Guía para sobrevivir al presente

Santiago Bilinkis

Fragmento

LA GUERRA PARA
CONQUISTAR TU TIEMPO

Si te preocupa la cantidad desmesurada de tiempo que dedicamos a nuestros celulares, tu inquietud está justificada. Pensá en la última cena que hayas compartido con tu familia o con tus amigos. La mayoría de nosotros nos sentimos un poco incómodos ante la nueva realidad de que, en cualquier encuentro social, buena parte de las personas estemos más conectadas con nuestras pantallas que con los demás. Como dijeron los astronautas en el Apolo 13, “Houston, tenemos un problema”.

Preparando un episodio sobre el tema de mi columna en el programa radial Basta de todo encuesté a 1.500 personas de todas las edades, ¡y un 97% opina que los demás son adictos a su celular! La mayoría reconoce también su propio problema: tres de cada cuatro consideran la relación con sus dispositivos digitales como adictiva. Entre los que respondieron, casi todos preferirían que los otros usaran menos sus teléfonos en situaciones sociales y siete de cada diez querría poder controlar mejor sus propios impulsos. Como nota de color, aunque suene increíble, casi 40% de los jóvenes menores de 25 años preferiría estar un mes sin sexo antes que sin su teléfono. Y un 20% hasta un año.

Este fenómeno no es casual: como desarrollaré a lo largo de este libro, muchas de las mentes más brillantes del mundo trabajan en este momento para acentuar nuestra dependencia de los aparatos digitales, impulsados por una característica esencial de cómo funciona hoy internet: la entrega de servicios gratuitos a cambio de tu atención y tu información personal.

Veámoslo con un ejemplo. En una transacción comercial normalmente hay un comprador, un vendedor y un producto o servicio. Cuando vos usás aplicaciones como Facebook, Instagram, YouTube o Gmail, ¿quién es el comprador, quién es el vendedor y cuál es el producto? Te invito a pensarlo por un minuto, antes de que sigas leyendo… El comprador tiene que ser quien paga, en este caso los anunciantes. El vendedor quien cobra, es decir Facebook, Google o quien desarrolló esa aplicación. Pero ¿cuál es el producto? La respuesta es tan sencilla como impactante: ¡el producto sos vos! O peor aún, el producto es lo más escaso que tenés: tu tiempo y tu atención. Para poder “venderte”, los sitios necesitan que estés ahí, y desde hace unos años contratan a los mayores expertos mundiales en disciplinas como la neurociencia, la psicología y la economía del comportamiento para diseñar sistemas que permitan atraerte, retenerte y maximizar tu dependencia (engagement). Los estímulos que aparecen cada vez que usás una app o un sitio no son aleatorios: están cuidadosamente elegidos por algoritmos para minimizar la chance de que te vayas a hacer otra cosa o a usar otra app, y mantenerte el mayor tiempo posible cautivado.

En una reveladora e inquietante afirmación, el fundador y CEO de Netflix, Reed Hastings, declaró en abril de 2017 que más que Amazon o HBO, su principal competidor es… ¡la almohada!: “En realidad, si lo piensas, cuando miras un show en Netflix y te vuelves adicto a él, te quedas despierto hasta muy tarde. En última instancia, competimos con el sueño. Y eso representa un volumen de tiempo disponible muy grande”. Netflix lo confirmó en un tweet enviado desde su cuenta: “El sueño es mi mayor enemigo”. Vendernos productos que no nos hacen bien no es nuevo, pero al menos los ejecutivos de las compañías tabacaleras actuaban a la defensiva. Hastings no tiene reparos en decirnos de frente que su compañía está dispuesta a hacernos actuar en contra de nuestra propia salud con tal de maximizar sus utilidades.

En el mundo del consumo masivo cada producto compite con sus similares: un desodorante, por ejemplo, tiene como rivales a las marcas sustitutas. Sin embargo, en este caso todos compiten con todos. Facebook compite con Twitter, pero también con Netflix, Spotify, Gmail, Fortnite o la PlayStation. Todos se disputan tu recurso más escaso: tu tiempo. Cada minuto que estás atento a otra cosa, como charlar con amigos o incluso dormir, es tiempo que estas empresas no pueden vender a los anunciantes. Por eso incorporan todo tipo de notificaciones visuales y sonoras para recuperar tu atención cuando no estás hipnotizado por tu pantalla.

Si te sentís tremendamente tironeado, ¡es porque lo estás! Un gran grupo de compañías pelea para conquistar tu tiempo. Y estás perdiendo la batalla: según un estudio realizado por Nokia, en las dieciséis horas diarias de vigilia encendemos algún dispositivo unas 150 veces, es decir una vez cada seis minutos.

EL INESPERADO PODER
(¡Y PELIGRO!) DE LOS CELULARES

Si bien tenemos la costumbre de llamar al aparato que llevamos en el bolsillo “teléfono inteligente” o smartphone, se trata tanto de un teléfono como de una cámara de fotos, un GPS, un televisor, una grabadora de video, una consola de juegos, un navegador de internet, una calculadora, un equipo de música y muchas cosas más. Seguimos llamándolo así por costumbre, pero en realidad es una supercomputadora de bolsillo. A lo largo de estas páginas, de todos modos, por una cuestión de claridad y sencillez voy a usar la palabra “teléfono” o “celular” para designar de manera genérica a nuestras pantallas, incluso cuando tengan la forma de una tableta, una laptop o hasta una TV.

Hace sesenta años, el genial Alan Turing demostró que las computadoras son máquinas de propósito general, es decir, máquinas que no tienen una función específica, sino que pueden hacer casi cualquier cosa dependiendo del software que se les cargue. Con la programación adecuada pueden ser lo que queramos que sean. Esto, que vivimos con total naturalidad, hubiera dejado perplejo a cualquiera de los grandes genios inventores de la historia, como Da Vinci o Edison. Es que, hasta el hallazgo de Turing, cada problema demandaba inventar un equipamiento especial para ese único fin, tarea que a veces requería casi una vida entera.

A una máquina de propósito general basta agregarle un nuevo software para que, de manera instantánea, pueda realizar una tarea que era imposible hasta un minuto antes. Es esta característica cuasi mágica la que llevó a Marc Andreessen, el legendario pionero de internet e inversor de Silicon Valley, a decir en 2011 en un visionario artículo que “el software se está comiendo el mundo”. Al 30 de junio de 2018, las siete compañías con mayor valor de mercado a nivel global eran todas empresas exclusiva o casi exclusivamente de software: Apple, Amazon, Alphabet (Google), Microsoft, Facebook, Tencent y Alibaba. ¡El software se comió el mundo nomás!

Gracias a esta característica de las máquinas de propósito general y el software, hoy nos resulta lo más común del mundo que nuestro celular sirva para hablar por teléfono, enviar y leer mensajes, guiarnos cuando manejamos el auto, despertarnos a la mañana, medir cuánto ejercicio hacemos, leer

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