El mártir

Mariano De Vedia

Fragmento

Corporativa

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INTRODUCCIÓN
El pastor de los pobres

“Paz y Justicia.” El lema del escudo episcopal del obispo Enrique Angelelli, a la luz de los acontecimientos que signaron la década más violenta de la Argentina, tuvo un carácter premonitorio. Ejerció su misión pastoral en escenarios políticos y sociales agitados, que se volvieron incontrolables y precipitaron el final de su vida. El primer mártir argentino proclamado por la Iglesia, junto con los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera, predicó la promoción social y el reconocimiento de la dignidad de las poblaciones más postergadas de La Rioja, diócesis a la que sirvió entre 1968 y 1976. Su misión concluyó abruptamente a los 53 años, el 4 de agosto de 1976, cuando regresaba manejando su camioneta Fiat 125 multicarga a la capital riojana desde Chamical, adonde había ido a despedir los restos de dos sacerdotes asesinados. En ese último viaje, según consta en la sentencia del Tribunal Oral Federal de La Rioja, una “acción premeditada, provocada y ejecutada en el marco del terrorismo de Estado” ocasionó su muerte. La Justicia se pronunció definitivamente 38 años después, con el fallo que condenó a prisión perpetua, en julio de 2014, a los autores mediatos del crimen.

Aún cuestionado por sectores católicos, Angelelli es la primera víctima de la dictadura militar en llegar a los altares. Fue una figura discutida dentro y fuera de su diócesis, preocupada por la defensa de la justicia social, en un período sacudido por una frenética ola de violencia política en el país que probablemente empañó la dimensión de su acción pastoral y su mandato evangélico. Muchas heridas aún no cicatrizaron, pese a que transcurrieron más de cuarenta años de su muerte, e incluso en la Iglesia hay quienes se preguntan si con el paso del tiempo los ánimos se han serenado lo suficiente y si es este el momento apropiado para su beatificación.

El padre Jorge Bergoglio estuvo con Angelelli en La Rioja, junto con otros sacerdotes jesuitas, en un retiro espiritual en junio de 1973, al día siguiente de que el obispo fuera atacado a piedrazos en una visita pastoral a la ciudad de Anillaco. Y 45 años después, ya siendo papa Francisco firmó el reconocimiento de su martirio por “odio a la fe” el 8 de junio de 2018, en la festividad del Sagrado Corazón de Jesús. Extendió la proclamación del martirio a los padres Murias y Longueville y al dirigente rural Wenceslao Pedernera, acribillados días antes que su pastor en las ciudades riojanas de Chamical y Sañogasta. Angelelli y sus compañeros mártires fueron proclamados beatos, paso previo a la santidad.

La muerte del obispo, cuatro meses después del golpe militar de 1976, estuvo rodeada de circunstancias extrañas que dieron sustento a las sospechas de una secuencia de espionaje, persecución y muerte. En febrero de ese año fueron detenidos en La Rioja los sacerdotes Esteban Inestal, vicario general de la diócesis, y Eduardo Ruiz, párroco de Olta. Al mes siguiente, la Base Aérea de Chamical suspendió los oficios religiosos, luego de que el vicecomodoro Lázaro Aguirre, jefe de la base, interrumpiera la homilía de Angelelli acusándolo de hacer política, y exigiera a los sacerdotes que dejaran anticipadamente una copia de sus homilías por escrito. Después fue apresado el padre Águedo Puchetta y en Chamical fue requisado el automóvil en el que viajaban cinco religiosas, entre otros hechos que apuntaban a controlar los movimientos del obispo. El 18 de julio tuvieron lugar los asesinatos de los padres Murias y Longueville, y siete días después el laico Pedernera fue ultimado delante de su familia, en Sañogasta1.

La espiral de violencia llegó a su punto más alto con la muerte del obispo, el 4 de agosto de 1976, cuando viajaba por la ruta nacional 38. Llevaba consigo una carpeta con testimonios y documentación que había recogido en Chamical para aportar a la investigación de la muerte de los dos sacerdotes. Misteriosamente esa carpeta desapareció. Hay firmes sospechas de que luego de que el automóvil volcara y retiraran el cuerpo, una cubierta del vehículo habría sido cambiada, presumiblemente en dependencias policiales. Y un dato objetivo envuelve al juez que intervino en ese momento en la causa. El doctor Rodolfo Nicolás Vigo, abogado que había trabajado en la Policía Federal Argentina y que nunca ejerció la profesión ni tenía experiencia como letrado litigante, residía en la provincia de Santa Fe. Fue designado titular del Juzgado de Instrucción Criminal y Correccional N.º 1 de La Rioja pocos días antes de los asesinatos de los curas Murias y Longueville. Archivó la causa Angelelli 26 días después de ocurrida la muerte y renunció al cargo de juez en diciembre de ese mismo año. Así se menciona en la sentencia final del Tribunal Oral Federal de La Rioja que condenó a prisión perpetua al ex general Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Fernando Estrella. La causa también involucraba al ex presidente de facto Jorge Rafael Videla, pero este falleció el 17 de mayo de 2013, un año antes de la sentencia.

El proceso judicial, que se había cerrado menos de un mes después de la trágica muerte en la ruta, se reabrió en 1983, recuperada la democracia, por impulso de Jaime de Nevares, obispo de Neuquén, quien insistió con que había elementos para investigar si se había cometido un crimen. Una vez derivada la denuncia a La Rioja, el juez Aldo Fermín Morales abrió un sumario y llegó a la conclusión de que había sido un homicidio. La sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida frenó nuevamente la causa judicial. Pero volvió a ser abierta en 2006.

Severamente cuestionado por reivindicar demandas sociales en tiempos de avasallamientos, libertades con

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