Vibrar en tu elemento

Beatriz Leveratto

Fragmento

INTRODUCCIÓN

Algunos conceptos de astrología

Desde hace miles de años el ser humano ha estado atento a la regularidad de los movimientos de las estrellas para entender los ciclos de la vida en la Tierra. Los movimientos predecibles del cielo aportaban cierta calma a las angustias e incertidumbres de la compleja y peligrosa vida en este planeta. Milenios atrás la humanidad no contaba con herramientas tecnológicas como las actuales y se manejaba solo con el cielo visible a los ojos para realizar su observación astronómica.

Una constelación, en astronomía, es una agrupación convencional de estrellas, cuya posición en el cielo nocturno es aparentemente invariable. Las civilizaciones antiguas unieron con líneas imaginarias esos grupos de estrellas, de manera que se podían divisar formas y figuras a las que les pusieron nombres. Algunas de ellas son muy conocidas, como la Cruz del Sur (visible desde el hemisferio sur) o la Osa Mayor (visible desde el hemisferio norte). A partir de 1928 la Unión Astronómica Internacional (UAI) decidió reagrupar oficialmente la esfera celeste en ochenta y ocho constelaciones con límites precisos.

El zodíaco es una franja del cielo por donde aparentemente se mueven el Sol y los planetas. Durante el siglo V a. C. dicha región fue dividida en doce partes iguales (una por cada mes del año) a las cuales dieron el nombre de la constelación más próxima. Los doce signos representan doce momentos del camino del Sol. Estos son los doce tonos o signos zodiacales que toman el nombre de algunas de las constelaciones que se encontraban, en ese entonces, en su recorrido:

Hay doce signos astrológicos por una necesidad de armonía matemática de dividir el espectro del cielo en doce zonas, como sucede con el espectro musical, y no por la presencia de las constelaciones. El agrupamiento de estrellas que designamos como Piscis, por ejemplo, no se corresponde con el signo astrológico que lleva el mismo nombre.

Cada 21 de marzo sucede un equinoccio (día y noche en equivalente distribución de luces y sombras en ambos hemisferios) que da inicio a un nuevo ciclo del sol en su recorrido entre el ecuador y los trópicos. Ese día el sol pasa de sur a norte por el ecuador celeste y comienza una nueva repartición de porcentajes solares en cada hemisferio. Y cada 21 marzo comienza el zodíaco. A partir de esta fecha cada año se desarrollan los doce compases astrológicos, lo que da por resultado doce estilos de personalidades representativas del recorrido del Sol visto desde la Tierra.

Nacemos dentro de un patrón conocido, repetitivo y predecible. Respondemos a un ritmo, a una analogía cíclica y natural que se repite año tras año, mes tras mes. Nacer en un momento determinado de este circuito tiene un significado profundo y esotérico. La astrología nos vuelve parte de un pulso de doce tonos, de doce personalidades humanas coherentes y sincrónicas al vínculo de ese tiempo entre la Tierra y el Sol.

Asimismo, desde siempre los pueblos han encontrado en la naturaleza cuatro elementos que la conforman. En relatos y manifestaciones religiosas, mitológicas y científicas esta explicación se reitera. El número cuatro organiza y estabiliza nuestra existencia: son cuatro los apoyos que otorgan máxima estabilidad, los puntos cardinales y las estaciones anuales. Son cuatro también los elementos astrológicos:

A través de estos cuatro elementos la astrología describe cuatro formas de percibir, cuatro diferentes expresiones de la personalidad humana. Para el ser humano con conciencia espiritual resulta obvio que está constituido por las mismas cualidades del cielo, se reconoce con la misma materia prima que las estrellas y sabe que los elementos primordiales del planeta le darán vida y personalidad.

Los cuatro elementos permiten describir diferentes tonalidades humanas que surgieron de la observación de los distintos estados en que puede expresarse la materia en este planeta: sólido (tierra), líquido (agua), gas (aire) y plasma (fuego).

A su vez, podemos también unirlos de a pares y establecer relaciones entre ellos basadas en el número dos. La Tierra vive polarizada en dos pulsos básicos: día y noche, frío y calor. Todo nace de la interacción de dos opuestos complementarios (macho y hembra, activo y pasivo, yin y yang). Los dos géneros o principios humanos son masculino y femenino. La astrología marca formas subjetivas y objetivas de encarnar lo activo y lo receptivo que también vinculan y explican los cuatro elementos.

  • Masculinos o activosFuego y Aire: extrovertidos, accionadores y explícitos. Orientados hacia las ideas, el mundo exterior y el futuro. El Fuego será masculino y subjetivo (deseante) y el Aire, masculino y objetivo (racional).
  • Femeninos o receptivos Tierra y Agua: observadores, nutrientes, introvertidos y retraídos. Orientados hacia el mundo subjetivo y el pasado, aportan nutrición, sentimiento y estabilidad. La Tierra será femenina y objetiva (realista) y el Agua, femenina y subjetiva (sensible).

Características generales de los cuatro elementos

Es posible que cada persona se identifique con más de un elemento o que quizás las características descriptas no coincidan en forma exacta con el elemento del signo zodiacal al que pertenece, pues nuestra individualidad es más compleja que la representada exclusivamente por nuestro signo zodiacal. El signo que todos conocemos es la ubicación del Sol, pero también en nuestra carta natal están simbolizados los otros planetas del sistema solar, la Luna y el Ascendente destacando o restando elementos. Conocer la propia carta natal permite descubrir la personal combinación de elementos: qué cantidad de planetas se tiene en Agua, Aire, Fuego y Tierra.

Desea y transforma. Es el elemento presente en los procesos de cambio de las cosas. Alumbra, es la luz que guía el camino, da dirección a lo nuevo y coraje para avanzar y liderar. Es el elemento de la iluminación y el esclarecimiento, la purificación y la llama vital. Contiene el poder de la fuerza espiritual, es la pasión y la acción y se lo asocia con lo masculino. Es yang por excelencia, se lo relaciona con la energía en ascensión —se caracteriza por su crecimiento hacia arriba—, con la luminosidad y el verano. Representa el florecimiento de la vida, la plenitud y el movimiento, la alegría y la festividad. También el esplendor y el reconocimiento, es el encargado de proveer visibilidad, fama y buena reputación. Se caracteriza por ser la acción y la voluntad instantáneas que pueden dispersarse en simples deseos o pasiones o pueden encauzarse en verdaderos propósitos transformadores de vidas, según los valores de cada individuo. El Fuego puede ser suave y cálido como el sol de primavera, o abrasador como el de un incendio.

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