Guía de lecturas para cultivar la quietud

Javier Cándarle

Fragmento

Prefacio

Este libro no está pensado, como se dice, para ser leído de un tirón.

Muchos de los textos que leemos suelen desplegar su encanto cuando a buen ritmo logramos avanzar sobre sus tramas y vamos desentrañando los hilos que se han tejido a lo largo de la secuencia que nos proponen. Avanzamos aprisa para develar sus recovecos, deseamos llegar rápido a los rincones donde burbujean las ideas del autor y, entonces, placernos con su propuesta.

Ese modo de lectura no difiere de la forma en la que solemos vincularnos con todas las otras cosas de nuestra vida.

¿Cuáles son las cosas que no hacemos hoy con prisa?

¿En qué momentos no nos vemos compelidos a llegar rápidamente a algún lugar?

¿No solemos estar envueltos en un trajín plagado de “haceres” y “llegares”?

Nuestras vidas empiezan a parecerse al tetris, me gusta decir, utilizando la imagen de ese célebre juego electrónico donde hay que ir encajando las piezas que van cayendo en una sincronía perfecta. Cada falla de cálculo en el encaje amenaza con inundar la pantalla de elementos mal acomodados y hacernos perder la partida.

Vivimos en una sociedad que estimula los logros, las metas tangibles, los resultados cuantificables. Los “llegares”, si se me vuelve a permitir el neologismo.

Por eso, en esta secuencia de escritos quiero ofrecer algo diferente. Tengo la intención de invitar a realizar su recorrido con una mente y un corazón distintos.

Albergo el deseo de inducirnos a la contemplación.

Pero, ¿qué es contemplar?

Más allá de la comprensión intuitiva que podamos tener sobre el término, quise buscar su definición en los diccionarios para ver si encontraba algún aporte desde su significación académica.

Me encontré con lo siguiente:

  • Acción de mirar con atención, placer o detenimiento.
  • Atención cuidadosa que alguien le presta a una cosa.
  • Trato amable y atento que se le da a una persona.
  • Meditación del espíritu que se destaca por su profundidad y ensimismamiento. En la contemplación, el ser humano debe llegar a un silencio mental. Lo primero que hay que hacer para conseguir ese silencio es desprenderse de las sensaciones y de los pensamientos que normalmente nos abordan y asestan sin parar. En tanto, entre las maneras más sencillas y rápidas de conseguirlo se cuentan la meditación y la oración en silencio, pero en algunas situaciones es bueno que la oración y la meditación no vayan solas sino que aparezcan acompañadas por algunas lecturas especiales que van preparando e instando a la persona a seguir en el silencio, al mismo tiempo que le muestran diversos ejemplos de individuos que lograron alcanzar ese estado tan particular.

www.definicionabc.com/religion/contemplacion.php

Contemplar es en definitiva prestar una atención detenida y amable; profunda y cuidadosa, a cualquier aspecto de la vida y sus manifestaciones. Esta cuidadosa atención implica poder acercarnos a las cosas con una cualidad interior impregnada de pausa, curiosidad y respeto.

Creo que todos sabemos intuitivamente que es necesaria la quietud y el silencio para habitar plenamente los paisajes de la vida. Una mente acelerada y que no cesa de parlotear pierde su conexión con las cosas, situaciones y personas. ¿Acaso no tenemos una vivencia diferente del paso del tiempo cuando nos podemos tomar vacaciones? ¿No hay una experiencia de mayor plenitud en esos días en los que nos alejamos de nuestro quehacer productivo? ¿No es ilógico vivir de esa manera solo unos pocos días al año? ¿No hay otras maneras de estar vivos a la par que transcurre nuestro tiempo laboral?

Mientras estoy escribiendo estas líneas, se me viene a la mente una escena vivida con una de mis hijas, la pequeña Milagros, con sus enormes ojos claros y con, en ese momento, sus escasos 6 años.

Días atrás, habíamos encontrado en la medianera de nuestra casa y bien escondido dentro de un hermoso jazmín, un nido de pájaros. Cuando llamo a mi niña para compartir el hallazgo, observo que se queda extasiada y sin realizar ningún comentario durante un buen rato.

Mientras ella miraba absorta, yo no paraba de parlotear acerca de lo magnífico del descubrimiento expresando en voz alta las mil preguntas que me surgían ante lo infrecuente del hecho:

¿Cuándo lo habrían hecho? ¿Que clase de pájaro lo habitará? ¿Se darán cuenta de que lo descubrimos y lo abandonarán? ¿Tendrá huevos? ¿Habrá pichones?

En el medio de mis elucubraciones en voz alta, la pequeña corre la vista del nido, se voltea a mirarme con sus grandes ojos grises, y, sin decir palabra, vuelve a recorrer el nido en todas sus manifestaciones.

No podría afirmar que mis palabras la molestaran, pero algo en su gesto me hizo callar. Estaba llenando con mi parloteo un momento que bien podía vivenciarse con un mayor silencio. Al darme cuenta, logré detener la verborragia y recién ahí, pude contemplar ese sencillo y maravilloso acto de la vida. Con atención, cuidado, amabilidad y profundidad.

Como decimos en Mindfulness, la atención plena no busca lograr estados extraordinarios, sino que nos compromete a un modo de vida abierto plenamente a lo ordinario.

En la misma dirección en la que me enseñó de manera silente la pequeña Milagros, para reencontrar la semilla contemplativa que todos cobijamos y poder desarrollarla, debemos recuperar la capacidad de silenciarnos y aquietar nuestras aguas afectivas y mentales, debemos intentar pausar por momentos nuestro apabullador accionar.

Pero de acuerdo a las definiciones encontradas, no solo debemos silenciarnos. En esa nueva quietud, podemos también leer. Nutrirnos con algunas palabras que estimulen la contemplación.

En el fértil silencio de la Atención Plena, las palabras cuidadosamente escogidas pueden profundizar nuestro camino de interioridad.

Por eso la sincera invitación a no leer este libro de un sopetón.

Cada vez que se disponga a su lectura, le sugiero una intención clara de aquietamiento y atención profunda. De silencio y de introspección.

Las palabras hondas germinan, crecen y hacen su trabajo en un corazón y una mente serenas. Los poemas, escritos y narraciones que compilé nos acercan una sabiduría añosa que puede iluminar los senderos del crecimiento personal.

Una buena lectura tiene el valor de acentuar lo esencial dentro del sinnúmero de palabras y voces diversas que pueblan nuestras mentes momento a momento.

Lo invito a que se detenga por unos momentos, querido lector, y trate de ver la cantidad de pensamientos, imágenes y sensaciones que lo abordan en este instante. Muchos de estos fenómenos son, inclusive, claramente contradictorios y disonantes unos de otros.

Me gusta decir que nuestra interioridad se p

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