Intuición y razón

Mario Bunge

Fragmento

1. DE ARISTÓTELES A KANT

1.1. Raíces del intuicionismo aristotélico

En su Organon,1 la principal obra sobre lógica de la Antigüedad, Aristóteles (384-321 a. C.) expone conjuntamente dos tesis que es necesario distinguir, aunque a menudo se las ha confundido. Ellas son 1) la tesis fundamentalista, según la cual toda rama del conocimiento tiene un fundamento o punto de partida radical (último y final) y absoluto, es decir, independiente del modo en que el tema en cuestión es abordado y expuesto; y 2) la tesis infalibilista, según la cual todo conocimiento que merezca ser considerado científico debe ser seguro e incorregible, para lo cual debe basarse en premisas que sean indudablemente verdaderas y evidentes.

Sin duda, el fundamentalismo y el infalibilismo no son características exclusivas del sistema aristotélico, sino que caracterizan al dogmatismo en general, sea éste idealista, empirista o materialista. Ambos pueden encontrarse, por ejemplo, en la exigencia de fundar el “conocimiento seguro” en lo que es dado inmediatamente en la sensación (sensismo), y en la exigencia de fundarlo sobre principios pretendidamente eternos de la razón pura (racionalismo clásico). Es innecesario subrayar que el progreso del conocimiento, que consiste en parte en la revisión y ampliación de todo lo que se considera conocido y probado, ha desacreditado tanto al fundamentalismo, como al infalibilismo. Toda fundamentación es considerada en la actualidad perfectible, y todo enunciado acerca de cosas y acontecimientos se considera corregible.

Ahora bien, una proposición que es tomada como premisa en un contexto determinado es indemostrable en ese contexto y, si no concedemos que tales premisas (axiomas o postulados) pueden ser formuladas provisoriamente como hipótesis (ciencia fáctica), o convenciones (ciencia formal), ¿cómo podrían ser establecidas sino por medio de la intuición o de la inducción? Pero la inducción, a la que Aristóteles considera como el método mediante el cual incluso la percepción sensible “implanta el universal”,2 no da como resultado un conocimiento seguro, como lo prueba el fracaso de gran parte de nuestras generalizaciones empíricas; y el conocimiento inseguro no es científico según el infalibilismo. Por consiguiente, queda la intuición intelectual o razón intuitiva (nous) como el único modo de aprehensión de las premisas del discurso científico. En última instancia “la intuición es la fuente originaria del conocimiento científico”.3

El fundamentalismo y el infalibilismo conducen, pues, al intuicionismo. Mejor dicho —en el caso de Aristóteles y de muchos otros que otorgan valor a la experiencia sensible y a la deducción—, uno y otro conducen a postular la existencia de la intuición como un modo autónomo de conocimiento y como la fuente suprema de la verdad. Infortunadamente, la existencia misma de una capacidad tal para la aprehensión global y súbita de conocimientos seguros no queda establecida de este modo.

La intuición, que en la filosofía de Aristóteles ocupaba un lugar marginal, pasó a desempeñar un papel importante en la filosofía moderna.

1.2. La intuición racional de Descartes

La misma exigencia de fundamentación última y de certidumbre impulsa a Descartes (1596-1650) —mucho más peripatético de lo que pensaba, aunque fundador de la filosofía moderna— a proponer que no empleemos más que la intuición y la deducción, pues sólo con estos medios podremos obtener el conocimiento de las cosas sin temor a equivocarnos.4

Para Descartes la intuición consiste en “la concepción de un espíritu atento, tan clara y distinta que no le quede duda alguna acerca de lo que entiende, o, lo que es lo mismo, la concepción de un espíritu sano y atento, una concepción nacida a la luz de la sola razón, y que es tanto más cierta cuanto es más simple que la deducción misma”.5 La intuición cartesiana es, por tanto, una operación racional por medio de la cual ciertas verdades son presentadas de un modo total e inmediato. Estas proposiciones evidentes deben ser elegidas como axiomas.

Entre las proposiciones que “es necesario ver intuitivamente” Descartes menciona “2 + 2 = 4”, “3 + 1= 4”, y su consecuencia “2 + 2 = 3 + 1”. Debemos comprender intuitivamente —esto es, sin análisis— que esta última proposición es una consecuencia necesaria de las dos anteriores,6 y del principio general implicado aquí, “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí”7 (esto es, la transitividad de la igualdad).

Según Descartes, el hombre no tiene otra manera de alcanzar el conocimiento cierto de la verdad que por medio de la intuición evidente y la demostración necesaria.8 Este tipo de conocimiento es el único que debemos tratar de lograr; el conocimiento meramente probable o inseguro debe ser rechazado. “No debemos ocuparnos más que de los objetos acerca de los cuales nuestro espíritu es capaz de adquirir conocimiento cierto e indudable”, escribe como repitiendo a Platón (427-347 a. C.) y su dicotomía de episteme (ciencia) y doxa (opinión).9

Nuevamente aquí, en el alba de la filosofía moderna, el fundamentalismo y el infalibilismo, la búsqueda de una episteme entendida como un conocimiento seguro basado en principios y datos inamovibles, conduce al intuicionismo, así como en otros casos ha llevado al empirismo sensista. Pero el intuicionismo cartesiano, como el aristotélico, es de un tipo moderado, puesto que concibe la intuición como una operación racional e insiste en que “sólo la inteligencia es capaz de concebir la verdad”.10

Además, para Descartes, el fundamentalismo y el infalibilismo corren parejos en la lucha contra la escolástica, cuya meta no era precisamente ocuparse de objetos “respecto de los cuales nuestro espíritu es capaz de adquirir un conocimiento a la vez cierto e indudable”. La defensa de “ideas claras y distintas” era un grito de guerra contra el oscurantismo y su verbosidad ininteligible y vacía. La revelación, la autoridad, la razón pura y la experiencia ordinaria habían sido desacreditadas por los escolásticos. La experiencia científica por un lado, y la intuición por el otro, debían ser valoradas por los nuevos pensadores.

Estamos aún lejos del intuicionismo antiintelectual contemporáneo de un Bergson, de un Scheler o de un Heidegger. Con todo, era ese mismo intuicionismo moderado, inherente al racionalismo clásico (Descartes, Spinoza, Leibniz), el que Kant desarrolló y que terminó, en el caso de la mayor parte de los irracionalistas románticos y contemporáneos —de Schelling a Heidegger—, devorando completamente a la razón.

Cualquier estudiante de matemática puede hoy refutar el intuicionismo ingenuo de Descartes, poniendo en tela de juicio el carácter intuitivo de las proposiciones que utiliza como ejemplos. Descartes no podía saber que la aritmética ordinaria es uno entre una infinidad de sistemas aritméticos concebibles, incluyendo, entre otros, el cálculo que se emplea para contar horas y medir ángulos, en el cual

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