Los secretos del Congreso

Gabriel Sued

Fragmento

Introducción

El cuello del saco dado vuelta, el cansancio acumulado en los pómulos sobresalientes, el diputado Daniel Lipovetzky entró como una tromba en el Salón de los Pasos Perdidos. Acababa de llamar por teléfono al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, minutos después de las 6 de la mañana. Fue un intento desesperado por convencerlo de que la Casa Rosada debía intervenir para salvar el proyecto de legalización del aborto, que a esa hora naufragaba.

—La gente no se puede ir con las manos vacías —argumentó, para volcar a su favor a la multitud que rodeaba el Congreso desde la tarde, a la espera de la votación.

—Tengo las manos atadas. No puedo hacer nada, Daniel —le respondió el funcionario en el último contacto, una hora atrás.

Después dejó de atenderle el teléfono. Lo mismo había hecho más temprano el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

—¿Qué pasó? ¿Qué dicen en el Gobierno? —interceptó al diputado uno de los periodistas acreditados, al tanto de las gestiones con el Poder Ejecutivo. Justo debajo de Los constituyentes del 53, el óleo gigante ubicado en uno de los extremos del salón, Lipovetzky se sacó la bronca:

—¡Son unos pelotudos! ¡Nos dejaron solos y se fueron a dormir! ¡El Gobierno se fue a dormir!

Para un periodista que disfruta de la política, ser acreditado en el Congreso es como vivir en un parque de diversiones. Permite presenciar acontecimientos históricos en contacto permanente con los protagonistas; aprender los detalles del proceso legislativo y descubrir las trampas para sortear el reglamento; entender las dinámicas y las lógicas del poder, más allá de lo que dicen los libros de educación cívica; conocer los secretos que se cuentan a puertas cerradas; asomar la cabeza a los entretelones de la historia.

Este libro es el resultado de un esfuerzo por radiografiar, con honestidad y compromiso con el lector, un lugar inigualable del sistema político argentino. No es exagerado. El Congreso es el único ámbito donde la disputa política, en el sentido más elevado del término, discurre en vivo y en directo; donde oficialistas y opositores practican la esgrima verbal y, de cara a la sociedad, postulan modelos de país antagónicos. Las peleas suelen incluir enojos, insultos y, en algunos casos, trompadas limpias. En ese teatro de la política, los acreditados tenemos reservada la primera fila.

Muchas otras batallas se libran entre bambalinas, lejos del escrutinio público. En el Palacio se pelea con la misma intensidad por la presidencia de una comisión y por la aprobación de un contrato para un asesor; por un artículo de una ley y por la asignación de un despacho; por la agenda de una sesión y por la autorización de viáticos para visitar un país lejano. Como el diablo, el poder está en los detalles.

Para envidia de las series de Netflix, la acción de este libro transcurre en un palacio centenario, una joya arquitectónica de principios del siglo XX que guarda una obra de arte y una historia en cada rincón. El edificio mismo quedó envuelto en un escándalo de corrupción poco tiempo después de su inauguración, en 1906, y el ingeniero que lo construyó murió de manera trágica, sin ver su obra terminada. ¿Un augurio de lo que vendría después? A las cuatro de la tarde del 23 de julio de 1935, el senador Enzo Bordabehere fue asesinado de tres tiros, en plena sesión. Casi a la misma hora, cincuenta y siete años después, Juan Kenan, asesor del diputado Julio Samid, se convirtió en “diputrucho” al usurpar una banca por unos segundos, dar quórum y facilitar la privatización de Gas del Estado, en el gobierno de Carlos Menem. Ocho años más tarde, el Palacio fue escenario del escándalo de los sobornos en el Senado, antesala del que “se vayan todos” y la rebelión popular que, en 2001, terminó con la caída de Fernando de la Rúa. En la semana siguiente, asumieron en ese lugar cuatro presidentes, en un proceso que, aunque caótico, salvó el sistema institucional y la democracia.

El Congreso también es inigualable porque, en simultáneo a las inquinas partidarias y las peleas cotidianas, es el único lugar de la política nacional donde el poder se comparte. Por encima de las fronteras ideológicas, diputados y senadores conviven. Participan de un juego con reglas propias y ocultas. Intercambian favores. Cooperan. Comparten intereses y secretos. Forman, con excepciones, parte de la misma corporación.

Así se explica la duplicación de la cantidad de comisiones y de cargos desde el retorno de la democracia; la creación de cuerpos de trabajo con presupuesto millonario y actividad nula; la falta de control de buena parte de los gastos; el ocultamiento de datos; la contratación de empresas a pedido; el incremento del 50 por ciento del número de empleados durante los últimos veinte años. Un adelanto de lo que quedará demostrado en las páginas de este libro: el Congreso es también un paraíso de nepotismo y una fuente de financiamiento ilegal de la política, sin distinción de partidos.

Este libro no es, sin embargo, un texto de denuncia. Es un intento por entender y explicar antes que por corroborar prejuicios y denunciar. Está tan lejos de la justificación del contubernio como del odio de la antipolítica. Está escrito por alguien que disfruta de la política y que reivindica su autonomía. Esto es, una actividad con reglas propias, distintas a las del derecho y la moral; una práctica donde las líneas divisorias son más complejas que aquellas que separan lo legal de lo ilegal y a los buenos de los malos.

En este libro la rosca política no es mala palabra y, en algunos casos, hasta se considera jugada maestra. Este texto es un pase VIP para recorrer los pasillos del Palacio, aprender su idioma y descifrar sus reglas. Para entender lo que pasa en las oficinas de la institución más importante de la república y, a la vez, una de las más desprestigiadas.

Con información precisa y datos contrastables, este libro responde a preguntas siempre presentes en las oleadas de indignación popular: ¿Cuánto trabaja un legislador? ¿Cuánto le pagan? ¿Cuántos empleados tiene a su disposición? ¿De qué privilegios dispone por su cargo? Con soporte académico también intenta establecerse cuánto poder real tiene hoy el Congreso.

Otros interrogantes guían el recorrido: ¿Qué artículos del reglamento se violan a diario? ¿Quiénes no hablaron nunca en el recinto ni presentaron un proyecto de ley? ¿Cómo son las sesiones que terminan de madrugada, en las que pueden aprobarse cien leyes en cinco minutos? ¿En qué consisten las negociaciones secretas para conseguir el quórum? ¿Qué puede ofrecer un presidente de cámara o un jefe de bloque para torcer el voto de un legislador? En definitiva, ¿cuál es la moneda de cambio en el Congreso? Un adelanto más: hasta la marca del agua mineral que toman los diputados en las sesiones puede ser parte de los acuerdos para construir una mayoría.

A partir de la reconstrucción de hechos reales, las páginas de este libro también desnud

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