Paranoia digital

Marcos Mansueti

Fragmento

Introducción

Dicen que en la vida hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. En mi caso, lo escribo para dejar un legado, para que otros aprendan gran parte de lo que aprendí, utilizo y sé. Eso es lo que pretendo. Si bien la idea es que todos conozcan los beneficios y las consecuencias del uso de las herramientas tecnológicas que utilizan a diario —no solo Internet—, con que aprendan al menos algo de las cosas que leerán aquí, el libro y yo habremos cumplido la misión.

Confieso que hasta el momento de empezar a escribirlo no he leído otro libro que aborde estos temas, en primer lugar creo que no hay realmente algo ya escrito sobre esto, de un modo coloquial y didáctico. Por otro lado, decidí no buscar libros similares en el exterior para esquivar la casi inevitable contaminación que se produce cuando leemos algo sobre los que queremos escribir.

No es fácil explicar tantos conceptos en un libro sin que se vuelva aburrido, inespecífico o un tanto divagante. Más difícil todavía es evitar el uso excesivo de tecnicismos sin caer simultáneamente en lo que suele suceder en algunas notas sobre tecnología, donde quien las escribe para evitar usar las palabras “difíciles” (que en realidad muchas veces son ni más ni menos que las que corresponden) termina por desinformar en lugar de informar. Otras (muchas) veces creo que la historia completa de la seguridad informática no se cuenta porque va en contra de los intereses de muchos.

Otro de los motivos que me llevó a escribir el libro, además del de haber sido padre primerizo recientemente, es que la gran mayoría de la problemáticas con las que me topé en los dieciocho años ininterrumpidos que ejerzo en el área de seguridad informática, tanto en empresas privadas como en el ámbito público, podrían haberse evitado tan solo con conocer lo que se utiliza.

Hace muchos años leí una nota que le hicieron al actor Alfredo Casero donde contaba que le regalaría un auto a su hijo pero no sin antes asegurarse de que además de aprender a manejar, aprendiera de mecánica, ¿cómo su hijo iba a utilizar algo cuyo funcionamiento desconocía?

Esa situación es la que veo a diario con la tecnología y los padres e hijos. Ese triángulo tan real y perfecto donde tanto unos como otros aseguran saber cómo utilizar sus computadoras o cualquier otro dispositivo pero muy pocos saben el porqué de su funcionamiento. Y gracias a ese desconocimiento es que nacen las amenazas y surgen los problemas… Porque esto avanza y a pasos agigantados. El no conocer hace que un problema pequeño crezca a la velocidad de un tren bala irremediablemente. Y a veces lamentarse es la única solución que queda al final, cuando ya es tarde.

Estoy convencido de que todo lo que puede evitarse debe evitarse. Para evitar un problema es necesario aprender y conocer. Saber. Utilizar las herramientas informáticas no significa ni conocerlas en profundidad ni saber en tu totalidad cómo funcionan.

Como adelanté, trataré de no ser demasiado técnico, ni sumamente específico con ciertos temas para que se puedan entender fácil, de manera simple. De modo que este no es un libro dirigido directamente a especialistas en la materia (aunque de ningún modo están exentos de leerlo) porque la información que darán estas páginas podría parecerles naif o incompleta.

Tampoco me detendré a explicar cómo realizar muchas de las cosas que expongo, porque incluso en algunos casos hasta podría estar induciendo a cometer un delito, solo me limitaré a contar algunos casos para mostrar hasta dónde se puede llegar y los riesgos que esto implica, tanto para quienes los padecen como para quienes los cometen.

¿Por qué la tecnología?

Comencé a acercarme a la tecnología en la década del ochenta, no era algo común por ese entonces para alguien de mi edad, tenía menos de diez años. Mi padre me compró mi primera computadora a los seis, una Commodore 128 traída de Estados Unidos. Entre tantos sobrenombres y apodos que recibí en mi infancia uno muy común fue el de nerd, hoy las cosas cambiaron y quien no tiene al menos un elemento tecnológico es casi un analfabeto. Un giro total de 180 grados. Y este cambio sucedió en menos de treinta años.

Somos testigos privilegiados de un momento épico en lo que refiere a los avances tecnológicos, que es el traspaso de la vida analógica a la digital. Es decir, asistimos al nacimiento del mundo analógico, convivimos con él y asistimos a la vez, en tan corto tiempo, al paso al mundo digital. Creo que el acceso masivo a la tecnología es la revolución más grande de los últimos cien años, y somos protagonistas. Repito, protagonistas del cambio. Es decir, no lo son nuestros hijos porque ellos ya nacieron en la era digital. Es natural para ellos. Para nosotros no. Somos la primera generación que vive la masificación de la tecnología y, no conforme con esto, transita el cambio de lo analógico a lo digital.

A diario escucho a padres de todo tipo, primerizos y no tanto, contar con orgullo que sus hijos saben utilizar “mejor que ellos mismos” los distintos dispositivos tecnológicos. Pero si los niños, quienes están a su cuidado y responsabilidad, saben más que los padres, ¿sabrán ellos verdaderamente a qué están expuestos sus hijos? ¿Serán conscientes de que es igual de peligroso estar conectados a Internet que estar dando vueltas por la calle? ¿Por qué cuando éramos pequeños nuestros padres nos ponían un límite a la cantidad de horas que podíamos pasar mirando televisión —y eso que realmente no había tanto para ver en aquella época— y hoy los niños pueden pasar días y noches sin dormir frente a la computadora, tableta, consola de juegos o teléfonos? Y conversemos sobre los padres… que son quienes les dan a sus hijos las mismas herramientas tecnológicas que ellos mismos utilizan a diario para viajar, para hablar, para realizar operaciones bancarias, comunicarse, trabajar, hasta para tener relaciones sexuales a distancia, entre otras tantas posibilidades que nos brinda Internet.

Lo que hará este libro será brindarle a quienes lo lean la mayor cantidad de herramientas posibles para que conozcan lo que están utilizando y a partir de allí decidan si seguir manejándose del mismo modo o si adoptar ciertas medidas de seguridad, que además están al alcance de todos. Sin tener miedo, solo respetando a la tecnología sobre la base del conocimiento.

Seguramente quedarán dudas, los avances tecnológicos van tan rápido que el libro, al igual que las explicaciones tecnológicas que brinda, quedará obsoleto, pero nadie les quitará a los lectores lo aprendido y sin dudas les servirá como base para entender lo que está por venir.

Somos incapaces de imaginar lo que sucederá en diez años, menos en treinta, ni hablar en cien. Cuando yo era niño miraba en la televisión lo que transmitían en ese horario, en blanco y negro y con el sonido de un parlante de una sola vía incrustado en el aparato. Con una señal de video analógica con interferencias. Hoy, treinta años después, mi hijo ve lo qu

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