Historia de la Guerra Civil sin mitos ni tópicos

Manuel P. Villatoro
Israel Viana

Fragmento

Prólogo. Volver a contar

Prólogo

Volver a contar

Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo.

RYSZARD KAPUśCIńSKI,

Los cínicos no sirven para este oficio

Tienes en tus manos un libro escrito con oficio, un libro con la inteligencia y el compromiso de quien escribe para mostrar los hechos, desvelar lo ignorado y sacudir el relato institucionalizado de la historia. Esa es la labor del periodista que baja al subsuelo de lo que narra —porque «los datos son testigos mudos», como leemos en él—, y hay que pasar el cepillo a lo que se cuenta a contrapelo —ya nos lo dijo el viejo y querido Walter Benjamin—, para que surjan las vivencias de esos protagonistas ignorados que escriben la historia sin sospecharlo. Ni blancos ni negros categóricos, ni maniqueísmo fácil y consolador, sino la compleja gama de grises de la que está entreverado cualquier hecho es lo que encontramos en este trabajo. Porque sobre la Guerra Civil se ha escrito mucho, la mayoría de las veces intentando componer un relato comprensible y unívoco, una carretera de una sola dirección por la que orientarnos sin pérdida, pero eso nada tiene que ver con la realidad cruda de los hechos. Hay que perderse, desandar lo caminado, replantear el horizonte y escamotear señales de dirección al trayecto. Los hechos requieren una escritura que inspeccione con la misma zozobra y anhelo con los que fueron vividos. Villatoro y Viana han afilado sus lápices y aguzado sus sentidos para hacerlo y mostrarnos todo un fresco de los acontecimientos que acaecieron en España desde 1936 hasta 1939. Así, además, han estructurado su obra: todos los episodios están presentados por los años en que ocurrieron, integrados de esta forma en su contexto. Es la única convención académica otorgada a un libro que, libre de ideologías, se atiene a la pluralidad circunspecta de las historias que cuenta.

¿Cuándo hemos oído, por ejemplo, que en el bando republicano existieron mercenarios extranjeros? ¿Cuándo se nos ha contado la amistad entre José Antonio Primo de Rivera y el juez que le envió al paredón? ¿Y el alzamiento de Villa Sanjurjo que se adelantó al de Franco? ¿Las opiniones de Líster sobre la responsabilidad de la República en la sublevación? ¿La masacre del mercado de Alicante?

En esta obra se desentierran tópicos (la Brigada Lincoln era un batallón, por ejemplo) y podemos escuchar a los protagonistas de todos aquellos acontecimientos; son sus testimonios los que leemos, porque este libro es, ante todo, una ardua y exhaustiva indagación de archivo y una conversación veraz e imparcial con los supervivientes y los descendientes. Asistimos a las historias de las que está compuesta la historia; esa intrahistoria que no puede recoger una carretera única y cuya pérdida aniquila su fiabilidad. Unas historias que, por otro lado, nos ayudan a comprender las costumbres de un país (por ejemplo, el motivo de que se doblasen las películas extranjeras: el 40 por ciento de la población era analfabeta y no podía leer los subtítulos...).

Escrita por dos periodistas, cada uno con su estilo y su forma de indagar en los hechos, al leer la obra el lector gana en objetividad, en visión y en comprensión. Al terminar su lectura, nos quedamos con sed de saber más, de seguir indagando en nuestra historia. Esa es, sin duda, la función y, quizá, el deber del buen periodista y del buen historiador.

CARMEN SABALETE

Directora de Muy Historia

Camino hacia la Guerra

CAMINO HACIA LA GUERRA

Las eternas dudas sobre la ambigua carta de Franco en la que advertía al presidente de la República

Las eternas dudas sobre la ambigua carta de Franco en la que advertía al presidente de la República del golpe de Estado

ISRAEL VIANA

Para el historiador británico Paul Preston, la carta que Franco le envió al presidente republicano Santiago Casares Quiroga, el 23 de junio de 1936, era de «una ambigüedad laberíntica». Faltaba menos de un mes para que se iniciara la Guerra Civil, y desde entonces nadie se ha puesto de acuerdo sobre cuál era el objetivo real de aquellas palabras. El hispanista Hugh Thomas creía que eran «una declaración del general ante la historia para justificar que había hecho todo lo posible para conseguir la paz, aunque para entonces ya supiera que era demasiado tarde para intentar nada». El escritor y periodista Julio Merino, exdirector del diario Arriba y de El Imparcial, opinaba que la misiva «podría haber evitado un millón de muertos si hubiera sido contestada», mientras que para Íñigo Bolinaga Irasuegui no era más que «una traición sibilina a los conjurados».

Nunca ha habido un consenso total entre los investigadores sobre este escrito en el que el general gallego «anunciaba en un tono críptico y deliberadamente ambiguo que se estaba gestando una conspiración», según explicaba el último historiador citado. Cualquiera de las explicaciones anteriores podría ser válida, o incluso varias de ellas a la vez, pero las preguntas siguen siendo pertinentes. ¿Era en realidad un traidor que quiso, en el último momento, detener la guerra? ¿Se mantuvo fiel a la República hasta unas horas antes del golpe de Estado y por eso envió la misiva? ¿Estaba acercándose, por un lado, a Casares Quiroga y, por el otro, al general Emilio Mola, con el fin de sacar el máximo beneficio personal? ¿Quería avisar del levantamiento y, al mismo tiempo, advertir de que él estaba en el bando contrario?

La misiva, que durante décadas permaneció en el olvido, comenzaba así:

Respetado ministro:

Es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la oficialidad parecen producir las últimas medidas militares, que contraería una grave responsabilidad y faltaría a la lealtad debida si no le hiciese presente mis impr

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