El tulipán negro (Los mejores clásicos)

Alexandre Dumas

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

Publicada en 1850, El tulipán negro es la última de las grandes novelas históricas de Alexandre Dumas. El punto de partida es similar al de El conde de Montecristo: un joven ingenuo se ve inmerso en las agitaciones políticas de la época por haber suscitado involuntariamente la envidia de un enemigo sin escrúpulos, quien conspira para que lo arresten y lo encierren en la cárcel. Pero, a diferencia de Edmundo Dantés, que escapa de la prisión para vengarse de los responsables de su cautiverio, el protagonista de esta obra, Cornelius van Baerle, se salva gracias a la fortuna y a los esfuerzos de una joven tenaz así como a la intervención de un gobernante benévolo. Ambientada en Holanda, El tulipán negro trata sobre el triunfo de la justicia, que en lugar de lograrse mediante una fuerza implacable, se obtiene a través de la resignación estoica. En esta ocasión, las virtudes comedidas del Norte reemplazan el temperamento pasional del Mediterráneo, escenario de gran parte de El conde de Montecristo.

Dumas devuelve con creces la inversión al lector. En menos de trescientas páginas, El tulipán negro ofrece un romance cautivador entre el protagonista condenado sin razón y la bella hija del carcelero, enmarcado en una trama que incluye personajes reales y acontecimientos históricos, además de un breve recorrido por Holanda, con pinceladas de aspectos relevantes de la vida, la cultura, la horticultura y el arte de ese país. En una novela histórica relativamente corta, Dumas logra transmitir la esencia de toda una sociedad y su cultura.

«¿Quiere sentirse repentina y completamente extranjero?», preguntaba aquel mismo año de 1850 un escritor en la reseña de una novela holandesa para la Revue des Deux Mondes. «No viaje a Constantinopla, vaya usted a Rotterdam.»[1] A pesar de su cercanía, en el siglo XIX, Holanda les parecía a los franceses un lugar remoto, con sus costumbres peculiares, sus valores protestantes, sus trajes regionales y sus diminutas y pintorescas casas. Según la concepción geográfica de los románticos franceses, el sur de Europa era más importante; España e Italia les atraían mucho más que el frío y puritano norte. En la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, algunos viajeros, entre ellos Théophile Gautier, Gérard de Nerval y Arsène Houssaye, crítico de arte y amigo de Dumas, se aventuraron a ir más allá de la Bélgica francófona, y con los libros que escribieron a su vuelta contribuyeron a crear una imagen más certera de los Países Bajos; imagen caracterizada por la pulcritud y la prosperidad, aunque no reflejaba una sociedad tan bien ordenada como parecen apuntar estos términos. Como se desprende del arte holandés, apreciaban la belleza y el orden, pero también lo grotesco (algo que atraía al imaginario romántico); se les vinculaba a los valores protestantes de la discreción y del esfuerzo, y al mismo tiempo a los excesos de la fiesta y del desenfreno.

Por otra parte, Holanda se tenía por una sociedad igualitaria, pues la mayoría de su población pertenecía a una clase campesina relativamente acomodada en el campo y, en las ciudades, a la burguesía adinerada. La Edad de Oro, la época en que Holanda era el país más próspero de Europa y una importante potencia naval, formaba parte del pasado, pero el pueblo holandés seguía disfrutando de un elevado nivel de vida. Si bien por poco tiempo, Dumas tuvo la oportunidad de observarlo cuando viajó a Holanda en mayo de 1849 para asistir a la coronación del rey Guillermo III. Parece que fue en aquella ocasión que un conocido, el compositor Friedrich von Flotow, le contó la historia de los hermanos De Witt y el terrible destino que en agosto de 1672, en La Haya, habían corrido a manos de la turba.

Dumas era, en el sentido literal de la expresión, un hombre sin estudios, con escasos conocimientos de historia. Tras la muerte de su padre en 1806, cuando Alexandre contaba cuatro años, su madre y él pasaron serias dificultades económicas. Dumas estudió en la escuela municipal hasta los catorce años, cuando se puso a trabajar. Empezó a escribir novelas históricas más por accidente que por decisión propia y siempre lo consideró más que nada como un recurso para contar buenas historias. En otras palabras, a diferencia de la mayoría de los autores del género, Dumas no pretendía poner su imaginación al servicio del pasado con el objetivo de dilucidar los actos y las motivaciones de personajes históricos; al contrario, recurría a la historia porque le proporcionaba un buen material para sus relatos de ficción. Dumas se apoyó toda su vida en el trabajo de ciertos colaboradores; en el caso de El tulipán negro fue Auguste Maquet, quien probablemente estuvo a cargo de contrastar los hechos históricos. Por supuesto, una cruenta crónica de traición e ingratitud como la vida de los hermanos De Witt le llamó la atención, aunque su propósito era dotar de contexto el relato de ficción sobre Cornelius y Rosa. Por lo que respecta a Guillermo de Orange, el único personaje real que sobrevive desde el principio hasta el final, desempeña dos papeles muy distintos en ambos extremos de la novela: primero como el malvado manipulador detrás de la muerte de los De Witt y después como el gobernante a cargo, cuando triunfa la justicia. Nada nos explica sus motivos ni nos ofrece una base sobre la cual juzgar con conocimiento de causa su papel histórico. Todo lo que sabemos es que es reservado e inescrutable, y eso podría deberse a que Dumas confundió a Guillermo III con su bisabuelo, quien llevaba el sobrenombre del Taciturno.

No obstante, El tulipán negro se ciñe a los hechos históricos cuando relata el asesinato de los De Witt, por lo que, para entender el arranque de la novela el lector debe conocer, al menos en los aspectos fundamentales, la historia de la región. Holanda se había formado a partir de las siete provincias del norte de los Países Bajos Españoles (las diez provincias del sur acabaron uniéndose para constituir Bélgica). Estas provincias unidas del norte se declararon independientes de España en 1579, bajo el liderazgo de Guillermo el Taciturno, príncipe de Orange. Si bien la guerra no siempre les fue favorable, hacia 1600 lograron vencer a las tropas españolas (a pesar de que, técnicamente, la guerra duraría cuarenta y ocho años más). El período que siguió a la declaración de independencia fue de extraordinaria prosperidad para Holanda, época que aún hoy se conoce como la Gouden Eeuw, la Edad de Oro, durante la cual los Países Bajos se consolidaron como la potencia comercial más importante de Europa y el país con un nivel de vida más elevado.

Guillermo el Taciturno fue asesinado en 1584. No fue un monarca en el sentido estricto de la palabra, sino un Stadhouder, un título hereditario destinado al jefe de Estado y de las fuerzas armadas que gobernaba junto con los Estados Generales, administrados por el Raadpensionaris, el pensionario electo del Estado de Holanda. La división de funciones de los estados provocó fricciones inevitables entre el Stadhouder y el Raadpensionaris, que llegarían al punto álgido durante el mandato de Guillermo II, nieto de Guillermo el Taciturno. Cuando Guillermo II murió en 1650 solo dejó un heredero póstumo, por lo que el cargo de Stadhouder quedó vacante. Tres años después, en 1653, el líder de la facción republicana, Jea

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