Destino (Inmortales 6)

Alyson Noël

Fragmento

Capítulo uno

Damen alarga el brazo hacia mí y me agarra del hombro con la esperanza de frenarme, de que vuelva con él, pero sigo avanzando. No puedo permitirme perder tiempo cuando estamos tan cerca, cuando ya casi hemos llegado.

Chorrea inquietud como un parabrisas chorrea lluvia, y esa inquietud no disminuye en absoluto cuando se pone a mi altura, alcanza mi ritmo y enlaza sus dedos con los míos.

—Deberíamos regresar. Este no puede ser el sitio. No se parece ni de lejos.

Su mirada recorre la distancia que hay desde el perturbador paisaje hasta mi rostro.

—Tienes razón —reconozco—. No es igual, ni de lejos. Titubeo en el perímetro, respirando deprisa y con el corazón acelerado. Me tomo un instante para mirar a mi alrededor antes de aventurarme a dar otro paso. Un pequeño avance seguido de otro, hasta que mis pies se hunden tanto en la tierra enfangada que desaparecen por completo.

—¡Ever, espera!

—Lo sabía —susurro de forma apenas audible, aunque no necesito hablar para que Damen me oiga; nos resulta muy fácil comunicarnos mediante telepatía—. Es igual que el sueño. Es…

Me mira sin decir nada.
—Bueno, es lo que me esperaba. —Echo un vistazo hacia un lado. Mis ojos azules se encuentran con sus ojos oscuros y le sostienen la mirada. Quiero que vea lo que veo yo—. Todo esto, todo lo que ves aquí, es como… es como si todo hubiese cambiado por mí.

Damen se arrodilla a mi lado, extiende los dedos sobre mi espalda y sube y baja la palma de su mano por mi columna vertebral dibujando círculos lentos. Aunque le gustaría tranquilizarme y refutar todo lo que acabo de decir, opta por tragarse sus palabras. Diga lo que diga, por muy convincentes y sólidos que puedan ser sus argumentos, sabe que no servirán de nada. Sabe de sobra que no voy a cambiar de opinión.

Oí a la anciana. Damen la oyó. Vimos cómo señalaba, y también su mirada acusadora; escuchamos la hechizante cadencia de su canción espeluznante, con su letra críptica y su persistente melodía.

La advertencia que me hizo solo a mí.

Y ahora esto.

Suspiro y miro fijamente la tumba de Haven, por llamarla de algún modo. El punto en el que hace solo unas semanas cavé hondo para enterrar sus pertenencias, todo lo que quedaba de ella; la ropa que llevaba cuando envié su alma a Shadowland. Un punto que juzgué elegido y sagrado, y que ahora encuentro transmutado, transformado. La tierra que fue fértil se ha convertido en una masa húmeda, empapada, sin señal alguna de las flores que manifesté, sin vida de ninguna clase. El aire ya no brilla, no reluce; es imposible distinguir

esta zona del lado oscuro de Summerland con el que me topé. Resulta tan desolada, tan ominosa, tanto en su aspecto como en la sensación que produce, que Damen y yo somos las únicas criaturas dispuestas a aventurarnos en sus proximidades.

Las aves permanecen en el perímetro, esa alfombra de hierba que se encoge sobre sí misma y que así me demuestra con más claridad que nunca que ha cambiado por mí.

Como si fuese fertilizante arrojado sobre una zona de malas hierbas, cada una de las almas inmortales que he enviado a Shadowland ha contaminado e infectado Summerland, creando su opuesto, su sombra, un yin indeseado para su yang. Un lugar tan oscuro, tan sombrío y tan hostil que ni la magia ni la manifestación pueden existir en él.

—Esto no me gusta —dice Damen con voz tensa y mirada inquieta, ansioso por marcharse.

Y aunque a mí tampoco me gusta, aunque tengo las mismas ganas que él de dar media vuelta y no mirar atrás, no es tan sencillo.

