El caso del monstruo de los cereales (Serie Los BuscaPistas 6)

José Ángel Labari
Teresa Blanch

Fragmento

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Pepa Pistas permanecía apoyada en una de las paredes del interior de la agencia de detectives Los Buscapistas mientras leía un capítulo de «Detectives y sabuesos» en voz alta. Maxi Casos estaba tumbado boca arriba y la escuchaba entre bostezos. Hacía más de una semana que tenían vacaciones escolares. El calor era asfixiante y en la agencia todavía no había ningún caso nuevo que resolver.

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—«Era una noche oscura y silenciosa. El detective Lupita y su ayudante Olfato se adentraron en el tenebroso bosque —leía Pepa—. De repente, un extraño ruido los detuvo…»

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Pepa se sobresaltó y el libro voló por los aires:

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—¿Qué ha sido eso?

—¡Oh, mis tripas! ¡Tengo hambre! —exclamó Maxi con una sonrisa y se incorporó dispuesto a salir.

Por la puerta de la agencia asomaron Pulgas, Mouse y Bebito con los ojos abiertos de par en par.

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—¿Por qué me miráis con esas caras? —Maxi se rascó la cabeza—. ¡Voy a merendar!

Su amiga también salió de la agencia y cruzó el jardín a regañadientes hasta entrar en casa. No podía entender que a Maxi le rugieran las tripas en el preciso instante en que el detective Lupita estaba en peligro. Bebito, Mouse y Pulgas fueron tras ellos.

Al llegar a la cocina, Maxi descubrió un delicioso sándwich de queso sobre la encimera que se zampó de un solo bocado. Luego fue directo al frigorífico.

—¿Quieres un vaso de leche fría? —exclamó con un tono de voz alto en el momento en que Pepa y el resto entraban por la puerta.

—¡Chissst! Papá está en su estudio trabajando en otra de sus novelas —advirtió Pepa, y tomó tres vasos del armario.

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Pulgas y Mouse se sentaron a esperar si había algo para ellos. Como no les hacían ni caso, decidieron llamar su atención persiguiéndose alrededor de la cocina y provocando un ruido horrible.

La voz del señor Pistas retumbó por el pasillo hasta llegar a la cocina.

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—¡Aaah! —Maxi se sobresaltó, y por poco se le cae el vaso de leche al suelo.

—¿Qué le pasa a tu padre? —preguntó extrañado. El señor Pistas era un hombre más bien tranquilo que apenas se alteraba por nada.

—Lleva dos días sin dormir, frente a su ordenador, pero sin escribir ni una sola frase —explicó Pepa—. Padece una especie de crisis de ideas.

—¿Y eso qué es? —se interesó Maxi.

—Mamá dice que está estresado y que se le han agotado las ideas.

Bebito sorbió su chupete con fuerza y subió sobre el lomo de Pulgas haciendo equilibrios.

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—¿Vamos a ver qué dan en la tele? —propuso Pepa a sabiendas de que su amigo estaría de acuerdo.

Los tres niños, seguidos de Pulgas y Mouse se dirigieron al salón y encendieron el televisor. Mouse y Pulgas se tumbaron en primera fila resignados.

—¡Bah! No dan nada bueno —exclamó Maxi al ver los anuncios publicitarios, y se incorporó para cambiar de canal.

Cuando estaba a punto de apretar el botón, Pepa lo detuvo…:

—¡Espera un momento! Fíjate en eso…

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—¿Has oído? —dijo Pe

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