Comer y correr

Julio Basulto
Juanjo Cáceres

Fragmento

prologo
Prólogo

No habían pasado ni dos décimas de segundo desde mi «sí» a Juanjo a través de Twitter, cuando caí en la cuenta de que me había metido en un buen lío. «Cómo podía haber aceptado la propuesta de Juanjo Cáceres y Julio Basulto para prologar su libro sobre la alimentación de los corredores», me pregunté en mi fuero interno.

No tengo ni idea de alimentación y mucho menos de alimentación deportiva. Sé solo las cosas básicas que he podido leer en publicaciones especializadas y ni tan siquiera sé si esas lecturas las he digerido bien. Total que, desde el mismo momento del sí, le he estado dando vueltas a la cabeza sobre cómo afrontar el envite. Y una vez más se ha confirmado que en mi caso es absolutamente cierto eso de «És quan corro que hi veig clar, foll d’una dolça metzina».

Ha sido corriendo en mis entrenos diarios cuando he puesto orden a las ideas que quería compartir con los lectores de este libro. Esta es mi especial manera de pensar, de estructurar ideas. En estos momentos me es muy útil en mi actividad como diputado en el Congreso. Ir a correr antes de adentrarme en los debates me ayuda a concentrarme y a controlar mejor los impulsos. También es mi manera de escribir mis artículos, de preparar las clases o los juicios cuando me dedicaba a ello. Es la mejor manera que tengo de dejar libre la mente, de concentrarme, de escaparme de los pensamientos circulares, de encontrar ideas, de desprenderme de otras que me gustaban antes de correr y que no me convencen al terminar. Tengo algunos amigos que me dicen que ellos lo hacen nadando; en mi caso el estado «nirvana» lo consigo corriendo.

De la misma manera que no es lo mismo «vivir para trabajar» que «trabajar para vivir». En mi caso no vivo para correr, sino que corro para vivir. Lo he hecho con diferentes intensidades a lo largo de mi vida, en función de los momentos vitales. Soy un aficionado tardío, no de juventud. Siempre he hecho algo de deporte, especialmente de montaña desde los ocho años. Pero no fue hasta conocer a Tona, mi mujer y compañera, que le cogí gusto a la cosa del correr. Ahora es distinto, puedo entrenar solo; incluso en algunos momentos lo prefiero, por aquello de los ritmos. Pero cuando empiezas, hacerlo con otra persona te ayuda a mantener la disciplina de los entrenos. Y sobre todo te ayuda a dedicar tus horas de ocio a entrenar y a correr, sin generar ningún conflicto de convivencia. Es lo que tienen los ocios compartidos.

A punto de llegar a los sesenta, mi dependencia física y emocional del deporte diario no es un mito, es una realidad. Como le oí decir a Miquel Pucurull, un veterano corredor popular, cuando estoy dos días sin correr, mi cuerpo lo nota; cuando estoy más días, lo nota todo mi entorno.

Tampoco es lo mismo entrenar para competir, que inscribirte en las carreras para tener que entrenar. En mi caso, entreno todos los días —con los preceptivos descansos— porque me siento mucho mejor. Participo en carreras, porque así tengo un aliciente más para correr cada día. Y me gusta mejorar mis tiempos, no para competir con nadie, sino para alimentar una falsa teoría: la de que el tiempo no pasa y la edad no importa. Un autoengaño como cualquier otro que se desmonta en muchas circunstancias, pero especialmente cuando en las carreras de montaña llegan las bajadas.

Y como corro para vivir y no al contrario, también como para vivir y no para correr. Ya sé que en el contexto de este libro decir esto puede parecer un sacrilegio, por eso intentaré explicarme mejor. Creo que como de manera bastante sana, pero no como disciplina de corredor, sino porque comer sano me gusta más. Y, por supuesto, porque correr con exceso de peso es un calvario y hacerlo con un déficit energético o de entrenamiento es una imprudencia.

No sé si lo que voy a decir es muy científico, pero de la misma manera que corro, escuchando mi corazón y en general mi cuerpo, también como auscultando mi organismo. Con prudencia, siempre; con más disciplina cuando se acerca un maratón o una «ultra». Lo que sí he conseguido es que mi placer por correr sea compatible con mi placer por comer. Es decir, que entrenar y correr no supongan para mí un sacrificio extraordinario, de manera que en algún momento mi cuerpo o mi mente los vivan como dos actividades incompatibles.

Como siempre, las cosas se pueden decir en menos espacio. En este caso se podría resumir en «Corro y como para vivir». Aunque también se podría expresar de otra forma: «Sin comer sano no podría correr, sin correr me sería más difícil vivir».

Espero que os aproveche la lectura de este libro. Los autores saben bien de qué hablan. Combinan la experiencia del corredor con conocimientos científicos, y esta es una buena fórmula para asesorar a quienes os incorporáis a esta práctica deportiva y a aquellos que, teniendo experiencia, no le habíais prestado demasiada atención a la alimentación. Buen provecho y buena digestión...

JOAN COSCUBIELA CONESA
Diputado del Congreso y corredor popular

presentacion
Presentación

Dicen que los corredores, cuando duermen, sueñan que corren, sin avanzar. Porque avanzar es, ciertamente, el objetivo que persigue con insistencia cualquier corredor o corredora, tanto profesional como aficionado.

Avanzar, por ejemplo, sobre una pista, sobre asfalto, sobre tierra, césped o sobre cualquier otra superficie adaptable o especialmente diseñada para la práctica del atletismo, con el fin de recorrer la distancia que separa la línea de salida de la de llegada (real o imaginaria).

Avanzar, también, a otros atletas, ya sea porque se compite con ellos o con uno mismo. Es entonces cuando intentamos mejorar la velocidad a la que corremos y durante un instante levantamos la vista para observar el número de corredores a los que vamos dejando atrás.

Para todos aquellos que compartimos la afición por la práctica de la carrera a pie, todo se reduce a avanzar. Pero no solo avanzamos cuando competimos, también avanzamos en nuestras metas generales como corredores.

Todo empieza con esas primeras zancadas, en que las distancias recorridas son muy cortas y cuando, por momentos, el esfuerzo exigido para avanzar unos pocos centenares de metros parece inasumible. Pero el ser humano goza de una gran capacidad adaptativa y en particular de unas buenas condiciones de resistencia a la carrera, de manera que el cuerpo va respondiendo progresivamente mejor al esfuerzo físico y esos objetivos iniciales se alcanzan cada vez con mayor facilidad. Es así como, al cabo de poco tiempo, los atletas vamos en busca de objetivos más ambiciosos, que en general pasan por alcanzar una mayor intensidad y una mayor duración del ejercicio físico.

Ello, tratándose de corredores populares, se traduce en un interés por recorrer, en menos tiempo, mayores distancias: desde esos exigentes primeros metros, a los 5 y a los 10 km, después la media maratón, posteriormente distancias de 30 km, hasta llegar a un hito que pocos corredores con cierta experiencia rehusamos intentar: correr el maratón. Pero aún hay más: para los más resistentes y

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