Más que suficiente

The Sistars

Fragmento

1

—¿Llevás abrigo?

—Mamá, es primavera allá, dejame que arme yo la valija, no tengo diez años.

—Sí, pero después llamás para decir que te resfriaste y ¿qué vas a hacer sola si te enfermás en Japón? ¿Por qué no llevás la campera finita? No ocupa nada de lugar.

Valen agarró un abrigo que le gustaba más, no el que le sugería su madre, resopló y lo metió en la valija que estaba sobre el acolchado de plumas blanco que cubría la cama. En las paredes pintadas de color pastel de su cuarto hay algunos discos de vinilo y dibujos en lápiz de figuras humanas que parecen hechos por un artista profesional. También hay una enorme biblioteca, la mayoría de los libros son de pintura y música. Junto a la ventana, un piano y un gran escritorio en el que siempre se desparraman lápices, más dibujos y partituras.

—Listo, mamá, ya guardé algo abrigado. ¿Estás contenta? ¿Ahora me dejás un rato sola?

—Ay, bueno, te estaba ayudando, no sé por qué te ponés así…

La madre se levantó de la silla, como si estuviera por irse, pero no se la notaba muy decidida. En ese momento, su marido entró a la habitación.

—¿Ya tenés todo listo? ¿Llevás las partituras? Hoy te vas a quedar estudiando hasta tarde, ¿no?, ¿querés que repasemos?

—No, papá, quiero dormir temprano, tenemos que estar en el aeropuerto a las cinco.

—Sí, mejor que descanse —dijo su madre—. Después en el avión le va a costar dormir. ¿Llevás la almohada de viaje? Es lo mejor, porque…

Lo único que quería Valen era quedarse sola y tener un momento de paz, pero su mamá no paraba de hablar y su papá ya se había acomodado en el banquito del piano, con intenciones de quedarse. Finalmente, al ver la cara de desesperación de Valen, su mamá se apiadó.

—Vamos, Rubén, dejémosla un rato sola. Ya estuvo estudiando un montón, seguro que le va a ir bien en el concurso por la beca. Mañana tiene un día largo, el viaje dura casi treinta horas y encima tiene que hacer escala.

Al menos mi madre es un poco menos exigente, pensó Valen, aunque igual de pesada. No tenía dudas de que los padres que le tocaron son los peores; desde que tiene uso de razón los recuerda dándole órdenes y exigiéndole cosas que ella apenas podía hacer. Clases de música y piano desde los tres años, idiomas desde los cinco. Además, siempre le dieron poco permiso para que tuviera una vida social y la llenaron de prohibiciones de todo tipo. Nunca pudo ser una chica “normal”. Si tuviera el genio y la valentía de su hermana Clara todo sería distinto. Podría escaparse de esa casa como hizo ella, huir y abandonar todo de un día para el otro. No solo le daba bronca que Clara se haya ido a vivir lejos, además había podido dejar atrás todas las expectativas que sus padres ponían en ella. También se sentía mal porque Clara la abandonó. Pero su hermana, además de ser cinco años más grande, siempre fue decidida y tuvo mucho carácter.

Se acordó de cuando caminaban juntas para ir a la escuela, Valen aún en la primaria, Clara ya en el secundario. Se sentía protegida, como si el solo hecho de tenerla al lado, con su porte erguido, su mirada desafiante, la resguardaran de todos los males de este mundo. Nunca se va a olvidar del día en que les dijo a los padres que estaba harta de la música y que no pensaba volver a tocar el piano nunca más en la vida. En ese momento se convirtió en la persona a quien Valen más admiraba en el mundo, una suerte de superheroína. No por dejar la música (eso no lo podía entender tanto), pero sí por enfrentarlos...

Pero también, la partida de Clara la lastimó mucho. De haberse quedado con ella en esa casa le habría hecho la vida más fácil. Al menos, para repartir el peso de los padres entre las dos, como si fueran dos columnas. Ahora todo recaía sobre ella, una montaña de mandatos y obligaciones sobre sus espaldas. Por algo caminaba un poco encorvada y unos años atrás había tenido que usar corsé.

Valen seguía absorta en sus pensamientos mientras los padres merodeaban por la habitación y hablaban sin parar.

—¡Basta, salgan ya! —les gritó, tal vez empoderada por el recuerdo de su hermana.

—Bueno, ya nos vamos, Valu, solo queríamos ayudar —dijo su madre mientras empujaba a su marido de la habitación, que no se pensaba ir sin antes abrir la boca.

—Mirá que Tokio es una ciudad muy organizada, pero lo mejor es que no salgas sola y aproveches para estudiar en el hotel…

—Basta, papá…

Valen les cerró la puerta de un golpe y se tiró sobre la cama. Al dejar caer todo el peso de sus preocupaciones sobre el colchón, sintió un alivio inmediato. Pensó en Tokio, debía ser una ciudad hermosa, pero todo el asunto del viaje le causaba ansiedad; era la primera vez que iba a un lugar tan extraño sola. Y encima, con la presión de la beca. Ya con quedar entre los finalistas ganaría dinero para financiar su carrera durante los próximos dos años, además de un aval importantísimo para su profesión. Su padre está convencido de que le sobran condiciones, pero no es nada fácil. Y lo peor es que si le va mal va a decirle, como siempre, que no se esforzó lo suficiente y le va a redoblar las horas de estudio.

Valen pensó otra vez en Clara, la extraña. Su hermana también era su mejor amiga, su confidente. Y su dupla; desde chicas les gustaba cantar juntas y con los años convirtieron el canto en una suerte de terapia que las ayudaba a superar los malos momentos. Sus mejores recuerdos son de esas noches de verano en las que se escapaban al techo de la casa y cantaban mirando el cielo hasta identificar alguna constelación o ver caer una estrella fugaz.

En algún lugar del mundo debe estar Clara ahora haciendo lo mismo, se dijo Valen. La última noticia que tuvo de ella fue que estaba viviendo en California, en una suerte de comunidad alejada de todo, sin acceso a internet, meditando y dedicando su tiempo a distintos voluntariados. Clara siempre se había acercado a la espiritualidad y al parecer había encontrado su lugar en el mundo. Sus padres quedaron horrorizados, al principio intentaron hacerla regresar, pero ahora ya casi ni la nombraban. Valen solo espera que en algún momento se comunique con ella, que la llame o le mande un mensaje. Que le diga que está bien. Sabe que Clara va a comunicarse con ella pronto, pero no tiene idea de cuándo. Ahora más que nunca desearía contarle todo lo que le está pasando.

Valen abrió Instagram y se fijó quiénes miraron la última historia que subió. Buscó el nombre y la foto de Tomás, el chico que le gusta, pero no aparecía en la lista. Se lamentó y para no ponerse triste, se levantó de la cama y miró la valija. Revisó la ropa y todo le resultó serio y aburrido; no había ni una prenda de color… todo blanco, negro o gris. Su problema es su look, debería ser más canchera. Después, abrió el placard y sacó del fondo de un cajón unos vestidos que Clara se había olvidado. O que tal vez dejó a propósito... Valen s

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