El estilo del periodista

Álex Grijelmo

Fragmento

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INTRODUCCIÓN

LOS GÉNEROS, LOS ERRORES, LA HUMILDAD

 

 

 

 

Han pasado ya 24 años desde la primera edición de El estilo del periodista. En este tiempo, los medios de comunicación han experimentado unas transformaciones insospechadas entonces, cuando internet estaba al alcance solamente de unos pocos y casi nadie imaginaba que se iba a convertir en un soporte informativo de dimensiones tan inabarcables.

Sin embargo, las esencias del periodismo permanecen, y las bases de este libro apenas han necesitado cambios de fondo en estos años. Tampoco ahora, cuando acabo de revisar la decimonovena edición. Aquella inicial de 1997 estuvo pensada para los medios impresos, si bien cabía extraer analogías para la radio y la televisión. Y esta edición, como las inmediatamente anteriores, abarca también los diarios presentes en internet, pues igualmente se basan en la palabra y en la imagen.

El debate en 2022 se agudiza en torno a una futura pero cercana desaparición de los medios impresos, como indicaba asimismo en la introducción de la edición de 2014. Yo creo que eso no sucederá si los periódicos en papel se transforman, y sobre todo si respetan —y veneran incluso— la división entre los géneros periodísticos, para optar ahora por los que siempre tuvieron un lugar secundario frente al que ejercía como género estelar en el siglo XX: la noticia (que seguirá triunfando en los diarios digitales); es decir, si dan una presencia mayor a la crónica, al reportaje, a la entrevista, al análisis... En definitiva, si se especializan en explicar con honradez noticias verificadas y con buena redacción.

Las noticias básicas nos llegarán por todas partes, a menudo sin serlo realmente: sin comprobaciones, en forma de bulo o de rumor, con ausencia de datos relevantes o sin las versiones imprescindibles; pero la interpretación, la contextualización y la jerarquización de esas noticias constituirá un valor de primera magnitud; y para ello el periódico en papel constituye un soporte idóneo, frente a las dificultades que encuentran las noticias digitales para ser observadas en su jerarquía adecuada y su pertinente contexto. Sobre todo, si circulan por las redes sociales o se llega hasta ellas mediante un buscador. Es decir, si no se ven en el entorno de una publicación.

Hoy más que nunca debemos apelar a los pilares que hacen de la profesión periodística un servicio público: la obtención de informaciones en fuentes fiables, la verificación inmediata de los datos obtenidos, el contraste de versiones en el caso de que contemos hechos controvertidos o polémicos, el respeto a la intimidad y al honor de las personas, la separación entre información y opinión, la jerarquización de cuanto comunicamos y la expresión de juicios respetuosos basados en los hechos publicados bajo esas exigencias. En síntesis, la búsqueda imparcial de un relato veraz y, por lo tanto, completo y contextualizado. Y todo ello transmitido mediante la eficacia, la precisión y la belleza del lenguaje.

Para conseguir ese objetivo, entiendo fundamental la correcta división de los géneros informativos en función de la mayor o menor presencia del autor del texto en ellos, una de las aportaciones que pretendí plasmar en esta obra. El lector tiene derecho a saber, mediante códigos tipográficos claros y estables, ante qué tipo de género se encuentra en cada caso, igual que el espectador reclamará conocer antes de entrar en el cine si va a ver una película de terror o una comedia, una trama policiaca o un drama de amor imposible. La mezcla de géneros en una misma película le desconcertaría a buen seguro, y le resultaría difícil entender que las claves humorísticas del vodevil se cuelen en medio de una tragedia.

En periodismo, el género que escojamos resultará aún más decisivo, pues no sirve solamente para cumplir con la coherencia de unos rasgos de estilo específicos, sino para definir además ante el público qué grado de intervención personal y subjetiva ha vertido el autor en lo que narra: pequeña en el caso de la noticia, muy grande en el artículo de opinión, con sus escalones intermedios en la crónica, el reportaje, la entrevista, el análisis, la crítica... De ese modo, podremos decidir como lectores qué crédito concedemos a lo que se nos cuenta y hasta qué punto lo damos por aproximadamente objetivo o por claramente subjetivo.

 

Citas de autor. En esta edición he mantenido el criterio de extraer los ejemplos de los diarios impresos, con cita del medio y de los periodistas que los publicaron, tanto para bien como para mal. Los periodistas en general dedicamos gran parte de nuestra actividad a criticar a los demás, y por eso debemos soportar también que nuestro trabajo esté sometido a juicio, siempre que éste no rebase los principios éticos que compartimos.

He añadido y actualizado algunas de esas muestras, y he suprimido otras; pero no los errores míos que siempre reproduje aquí, edición tras edición. Incluso he incorporado alguno. Nadie está libre de ellos. Y siempre me parecerá más fiable alguien que reconoce sus equivocaciones que aquellas personas que jamás admiten haber cometido un desliz, un error, un lapsus, haber emitido un juicio excesivo hacia otro o haber difundido una apreciación falsa. Esas personas infalibles probablemente son las más inseguras de sí mismas, pues temen que el simple reconocimiento de una equivocación acabe con su autoestima o con su prestigio. Por el contrario, quien reconoce un error o admite una crítica está poniendo los remedios para no reincidir, y, lejos de parecer débil, dará sensación de seguridad en sí mismo y en su trayectoria.

En las firmas de los errores reflejados en estas páginas siguen figurando (junto conmigo, insisto) periodistas y escritores de primera magnitud, incluidos algunos de los jefes que tanto me enseñaron. Y muchos amigos. Estoy seguro de que todos seguirán aceptando con deportividad esta pequeña exposición pública de algún que otro despiste.

A menudo, los errores que aquí se puedan reflejar no serán culpa de quien firme la noticia. Puede haberse entrometido un editor descuidado (Karmentxu: aún recuerdo cómo estropeé involuntariamente un par de párrafos de tu reportaje sobre la caravana de mujeres que se dirigía a Plan en busca de los hombres solteros de aquel pueblo; y también cómo supiste perdonarme), o tal vez proceden de un dictado de urgencia, o quizás se deben a que alguien no arregló lo que el propio autor ya había observado como un fallo... Y más causas que en este momento ni sospechamos.

Las ediciones comentadas del Quijote hablan también de las equivocaciones del autor o de sus editores, sin que nadie haya osado rebajar por ello el mérito de Cervantes. Y cualquiera que se aplique a examinar minuciosamente el presente libro hallará desatinos en mi propia redacción, por supuesto.

Por tan

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