Pantaleón y las visitadoras

Mario Vargas Llosa

Fragmento

prologo dedicat

A José María Gutiérrez

cita

Il y a des hommes n’ayant
pour mission parmi les autres
que de servir d’intermédiaires; on
les franchit comme des ponts,
et l’on va plus loin.

FLAUBERT,
L’éducation sentimentale

cap1

I

—Despierta, Panta —dice Pochita—. Ya son las ocho. Panta, Pantita.

—¿Las ocho ya? Caramba, qué sueño tengo —bosteza Pantita—. ¿Me cosiste mi galón?

—Sí, mi teniente —se cuadra Pochita—. Uy, perdón, mi capitán. Hasta que me acostumbre vas a seguir de tenientito, amor. Sí, ya, se ve regio. Pero levántate de una vez, ¿tu cita no es a?

—Las nueve, sí —se jabona Pantita—. ¿Dónde nos mandarán, Pocha? Pásame la toalla, por favor. ¿Dónde se te ocurre, chola?

—Aquí, a Lima —contempla el cielo gris, las azoteas, los autos, los transeúntes Pochita—. Uy, se me hace agua la boca: Lima, Lima, Lima.

—No sueñes, Lima nunca, qué esperanza —se mira en el espejo, se anuda la corbata Panta—. Si al menos fuera una ciudad como Trujillo o Tacna, me sentiría feliz.

—Qué graciosa esta noticia en El Comercio —hace una mueca Pochita—. En Leticia un tipo se crucificó para anunciar el fin del mundo. Lo metieron al manicomio pero la gente lo sacó a la fuerza porque creen que es santo. ¿Leticia es la parte colombiana de la selva, no?

—Qué buen mozo te ves de capitán, hijito —dispone la mermelada, el pan y la leche sobre la mesa la señora Leonor.

—Ahora es Colombia, antes era Perú, nos la quitaron —unta de mantequilla una tostada Panta—. Sírveme otro poquito de café, mamá.

—Cómo nos mandaran de nuevo a Chiclayo —recoge las migas en un plato y retira el mantel la señora Leonor—. Después de todo, allá hemos estado tan bien ¿no es cierto? Para mí, lo principal es que no nos alejen mucho de la costa. Anda, hijito, buena suerte, llévate mi bendición.

—En el nombre del Padre y del Espíritu Santo y del Hijo QUE MURIÓ EN LA CRUZ —eleva los ojos a la noche, baja los ojos a las antorchas el Hermano Francisco—. Mis manos están amarradas, el leño es ofrenda, ¡persígnense por mí!

—Me espera el coronel López López, señorita —dice el capitán Pantaleón Pantoja.

—Y también dos generales —hace ojitos la señorita—. Entre nomás, capitán. Sí, ésa, la puerta cafecita.

—Aquí está el hombre —se levanta el coronel López López—. Adelante, Pantoja, felicitaciones por ese nuevo fideo.

—La primera nota en el examen de ascenso y por unanimidad del jurado —estrecha una mano, palmea un hombro el general Victoria—. Bravo, capitán, así se hace carrera y Patria.

—Siéntese, Pantoja —señala un sofá el general Collazos—. Póngase cómodo y agárrese bien para oír lo que va a oír.

—No me lo asustes, Tigre —mueve las manos el general Victoria—. Se va a creer que lo mandamos al matadero.

—Que para comunicarle su nuevo destino hayan venido los jefazos de Intendencia en persona, le indica que la cosa tiene sus bemoles —adopta una expresión grave el coronel López López—. Sí, Pantoja, se trata de un asunto bastante delicado.

—La presencia de estos jefes es un honor para mí —hace sonar los talones el capitán Pantoja—. Caramba, me deja usted muy intrigado, mi coronel.

—¿Quiere fumar? —saca una

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