SÍGUENOS EN
@Ebooks
@megustaleerarg
@megustaleerarg
(…) Nunca supe cuánto te amo,
nunca supe cuánto me importa
cuando tú pones tus brazos alrededor de mí
siento una fiebre que apenas puedo soportar.
Tú me das fiebre cuando me besas,
fiebre cuando me aprietas con fuerza,
fiebre en la mañana y fiebre durante la noche.
El sol enciende el día, la luna enciende la noche;
y yo me enciendo cuando dices mi nombre
y tú sabes que voy a tratarte bien (…)
Fiebre, canción de Rita Coolidge
interpretada por Michael Bublé.
Capítulo 1
Cuando Nicole se levantó de la cama aquella fría mañana de noviembre, nada hacía prever que la peor de las tragedias la estaba por golpear y que una llamada telefónica cambiaría su vida para siempre...
Como cada día, desayunó en la cocina de su apartamento con una enorme taza de café y un par de tostadas untadas con manteca y miel. Echó un vistazo al reloj; faltaban casi veinte minutos para salir hacia su trabajo.
Subió el volumen del televisor, las noticias no parecían augurar nada bueno.
Tenemos una información de último momento empezó a decir la cronista. Esta mañana fue encontrada una joven asesinada en su departamento de la calle Orange en Brooklyn, desconocemos aún su identidad. Sólo les podemos informar que la joven fue víctima de un crimen atroz...
Nicole dejó caer la taza de café sobre la mesa.
Un departamento en la calle Orange…
Su hermana se había mudado allí hacía tan solo un par de meses. Buscó su teléfono móvil con desesperación, necesitaba oír la voz de Caitlin; necesitaba saber que su hermana estaba bien.
Nadie respondía; sus nervios no daban más. De pronto, desde el otro lado, una voz masculina rompió el silencio.
—¿Quién habla?
—Soy... soy Nicole Francis... necesito hablar con mi hermana.
Silencio.
—Señorita Francis; soy el Detective Ryan Maloney...
El corazón de Nicole se detuvo, y se dejó caer en una de las sillas para no caerse.
—Señorita Francis... ¿sigue usted ahí? —preguntó el detective preocupado.
—Sí... sí... —empezó a agitarse—. ¿Qué le sucedió a mi hermana?
—Lamento informarle que su hermana ha sido asesinada.
Aquel hombre se lo soltó así, sin más y si en ese instante el suelo se hubiera abierto a sus pies, Nicole se habría dejado arrastrar hacia el más profundo de los abismos. No podía ser verdad... su hermana no podía estar muerta. Debía haber una equivocación. No Caitlin. No ella.
Intentó escuchar lo que aquel hombre le decía pero estaba tan aturdida que sus palabras sonaban como un eco lejano.
Apretó el teléfono con fuerza, concentrándose en aquella voz masculina.
—Señorita Francis... necesito que venga al lugar del hecho —hizo una pausa—. Alguien debe identificar el cadáver. Si prefiere hacerlo en otro momento puedo arreglar una visita a la morgue.
—No... —dijo con la voz entrecortada—. Estaré... estaré allí lo antes posible.
—La espero entonces, señorita y... lamento lo de su hermana —dijo antes de dar por finalizada la conversación.
***
Nicole se bajó del taxi que la llevó hasta el departamento de su hermana a toda prisa. El lugar estaba atestado de curiosos que parecían entorpecer el trabajo de la policía y de la prensa que se había acercado hasta allí.
Logró llegar hasta la entrada principal del edificio a pesar de que las piernas le temblaban. Un oficial de policía le pidió que se identificase y cuando le respondió que era la hermana de la víctima, la dejó pasar de inmediato.
El pasillo estaba repleto de policías y de forenses ataviados con sus monos blancos. Una mujer afro americana se aproximó a ella apenas la vio.
—¿Señorita Francis?
Nicole asintió.
—Venga conmigo.
La mujer, quien seguramente era oficial de policía, la tomó del brazo y la condujo hacia el ascensor.
Nicole se aferró a su bolso... cuatro pisos la separaban de la terrible realidad.
Cuando finalmente la puerta del ascensor se abrió, Nicole respiró hondo antes de salir.
