«Una realidad de hace 140 años, puede ser más inesperada que cualquier ficción»: Daniel Balmaceda habla de su nueva novela
«El crimen de Año Nuevo es una de esas historias olvidadas rescatada de los documentos que el tiempo intentó sepultar».
Un asesinato revelado por una carta anónima, expone con sutileza las tensiones sociales, culturales y de clase de una Buenos Aires en plena transformación.
Con personajes complejos y ambiguos, Daniel Balmaceda despliega un entramado de piezas de rompecabezas que el lector deberá armar, mientras explora una ciudad marcada por el crecimiento urbano, el choque de culturas y la inmigración, desde una mirada crítica y emocional sobre una época que, a pesar de la distancia, sigue resonando en la actualidad. A continuación, el autor nos cuenta un poco más acerca de El crimen de Año Nuevo, su nueva novela.
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¿Cuál fue el mayor desafío al pasar de la divulgación histórica a la escritura de ficción policial? ¿Qué fue lo que te motivó a iniciarte en la ficción?
Aunque El crimen de Año Nuevo ya es mi segunda novela, luego de Los Caballeros de la Noche, el paso de la divulgación histórica a la narrativa de ficción no fue menor. En mis libros anteriores trabajaba con textos breves, apoyado en documentos, archivos y referencias directas. La narrativa, en cambio, me obligó a desarrollar escenas completas, diálogos y emociones, sin traicionar el rigor que siempre me propuse mantener.
Paradójicamente, la dificultad no fue inventar, sino todo lo contrario: cuidar que cada elemento fuera históricamente posible. No me permitía licencias ni siquiera en cosas pequeñas: el recorrido exacto de un tranvía, la disposición interior de una comisaría, o cómo se organizaba un conventillo en 1881. La imaginación estaba al servicio de la verdad histórica, no por encima de ella.
Lo que me motivó a contar estos hechos como novela fue entender que ciertas historias reales, como la de El crimen de Año Nuevo, pedían ser narradas con más profundidad emocional. No alcanzaba con un artículo o una crónica: los personajes, las aristas del caso y el contexto social merecían un desarrollo completo. Esa fue la chispa que encendió la ficción en ambos casos.
¿Cómo fue el trabajo de reconstrucción histórica? ¿Cómo te encontraste con el caso original?
El caso que dio origen a El crimen de Año Nuevo no lo busqué: lo encontré mientras investigaba para Los Caballeros de la Noche. Fue una aparición lateral, un indicio dentro de otro expediente que me obligó a abrir nuevos legajos para entender ciertos detalles que necesitaba para esa primera novela. Así llegué a un tercer caso, el de este crimen. Algo me decía que allí había una gran historia esperando ser contada.
Tiempo después, con esa carpeta ya estudiada y digerida, supe que no se trataba de un crimen más. El momento en que ocurre —el primer día de 1881—, los personajes implicados —seis italianos— y sobre todo, la manera en que se construye la tensión hasta el desenlace, me parecieron insólitos.
La reconstrucción histórica fue minuciosa. Además del expediente judicial, trabajé con prensa de la época, cartas privadas, archivos policiales y hasta planos arquitectónicos. Quería que cada locación, cada diálogo y cada gesto tuviera un respaldo documental, aunque la narración fuera ficcional. Y como detalle que no puedo ampliar sin arruinar parte del suspenso: el hecho de que el crimen se planifique exactamente para el primer día del año no es casualidad. Es parte del corazón simbólico de esta obra.
¿Por qué elegiste rescatar esta historia? ¿Qué fue lo que te atrapó?
Lo primero que me sacudió fue la aparición de una nota anónima. Una carta, enviada al jefe de policía, que no denunciaba el crimen con pormenores, pero dejaba una pista lo suficientemente inquietante como para abrir una investigación. Si no fuera por ese mensaje, el asesinato jamás se habría esclarecido.
Después descubrí algo aún más poderoso: esta historia nunca había sido contada. Más allá de las menciones de rigor en la prensa de 1881, el caso había quedado sepultado en una caja del Archivo General de la Nación. Traerlo de nuevo al presente no solo era una oportunidad literaria, sino casi una forma de justicia narrativa.
Lo que más me atrajo no fue tanto el misterio policial —aunque lo tiene y en abundancia— sino el trasfondo social. Este crimen está íntimamente ligado al fenómeno de la inmigración europea, al choque de culturas, a las tensiones de una Buenos Aires en plena transformación. La novela permite mostrar cómo distintas capas sociales, aparentemente desconectadas, se entrelazan en un hecho criminal que las expone a todas.
Tanto en Los Caballeros de la Noche como en El crimen de Año Nuevo, la figura de la policía de Marcos Paz tiene un papel destacado. ¿Qué aspectos de ese cuerpo policial te resultaron más interesantes o te motivaron a incluirlo en ambas historias?
La policía de Marcos Paz me resultó fascinante por su estructura casi rudimentaria, pero a la vez ambiciosa. Eran apenas veinte comisarios, recorriendo la ciudad, a veces montados a caballo, a veces a pie; con un espíritu casi romántico de orden y deber. Su líder, con aspiraciones de emular a Scotland Yard, intentaba aplicar métodos modernos en un territorio que todavía conservaba rasgos pueblerinos. Esa tensión entre las aspiraciones y lo precario me pareció muy literaria.
En Los Caballeros de la Noche, ese cuerpo policial fue protagonista absoluto. Pero en El Crimen de Año Nuevo, su rol es más acotado. No porque hayan perdido importancia histórica, sino porque en este caso los que tomaron el centro de la escena fueron los jueces, los fiscales, los abogados. Las audiencias, las maniobras legales, las pasiones y los prejuicios de quienes representaban la ley fueron tan coloridos y complejos, que se impusieron en la historia.
La novela retrata una Buenos Aires de 1880 en transformación, marcada por el crecimiento urbano y la inmigración. ¿Qué aspectos de esa ciudad te interesaba destacar?
Quise mostrar tanto la Buenos Aires elegante como la caótica. Me interesaban especialmente esos puntos de cruce, esas zonas grises donde los distintos mundos sociales se rozaban. Y ahí la inmigración cumple un papel fundamental: no solo como telón de fondo, sino como motor de la historia.
Visualmente, había elementos del paisaje urbano que eran irresistibles: el puerto, los conventillos, los transportes, la venta ambulante que llenaba las veredas de voces y de objetos, los grandes mercados, y también esos paseos de primavera por Palermo que aún hoy subsisten, pero que en 1881 tenían otra escala, otra textura. Quise que el lector pudiera caminar por ese Parque 3 de Febrero del siglo XIX, ver lo que veían nuestros abuelos, sentir esa mezcla entre progreso y desorden.
Más que subrayar contrastes sociales, me atrajo mostrar los lugares donde esos contrastes se desdibujaban: un crimen, un mercado, una casa de familia, una sala de tribunal... ahí donde todas las capas sociales se mezclaban.
Todos los personajes parecen tener algo que esconder. ¿Qué te atrae de ese juego de sospechas e identidades difusas?
Curiosamente, no fue algo que planifiqué desde el inicio. Mi foco estaba en reconstruir cómo se llegó al crimen de Año Nuevo. Pero a medida que avanzaba en la escritura, los conflictos entre los personajes comenzaron a desplegarse con una complejidad inesperada.
Fue ahí cuando advertí que el relato adquiría, sin buscarlo, un aire muy cercano al universo de Agatha Christie. Por supuesto, lo digo con toda humildad: apenas un atisbo, un eco tenue de ese mecanismo de sospechas constantes y verdades parciales que la genia sabía manejar con talento.
Lo que descubrí es que, si yo mismo no hubiera sabido de antemano quién era la víctima y quién el victimario —porque lo supe desde antes de escribir la primera línea—, también habría dudado. ¿Qué papel real ocupan Filomena, Giovanni, Sassano, Spaccamonte, Conchetta y Rossi en esta historia? Quise que el lector experimentara esa misma incertidumbre. Esa sensación de que cualquiera puede tener algo que ocultar y de que la verdad no se revela por completo hasta muy avanzada la trama, es lo que le da cuerpo al suspenso.
Quizás ahí está lo más atractivo de los personajes ambiguos: se parecen más a nosotros. No son buenos ni malos de manual, sino seres contradictorios, complejos, que se mueven entre luces y sombras. En este caso, cualquier parecido con nosotros, no es casualidad.
El crimen, de alguna manera, invita a explorar tensiones más profundas. ¿Qué aspectos sociales o culturales quisiste revelar a través de esta historia?
Sin forzar lecturas ni imponer una mirada crítica, la novela deja entrever múltiples tensiones que marcaban la Buenos Aires de 1881: conflictos de clase, de género, de moralidad y, sobre todo, de inmigración. En lugar de juzgar a los personajes o al sistema de justicia de la época, opté por una narración imparcial, donde tanto los “buenos” como los “malos” son presentados con sus luces y sus sombras. Que sea el lector quien saque sus conclusiones.
Lo que sí me propuse fue narrar un caso policial real, apasionante, que ocurrió hace más de 140 años, y hacerlo bajo una estética que se acerca al cozy mystery: un crimen que no apela a lo truculento ni al impacto sangriento, sino a la intriga, al seguimiento de pistas y a la inteligencia del lector.
La inmigración italiana ocupa el centro de la historia. No solo como contexto, sino como una fuerza viva, presente en los personajes, sus decisiones, sus vínculos y sus contradicciones. Es una historia policial, sí, pero también es una historia profundamente social.
¿Qué papel le das al lector como “investigador” en esta novela?
El lector avanza al mismo ritmo que los protagonistas. No hay un narrador que lo lleve de la mano ni una verdad que se le adelante: todo se revela a medida que se desarrolla la historia. Desde el inicio, sabe que habrá un crimen, que ocurrirá a fin de año, pero no tiene idea de quién morirá ni quién lo matará. Eso lo invita a especular, a sospechar, a construir teorías mientras pasan las páginas.
Ahora bien, una vez que el crimen se comete, las piezas empiezan a moverse con tal complejidad que, creo, resultará muy difícil prever lo que viene. Ahí el lector ya no está tanto como investigador racional, sino como testigo sorprendido de una trama que se despliega con fuerza propia.
Me interesa que quien lee atraviese la historia como lo hice yo al escribirla: con intriga, con asombro, con esa sensación de que la realidad, incluso una realidad de hace 140 años, puede ser más inesperada que cualquier ficción.
¿Por qué decidiste incluir aspectos del proceso de escritura del libro?
Porque sé que muchos lectores —especialmente los más atentos o los más críticos— disfrutan no solo de la historia que se cuenta, sino también de entender cómo fue construida. Y en una novela como El crimen de Año Nuevo, donde el contexto histórico es tan específico, no quería que ciertos detalles se malinterpretaran como errores.
Por ejemplo, en 1881 los nombres de algunas calles de Buenos Aires. Eran diferentes, y con la numeración ocurría lo mismo. Si un lector, al comparar con un mapa moderno, piensa que me equivoqué en una dirección, quería que supiera que no fue descuido, sino fidelidad a la época.
Otro ejemplo son algunos giros del lenguaje que hoy suenan arcaicos, y hasta simpáticos, pero que entonces estaban plenamente vigentes.
Por eso decidí incluir unas pocas notas sobre el proceso de escritura al final del libro. No para justificarme, sino para compartir una parte de la “cocina” del trabajo, que a muchos les resulta de interés. Además, suelo recibir preguntas sobre cómo investigo, cuánto tiempo demoro, de dónde saco los datos… y me pareció que esta era una buena oportunidad para contarlo sin romper la ilusión de la novela.

© Federico Paul.
Es periodista por la Universidad Católica Argentina. Trabajó como editor de las revistas Noticias, El Gráfico y Newsweek, entre otras. Es profesor de la Diplomatura de Historia y Cultura Argentina del CUDES, y miembro de número de la Academia Argentina de la Historia, del Instituto Histórico Municipal de San Isidro, y de la Sociedad Argentina de Historiadores. Distinguido como Personalidad destacada de la Cultura en la Ciudad de Buenos Aires. Trabajó en diversas radios y condujo el programa de televisión "Historias ricas", que obtuvo el premio Martín Fierro. Es uno de los divulgadores de historia más importantes de la Argentina. Algunos de sus libros publicados por Sudamericana son Historias inesperadas de la historia argentina, Historias de corceles y de acero, Romances de escritores argentinos, Oro y espadas, Historias insólitas de la historia argentina, Belgrano, Romances turbulentos de la historia argentina, Estrellas del pasado, La comida en la historia argentina, Espadas y corazones, Qué tenían puesto, El apasionante origen de las palabras, Grandes historias de la cocina argentina, Sarmiento e Historias de la Belle Époque argentina. Con Los Caballeros de la Noche incursionó en la novela policial histórica, título que se convirtió rápidamente en best seller. El crimen de Año Nuevo es su última novela, también basada en un caso real.
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