Hay un motivo para que haga estas cosas, para que hurgue en los papeles y en la vida de su madre como lo está haciendo. Es que su madre le pidió que, llegado el caso, se ocupara de leer las cartas y ordenar los libros, tal vez te interese alguno, los que no, dáselos a la Biblioteca Popular, le había dicho. Es la caja que está debajo de mi cama, no la tires sin leer las cartas.
La madre había logrado por fin poner un orden a su vida, y le pedía que sostuviera ese orden más allá de su muerte. Era un pedido extraño porque hacía tiempo que no se veían y las conversaciones telefónicas no eran extensas. Se lo pidió antes de ponerse grave, un poco antes de que Lina se mudara a su casa para acompañarla, antes de esa agonía que ahora era para ella una cadena de culpas; no sabe por qué insistió tanto con las cartas.
Dos meses atrás, en la última conversación que tuvieron por teléfono, porque las llamadas que vinieron después —monosílabos, breves frases cortadas por la debilidad estrepitosa de su madre, por la congoja de las dos— no fueron exactamente conversaciones, le había hablado otra vez de la caja y de las cartas: Me gustaría que vinieras unos días, ahora que todavía estoy bien, que viéramos eso juntas, quisiera decirte algunas cosas.
Bien hubiera podido dejar todo de lado y regresar, hacer lo que hizo Lina, dedicarse a acompañar a su madre en el tránsito a morir; pero ella ya ha visto morir a su abuela, y la sola idea de vivir todo eso una vez más la derrumbó; así que interpuso el trabajo, la beca, el Instituto de Romanística: Me encantaría pero no puedo, estoy con entrega de informes, más adelante me tomo un par de semanas.
Más adelante, dijo, y hubiera podido, claro que hubiera podido, del mismo modo en que ahora dejó todo en Munich para venir a arreglar las cosas, para meterse en estos papeles, visitar su tumba. Si no se hubiera tratado de su madre, si no la hubieran antecedido la enfermedad y la muerte de su abuela, si entre las dos hubiera sucedido algo alguna vez además del vacío y de la ausencia, cree que hubiera podido.
Entraba y las veía juntas. Me moría de envidia porque ellas estaban unidas. Madre e hija. La cita es de Doris Lessing y está grabada a fuego en su memoria, pero no se puede aplicar a su madre y a ella. Consideró, casi podría decir que con resignación, que la vida de cada uno es en buena parte la consecuencia de los actos de los padres, el residuo de lo que ellos hicieron o ignoraron... Sin embargo, la avergonzó —en esas circunstancias— reconocer todavía en ella el impulso de decir algo que hiriera a su madre, que le doliera enormemente, algo que ciertamente no dijo y que ya no podrá decirle.
Está segura entonces de que su madre quiso esto que ella hace ahora y ella también lo quiere: meterse en sus cosas sin pudor, llegar también hasta su padre —tan diluido que parece no haber existido nunca— y a lo que pudo haber sido la vida de los dos corriendo detrás de todos los necesitados del mundo, sin preguntarse qué necesitaba su hija..., a su propia vida también en un comienzo, tan en el comienzo que no la puede recordar. Comprende que llega un momento en que cada uno debe conformarse con lo que le tocó, que no es posible tener otros padres que los que se tuvieron, y sabe que ésta puede ser una oportunidad para conocer a quien es para ella una desconocida. De manera que podría decirse que ella es hoy, a poco de morir su madre, una hija que la está buscando. Una hija que hace nacer a la madre de entre unos papeles, unas cartas.

En algún momento, hace muchos años, antes que ella naciera, su madre había viajado de incógnito al sur, en las peores épocas de su país, al borde de un golpe de Estado y en la inminencia de una dictadura atroz, y ahí había recibido —lo está dilucidando ahora— cartas. Cartas que le escribían sus abuelos —su abuela sobre todo—, sus tíos por entonces jóvenes, y algunas otras enviadas por amigos, por algún amor efímero, también por su padre, en aquel tiempo novio o, como solía decirse, compañero de su madre, disuelto después en las imprecisiones familiares, hasta quedar sin historia y sin rostro; por su padre y por circunstanciales relaciones de trabajo o de no sabe qué, vidas anodinas que existen ahora ante sus ojos porque alguna vez inclinaron la cabeza sobre una hoja en blanco y escribieron Querida Julia.
Querida Julia,
...quise serte franco (es lo menos que puedo hacer, si me digo que te quiero), y contarte, mi “pequeña” cuestión personal. Fue porque estaba aquí y encontré aquellas cartas de que te hablé, que me convertí en otro, en este que soy ahora, y abandoné todo, o casi todo, también a mí mismo, y miré el mundo y mi vida de otra forma, sin apegarme a nada, y me hice un poco adicto a los tranquilizantes...