Siguió a la mujer hasta la puerta del departamento de Caitlin y le hizo señas de que esperara allí. La vio desaparecer tras la puerta. Un par de minutos después, un hombre se presentó ante ella.
—Señorita Francis... soy el Detective Ryan Maloney —extendió la mano pero Nicole ni siquiera lo notó, tenía la mirada fija en la puerta entreabierta.
—¡Quiero ver a mi hermana! —gritó abalanzándose sobre el espacio libre que había dejado el detective al abandonar el departamento.
Ryan Maloney la tomó de la cintura y la detuvo.
—¡Créame... no querrá ver lo que sucedió allí dentro! —le dijo luchando contra ella.
—¡Necesito verla! —Nicole exigió en estado de shock.
—Señorita Francis, en un momento podrá ver a su hermana. Primero debe dejar que los forenses terminen su trabajo... luego será llamada para realizar la identificación oficial —le explicó tratando de calmarla.
Nicole se quedó en silencio. Las manos del detective seguían sujetándola con fuerza.
—Será mejor que espere aquí afuera, yo le avisaré cuando el cadáver de su hermana esté listo. —Buscó a su compañera—. ¡Daniels, ven aquí! —la llamó.
La misma mujer que la había acompañado hasta allí caminaba hacia ellos a través del pasillo.
—Quedate con ella —se acercó a su compañera—. ¡No la dejes sola por ningún motivo! —le ordenó.
—Tranquilo, Ryan, yo me encargo
El detective volvió a entrar al departamento de Caitlin.
—¿Por qué no nos sentamos? —sugirió la oficial con una sonrisa comprensiva; aquella joven estaba destrozada, y eso que todavía ignoraba los macabros detalles de la muerte de su hermana.
Se sentaron en el borde de un gran macetón de cemento ubicado en el pasillo.
—Mi nombre es Belinda Daniels —se presentó.
—Nicole... me llamo Nicole Francis —respondió ella sin mirarla.
—Lamento lo de su hermana.
Nicole asintió.
—Gracias, Belinda. —Sus ojos verdes estaban vidriosos por el llanto.
La gente pasaba a su lado y Nicole ni siquiera la veía. En su mente solo retumbaban las palabras del detective.
Su hermana ha sido asesinada.
Su hermana menor, la pequeña de la casa, aquella niña caprichosa que siempre estaba siguiéndola a todas partes cuando lo que ella menos quería era tenerla prendida a sus faldas todo el santo día… su hermana menor ya no la recibiría con su hermosa sonrisa y sus bromas de mal gusto.
Se llevaban cuatro años pero en ellas esa diferencia apenas se notaba; siempre habían estado muy unidas a pesar de que Nicole renegara del constante asedio por parte de su hermana menor a la hora de reunirse con sus amigas para obviamente hablar de moda y de chicos.
Sonrió con tristeza al recordar las veces que la pobre Caitlin regresaba a la casa con el rostro lleno de lágrimas porque ella la había echado de su lado.
Luego cuando fueron creciendo Caitlin se convirtió en una adolescente más independiente. Su relación pareció mejorar, ya no había necesidad de espantar a la menor de los Francis porque Caitlin tenía su grupo de amigos y lentamente se fue separando de su hermana mayor, sobre todo cuando Nicole se mudó a Nueva Jersey para entrar a la universidad.
Aun así su relación de hermanas seguía tan estrecha como siempre y a pesar de que en la actualidad vivían en ciudades diferentes trataban de reunirse al menos unas cuatro veces al mes para verse y contarse sus cosas.
Habían perdido a sus padres en un accidente de auto tres años antes y Nicole agradeció que ni su madre ni su padre tuvieran que ser testigos de la muerte de su niña.
Nicole se llevó una mano al rostro y se secó las lágrimas, la gente que pasaba a su lado parecía mirarla con compasión y murmuraban entre ellos lo acontecido a tan solo unos metros de allí. Seguramente ninguno de los que se encontraba presente en el lugar podía concebir que una persona se hubiera podido ensañar tanto con una jovencita de veintiún años.
La oficial Daniels miró a Nicole con pena. No sería fácil para ella tener que reconocer el cuerpo de su hermana, sobre todo en las condiciones macabras en las que se encontraba.
