Budismo práctico

Jorge Rovner

Fragmento

Introducción

Cuando me hice budista, en una sencilla ceremonia cuya fecha no podría datar (el tiempo es esquivo y fue un proceso que tiendo a colocar arbitrariamente hace treinta y cinco años, contando hacia atrás desde 2018), este sistema filosófico, ético y moral llevaba cien años y más aún en Latinoamérica. En particular en Argentina, el Budismo había empezado a hacerse socialmente visible unos cincuenta años antes. Sobre todo, en una versión muy atractiva a los occidentales del budismo, que es el Zen. Me refiero a la presencia de grupos (o grupúsculos) medianamente en vías de organización y no individuos, pues conjeturo que debe de haber habido budistas en muchas partes de América pero no tenían —o por lo menos yo no conozco— una gran actividad gregaria.

Hoy, con gran placer (como si en algo ese crecimiento me concerniera) asisto al crecimiento tranquilo y paciente de la enseñanza del Buda entre las personas de nuestro continente, con indiferencia y respeto de sus creencias religiosas y de sus condiciones sociales, culturales, económicas, de género u otras particulares. Este crecimiento responde, seguramente, a diferentes razones.

Algunas son intrínsecas al propio budismo. Incluiré aquí su mirada compasiva sobre el devenir humano, su actitud respetuosa de la individualidad personal, su alejamiento de cualquier forma de violencia y su comportamiento, que excluye el proselitismo. Al escribir este libro, como me pasó con los anteriores, infrinjo esa norma casi áurea del budismo.

Pero ni siquiera me amparo en los hechos evidentes de que otros lo hacen (otros matan y yo no) o en que de algún modo hay que transmitir un conjunto de saberes (o mejor, de pareceres). Hago un módico, respetuoso y muy poco enérgico proselitismo pues la Enseñanza del Buda (su Doctrina, su Dharma) es patrimonio de la Humanidad. Y puede, y de hecho logra, cambiar la vida de mucha gente. Incluyendo aquella que se acerca a esta milenaria tradición sin tornarse budista. Más —quién sabe— en ellos y ellas.

Otras causas de la expansión probablemente estén ligadas al presente que enfrenta un porcentaje significativamente alto de las personas. Se pueden mencionar, sin pretender que la lista sea completa, la desmedida competencia por el poder, el éxito, la riqueza, la fama o belleza; la carencia de un sentido trascendente a la propia vida y el agotamiento de muchos modelos religiosos o filosóficos, entre otros. Y eso no excluye, ni mucho menos, los modelos psicoterapéuticos antiguos o vigentes.

Pues intentaré demostrar el budismo es, entre otras cosas, y tal vez fundamentalmente para mucha gente, una psicoterapia. La mejor. La más antigua. Ya tendré oportunidad de extenderme en este tópico.

Como sea, hablar y escribir hoy sobre el budismo es sembrar en un terreno mucho más fértil que hace décadas. Este libro persigue varias finalidades, que espero poder cumplir. Aunque sea parcialmente, incentivando la búsqueda de más y mejor material, es también una invitación a buscar en diferentes ámbitos, ya que la práctica y el conocimiento conducen a la sabiduría última, como nos gusta decir a los budistas.

La lista que sigue no respeta necesariamente la lista de capítulos de este libro. Pero sí su espíritu. La primera intención del autor es brindar una somera y accesible descripción sobre el budismo, su desarrollo histórico, geográfico y doctrinario.

La segunda es mostrar brevemente el núcleo de la enseñanza budista, común a todas sus variantes y su aplicación para la mujer y el hombre del diario vivir en Occidente.

La tercera es mostrar que existe un mensaje lógico, simple y práctico en el budismo, útil a todas las personas y que permite una vida más libre y sin sufrimiento.

En particular, en este libro se tendrá como centro (no arbitrariamente, en modo alguno) uno de los modos más habituales a través de los cuales inducimos en nosotros, inducen en nosotros e inducimos en los otros ese sufrimiento (concepto que, luego veremos, debe ser tomado en sentido amplio). Ese modo al que aludo es la dualidad: la creencia errónea de que el Universo está dividido en pares polares, pares extremos entre los que somos invitados a tomar partido.

Anclado en la evidencia alevosa y feroz de que somos máquinas de padecer, es mi íntimo deseo poder hacer mi pequeño aporte a los demás, en tanto compañeros de este viaje inefable que es la vida. Esta vida. Sin engaño de naturaleza alguna. Sin invención de “mundos felices”, citando a Aldous Huxley.

En alguna parte volveré a mencionar a las modernas neurociencias. Sencillamente pues muchas de sus contribuciones son fundamentales para entender las causas de nuestros inconformismos y dolores. Y, casi de manera accesoria y maravillosa, cada día confirman más y más las opiniones del budismo.

Lo que no significa un respaldo menor hoy, a la hora de tanta magia de entrecasa que se usa para explicar nada. Y que mucho menos sirve para cambiar la vida de nuestros semejantes.

Un glosario de términos (aunque muchos se desarrollan en el propio material, capítulo tras capítulo) se añade para que la persona interesada tenga una óptica más general de los conceptos más corrientes y su significación última.

Querría, en la medida de mis posibilidades, hacer una contribución optimista y entusiasta a la vida de las personas tal como nos invita a hacer explícitamente el Buda. Intentar todo esto es hacer lo que está en nuestras manos para ayudar a cesar el dolor, pesar y malestar de nuestros semejantes.

Aquí, ahora y así.

En la esperanza de que disfrute esto, que ha sido escrito con afecto y pasión, me despido con ambas manos juntas.

Reverencialmente.

JORGE LUIS ROVNER

Capítulo 1
Siendo budista

Sé que ser budista no es inherentemente mejor ni peor que no serlo. O ser católico, ateo, judío, agnóstico o musulmán. Pero en mí el budismo hizo una gran diferencia. Aceptar el mundo tal cual era, y fue en cada minuto, me permitió salir lo mejor posible de un gran número de circunstancias personales que fueron extremadamente duras. Si pudiera opinar sobre mi vida, a la que no le faltaron altos y bajos (Samsara, lo llamaríamos los budistas), diría que, hasta ahora, no careció de color, calor, cambios y muchas cosas más. No sé cómo seguirá. Pero sí sé cómo me la tomaré, por el hecho de ser budista.

El budismo está inserto en el total de mi vida cotidiana; sin fanatismos ni i

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