Kim (Los mejores clásicos)

Rudyard Kipling

Fragmento

cap

INTRODUCCIÓN

I

Kim es una obra excepcional tanto en la vida y la trayectoria profesional de Rudyard Kipling como en la literatura inglesa. Vio la luz en 1901, doce años después de que Kipling hubiera dejado la India, el lugar que lo vio nacer en 1865 y el país con el que siempre se le relacionó. Sin embargo, un aspecto del libro más interesante aún es que se trata de la única obra de ficción extensa de Kipling en la que logra mantener el interés del lector y demuestra madurez. Aunque resulta una lectura entretenida en la adolescencia, también puede ser una lectura que suscite respeto e interés años más tarde, tanto para el lector de a pie como para el crítico literario. Las otras obras de ficción de Kipling son relatos (o recopilaciones de los mismos, como los dos Libros de la selva), u obras más extensas, plagadas de imperfecciones (como Capitanes intrépidos, La luz que se apaga y Stalky y Cía. , obras cuyas cualidades, si bien interesantes, quedan eclipsadas a menudo por errores de coherencia, visión o valoración). Solo Joseph Conrad, otro maestro del estilo, puede equipararse a Kipling, coetáneo apenas unos años más joven, por haber descrito la experiencia del imperio con tanta intensidad, y aunque ambos artistas fueron notablemente diferentes en tono y estilo, transmitieron a un público británico esencialmente insular y provinciano el colorido, el sensual encanto y lo poético de la campaña británica en el extranjero. De ambos autores, fue Kipling —menos irónico, de técnica menos introspectiva y menos ambiguo que Conrad— quien tuvo un gran número de seguidores en sus primeros años. No obstante, para los lectores de literatura inglesa, ambos escritores han sido siempre una suerte de enigma: sus estudiosos han descubierto dos personalidades excéntricas, a menudo problemáticas, más dadas a la circunspección o incluso a la evitación que a la reflexión y al sometimiento.

Sin embargo, mientras las visiones más destacadas de Conrad con respecto al imperialismo versan sobre África en El corazón de las tinieblas (1902), los Mares del Sur en Lord Jim (1900) y Sudamérica en Nostromo (1904), la obra más relevante de Kipling se centra en la India, un territorio que Conrad jamás visitó ni trató en su literatura. Y en realidad, la India fue la más vasta, duradera y rentable de todas las posesiones coloniales de Gran Bretaña. Desde el momento en que la primera expedición británica llegó a ese país, en 1608, hasta que el último virrey británico abandonó el territorio en 1947, la India desempeñó un papel cada vez más importante e influyente en la vida británica, en el comercio y los negocios, en la industria, la política, las ideologías, la guerra y, a mediados del siglo XVIII, en la esfera cultural y creativa. En la literatura y el pensamiento británicos, la lista de grandes nombres relacionados con la India y que escribieron sobre ella es asombrosa, puesto que incluye a William Jones, Edmund Burke, William Makepeace Thackeray, Jeremy Bentham, James y John Stuart Mill, lord Macaulay, Wilfred Scawen Blunt, Harriet Martineau, E. M. Forster y, por supuesto, Rudyard Kipling. El papel de Kipling en la definición, la evocación y la formulación de lo que era la India para el imperio británico en su etapa de madurez, justo antes de que su estructura empezara a debilitarse y resquebrajarse, es de vital importancia.

Kipling no solo escribió sobre la India, él era de la India. Su padre, John Lockwood, un distinguido académico, profesor y artista, que es la persona en que se inspira el bondadoso conservador del museo de Lahore que aparece en el primer capítulo de Kim, era maestro en la India británica. Rudyard nació en ese país en 1865 y durante los primeros años de su vida habló indostaní y se asemejaba bastante al personaje de Kim: era un sahib con atuendo de nativo. A la sazón de seis años, su hermana y él viajaron a Inglaterra para iniciar su escolarización. Aunque la experiencia de sus primeros años en Inglaterra (al cuidado de una tal señora Holloway en Southsea) fue terrible y profundamente traumática, le proporcionó un imperecedero tema de inspiración: la relación entre la juventud y la autoridad hostil, que Kipling describió con gran complejidad y ambivalencia a lo largo de toda su vida. Más tarde, Kipling asistió a uno de los colegios privados de menor rango para hijos de funcionarios coloniales, el United Services College en Westward Ho! (el colegio más importante era Haileybury, pero estaba reservado a los miembros de las más altas esferas del funcionariado público colonial). Kipling regresó a la India en 1882. Su familia seguía allí, así que durante siete años, tal como relataba en su autobiografía póstuma Algo de mí mismo, 1 trabajó como periodista en el Punjab: primero en la Civil and Military Gazette y más tarde en The Pioneer. Sus primeros relatos surgieron a raíz de esa experiencia y se publicaron en un ámbito local. Además, en esa época empezó a escribir poesía (o, mejor dicho, lo que T. S. Eliot llamó «versos»), compilada por primera vez en Departmental Ditties (1886). Kipling se marchó de la India en 1889 y no volvió a vivir allí, aunque, al igual que Proust, durante el resto de su vida alimentó su obra con los recuerdos de sus primeros años en la India. Más adelante, Kipling vivió durante un tiempo en Estados Unidos (y se casó con una estadounidense) y en Sudáfrica, pero se estableció en Inglaterra a partir del año 1900; finalizó Kim en Rottingdean, en Sussex, donde vivió hasta su muerte en 1936. No tardó en adquirir una gran popularidad y un gran número de lectores. En 1907 le fue concedido el premio Nobel. Sus amigos eran ricos y poderosos, entre ellos se contaban el rey Jorge V, Stanley Baldwin (primo del escritor) y Thomas Hardy. Asimismo, cabe destacar que muchos escritores de renombre (entre ellos, Henry James y Joseph Conrad) hablaban con respeto de él. Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial (en la que murió su hijo John), su visión de la vida se ensombreció de manera considerable. Aunque seguía siendo un conservador imperialista, sus relatos de visión sombría sobre Inglaterra y su futuro, junto con excéntricos y casi teológicos cuentos sobre animales, anunciaban también un cambio en su reputación. Al morir, se le concedieron los honores que Gran Bretaña reservaba a sus más ilustres escritores. Enterrado en la Abadía de Westminster, sigue siendo una institución de las letras inglesas. Si bien es cierto que se mantuvo siempre un tanto al margen de la gran tendencia general, fue reconocido aunque despreciado, valorado aunque jamás canonizado por completo.

Los admiradores y acólitos de Kipling han hablado a menudo de sus descripciones de la India como si la India sobre la que él escribió fuera intemporal, inalterable y un escenario «imprescindible», un lugar casi tan poético como su verdadera concreción geográfica. En mi opinión, esta visión es una interpretación radicalmente mala de obras como Kim, El libro de la selva y los primeros volú

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