Índice
David Foster Wallace Portátil
Nota
FICCIÓN
El planeta Trilafon y su ubicación respecto a Lo Malo
Fuera de este mundo, por Javier Calvo
De La niña del pelo raro
Animalitos inexpresivos
Mi aparición
La niña del pelo raro
Todo lo que sabemos del amor lo aprendimos viendo la tele (o Una oda a los ojos en reposo de DFW), por Luna Miguel
De Entrevistas breves con hombres repulsivos
Historia radicalmente concentrada de la era postindustrial
E.B. n.º 14, VIII – 1996
E.B. n.º 28, II -1997
E.B. n.º 40, VI – 1997
En lo alto para siempre
La persona deprimida
Hielo quemado, por Antonio J. Rodríguez
De Extinción
Encarnaciones de niños quemados
El neón de siempre
Extinción
Aquí el autor, por Rodrigo Fresán
MATERIALES LECTIVOS
Introducción, por Sally Foster Wallace
NO FICCIÓN
De Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer
Deporte derivado en el corredor de los tornados
Dejar de estar bastante alejado de todo
Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer
Hombre que mira, por Leila Guerriero
De Hablemos de langostas
Algunos comentarios sobre lo gracioso que es Kafka, de los cuales probablemente no he quitado bastante
La vista desde la casa de la señora Thompson
Hablemos de langostas
Hablemos de DFW, por Alberto Fuguet
De En cuerpo y en lo otro
La naturaleza de la diversión
Borges en el diván
Simples preguntas
David Foster Wallace, el genio que no supo divertirse, por Inés Martín Rodrigo
EPÍLOGO, por Andrés Calamaro
Suicidios
La balada de Foster Wallace
Sobre este libro
Sobre David Foster Wallace
Créditos
Notas
NOTA
Cuando en 1996 se publicó en Estados Unidos La broma infinita, yo acababa de entrar a trabajar en la editorial Grijalbo Mondadori. Llevado por el entusiasmo de la recepción crítica y por un apasionamiento más propio de la bisoñez, me apresté a solicitar los derechos de publicación de la novela. Estos acababan de ser adquiridos por otra editorial con más dinero, tablas y pedigrí, pero la fortuna hizo que, al poco, recibiera un comunicado del agente literario original en el que se me decía que la editorial española se había echado atrás y que los derechos de publicación en lengua española volvían a estar libres. No tardé en comprender que los costes de producción de un libro de más de mil doscientas páginas y la enorme dificultad de la traducción debían de tener mucho que ver con la decisión de devolver los derechos. Cuando finalmente publicamos el tomazo, tres años después, la edición de Literatura Mondadori, con una foto en cubierta que haría fortuna, fue, junto a la italiana, la primera traducción en ver la luz. Y lo que es más importante: a partir de ese primer instante el libro y el autor se convertirían en los buques insignia del sello editorial, honor compartido, en lengua española, con Gabriel García Márquez y Cien años de soledad.
Con los años fuimos publicando a ritmo constante alguno de sus libros anteriores y todos los que vinieron a continuación. Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, Entrevistas breves con hombres repulsivos, Hablemos de langostas, Extinción o La chica del pelo raro son libros con títulos afortunados, y son libros que siempre han estado en el catálogo de la editorial, tanto en formato trade como en bolsillo o, más recientemente, en digital. Quedaron fuera su primera novela, La escoba del sistema (publicada hace pocos años por otra editorial) y un par de ensayos, uno sobre la música rap y otro sobre matemáticas.
David Foster Wallace ha tenido en nuestra lengua la fortuna de ser considerado eso que se denomina «autor de culto», un escritor con un grupo de seguidores no enorme pero sí muy fiel y entregado. Su suicidio en plena madurez creativa, su imagen característica con la bandana, las polémicas constantes hicieron de él un referente de la cultura pop, con su rostro asomando en tazas y camisetas, su mundo homenajeado en letras de rock, su vida reflejada en biografías y, más recientemente, películas. Sus libros se venden en español con acompasada regularidad y todos los títulos se reimprimen no año tras año pero sí en más de una ocasión.
Siguen siendo muchos quienes asocian las dos marcas, quienes parecen creer que Literatura Mondadori (Literatura Random House de un tiempo a esta parte) nació para dar buena cuenta de David Foster Wallace, cuando lo cierto es que el Mondadori español nació para dar cuenta del otro autor que comentábamos al principio: Gabriel García Márquez. Pero también es cierto que el escritor norteamericano fue publicado por primera vez en español en el sello Literatura Mondadori, y que es en él donde ha desarrollado, como decía, casi toda su carrera. Con estos antecedentes, a nadie le extrañó que después de publicar los textos que el autor dejó tras su muerte en 2008 (la novela El rey pálido y dos extraordinarios libros de relatos, artículos y ensayos) prosiguiéramos con la edición de dos pequeños volúmenes: la conferencia Esto no es agua y, hace tan solo unos meses, la recopilación de artículos El tenis como experiencia religiosa.
Se cumple este año el vigésimo aniversario de la publicación original de La broma infinita, motivo por el que lanzamos al mercado una edición conmemorativa. La editorial norteamericana de Wallace convocó un concurso para encontrar un diseño de portada para su edición. Nosotros nos hemos basado en una de las finalistas, tomando la cinta de vídeo asesina, elemento clave de la trama, pero sobre un fondo azul, el color omnipresente de la novela.
Pero como si el libro sobre el tenis y la edición conmemorativa no nos parecieran suficientes, acabamos el año publicando esta exhaustiva selección de relatos, artículos, ensayos y materiales lectivos del autor. Con un largo relato inédito encabezándolo, no se trata de un Reader al uso. Hemos dejado fuera las novelas, porque creemos que las novelas, por más que las del autor que nos ocupa se presten a ser fragmentadas, hay que leerlas enteras. También han quedado fuera de esta selección los libros publicados póstumamente. Queríamos disponer de un Wallace portátil, un compañero de viaje, un libro manejable, de ahí el título y la selección acotada. Pero la gran apuesta que nos hemos marcado es la de ofrecer al público un David Foster Wallace «de nuestra lengua». De este modo, en lugar de recurrir a los críticos, escritores o especia