Cuida de ti

Cristina Andrades

Fragmento

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1

CONOCERME

¿Quién soy yo?

Para poder responder a la pregunta «¿Quién soy?» es preciso conocer mejor algunos conceptos relacionados con nuestro mundo más interno. El mundo interno se va construyendo a lo largo de la vida, y está compuesto por distintos roles y formas de responder ante todo lo que nos rodea. Debe ser tratado con cuidado y respeto mientras lo vamos descubriendo, como si fuera algo muy frágil y preciado. «Empatía», «compasión», «autocuidado» o «autoestima» son algunas de las palabras que más aparecerán a lo largo de este libro y te acompañarán en la lectura.

Haremos un recorrido por nuestro mundo interior; no será un recorrido que nos parezca novedoso, ya que probablemente todos lo habremos planeado muchas veces e incluso realizado otras tantas. Se trata de un camino hacia dentro de nosotros, enfilado sin prisas y con el piloto automático desactivado. Caminaremos prestando atención, fijándonos en las cosas buenas y en las no tan buenas pero que al fin y al cabo hacen de nosotros lo que somos ahora.

A lo largo del recorrido exploraremos algunos conceptos que nos serán de gran utilidad. Uno de los que más se habla actualmente es el de «autoempatía». La mayoría de las personas saben qué es la empatía y conocen su beneficio para nuestro mundo emocional y social. Sin embargo, son muchas las ocasiones en las que sentimos una gran empatía hacia lo ocurrido a los demás mientras que carecemos de comprensión y respeto cuando se trata de nuestros propios estados emocionales o nuestras circunstancias. ¡Cuántas veces habré escuchado en mi consulta frases como «Eso mismo les digo yo a mis amigas, pero cuando se trata de mí...»! Por eso es recomendable el cuidado y cultivo de la empatía hacia nosotros mismos.

De las variables que se relacionan con la empatía, me gustaría centrarme en la idea de «estar dispuestos a escuchar», es decir, la capacidad de percibir el mundo emocional y de comprenderlo, con el apoyo necesario. ¿Te imaginas lo bueno que sería tratarte de esa manera? Ya no tendrían tanta fuerza ni intensidad las frases del tipo: «Soy lo peor», «No entiendo por qué me ocurre de nuevo lo mismo». Estas frases, normalmente dichas en el vacío y con una fuerte dosis de autocrítica (cosa de la que hablaremos más adelante), pasarían a ser escuchadas con una actitud más comprensiva, y por supuesto más compasiva, que nos acercaría al descubrimiento, traducida en preguntas como: «¿Qué ha pasado?», «¿Cómo me he sentido?», «¿Qué emoción me ha acompañado?».

Para cultivar la empatía con nosotros mismos debemos tener presentes las competencias emocionales o estrategias de regulación emocional. ¿De qué se trata? De ser capaces de conocer y reconocer nuestras emociones, comprenderlas y posteriormente gestionarlas. Concretamente, son las dos primeras capacidades las que cobran especial relevancia para el desarrollo de la empatía: el reconocimiento y la comprensión. ¿Cómo podemos cultivarlas? En primer lugar, conociendo el mundo emocional en el cual nos manejamos. ¿Te preguntas alguna vez qué emociones experimentas cada día? ¿Prestas atención a cómo te afectan las circunstancias o cómo te hace sentir el contacto con determinadas personas? Desgraciadamente, la respuesta más habitual es «No». Las prisas, el «corre corre» y las rutinas diarias nos desconectan de nuestras necesidades y nos conectan con los logros como único sinónimo de bienestar.

Continuando con el recorrido por las distintas nociones que trataremos en este libro, describiremos el llamado «autoconcepto»; este hace referencia a los pensamientos que tenemos sobre nosotros y sobre nuestra identidad. Rice nos habla del autoconcepto centrándose en la percepción cognitiva y la evaluación que las personas realizamos de nosotras mismas.[1] Por otro lado, por ejemplo, Josep Toro, en El cuerpo como delito,[2] nos habla del autoconcepto y su relación con la autoestima y la imagen corporal señalando que «El autoconcepto femenino suele fundamentarse significativamente en su atractivo corporal». A lo largo del libro haremos especial hincapié en esto último, ya que trataremos a fondo las exigencias dirigidas a la mujer, su cuerpo y la relación con la comida. Son muchos los autores que señalan la conveniencia de tener en cuenta la relación con nuestro cuerpo y la imagen corporal en la formación del autoconcepto. Por ejemplo, Baile nos indica que la imagen corporal «Es considerada crucial para explicar aspectos importantes de la personalidad como la autoestima o el autoconcepto».[3]

Mujeres, nosotras somos las más expuestas a la presión estética durante años y a la definición de nuestra validez según el físico; podemos creer que esto no nos marca, pero, como estamos viendo, la construcción de lo que somos se ve inevitablemente influenciada por estos condicionantes. Y digo «mujeres» porque durante años hemos sido las más bombardeadas por la sociedad con estos mensajes. Sin embargo, actualmente los hombres también están recibiendo la exigencia de tener la figura esbelta y musculada, como una falsa prueba de éxito y logro.

Así, el autoconcepto de cada uno de nosotros está influido por las circunstancias y presiones sociales. Nos definimos y evaluamos basándonos en una medida establecida según dichas influencias. Imaginemos cuántas complicaciones nos genera el mundo actual, repleto de exigencias, modelos de perfección y comparaciones. ¿Es fácil construir un autoconcepto sano de nosotros mismos en medio de tantas imposiciones? No lo es. Por ello los profesionales de la psicología recomendamos, cada vez más, crear un entorno saludable; alejarse de aquellos mandatos que procedan del exterior, por ejemplo reduciendo la sobreexposición a la publicidad o las redes sociales que nos puedan resultar dañinas, o ignorarlos si es posible.

Ni el autoconcepto ni la autoestima se constituyen de forma estable e inamovible, por ello podemos encontrar autoconceptos temporales o transitorios. Naranjo Pereira los describe del siguiente modo: «Estas ideas sobre el sí mismo están influidas por el estado de ánimo del momento o por una experiencia reciente»;[4] por ese motivo, hablaremos de autoconcepto o de autoestima sin intentar buscar la estabilidad permanente. Somos seres humanos con emociones y situaciones que nos afectan y fluctuamos en un continuo; esa es nuestra estabilidad: una fluctuación entre dos límites sanos. Podría compararse con el manejo de un barco en medio del mar. El marinero dispone de dos opciones: enfadarse con las olas, gritarles e insultarles para que paren de moverse y estén calmadas, o asumir que el mar lleva su propio ritmo. Si escoge la segunda opción, podrá adaptar su recorrido, crear estrategias que le permitan la navegación y buscar soluciones. Esta vía no está libre de enfados, probablemente los habrá, junto con muchas emociones de esas que solemos llamar negativas pero que son igualmente necesarias, y que, en vez de llevarnos al bloqueo que acostumbramos a encontrar cuando queremos silenciarlas, escuchándolas y permitiéndonos sentirlas nos acercarán a la acción. La lucha por el mar perfecto, al igual que la búsqueda incansable de la perfección en nuestras vidas, nos aboca a gran velocidad a lo imperfecto.

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