—Señorita Francis —le tocó el hombro para atraer su atención—; ¿no sería posible que alguien más venga a reconocer el cuerpo de su hermana?
Nicole negó con la cabeza.
—No, solo éramos ella y yo, nuestros padres murieron en un accidente hace tres años —le explicó.
—Entiendo —la oficial asintió. El trago amargo lo debía pasar ella entonces y se preguntó si sería capaz de soportarlo. En apariencia, la hermana de la víctima parecía ser una joven frágil y asustadiza. En su trabajo como oficial de policía del departamento de homicidios le había tocado presenciar escenas terribles. Muchas veces los familiares de las víctimas se desmayaban al tener que plantarse delante de un ser querido que acababa de ser brutalmente asesinado. Se necesitaba una piel dura y un estómago a prueba de todo.
Se puso de pie cuando vio que el detective Maloney se acercaba a través del pasillo.
Nicole la imitó.
—Señorita Francis, ¿está lista? —Ryan Maloney miró a la joven que no dejaba de temblar. Parecía un pollito mojado que necesitaba un abrazo reconfortante. Odiaba cuando tenía que hacer pasar a la gente por semejante trance pero no había otra salida.
—Sí —respondió Nicole en un susurro.
—Vamos, entonces —la asió del brazo y se puso a su lado. Al mismo tiempo le hizo señas a la oficial Daniels de que él se encargaría de ella a partir de ese momento.
Atravesaron la sala sin ninguna prisa y cuando el detective se detuvo frente a la puerta de la habitación de Caitlin, Nicole se tomó unos segundos antes de entrar.
No había nadie en el interior, Ryan se había encargado de que la habitación se encontrara vacía para cuando Nicole tuviera que reconocer el cadáver de su hermana.
Entraron y lo primero que vio Nicole fueron las enormes manchas de sangre en la alfombra de diseño indígena que su hermana había comprado un año atrás durante un viaje a Toronto. La cama estaba completamente deshecha, las sábanas esparcidas por el suelo y manchadas de sangre también.
Nicole se llevó una mano a la boca. A un costado de la cama, el pie desnudo de su hermana asomaba por debajo de una sábana que alguien había colocado para cubrir su cuerpo.
Ryan la asió de la cintura y la instó a que avanzara, ella dejó que él la condujera pero se detuvo un par de metros más adelante incapaz de moverse.
—Está bien, señorita Francis, puede tomarse todo el tiempo del mundo, sé que no es fácil…
Nicole clavó sus enormes ojos verdes en el rostro cansado del detective que le hablaba con tanta amabilidad.
—Acabemos con esto cuanto antes, detective —le dijo respirando hondo.
Él la dejó un momento y se acercó al cadáver. Se arrodilló y le pidió que se aproximara.
Nicole dio unos pasos, los suficientes como para poder llevar a cabo su dolorosa tarea.
Ryan la miró y vio que ella estaba tratando de sacar fuerzas de donde no había. Desde donde estaba podía ver cómo sus piernas, que se asomaban debajo de una discreta falda de corte recto, temblaban sin control.
Acto seguido, Ryan tomó la sábana que cubría el cadáver y antes de levantarla esperó una señal de su parte que le indicara que ya estaba preparada para enfrentarse a la imagen de su hermana muerta.
Cuando ella asintió con un leve movimiento de cabeza, Ryan levantó la sábana.
Lo primero que vio Nicole fue el cabello negro ensangrentado y pegado a un rostro hinchado de manera tal que no fue capaz de distinguir sus facciones con claridad. La mitad de la cara estaba llena de moretones y cortes y Nicole tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no vomitar puesto que el olor de la sangre comenzaba a revolverle el estómago.
El detective bajó un poco más la sábana y Nicole observó aterrada las marcas violáceas que tenía alrededor del cuello. Se cubrió el rostro, necesitaba al menos, por unos segundos, dejar de visualizar aquella macabra escena.
Cuando los volvió a abrir, el detective había destapado el cuerpo un poco más y Nicole observó una pequeña mancha negra justo encima de uno de los pechos de la víctima que se mezclaba con el rojo de la sangre de sus heridas. Se acercó y descubrió que se trataba del tatuaje de una araña.
