El poder de Mindfulness

Clara Badino
Diego E. Robatto
Margarita Vanoni

Fragmento

Prólogo
El poder y la distorsión de Mindfulness: la meditación de la presencia

En el año 2000 fundé junto a Máximo de la Vega la asociación civil sin fines de lucro Visión Clara como una respuesta a la llegada a Buenos Aires del doctor Jon Kabat-Zinn, creador de un programa que en 1979 fue incorporado en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts como un tratamiento complementario. Este suceso presentó por primera vez en Latinoamérica la práctica de Mindfulness como un poderoso complemento de los diferentes abordajes en el modelo de salud ortodoxo. Así, el mundo científico se abrió a la senda de la introspección meditativa evidenciando el poder de la mente en los procesos de salud y enfermedad.

Desde temprana edad, transité estados de enfermedad, y fue a partir del año 1990 donde surgieron los primeros interrogantes que crearon la posibilidad de conocer un mundo hasta entonces ignorado. ¿Es real el poder de la mente para influenciar los procesos de salud y enfermedad? ¿Es real que nadie puede reeducar la mente de otra persona? ¿Es necesario tomar un rol activo y una intencional, comprometida y determinada decisión de cambio profundo?

De pronto surgió un sorprendente interrogante: ¿y si ese mismo poder para inclinar la balanza hacia la enfermedad estuviera al servicio de inclinarla hacia la salud? Empecé a meditar en casa y descubrí cambios evidentes cuando tomaba consciencia de las diferencias antes y después de hacer las prácticas mente-cuerpo.

Comencé la formación en hatha yoga y el entrenamiento meditativo en una pequeña comunidad de practicantes en la tradición zen. La pasión por cambiar y descubrir cultivó la disciplina. Las transformaciones eran tan evidentes que las personas más cercanas sintieron curiosidad por este camino que había emprendido.

Desde 2000, y hasta casi quince años después, trabajé golpeando puertas, transmitiendo la práctica meditativa de la presencia a aquel que se abriera al abordaje. No fueron años fáciles, aunque estuvieron sostenidos por las evidencias personales, las de las personas que llegaban, y por una ciencia que al investigar más y más mostraba al mundo con sorpresa el poder de la práctica meditativa.

A partir de 2015 esta práctica comenzó a responder a mayores requerimientos en congresos médicos, centros hospitalarios públicos y centros de salud privados. Comenzó entonces la demanda en corporaciones, en deportes, educación, y en todo lugar donde el estrés sostenido en el tiempo muestra de forma clara que es un factor de riesgo que detona o agrava todo proceso de enfermedad. Y fue con el aumento exponencial de estas solicitudes que empezó gradualmente la distorsión de Mindfulness.

Se presentaron entonces nuevos interrogantes, ¿no llama la atención que en tan poco tiempo hayan surgido tantas personas que trasmiten? ¿Qué conocimiento experiencial puede cultivar una persona en una práctica meditativa ofrecida como una meta de logros, cuando en realidad es un camino de introspección, un proceso sumamente gradual, delicado y riesgoso por momentos, que responde a una práctica disciplinada, refinadísima y casi sutil? ¿En qué momento la grandeza y el poder de la práctica (que es fuente de agua viva, viviente y renovada) se metió dentro de un pequeño frasco como posesión y se la etiquetó como una oferta de resultados rápidos y mágicos con el menor esfuerzo?

La cultura occidental tiene la mayor responsabilidad en esta distorsión. Algunas personas son las causantes de distorsionar y profanar un conocimiento ancestral y sagrado que Oriente ha puesto a nuestro alcance. La distorsión me deja sin palabras, y la sangre me hierve ante tanta liviandad en la relación con una práctica de transformación, humanización y evolución puesta al servicio de un cambio genuino y profundo de quienes estamos en el mundo. Si me distraigo, puedo fácilmente caer en la impaciencia de no ser amable al momento de intentar crear, aportar, claridad.

Este libro es la oportunidad más valiosa que surge para volcar en el papel un llamado solidario a todas las personas que transmiten esta práctica. Así como un ciego no puede guiar a otro, una persona que no es practicante, que no tiene la experiencia de miles de horas de Mindfulness, se arriesga a transmitir confusión. Cuanto más cultivamos la práctica meditativa de la presencia, más conscientes somos de la complejidad de la transmisión y sus posibles riesgos de distorsión. Y si las evidencias muestran los beneficios de una práctica sostenida, sería acertado que el mundo de las ciencias pueda enfocarse en los posibles daños de una práctica transmitida con distorsión y sin conocimiento experiencial directo.

Pongo la intención de alzar el tono de voz para pedir consciencia al momento de transmitir. No tengo la verdad. De hecho, desde hace años no confío en “la verdad”, confío en la potencialidad de la realidad del momento presente, una realidad experiencial, sin distorsión de conceptos, interpretación, suposiciones, modas y soluciones mágicas.

Confió en el potencial que el ser humano es cuando decide transformarse.

Introducción
¿Contracultura o poderosa intercultura?

Occidente sobrevaloró el dominio intelectual como fuente de evolución. Desde su primer despertar, el hombre oriental cava hacia dentro en prácticas de introspección, realización y evolución de la consciencia. Desde el nacimiento, tira sin dudar la plomada hacia el mundo de fondo, hacia el ser profundo, en un trabajo de indagación espiritual pragmático que ha caracterizado a esta cultura, elevándola en cualidades humanas y neutralizando el sufrimiento que está en la mente.

Las prácticas de introspección orientales no persiguen objetivos, simplemente revelan la verdadera naturaleza del Ser Humano, con todo el potencial de sanación con el que llega al mundo. El poderoso poder del estado de presencia abre la indagación experiencial del alma humana y del cosmos, protegiendo al hombre de la posible confusión. Es un continuo crecimiento de adentro hacia afuera, empírico, que tiene las raíces en una identidad inconmensurable con lazos profundos entre el microcosmos hombre y el macrocosmos universo. La percepción y la intuición tienen en Oriente un valor experiencial y cultural único en el camino del conocimiento de la mente y el corazón.

El lenguaje oriental está ligado a la vivencia, lo que lo

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