La batalla del laberinto (Percy Jackson y los dioses del Olimpo 4)

Rick Riordan

Fragmento

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1

Me enzarzo en una pelea con el equipo de animadoras

Lo último que deseaba hacer durante las vacaciones de verano era destrozar otro colegio. Sin embargo, allí estaba, un lunes por la mañana de la primera semana de junio, sentado en el coche de mamá frente a la Escuela Secundaria Goode de la calle Ochenta y una Este.

Era un edificio enorme de piedra rojiza que se levantaba junto al East River. Delante había aparcados un montón de BMW y Lincoln Town Car de lujo. Mientras contemplaba el historiado arco de piedra, me pregunté cuánto tiempo iban a tardar en expulsarme de allí a patadas.

—Tú relájate —me aconsejó mamá, aunque ella no me pareció demasiado relajada—. Es sólo una sesión de orientación. Y recuerda, cariño, que es la escuela de Paul. O sea, que procura no... Bueno, ya me entiendes.

—¿Destruirlo?

—Eso.

Paul Blofis, el novio de mamá, estaba en la entrada dando la bienvenida a los futuros alumnos de primero de secundaria que iban subiendo la escalera. Con el pelo entrecano, la ropa tejana y la chaqueta de cuero, a mí me parecía un actor de televisión, pero en realidad no era más que profesor de Lengua. Se las había arreglado para convencer a la escuela Goode de que me aceptaran en primero, a pesar de que me habían expulsado de todos los colegios a los que había asistido. Yo ya le había advertido de que no era buena idea, pero no sirvió de nada.

Miré a mamá.

—No le has contado la verdad sobre mí, ¿verdad?

Ella se puso a dar golpecitos nerviosos en el volante. Iba de punta en blanco, con su mejor vestido, el azul, y sus zapatos de tacón. Tenía una entrevista de trabajo.

—Me pareció que era mejor esperar un poco —reconoció.

—Para que no salga corriendo del susto.

—Estoy segura de que todo irá bien, Percy. Es sólo una mañana.

—Genial —mascullé—. No pueden expulsarme antes de haber empezado el curso siquiera.

—Sé positivo: ¡mañana te vas al campamento! Después de la sesión de orientación tienes esa cita...

—¡No es ninguna cita! —protesté—. ¡Es sólo Annabeth, mamá!

—Viene a verte expresamente desde el campamento.

—Vale, sí.

—Os vais al cine.

—Ya.

—Los dos solos.

—¡Mamá!

Alzó las manos, como si se rindiera, pero noté que estaba conteniendo la risa.

—Será mejor que entres, cariño. Nos vemos esta noche.

Ya estaba a punto de bajarme cuando eché otro vistazo a la escalera y vi a Paul Blofis saludando a una chica de pelo rojizo y rizado. Llevaba una camiseta granate y unos tejanos andrajosos personalizados con dibujos hechos con rotulador. Cuando se volvió, vislumbré su cara un segundo y se me erizó el vello de los brazos.

—Percy —dijo mi madre—, ¿qué pasa?

—Na...da —tartamudeé—. ¿Hay alguna entrada lateral?

—Al final del edificio, a la derecha. ¿Por qué?

—Nos vemos luego.

Mi madre iba a decirme algo, pero yo bajé del coche y eché a correr con la esperanza de que la pelirroja no me viese.

¿Qué hacía aquella chica allí? Ni siquiera yo podía tener tan mala suerte.

Sí, seguro. Estaba a punto de descubrir que sí, que mi suerte podía llegar a ser mucho peor.

Colarme a hurtadillas en la escuela no fue una buena idea. En la entrada lateral se habían apostado dos animadoras con uniforme morado y blanco para acorralar a los novatos.

—¡Hola! —me saludaron con una sonrisa. Supuse que era la primera y última vez que unas animadoras iban a mostrarse tan simpáticas conmigo. Una era una rubia de ojos azules y mirada glacial. La otra, una afroamericana, tenía el pelo oscuro y ensortijado, igual que la Medusa (sé de lo que hablo, créeme). Ambas llevaban su nombre bordado en el uniforme, pero debido a mi dislexia las letras me parecieron una ristra de espaguetis carente de significado.

—Bienvenido a Goode —me dijo la rubia—. Te va a encantar.

Sin embargo, mientras me miraba de arriba abajo su expresión parecía decir: «Pero ¿quién es este desgraciado?»

La otra chica se acercó a mí hasta hacerme sentir incómodo. Examiné el bordado de su uniforme y descifré «Kelli». Olía a rosas y otra cosa que me recordó las clases de equitación del campamento: la fragancia de los caballos recién lavados. Era un olor un poco chocante para una animadora. Quizá tenía un caballo o algo así. El caso es que se me acercó tanto que tuve la sensación de que iba a empujarme por las escaleras.

—¿Cómo te llamas, pazguato?

—¿Pazguato?

—Novato.

—Ah... Percy.

Las chicas se miraron.

—Ajá. Percy Jackson —dijo la rubia—. Te estábamos esperando.

Sentí un escalofrío. Ay, ay, ay... Me bloqueaban la entrada sonriendo de un modo ya no tan simpático. Me llevé instintivamente la mano al bolsillo, donde guardaba mi bolígrafo letal, Contracorriente.

Entonces se oyó otra voz procedente del interior del edificio.

—¿Percy?

Era Paul Blofis, que me llamaba desde el vestíbulo. Nunca me había alegrado tanto de oír su voz.

Las animadoras retrocedieron. Tenía tantas ganas de dejarlas atrás que sin querer le di a Kelli un rodillazo en el muslo.

Clonc.

Su pierna produjo un ruido hueco y metálico, como si le hubiese dado una patada a una farola.

—Ayyy —murmuró entre dientes—. Anda con ojo... pazguato.

Bajé la mirada, pero la chica parecía completamente normal y yo estaba demasiado asustado para hacer preguntas. Llegué corriendo al vestíbulo, mientras ellas se reían a mis espaldas.

—¡Aquí estás! —exclamó Paul—. ¡Bienvenido a Goode!

—Hola, Paul... esto... señor Blofis. —Lancé una mirada atrás, pero las extrañas animadoras ya habían desaparecido.

—Cualquiera diría que acabas de ver un fantasma.

—Sí, bueno...

Paul me dio una palmada en la espalda.

—Oye, ya sé que estás nervioso, pero no te preocupes. Aquí hay un montón de chicos con Trastorno Hiperactivo por Déficit de Atención y dislexia. Los profesores cono

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