Contenido
Nota del autor
Personajes principales y su posición en el espectro político-religioso
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
Epílogo
Agradecimientos
Nota histórica
Sobre el autor
A Roz Brody, Mike Holmes, Jan King
y William Shaw, el incondicional grupo de escritores,
por todas sus sugerencias y comentarios sobre Herejía,
como sobre mis anteriores siete libros.
Nota del autor
Los detalles de las diferencias religiosas en el siglo XVI en Inglaterra pueden parecer hoy carentes de importancia, pero en la década de 1540 constituían, literalmente, cuestiones de vida o muerte. Enrique VIII había rechazado la supremacía del Papa sobre la Iglesia de Inglaterra en 1532-1533, pero durante el resto de su reinado osciló entre mantener la liturgia católica tradicional o promover las prácticas protestantes. Aquellos que deseaban mantener las costumbres tradicionales —algunos de los cuales habrían querido volver a la autoridad de Roma— eran llamados conservadores, tradicionalistas o incluso papistas. Los que, en cambio, pretendían la instauración de las prácticas luteranas, y más tarde calvinistas, eran llamados radicales, reformistas o protestantes. Los términos «conservador» y «radical» no tenían entonces la connotación de reforma social que adquirirían más tarde. Fueron muchos los que se pasaron de un bando a otro entre 1532 y 1538, bien por genuinas creencias o por oportunismo. Algunos radicales religiosos, aunque no todos, pensaban que el Estado debía hacer más para aliviar la pobreza. Pero tanto los radicales como los conservadores se horrorizaban ante las ideas de los anabaptistas. Estos, una escasa minoría pero una pesadilla para la élite política, creían que el verdadero cristianismo significaba la puesta en común de todos los bienes.
La piedra de toque de una fe aceptable en 1546 era la adhesión a la doctrina tradicional católica de la transubstanciación: el dogma de que cuando el sacerdote consagra el pan y el vino durante la eucaristía, estos quedan transformados físicamente en el cuerpo y la sangre de Cristo. Esta era una creencia tradicionalista de la que Enrique VIII jamás se apartó. En su Acta de los Seis Artículos de 1539 declaró traición negar esta doctrina, so pena de arder en la hoguera. La otra cuestión principal era la Supremacía Real: que Dios mismo prescribía que los monarcas fueran los árbitros supremos de la doctrina en sus territorios, en lugar del Papa.
Los sucesos políticos en Inglaterra en el verano de 1546 fueron tan dramáticos como extraordinarios. Anne Askew fue, en efecto, condenada por hereje, torturada y quemada en la hoguera, y dejó un relato de sus sufrimientos. Las celebraciones para dar la bienvenida a Londres al almirante D’Annebault tuvieron lugar y fueron de la magnitud con que se describen. La historia de Bertano es verídica. Existió un complot de los tradicionalistas para acabar con Catalina Parr, y ella escribió Lamentación de una pecadora. No obstante, y que nosotros sepamos, el manuscrito no fue robado.
El Palacio de Whitehall, que Enrique expandió ampliamente tras arrebatárselo al cardenal Wolsey, ocupaba el área que hoy delimitan Scotland Yard, Downing Street, el Támesis y la moderna vía de Whitehall, con edificios de recreo en el lado oriental de la carretera. Todo el palacio ardió hasta los cimientos en dos desastrosos incendios en la década de 1690. El único edificio que ha sobrevivido es el Banqueting Hall, que todavía no estaba construido en la época de los Tudor.
Algunas palabras en la época Tudor tenían en inglés un significado distinto al de hoy en día. El término «holandés» hacía referencia a los habitantes de las actuales Holanda y Bélgica.
El nombre de Catalina se escribía en inglés de distintas maneras: Catherine, Katharine, Katryn y Kateryn, siendo esta última grafía la que la reina utilizaba para firmar.
Personajes principales y su posición en el espectro político-religioso
En esta novela aparece un número inusualmente elevado de personajes históricos, aunque el retrato de sus personalidades es fruto de mi imaginación.
La familia real
El rey Enrique VIII
El príncipe Eduardo, 8 años de edad, heredero al trono
Lady María, 30 años de edad, firmemente tradicionalista
Lady Isabel, 12-13 años de edad
La reina Catalina Parr
Familia de Catalina Parr, todos reformistas (véase el árbol genealógico de las páginas 14-15)
Lord William Parr, su tío
Sir William Parr, su hermano
Lady Anne Herbert, su hermana
Sir William Herbert, su cuñado
Miembros del Consejo Privado del Rey
John Dudley, lord Lisle, reformista
Edward Seymour, conde de Hertford, reformista
Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, reformista
Thomas, lord Wriothesley, lord canciller, sin posicionamiento firme
Sir Richard Rich, sin posicionamiento firme
Sir William Paget, secretario del rey, sin posicionamiento firme
Stephen Gardiner, obispo de Winchester, tradicionalista
Thomas Howard, duque de Norfolk, tradicionalista
Otros
William Somers, bufón del rey
Jane, bufona de la reina Catalina y lady María
Mary Odell, dama de compañía de la reina
William Cecil, más tarde primer ministro bajo la reina Isabel I
Sir Edmund Walsingham
John Bale
Anne Askew