Han transcurrido pocos días desde mi última visita y, a pesar de saber que hice lo que debía, a pesar de saber que no tuve más remedio que matar a Haven, mi antigua mejor amiga, me veo forzada a regresar, a pedir perdón por mis acciones y también por las de ella. Y ese breve período de tiempo ha bastado para que este lugar pase de la luz a la oscuridad, para que se cubra de tinieblas y barro, para que desaparezca la vegetación. Y es a mí a quien corresponde impedir que el mal siga extendiéndose.

Impedir que empeore.
—¿Qué es lo que viste exactamente en ese sueño? —me pregunta Damen con voz más suave, mientras sus ojos me observan con detenimiento.

Inspiro con fuerza y hundo los talones en el suelo. Los bolsillos de mis viejos vaqueros desgastados se manchan de barro, pero en realidad no me importa. Puedo manifestar otro par nuevo y limpio tan pronto como salgamos de aquí. Dada la situación, mi ropa es la menor de mis preocupaciones.

—No es un sueño nuevo. —Me vuelvo y, al mirarle a los ojos, veo el destello de sorpresa que le cruza el rostro—. Lo tuve otra vez, hace mucho tiempo. Justo antes de que decidieses dejarme sola para que pudiese elegir entre Jude y tú. —Traga saliva y da un leve respingo ante el desagradable recuerdo. Eso hace que me sienta mal; no era lo que yo intentaba decir—. Entonces creí que Riley me lo había enviado. Al fin y al cabo, ella salía en el sueño, y parecía muy vibrante y… viva. —Sacudo la cabeza—. Bueno, tal vez fuese ella o tal vez fuesen solo imaginaciones mías, de tanto como la echaba de menos. Sin embargo, cuando ella llamó mi atención, comprendí que quería que te viese a ti. Lo importante del sueño eras tú.

—Y… —apunta con los ojos muy abiertos y la mandíbula rígida, preparado para lo peor.

—Y… era como si estuvieras atrapado en una prisión de cristal alta y rectangular, y luchases con todas tus fuerzas por escapar. Pero por más que te esforzabas no podías liberarte. Aunque yo intentaba ayudarte y de llamar tu atención para que pudiésemos colaborar, era como… como si no me vieses. Yo estaba ahí, al otro lado del cristal, pero daba la impresión de que te era invisible. No percibías mi presencia. No veías lo que estaba justo ahí, delante de ti…

Su gesto de asentimiento me dice que su lado lógico, ese que aprecia las explicaciones metódicas y las soluciones sencillas, está deseando tomar el relevo.

—Una situación clásica en los sueños —dice, relajando la frente en un gesto de alivio—. En serio. Me da la impresión de que crees que no te presto suficiente atención, o que no te escucho de verdad, o quizá incluso…

Pero antes de que pueda seguir le corto en seco:
—Créeme, no era la clase de sueño que sale en cualquier libro sobre interpretación de los sueños. En el sueño de esta noche, y también en el que tuve hace tiempo, cuando te dabas cuenta de que no podías resistirte, cuando te dabas cuenta de que estabas atrapado para siempre… bueno, te rendías. Dejabas caer los puños, cerrabas los ojos y te desvanecías. Te adentrabas en Shadowland.

Traga saliva con fuerza e intenta tomárselo bien, pero no lo consigue. Está claro que se siente tan afectado como yo me sentí al soñarlo.

—Y luego, justo después de eso, todo desapareció. Y al decir «todo» me refiero a ti, a la prisión de cristal, al estrado… a todo. Lo único que quedaba era un terreno oscuro y empapado, muy parecido a este en el que nos hallamos. —Aprieto los labios y veo la escena en mi mente con tanta claridad que es como si me encontrase sumergida en ella—. Pero esa última parte era nueva. Me refiero a que no aparecía en el sueño original. Aun así, en cuanto me desperté supe que los dos sueños no solo estaban relacionados entre sí, sino que además se relacionaban con este sitio. Supe que tenía que venir aquí, que debía verlo por mí misma y comprobar si estaba en lo cierto. Siento haberte arrastrado a ti.

Contemplo su pelo despeinado, la camiseta suave y arrugada y los vaqueros desgastados, prendas reunidas a toda prisa

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