Después nos conocimos y empecé a trabajar para el Partido y a ilusionarme con un mundo mejor y todo lo que ya sabés. Sé que fue bueno que lo intentáramos, las marchas, el trabajo en el barrio... todo excitante, pero ahora, con las cosas como están y con vos metida ahí adentro, ya no puedo. Entendeme que no puedo, Julia. Me angustio, me deprimo, necesito un poco de paz en mi corazón. Sé que te resultará duro que te diga que ya no podemos seguir, pero no me da para meterme donde estás y acompañarte, por mucho que te quiera no me da, por eso creo que es mejor dejar que las cosas vengan de cualquier modo, sin planificarlas tanto.Ya sabés que planificar es algo que me angustia, Julia, que prefiero vivir la vida como se presenta.
Te debo muchas cosas, más de lo que le debo a nadie, pero vos sabés que eso no es suficiente, que seguir sólo por eso nos haría daño, te haría daño también a vos. Bueno, como te imaginarás, en estos días aquí, buscando lo que ya no existe en ninguna parte, estuve pensando mucho hasta tomar esta decisión. Perdoná lo confuso de la carta, sólo que no quería desaparecer de tu vida sin una explicación y tampoco sabía cómo decírtelo, pero alguna vez debía decirlo y me parece mejor así, por escrito.
Espero no haberte lastimado...
Después, encontró un pequeño papel, una hoja amarilla arrancada de un cuaderno, con una breve anotación:
Ahora sé de una canción de África, de la jirafa y de la luna nueva africana tendida de espaldas, de los arados en los campos y de los rostros sudorosos de los recolectores de café. Pero... ¿sabrá África una canción sobre mí? ¿Vibrará el aire de la llanura con un color que yo he llevado? ¿Los niños inventarán un juego...
interrumpida para ser tal vez continuada en otra hoja de cuaderno. Pero aunque la frase estaba inconclusa, reconoció de Karen Blixen su África mía. Blixen decía África, África, África mía, como su madre hubiera podido decir Patagonia. O como ella misma quisiera decir ahora Argentina.
Perdoná lo confuso de la carta, sólo que no quería desaparecer de tu vida sin una explicación y tampoco sabía cómo decírtelo...Volvió varias veces a esas líneas, hasta que empezó a invadirla la convicción de que se trataba de una carta de su padre y entonces descubrió que no conocía la letra de su padre, que él nunca le había mandado una carta, ni ella había tenido jamás una nota, una indicación escrita a mano por él.
…en domingo contesto tu carta mientras papá duerme la siesta. Lina no vino, así que estuvimos solos los tres y comimos canelones y gallina hervida con ensalada, todo de mi granja, después fuimos a dar una vuelta (manejó Pippo).Yo no quería ir pero si no voy tu papá se enoja así que fui, hablamos de chinchillas y por supuesto de un viaje al sur, para verte (siempre decimos lo mismo y después volvemos a la realidad y nos quedamos en casita). A propósito de casita, está quedando hermosa, más de lo que creíamos, en la cocina vamos a poner azulejos decorados en celeste y piletas de acero inoxidable, ¡un sueño! A veces me digo ¡cuánto gasto!, pero si tu padre quiere darse el gusto, que se lo dé. Separamos la galería en dos, y queda una partecita en la que hemos puesto una mesa con sillas, donde te estoy escribiendo, vieras qué hermoso, pondré algunas plantas, y pueda ser que tengamos ordenado, así luce mejor.
Lina ayer tenía un parcial, le prendí una vela a la Virgen, ojalá le haya ido bien. No te imaginás lo contenta que estuvo de escuchar tu voz, estaba emocionada, me dijo que te había dicho que yo estoy contenta y lo estoy, es cierto, me parece que allá estás más segura, no te conocen y podés empezar una vida nueva, estoy convencida de que es así, vos sabés que tengo un sexto sentido.
Dice el cura que ya te va a escribir, le di noticias tuyas y estaba muy contento, el día de San José pidió una oración para todos los jóvenes que estaban lejos, tuve que contenerme para no llorar, me tocó muy de cerca. No me animé a darle una dirección para que te escriba porque me recomendaste tanto que no le diga a nadie dónde estás, así que cuando me la pidió le dije que era mejor que me diera a mí la carta, así no tiene que ponerse en gastos, y nosotros te la mandábamos. Lo que te pido es que si te escribe le contestes contándole un poco de tus cosas, realmente el cura te quiere mucho, y a lo mejor espera que le digas que cambiaste en algo tus ideas. Cualquier día que tenga ganas le voy a enseñar la foto que nos mandaste. No nos cansamos de mirarla, estás igual, algo más flaca me parece.
