Nutrición al diván

Matías Marchetti

Fragmento

Nutrición al diván

INTRODUCCIÓN
ANESTESIADOS

El vacío se puede confundir con la pura nada, y la nada nos lleva a infinitas posibilidades.

SHINICHI SUZUKI

Me fascina la palabra aisthesis. Proviene del griego y significa “sensación”, aunque una rama de la filosofía también la vincula al concepto de “estética”. Por eso, cuando le sumamos el prefijo “an” (sin), y llegamos al concepto de “anestesia”, estamos hablando de todo aquello que nos hace percibirnos sin sensaciones, incapaces de reaccionar, de sentir placer o dolor, inmutables frente a cualquier estímulo. Y, también, inhabilitados para conectarnos con nuestra belleza, la real, no la de cartón; la que nos hace distintos del resto.

Esa sensación, dicha de la forma que se quiera (porque también la disfrazamos de cansancio, hastío, fatiga, desgano), es endémica en estos tiempos. Sobre todo, entre quienes viven en grandes urbes, donde la vida posmoderna, la tecnología y la velocidad parecen haber generado tierra fértil para que el consumo crezca a sus anchas.

Vamos en fila, como lobotomizados, detrás de lo que nos hicieron creer que nos va a hacer felices, de lo que nos dicen que tenemos que comer para ser “saludables”, del éxito profesional que debemos alcanzar, de los viajes que vamos a arrepentirnos de no haber hecho, de lo geniales que debemos ser como padres, hijos o amigos y del cuerpo fit que tenemos que lucir para ponernos un traje de baño. ¿No te dan ganas, a veces, de bajarte de esta montaña rusa?

El problema, usando la analogía del viaje en avión que te propuse al comienzo, es que ya estamos a bordo de este mundo loco que nos tocó; y no podemos abrir la ventanilla y saltar al vacío, romper con todo eje cultural, quebrar la matriz con la que estamos moldeados. Lo que sí podemos hacer es individualizar nuestro contexto y crear una metodología propia para salir del sueño profundo, de la anestesia general.

Estamos en un momento de quiebre, frente a una posibilidad maravillosa. El vacío que sentimos como sociedad caló tan profundo que la gran mayoría de las personas quieren despertarse y despeinar al sistema de una vez por todas; para eso debemos hacernos responsables, dejar de lado la queja, la victimización y la culpa, dando lugar a la acción. La realidad es neutra, todo el resto es el cuento que cada cual elige contar.

Ajustemos la lupa con la que nos miramos y aprovechemos el libre acceso al conocimiento que nos ofrece esta era, en donde cualquier disciplina que queramos aprender está al alcance de nuestras manos. El talento, la creatividad y el desarrollo personal le propusieron un reto al mercado, para que el mayor capital sea el saber y no el tener. Juguemos para esa liga y hagamos un incendio de esta chispa, no vaya a ser que sea fugaz.

CUANDO PASE EL TEMBLOR

No faltan (de hecho, son muchos) quienes después de escuchar estas ideas me sueltan una contrapartida: “Todo muy lindo, Mati. Pero mi tema no es el mundo, es la heladera”. Y ahí es cuando empieza el trabajo de verdad. Cuando palabra a palabra, comida a comida, empezamos a descubrir que la alimentación es solo un eslabón de una larga cadena que empieza por romper la creencia de que somos partes sueltas.

Llega la primera turbulencia: si en la ventanilla estaban sentadas las emociones, la vida social y los mandatos culturales, y en el pasillo la mala alimentación, la falta de tiempo para cocinar o las pocas ganas de hacer actividad física, el temblor va a desordenarlo todo. Vas a quedar de traste en el piso, con los pelos revueltos y sin entender muy bien si el problema es el chocolate que te comés cada noche, la poca organización de tus rutinas o la necesidad constante de callar tus emociones con un pedazo de pizza.

Dejame darte la mano y tomemos juntos el mando del vuelo; seamos piloto y copiloto. Si ya leíste otros textos míos o escuchás a menudo lo que comparto en redes sociales, sabés que siempre hablo de formar equipo, de ser un dream team, tanto con quienes vienen a consultarme como con otros profesionales. Esa es la experiencia que quiero compartir en este nuevo libro, que va a ser igual de desafiante para quienes están de uno y del otro lado del escritorio, ya que voy a abrirles el corazón de mi método: lo que sucede dentro de mi consultorio.

A partir de distintos casos clínicos, vamos a desmenuzar aristas que, de una u otra forma, nos rozan a todos. Y vamos a descubrir las herramientas para trabajar cada carencia, cada emoción, cada pata floja. Vamos a aprender a diseñar un sistema que nos permita romper con el sistema preestablecido. Primero, conectándonos con los relatos de personas que, muy probablemente, atravesaron lo mismo que nosotros. Después, descubriendo, como ellas, que en cada comida tenemos la oportunidad de hacer un reset y caminar hacia lo que queremos ser. ¿Cómo? Con un sistema basado en la organización, el autoconocimiento, la alimentación real, la actividad física y el descanso como pilares fundamentales. Ya no se trata de comer bien o comer mal; prohibido o permitido; dieta feroz de moda y balanza detrás de la puerta del baño. El cambio que buscamos es mucho más profundo, es para siempre.

El pasaje está abierto. A los y las profesionales que están leyendo estas líneas, los y las invito a que se atrevan a ser el puente de algo maravilloso. A quienes están buscando un cambio de vida, les aseguro un recorrido en el que un día, sin darse cuenta, se van a haber ubicado en otro lugar frente a la alimentación.

Animate a la aventura, abrochate el cinturón y no tengas miedo. Al final del paseo, te prometo que la comida habrá dejado de ser EL tema en tu vida.

Nutrición al diván

I
EN EL CONSULTORIO

Nadie imaginaría que una bacteria puede ser una buena amiga. Suena a la villana de la historia, a ese personaje que es mejor tener bien lejos, penicilina en mano. Sin embargo, nuestra flora intestinal tiene un batallón de bacterias absolutamente necesarias, encargadas de favorecer la síntesis de vitaminas y protegernos de microorganismos que pueden ser perjudiciales. Claro que no son altruistas y, en el proceso, ellas también se alimentan.

A ese nexo maravilloso, los biólogos lo llaman mutualismo, una palabra que seguramente aprendiste en la escuela y que define a todas aquellas relaciones en las que dos seres vivos se hacen un bien mutuo.

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