Detrás de tu frente
        • Lógica asesina
        • De la intención a la acción hay un largo trecho
        • ¿No te acordabas?
        • Gente, quiero so-lu-cio-nes
        • Lo positivo
        • ¿Cuál es tu estilo?
        • Siempre mal o siempre bien
        • ¿Quién tiene la culpa?
        • ABC
        • Afrontar tus creencias
    • 5. Experiencias
      • Piensa, siente y hazlo… de nuevo
        • Tu cerebro es dinámico
        • Es una experiencia religiosa…
        • No soporto las hormigas
        • Conexión emocional
        • Siéntelo
        • Emocionalmente sano
        • Yoga cognitivo
        • Perdonar, agradecer, reír
    • 6. Atención positiva: tu mejor aliada
      • ¿Estás atento?
        • Plena
        • Lleva tus emociones al gimnasio
        • Cerebro cuántico
        • ¿Estás en default?
        • Ser alternativo
        • No te pegues
    • 7. El poder de vetar
      • Reprogramar tu cerebro
        • Tus 0,2 segundos
        • Ganglios basales
        • Hábitos, una promesa de placer
        • Malos hábitos
        • Sensaciones emocionales
        • ¡Identifíquese!
        • Inteligente para conocerte
        • No soy yo
        • Foco en otra cosa
        • Tranquilamente y sin evitar
    • RecalCambiando
      • FinalMente
    • Bibliografía
      • Libros
      • Artículos científicos
  • Créditos
  • Sobre el autor

Prólogo

Voy a empezar por contarte una historia personal. Durante mis años de estudiante de biología molecular en la Universidad de Buenos Aires, tenía una sola meta, llegar al lugar más alto al que un científico podía aspirar: Harvard. Cada año, desde el inicio hasta los últimos finales, fui alimentando ese objetivo con inquebrantable afán.

Después de quince años de estudios ininterrumpidos, estaba en ese preciso lugar al que había aspirado. En 2005, ya llevaba cuatro años totalmente asentado en Boston. Alquilaba un pequeñísimo apartamento victoriano cerca de Harvard Square, circulaba con mi bici por toda la ciudad, tanto en los veranos húmedos de más de treinta grados como en los tremendos inviernos de veinte bajo cero. Viajaba con frecuencia a congresos por todo el mundo, tenía más de cien bibliotecas a mi disposición —el sueño de un verdadero nerd— y alrededor de quince seminarios distintos por día para elegir. Bono, Michael Crichton, Pedro Almodóvar o el Dalai Lama, entre otros, estaban, de algún modo, a nuestra disposición. Yo daba clases por la noche en el Science Center de Harvard y mis estudiantes de diferentes nacionalidades, culturas y religiones me elegían cada semestre como mejor profesor. En cuanto a mi trabajo de investigación, poseía una beca posdoctoral del Howard Hughes Medical Institute para colaborar con la difícil tarea de encontrar alguna cura, o al menos una mejora, en la calidad de vida de pacientes con distrofia muscular de Duchenne. A pesar de lo increíble de ese momento, tenía un mal sueldo y una débil seguridad laboral, pero con el sabor del sueño cumplido por estar en la meca de la ciencia y la academia.

Sin embargo, cada vez me costaba más ir a trabajar, dialogar con mis colegas, pensar los experimentos y pasar horas bajo el microscopio buscando fibras musculares fluorescentes. No podía quejarme, estaba en Harvard. No obstante, algo sucedía que me hacía dudar de si estaba donde quería estar o donde debía estar. Un día que no olvidaré jamás, se acercó mi jefe y me hizo una de las mejores ofertas a las que un científico de carrera puede aspi

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos