El teatro sucede en colores

Liliana Bodoc

Fragmento

Acto rojo

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La cosa fue así. Compré una témpera de color rojo, bien rojo, el rojo más lindo que tenga le pedí al empleado de la librería. Volví a mi casa, vacié la témpera sobre una hoja de papel, esperé a que se secara. Y después puse la hoja en la puerta de la heladera con un imán. A partir de entonces saludé al color rojo todas las mañanas, le comenté las noticias de la radio y le avisé a qué hora volvía. Al principio, nada… silencio. Hasta que un día me pareció escuchar un murmullo. ¿Qué? ¿Cómo?, pregunté. Con el tiempo, y mucha paciencia, empecé a entenderlo. De este modo conocí la rojísima historia del color rojo, la que ahora voy a contarles…

ABRE TELÓN

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(Cambiando dramáticamente el tono de su voz). Ocurrió cuando el Diablo abandonó sus fuegos por una vendedora de manzanas. En ese tiempo, muy lejano de este día, los mercados callejeros eran el corazón del mundo. Cada ciudad tenía un mercado lleno de colores, olores y ruidos donde la gente se reunía a vender y comprar, a discutir sobre los reyes, los eclipses y las cosechas... Y a enterarse de las últimas noticias.

Pero entre tantos mercados hubo uno que se hizo cuento, porque allí llegó el Diablo enamorado.

DIABLO

(Espiando desde un enorme monte del infierno).

Allí está Rubilda, mi hermosa y amada Rubilda. ¡Cada vez que te veo mi corazón se enciende! (Deshoja una flor). Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere. (El último pétalo se rompe al salir). ¿Y ahora...? (Se desespera). Un pétalo roto, ¿sirve o no sirve? ¿Lo cuento o no lo cuento? ¿Me quiere o no me quiere...? (Con tono de enamorado). ¡Ay... ay, ay de ay, ay con ay, ay... ay... ay! (Se golpea y continúa con tono de dolor). ¡Ay, ay, ay! (De nuevo con tono de enamorado). Oh, oh, oh... (Se ahoga y tose).

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El Diablo se pasaba todos los días contemplando el mismo lugar: el Mercado de las Rosas, allí donde estaba el puesto de manzanas de Rubilda. Este mercado fue famoso por sus pregones, esas cancioncillas que nos invitan a gastar nuestra última moneda para comprar algo que no necesitamos.

PREGONERO 1

Frutillas tengo y más,

tengo frutillas

para pintar la boca, y dulces…

tengo frutillas.

PREGONERO 2

¡Hay langostas, langostas!

¡Las de ojos tristes,

las más sabrosas!

PREGONERO 3

Sandía, sandía

para usted, para su tía...

Sandía, sandía

para usted, para su tía...

PREGONERO 4

Reeee... molachas en atado,

cómprelas para su amado.

Reeee... molachas en manojo,

cómprelas para su antojo.

RUBILDA

¡Manzanitas crujientes, compre vecina!

¡Del manzanar del rey, venga y elija!

DIABLO

No hay pregón más lindo que el de Rubilda.

RUBILDA

Compre y elija... del manzanar del rey.

DIABLO

¡Y su voz...! ¡Y sus trenzas...! ¡Y sus ojos...!

RUBILDA

¡Manzanitas crujientes, compre vecina...!

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A causa de tanto amor, el Diablo dejó de lado sus obligaciones. Hasta que un mal día su madrina llegó de visita. Porque el Diablo tiene madrina, ¡y qué madrina! La madrina del Diablo es una bruja tan vieja que nació antes que las lechuzas. Y antes también que la lluvia.

MADRINA

(Llega volando en su escoba, envuelta en una estruendosa tormenta. Aterriza y mira a su alrededor). ¡Ahijado!... ¡Ahijadito!

DIABLO

(Entra temeroso). Mi madrinita, ¿cómo está usted?

MADRINA

Mal, ahijado. Estoy mal, espantosamente mal...

DIABLO

(Intentando adivinar). ¡Ya sé...! ¿Le duele una muela?

MADRINA

No es eso, ahijado.

DIABLO

¡Ya sé, le cayó mal el guiso de serpiente!

MADRINA

No es eso, ahijado.

DIABLO

¡Ya sé...!

MADRINA

(Lo interrumpe furiosa). No sabes nada de nada, ahijadito. Eres un diablo irresponsable y no cumples bien con tu tarea. Hace apenas una década que no vengo y… (Aparte). ¡Vean lo que encuentro aquí! Los fuegos casi apagados, los volcanes durmiendo. Y los ríos de lava que tendrían que estar hirviendo, están apenas tibios. ¡Ahijado! ¡Exijo que me expliques de inmediato qué está sucediendo contigo!

DIABLO

(Agacha la cabeza, se agarra la larga cola y empieza a retorcerla). ¿Con... con... conmigo?

MADRINA

Sí, contigo. ¿Vas a decirme de una buena vez por qué este lugar ha perdido su calor de desierto eterno y su olor a estómago de tigre?

DIABLO

Ru... Rubil... ¡Rubilda!

MADRINA

(Sorprendida por la respuesta). ¿Rubilda? ¿Y puedo yo saber quién es Rubilda?

DIABLO

(Dibuja un corazón, escribe la letra “R”). “R” de Rubilda. (Escribe una letra “D”). D de mí.

MADRINA

Supongo que sabes esto: la palabra no comienza con la letra D sino con la letra M.

DIABLO

Sí, madrinita.

MADRINA

Entonces, ¿puedo saber, mi ahijado, qué fue lo que quisiste decir?

DIABLO

D de Diablo... Eso quise decir, mi madrinita... R de Rubilda. D de Diablo.

MADRINA

(Se dulcifica, llama al Diablo para que se siente a su lado). Así que de amores se trata, ahijadito.

DIABLO

(Emocionado). Sí, sí, sí… de amores.

MADRINA

Entonces, escucha muy bien lo que voy a decirte. Como bruja que soy conozco el modo de lograr que una mujer, por pelirroja y bonita que sea, se case contigo para toda la eternidad.

DIABLO

(Se entusiasma). ¡Sí, conmigo, conmigo!

MADRINA

¡Shhh! Cállate y escucha. Voy a enseñarte el truco de los tres sí. Pero debo advertirte que solamente podrás intentarlo tres veces. Es decir, ¡presta atención! Únicamente puedes probar tres veces el truco de los tres sí.

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(Interrumpiendo la escena

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