No me cuentes cuentos si no terminan contigo

Dani Rivera

Fragmento

cap-1

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El amor es una de las experiencias más especiales que un ser humano puede vivir. Sentir un vínculo con otra persona y que ese nexo sea correspondido de la misma forma es algo sencillamente maravilloso. Enviarse mensajes hasta las tres de la madrugada de un miércoles, charlar entre cervezas y carcajadas, un primer beso a la salida del cine, sentirse cómplice o dormir junto a la persona que quieres son sensaciones indescriptibles. Estos poemas recogidos a continuación hablan de eso, del amor. De un amor fantasioso, como en un cuento, en ocasiones; en otras en cambio, es un amor tan real como la vida.

Eso sí, lector, no quiero que encuentres entre los siguientes versos una manera de idealizar el amor. No hay en mis palabras la intención de que sientas que el amor de una pareja es algo sin lo que no se puede vivir. No es imprescindible, no necesitas que alguien te quiera para dar sentido a tu vida. El amor no es necesidad. No es un sentimiento de pertenencia a nadie. Cuando eso sucede, el amor se convierte en un pretexto. Y sobra decir, lector, que el amor no es la justificación de ningún tipo de violencia. Eso no es amor.

Espero que lo que encuentres entre las páginas de este libro sea un amor vivido desde la libertad, que es su hábitat natural.

DANI RIVERA,

el día en el que otra mujer ha muerto

por culpa de la violencia machista.

cap-2

introperspectiva

 

Ya va siendo hora

de destrozar todos los relojes,

de sincerarme de una vez,

de escribir con mi propia sangre,

de explicar por qué soy como soy y no soy

de otra manera.

Me llamo Daniel por mi abuelo,

nací el año en el que el mundo por primera vez

miró a España y vio algo,

crecí entre las fronteras de un pueblo que nunca pensé

fuera a quedarme pequeño.

Soy zurdo desde que nací y, desde ese mismo día,

vivo.

He habitado tres ciudades,

tuve una infancia feliz de patios de recreo,

cromos de fútbol y Playmobil.

Aprendí a nadar por imperativo de mi apellido

pero nunca se me dio bien lo de ser mejor que nadie.

El día que besé por primera vez

sonaba el eco de un concierto de Mago de Oz

pero la magia estaba sucediendo

lejos de aquel escenario.

Luego vino Valladolid

y lo de crecer a pasos agigantados.

No tengo tatuajes

porque de marcarme la piel

ya se encarga la vida.

A cambio, guardo constelaciones de lunares

que nadie se ha atrevido a bautizar.

Y ahora que topamos con la Iglesia, Sancho,

he de confesar que fui monaguillo sin convicción

y que colgué las botas o el incienso

el domingo en que mi hermana

hizo la primera comunión.

Por ella creería en lo que hiciese falta.

Jamás me he enamorado

pero conservo en las rodillas

el recuerdo de algún traspiés.

Si empecé a escribir fue porque nunca se me ha dado bien hablar

y porque ella entró en mi vida abriendo todas las ventanas

y cerrando cada una de las heridas.

Por ella seguí escribiendo aun cuando ella ya no era

y un tiempo después,

me encontré vacío de metáforas y motivos.

Pese a todo, seguí escribiendo,

como si pudiese encontrarla

al abrir la puerta de cualquier verso.

Ella no volvió

porque era absurdo esperar

que quien nunca estuvo

supiese regresar.

A cambio, llegó la poesía

desordenándome la vida

o desbordándome de ella.

No sé cuál de las dos

sería capaz de definirlo mejor.

Por último, me queda el ahora,

este presente impreciso

en el que podré escribir decenas de poemas tristes

pero seguiré siendo un tipo feliz.

Por lo demás, no ha cambiado tanto,

me sigo llamando Daniel,

sigo siendo zurdo,

por mi hermana seguiría creyendo en lo que hiciese falta

y a día de hoy, aún vivo

y, aunque he crecido, sigo resistiéndome a llamarme hombre.

El final de esta historia no está claro:

parece que queda, todavía,

demasiado lejos el horizonte.

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cap-3

iridiscencia

 

Mírate.

Gobernando el mundo

a galope de sonrisa

y tú sin saberlo.

Mírate.

Caminando a disparos de dudas,

con los ojos inmóviles en la acera

y una mueca triste en la cara

que no va a juego con este sábado de fiesta.

Cuándo entenderás que eclipsas a las farolas,

que la noche es menos oscura

si tú la atraviesas,

que la ciudad se gira al verte pasar,

que para gustos los colores

pero que tú

eres la dueña de todos

cuando te ríes.

Mírate.

Naufragando tus labios

en una copa rebosante de olvidos,

cerrando los ojos esperando

que al volver a abrirlos

nada duela

y la vida te regale su mejor piropo.

Mírate.

Sabes que se puede ser feliz

porque lo has visto en otros rostros.

Has llorado procurando

que nadie se diera cuenta

y has deseado gritar

en mitad de un paso de cebra,

camino del trabajo.

Llevas la cuenta

de todos los «te quieros»

que no te han dicho

y te salen a deber.

Mírate.

Intentando pasar desapercibida,

como si se pudiese ignorar al verano,

deseando en secreto la figura de los maniquíes

sin saber lo loco que me vuelve

que tus curvas encajen

con la facilidad de un puzle

en mi silueta.

Sé que llego tarde.

Lo sé.

Lo siento,

han pasado demasiadas frustraciones.

Espero que estés preparada.

Vamos a incendiarnos las sonrisas.

cap-4

ahora que tienes miedo

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