Misterios a domicilio 5 - Salseo a la carta

Begoña Oro

Fragmento

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Índice

 

 

 

 

1. Golpe de suerte

2. Algo

3. Malas noticias

4. Más malas noticias

5. Un merluzo (o dos)

6. Mi hermano

7. Indirectas

8. La carta

9. La letra

10. Más rara de lo normal

11. Una confesión

12. Y tú, ¿por quién estás?

13. El pan

14. Merluzo 2 ¡¡¡En el portal!!!

15. El que faltaba (I)

16. El que faltaba (II)

17. Lo que ponía en la carta

18. 30 preguntas sobre mí

19. En casa de Fran (Merluzo 1)

20. Demasiado silencio

21. Casual casualidad

22. Esìando a los Pisacolgatos

23. ¡Chufa!

24. Una gran distracción

25. Las preguntas de Hugo

26. Más preguntas para Hugo

27. La prueba caligráfica

28. El vídeo

29. No

30. ¿Dónde está Chufa?

31. El jardín feliz

32. Patatas fritas

33. Las pastillas

34. En busca del papelito

35. Pepe

36. El papelito

37. Otro día

38. Una carta y un regalo

39. ¿La has escrito tú?

40. Un pelo

41. Morado

42. Una teoría

43. Yo

44. Gracias

 

Begoña Oro

Notas

 

No te pierdas las aventuras del número 24 de la Calle la Pera

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Para Lara Quimey e Irene Quillén, inventoras
del género epistolar «Hola, qué tal».

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1

Golpe
de suerte

 

 

 

 

¡La puerta abierta!

¡Un golpe de buena suerte!

¡Por fin!

Porque vaya día de asco, dolor y destrucción que llevaba.

Por la mañana Hugo, mi querido hermanito (NO), se había encargado de despertarme pasándome por la cara el aspirador pequeño que usamos para quitar los pelos de Troya. Troya es nuestra perrita supermegapreciosa, sí, y supermegapeluda, también. Y mi hermano es supermegagracioso (NO).

Yo en aquel momento estaba dormida. Tenía una pesadilla horrible. Un amigo de mi hermano, un vecino —no quiero ni recordar cuál—, estaba a punto de darme un beso. Cuando Hugo me puso el aspirador en la cara, pensé que mi pesadilla se estaba haciendo realidad.

 

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PUAJ.

Y eso había sido solo el principio. A partir de ahí, el día había sido un no parar de sucesos entre horribles y catastróficos pasando por asquerosos:

 

• examen sorpresa de Mates «no-os-preocupéis-será-facilito» (NO),

• corte con cúter en la extraescolar de robótica con resultado de visita a la enfermería y bien de agua oxigenada «no-te-picará-bonita» (SÍ),

• «tragedia» en el comedor... «Tragedia» es el puré ese repugnante que te obligan a tragar las monitoras porque, según dicen, «no-está-tan-malo» (ESTÁ PEOR).

Para mí, la única manera de tragar la tragedia es a base de agua. Muuuucha agua. Y eso me lleva a la siguiente desgracia del día:

• llegar (o no llegar) a casa a punto a punto a punto de hacerme pis.

Y ahí es donde aparece —por fin— mi golpe de suerte.

Pido a mi padre las llaves de casa para adelantarme porque no me aguanto.

—Espera, hija. Ven con Hugo y conmigo.

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Y yo, con el pis a punto de salirse de mi cuerpo, los ojos a punto de salirse de las cuencas, el humo a punto de salir por mis orejas...

Y mi padre:

—¡Pero mira que la puerta del portal últimamente se atasca! No vas a poder abrirla.

Y yo:

—¡Las llaves, que me meo!

Y mi padre que ya me ve la vena del cuello hinchada que parece una serpiente y me lanza las llaves y yo las cojo en un pase perfecto.

Y salgo corriendo con las llaves en la mano.

A lo lejos oigo a mi padre gritar:

—¡¡Llevas la mochila abiertaaaa!!

Como para ponerme a cerrar la mochila estoy yo.

Corro, corro y corro porque memeo memeo memeo.

Y entonces —¡toma!— me encuentro la puerta del portal abierta de par en par.

¡Bien!

Entro corriendo.

—MEHAGOPÍS, MEHAGOPÍS, MEHAGOPÍS, MEHAGOPÍS.

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