El hada democrática

Raffaele Simone

Fragmento

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PRÓLOGO

 

 

 

Decir que la democracia está en crisis no es algo novedoso. Se viene diciendo desde hace décadas, pero, al final, la democracia siempre demostraba su fortaleza y su capacidad de adaptación y seguía adelante, incluso extendiendo su área de influencia. ¿Sucede ahora algo semejante o hay aspectos nuevos que hacen que esta crisis, la que nació en 2008 y seguimos atravesando, sea radicalmente distinta? Algunos confían en que ese elefante, que lleva décadas instalado en el salón de la política y que todo el mundo quiere esconder o ignorar, demuestre, una vez más, su adaptabilidad. Al fin y al cabo, la idea de la democracia se ha expandido a lo largo de más de dos siglos y aún hoy las elecciones despiertan simpatías en cualquier lugar del mundo. Otros creen que el momento es distinto porque la propia idea de la democracia, nuestro elefante, ha sufrido ya enormes transformaciones, hasta el extremo de ser irreconocible, un cascarón prácticamente vacío, y que nos encaminamos hacia un relato catastrófico.

 

 

Raffaele Simone, lingüista italiano considerado uno de los mayores expertos europeos en lingüística y filosofía del lenguaje, defiende que igual que ha caído en desuso todo un diccionario de palabras y conceptos, como las clases, el Estado, el interés general, lo público, los sindicatos o los partidos, la idea de la democracia ha sido —está siendo— objeto de una serie de ataques, no sólo del lado de los partidarios de otros regímenes (en Europa siempre ha estado viva una vena autoritaria, afirma) sino también por parte de demócratas decepcionados, que o bien pretenden incrementarla por encima de lo imaginable o bien abatirla, porque no es capaz de afrontar los retos de la globalización ni de frenar los poderes financieros internacionales. La democracia está ya en bancarrota y no es posible saber si seremos capaces de encontrar una nueva fórmula de realismo utópico, ni de donde vendrá el impulso para ese nuevo ciclo.

Simone es ya conocido en España por El Monstruo Amable. ¿El mundo se vuelve de derechas?, un libro pesimista que analiza la incapacidad de la izquierda para mantener una identidad y las transformaciones que ha sufrido una sociedad que está completamente distraída por las apelaciones al consumo y a la diversión. En El Hada Democrática, Simone da un paso más allá y se interroga sobre el núcleo del problema: ¿ha sido vaciada la democracia de contenido y seguimos hablando, más o menos, de algo que se ha vuelto sencillamente incompatible con esta modernidad?

El Hada Democrática es un libro brillante y polémico, especialmente sugerente en épocas electorales y de inestabilidad política como a la que se encamina España y quizás toda Europa. Muchos de los temas y las discusiones que se plantean en el escenario político español y europeo tienen su reflejo en los análisis de Raffaele Simone: las castas, los movimientos políticos frente a los partidos, la desafección por un sistema que no cumple las expectativas... Simone no pretende diseñar soluciones, sino identificar cómo y por qué se está produciendo esa destrucción de la democracia.

Cuentan que Durão Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, preguntó al Instituto de Ciencias Humanas de Viena cómo podían ayudar a Europa. La respuesta del politólogo búlgaro Ivan Krastev lo dejó helado: «Nosotros no sabemos mucho sobre cómo se llevan adelante los procesos de integración. Todo lo que sabemos es cómo se producen los procesos de destrucción. Si quiere, le explicamos lo que está haciendo Europa en esa dirección». Simone afronta las dos preguntas: cómo se construyó la idea de la democracia percibida como un hada protectora, «un genial sistema de suposiciones y ficciones», capaz de llevar el natural político humano, totalitario, hacia un natural político democrático, en permanente esfuerzo por frenar lo natural; y cómo se está destruyendo en tres frentes simultáneos: miramos a esas ficciones con desconfianza; se las ha querido llevar a un extremo insoportable, y, finalmente, se han producido enormes transformaciones que han cambiado de un modo fatal las reglas del juego.

Simone amplía el radio tradicional de las críticas al deterioro democrático y mantiene que si el ciclo llega a su término no será sólo por ataques «externos» sino también, en parte, por la deslealtad de algunos de sus protagonistas internos. El sociólogo español Juan Linz analizó también ese concepto, no ya de deslealtad democrática (La quiebra de las democracias, Alianza, 1987), sino de lealtad ambivalente o condicional. Las democracias no caen sólo gracias a los «extremistas», decía Linz, sino que la desafección, la falta de afecto, permite que se derrumben. Las crisis se pueden superar con cierto reequilibrio, pero ese nuevo equilibrio tiene que funcionar sobre la legitimidad. Los sistemas totalitarios no se vienen abajo por causas internas, apunta Simone, son mucho más resistentes que las democracias. Estas, en cambio, exigen que la gente crea que sus fines pueden ser conseguidos a través del voto. «Si los votantes se dan cuenta de que esto no es posible, de que sus fines no pueden ser satisfechos por las instituciones democráticas, el propio sistema será descartado», mantenía Linz.

¿Ha sucedido eso? ¿Los ciudadanos se han dado cuenta de que la democracia no puede evitar el deterioro de su sociedad ni permite alcanzar sus objetivos? Si es así, explica Simone —y no parece albergar muchas dudas al respecto—, la democracia está condenada.

Para el profesor italiano la democracia se nutre de una mitología (una serie de proposiciones impracticables pero irresistiblemente atractivas) y un paradigma, un esquema formal al que se ajustan todas esas ficciones. Las ficciones, el Hada Democrática, son fantásticas y tienen poderes mágicos: la idea de que un único voto, el mío, puede actuar como catalizador de una mayoría política; la aceptación de que la voz de un pueblo no se puede expresar directamente y es necesario transferirla a unos pocos, es decir, el principio de representación; la igualdad de lo desigual a través de los derechos iguales, de los que se hablaba ya en la Revolución Francesa...

El paradigma son las instituciones a través de las que se organiza la vida y en las que cualquiera, provenga de donde provenga, puede encontrar refugio. Esas instituciones, parlamento, partidos..., son ahora propiedad de políticos profesionales que, inevitablemente, se alejan de sus representados y se convierten en una casta que inspira desconfianza. Al mismo tiempo, el Hada Democrática se sigue percibiendo como «buena, comprensiva, generosa, tolerante, acogedora, afectuosa, y no escatima en gastos». Esta percepción lleva a una permanente lamentación, un «lloriqueo democ

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