Ryan notó el cambio en la expresión del rostro de la joven; en tan solo cuestión de segundos el horror había dado paso a cierto alivio.
—¡Oh, Dios Santo! —exclamó Nicole observando el cadáver con más atención que antes.
—¿Qué sucede, señorita Francis? —preguntó Ryan poniéndose de pie.
Ella lo miró y comenzó a sonreír nerviosamente.
—¡Detective Maloney… esta mujer no es mi hermana! —le gritó llevándose una mano a la garganta.
Capítulo 2
Ryan Maloney observó atónito cómo de repente Nicole se levantó la camisa que llevaba puesta y se bajó un poco la falda hasta dejar al descubierto parte de sus caderas.
—¡Mi hermana y yo compartimos este tatuaje! —explicó mientras señalaba una pequeña rosa roja tatuada en la parte baja de su espalda.
Ryan Maloney se quedó contemplándola totalmente embelesado. Estaba en medio de una investigación de asesinato y delante de una víctima brutalmente golpeada y estrangulada, pero en ese preciso momento en lo único que podía pensar era en la piel bronceada de Nicole Francis y en la tela de encaje color negro de su ropa interior.
Su piel se veía tan tersa y brillante que se encontró preguntándose cómo se sentiría tocarla. Reprimió el impulso de estirar el brazo y comprobarlo allí mismo cuando se topó con los enormes ojos color esmeralda de Nicole.
—¿Me escucha lo que le digo, detective? —inquirió ella acomodando nuevamente la ropa en su sitio.
Ryan tragó saliva, de repente se le había resecado la garganta.
—Sí, señorita Francis, según sus palabras esta joven no es su hermana —observó por un segundo el cuerpo en el suelo—. ¿Está completamente segura?
—Compruébelo usted mismo, detective Maloney. Fíjese si esta mujer tiene tatuada una rosa en la espalda.
Sin perder más tiempo, Ryan se agachó y levantó un poco el cadáver para verificarlo.
El detective dejó escapar un suspiro.
—Tiene razón, la víctima no tiene ningún tatuaje en la espalda, solamente uno encima de su pecho derecho —respondió evidentemente contrariado.
—¡No es Caitlin! —aseguró Nicole dejando escapar el aire que había retenido en sus pulmones desde el mismo momento en que había sido convocada para reconocer el cadáver.
—¿La reconoce? ¿Sabe quién es? —le preguntó él mientras se mesaba el cabello con una mano, era un tic que siempre tenía cuando se ponía nervioso.
Nicole hizo un esfuerzo y volvió a observar a la desgraciada mujer que yacía muerta en la habitación de su hermana.
—No, no la conozco.
—¿Será alguna amiga de su hermana? ¿Alguna compañera de trabajo?
Nicole negó con la cabeza.
—No conozco a sus nuevas amistades, mi hermana se mudó a esta zona de la ciudad hace un par de meses; no nos veíamos con mucha frecuencia últimamente —explicó tratando de adivinar quién sería la joven.
—Sin dudas, su hermana conocía a la víctima puesto que fue asesinada en su propio departamento —aseveró el detective pensativo—. ¿Cuándo vio o habló con su hermana por última vez?
—Hablé con ella por teléfono el domingo por la tarde, no se sentía bien, me dijo que estaba por resfriarse y que no era necesario que nos encontráramos esa noche porque no quería contagiarme.
—¿Y cuándo la vio por última vez?
Nicole no tuvo que pensarlo demasiado, se acordaba perfectamente la última vez que había visto a su hermana pequeña.
—Fue hace diez días, en el cumpleaños de una amiga de la infancia —respondió.
—Quiere decir que desde el domingo por la tarde usted no sabe nada de ella —comentó Ryan sacando una libreta de cuero roja del bolsillo de su camisa.
—Así es, como le dije se suponía que debíamos vernos esa noche pero no se encontraba bien.
Ryan asintió con la cabeza y no dijo nada.
—Debemos localizarla, señorita Francis. Esta joven que aún no logramos identificar murió en su habitación y su hermana tiene muchas preguntas que responder —le dijo él con el ceño frun