Quería decirte también, aunque quién sabe cuánto falta (y creeme que es un tiempo que no siento, porque las cartas me hacen bien y es como si estuviéramos en la misma casa, mejor todavía, porque no peleamos), que cuando decidas volver avises con tiempo, que no lo tome por sorpresa a papá, porque me da miedo que le haga mal, es mejor que lo sepa antes, es muy sensible a estas cosas, mucho más que yo, que ni bien te vea me voy a poner a rezongar, ya sé que falta todavía para eso, pero es mejor que lo sepas con tiempo.
Nuestra visita allá depende de muchas cosas, ¡si pudiéramos venderle chinchillas a don Mistroji, se las llevaríamos nosotros, sería hermoso! —ahora vamos a terminar esto y después veremos. Acá las cosas van un poco mejor, podemos hacer algún arreglo en la casa y comprar alguna ropa. Ni bien pueda te mando las sábanas, así dormís más cómoda, a mí también me hacen falta, ya no tengo nada, trapos, pero queremos terminar antes con esto de la casa, así que si no lo tomás a mal va a ser un poco más adelante cuando vea el arreglo ya casi terminado.
Hay gripe, cuidate mucho. Hace tiempo que no veo a Alicia ni a Mirta, ayer Alicia fue a buscar su diploma (que es sin ceremonias, porque viste que ahora no se puede hacer reuniones, así que todo es de tú a tú). Dice que después verá qué hace, la veo mal, me parece (como idea mía nomás) que vivir acá no le gusta.
Con ésta, papá te va a mandar los precios de las chinchillas. Anoche Pippo fue al cine a ver “Infierno en la torre”, le gustó mucho ¿ahí hay cine? ¿podés ir? ¿o tenés que quedarte nomás adentro de la casa? Si es así, contame qué hacés, qué costumbres tiene esa gente (¿podés estar con ellos, o tenés que quedarte siempre abajo?) y cómo pasás el tiempo, ¿tenés algún libro?
Ruego por que las cosas no se te hagan tan difíciles y puedas desenvolverte y seguir adelante… cariños de todos y un beso de
Tu madre
Cuando era una recién nacida, su padre pudo haberla tenido en brazos en los ratos que le dejaba libre el trabajo en una escuela, en una casa de comercio o en un banco. Pudo haberla tenido en brazos, pero no la tuvo. Sabe que eso no sucedió, que no pudo haber pasado, que su padre —¡se lo dijeron tantas veces sus abuelos!— se fue del país cuando ella tenía un mes, antes incluso —mucho antes— de que la anotaran, de que tuviera un nombre, una identidad... Sabe, además, que en la época en que fue concebida él atravesaba una de sus tantas crisis depresivas; que tal vez fue eso lo que le evitó males mayores, porque lo detuvieron por averiguaciones en el destacamento del aeropuerto de Trelew en un momento en que vivía indiferente a todo y a todos y al poco tiempo lo dejaron en libertad, y que fue un hombre que, hasta donde ella sabe, nunca tuvo un trabajo, por lo menos no en el sentido en que suele entenderse esa palabra.
mamá,
te escribo cortito... unas líneas para decirte que me emocioné mucho cuando estaba en Realicó, y estaba cansada —más muerta que viva— y hubiera querido volverme y te llamé y no funcionaba el teléfono y no podía hablar pero te escuchaba diciendo “hola? holaaa...” hasta que pude charlar un rato con vos. Estuvo lindo, me vino bien, me emocioné... no te preocupes tanto, te quiero, besos y escribime a esa dirección que te di (la dirección es sólo para vos/ustedes, no se la den a nadie), esa gente me recibirá las cartas, yo cuando pueda voy a ir a buscarlas ahí.
besos
J.
La letra de su madre, la letra y la inicial de su nombre al pie de la letra, pero ¿por qué estaba esa carta de su madre en la caja, cuando las cartas están hechas para ser enviadas? Una carta de su mamá a su abuela, una nota, apenas unas líneas que su madre no envió y que su abuela murió sin leer. Pensó que en su vida adulta ella nunca le había escrito una carta de ese tenor a su madre, que no las había unido jamás una emoción como ésa, no podía hablar pero te escuchaba diciendo hola? holaaa...
Sobre todo esa frase... le parece que escucha a su madre camino a la Patagonia, diciendo eso desde un lugar llamado Realicó. A su madre ahora muerta, enviándole a su abuela también muerta, con una voz joven que no le conoció, una voz desde siempre muerta para ella, un mensaje de amor ahora también muerto. Le duele que su abuela nunca haya recibido esa carta, que esas palabras hayan quedado —no sa