Una nueva manera de menstruar

Anna Salvia

Fragmento

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Imagínate que en nuestra cultura la alimentación fuera un gran tabú. Que estuviera muy mal visto comer en público. Que la comida se prestara a escondidas si la habías olvidado. Que solo se pudiera comer en la más estricta intimidad. Que los padres y madres nunca lo hicieran delante de sus hijos y que estos tuvieran que aprender a comer por su cuenta, apartados en una habitación, solo sirviéndose de algunas indicaciones sobre dónde introducir los alimentos.

Imagina que se nos hubiera educado con el tabú de no mostrar nunca la boca, los dientes, la lengua. Que ni siquiera supiéramos cómo se llaman esas partes de nuestro cuerpo, que usáramos como sinónimos la palabra «esófago» y «rostro». Que no tuviéramos muy claro cuántos agujeros tenemos en la cara ni qué aspecto tienen ni para qué sirven las lágrimas, los mocos, la saliva, porque está prohibido tocarse la cara ni prestarle ninguna atención. Llegados a este punto, claramente sería una sociedad que siempre interactuaría con la cabeza tapada, vestimenta que solo apartaría para comer en la intimidad.

Seguimos. Que desde pequeñas se nos hubiera dicho que comer te corta las alas, puesto que no te permite hacer otras actividades de tu día a día como trabajar, hacer deporte, dormir. Que comer es un atraso evolutivo, que habría que inventar algo para poder prescindir de ello y no gastar tanta energía inútilmente.

Imagina que hubiéramos visto a nuestros padres sufrir en silencio terribles indigestiones por comer haciendo mil cosas, por sentir vergüenza de un acto tan indecoroso. Pero que nunca hablaran de ello, que alegaran que les duele la cabeza en vez de decir que tienen dolor de estómago.

Cuando a alguien se le ocurriera cuestionar por qué comer es tan horrible, la respuesta unánime de sus familiares, profesores y médicos sería que forma parte de la naturaleza humana y que los designios de Dios o de la Evolución son inescrutables e incomprensibles, pero que hay que aceptarlos sin darle demasiadas vueltas.

Imagina esta sociedad loca, esta sociedad que no goza de un aspecto tan placentero para la vida humana como es el acto de comer. Que lo ha cargado de tabúes. Que no le da un tiempo para poder experimentarlo con bienestar. Que no sabe nada sobre la anatomía y la fisiología del sistema digestivo y no es capaz de notar su boca, esófago, estómago e intestinos, más allá de cuando le duelen muchísimo. Que nunca habla de ello, ni comparte ningún tipo de información ni conocimiento práctico. Una sociedad en la que el dolor digestivo está totalmente normalizado.

¿Te suena?

Esta sociedad loca es la nuestra, pero la función fisiológica que está cargada de tabúes no es la de comer, sino la de menstruar.

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PRIMERA PARTE

¿Por qué menstruamos

con malestar?

Sobre cómo nuestra cultura logra la proeza de hacernos experimentar la menstruación con malestar y dolor, en vez de bienestar y placer, que es como se viven el resto de las funciones fisiológicas en estado de salud.

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