Herejía

C.J. Sansom
C.J. Sansom

Fragmento

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Contenido

Nota del autor

Personajes principales y su posición en el espectro político-religioso

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Epílogo

Agradecimientos

Nota histórica

Sobre el autor

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A Roz Brody, Mike Holmes, Jan King
y William Shaw, el incondicional grupo de escritores,
por todas sus sugerencias y comentarios sobre Herejía,
como sobre mis anteriores siete libros.

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Nota del autor

Los detalles de las diferencias religiosas en el siglo XVI en Inglaterra pueden parecer hoy carentes de importancia, pero en la década de 1540 constituían, literalmente, cuestiones de vida o muerte. Enrique VIII había rechazado la supremacía del Papa sobre la Iglesia de Inglaterra en 1532-1533, pero durante el resto de su reinado osciló entre mantener la liturgia católica tradicional o promover las prácticas protestantes. Aquellos que deseaban mantener las costumbres tradicionales —algunos de los cuales habrían querido volver a la autoridad de Roma— eran llamados conservadores, tradicionalistas o incluso papistas. Los que, en cambio, pretendían la instauración de las prácticas luteranas, y más tarde calvinistas, eran llamados radicales, reformistas o protestantes. Los términos «conservador» y «radical» no tenían entonces la connotación de reforma social que adquirirían más tarde. Fueron muchos los que se pasaron de un bando a otro entre 1532 y 1538, bien por genuinas creencias o por oportunismo. Algunos radicales religiosos, aunque no todos, pensaban que el Estado debía hacer más para aliviar la pobreza. Pero tanto los radicales como los conservadores se horrorizaban ante las ideas de los anabaptistas. Estos, una escasa minoría pero una pesadilla para la élite política, creían que el verdadero cristianismo significaba la puesta en común de todos los bienes.

La piedra de toque de una fe aceptable en 1546 era la adhesión a la doctrina tradicional católica de la transubstanciación: el dogma de que cuando el sacerdote consagra el pan y el vino durante la eucaristía, estos quedan transformados físicamente en el cuerpo y la sangre de Cristo. Esta era una creencia tradicionalista de la que Enrique VIII jamás se apartó. En su Acta de los Seis Artículos de 1539 declaró traición negar esta doctrina, so pena de arder en la hoguera. La otra cuestión principal era la Supremacía Real: que Dios mismo prescribía que los monarcas fueran los árbitros supremos de la doctrina en sus territorios, en lugar del Papa.

Los sucesos políticos en Inglaterra en el verano de 1546 fueron tan dramáticos como extraordinarios. Anne Askew fue, en efecto, condenada por hereje, torturada y quemada en la hoguera, y dejó un relato de sus sufrimientos. Las celebraciones para dar la bienvenida a Londres al almirante D’Annebault tuvieron lugar y fueron de la magnitud con que se describen. La historia de Bertano es verídica. Existió un complot de los tradicionalistas para acabar con Catalina Parr, y ella escribió Lamentación de una pecadora. No obstante, y que nosotros sepamos, el manuscrito no fue robado.

El Palacio de Whitehall, que Enrique expandió ampliamente tras arrebatárselo al cardenal Wolsey, ocupaba el área que hoy delimitan Scotland Yard, Downing Street, el Támesis y la moderna vía de Whitehall, con edificios de recreo en el lado oriental de la carretera. Todo el palacio ardió hasta los cimientos en dos desastrosos incendios en la década de 1690. El único edificio que ha sobrevivido es el Banqueting Hall, que todavía no estaba construido en la época de los Tudor.

Algunas palabras en la época Tudor tenían en inglés un significado distinto al de hoy en día. El término «holandés» hacía referencia a los habitantes de las actuales Holanda y Bélgica.

El nombre de Catalina se escribía en inglés de distintas maneras: Catherine, Katharine, Katryn y Kateryn, siendo esta última grafía la que la reina utilizaba para firmar.

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Personajes principales y su posición en el espectro político-religioso

En esta novela aparece un número inusualmente elevado de personajes históricos, aunque el retrato de sus personalidades es fruto de mi imaginación.

La familia real

El rey Enrique VIII

El príncipe Eduardo, 8 años de edad, heredero al trono

Lady María, 30 años de edad, firmemente tradicionalista

Lady Isabel, 12-13 años de edad

La reina Catalina Parr

Familia de Catalina Parr, todos reformistas (véase el árbol genealógico de las páginas 14-15)

Lord William Parr, su tío

Sir William Parr, su hermano

Lady Anne Herbert, su hermana

Sir William Herbert, su cuñado

Miembros del Consejo Privado del Rey

John Dudley, lord Lisle, reformista

Edward Seymour, conde de Hertford, reformista

Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, reformista

Thomas, lord Wriothesley, lord canciller, sin posicionamiento firme

Sir Richard Rich, sin posicionamiento firme

Sir William Paget, secretario del rey, sin posicionamiento firme

Stephen Gardiner, obispo de Winchester, tradicionalista

Thomas Howard, duque de Norfolk, tradicionalista

Otros

William Somers, bufón del rey

Jane, bufona de la reina Catalina y lady María

Mary Odell, dama de compañía de la reina

William Cecil, más tarde primer ministro bajo la reina Isabel I

Sir Edmund Walsingham

John Bale

Anne Askew

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