David Lynch por David Lynch: sueños, miedos, cine, éxitos y fracasos, vida...
«Con profundo pesar, nosotros, su familia, anunciamos el fallecimiento del hombre y artista David Lynch. Agradeceríamos un poco de privacidad en este momento. Hay un gran agujero en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él decía: "Mantén la vista en la rosquilla y no en el agujero. Es un hermoso día con sol dorado y cielos azules todo el camino"». Con este comunicado, la familia de David Lynch anunció la muerte del cineasta el 16 de enero de 2025. Se va con 78 años y una de las filmografías más influyentes y relevantes de la historia del cine. Entre otras muchas, su obra la conforman películas y series magistrales como «Mullholland Drive», «Terciopelo Azul» o Twin Peaks». A modo de homenaje, en LENGUA le cedemos la palabra al propio David Lynch: extraídas del ensayo autobiográfico «Atrapa el pez dorado» (Reservoir Books, 2014), las siguientes líneas reflejan la postura del cineasta ante cuestiones como los sueños, la creación, el arte, el éxito y el fracaso. Hasta siempre, genio.
Por David Lynch

Los Ángeles, California. Septiembre de 2004. David Lynch posa en su cine privado. Crédito: Getty Images.
Comienzos
Comencé como una persona normal, me crie en el noroeste. Mi padre era un investigador del Departamento de Agricultura que estudiaba los árboles. Así que yo pasaba mucho tiempo en el bosque. Y el bosque para un niño es mágico. Vivía en lo que suele considerarse un pueblo pequeño. Mi mundo se reducía al equivalente de una manzana urbana, tal vez dos. Todo ocurría en ese espacio. Todos los sueños, todos los amigos existían dentro de ese pequeño mundo. Pero a mí me parecía enorme y mágico. Tenía mucho tiempo para soñar y estar con los amigos.
Me gustaba pintar y me gustaba dibujar. Y a menudo pensaba, equivocado, que cuando te haces adulto dejas de pintar y dibujar y te dedicas a cosas más serias. En noveno curso mi familia se mudó a Alexandria, en Virginia. Una noche, en el jardín delantero de la casa de mi novia, conocí a un tipo llamado Toby Keele. Mientras charlábamos, me contó que su padre era pintor. Pensé que tal vez se refiriese a pintor de brocha gorda, pero la conversación acabó revelándome que de hecho su padre era un excelente artista.
Aquella conversación cambió mi vida. Hasta entonces la ciencia me había despertado cierto interés, pero de pronto supe que quería ser pintor. Y quería llevar una vida de artista.
Arriba el telón
No sé por qué, pero entrar en un cine y que se apaguen las luces es mágico. Se hace el silencio y luego se abre el telón. Rojo, tal vez. Y entras en otro mundo.
Es bonito cuando se comparte la experiencia. También es bonito cuando estás en casa con la pantalla delante, pero no tanto. Es mejor en pantalla grande. Así te adentras en otro mundo.
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Cine
El cine es un lenguaje. Puede decir cosas: grandes, abstractas. Y es me encanta.
No siempre se me dan bien las palabras. Algunas personas son poetas y dicen las cosas con palabras bellas. Pero el cine posee un lenguaje propio. Y con él pueden decirse muchas cosas porque cuentas con el tiempo y las secuencias. Tienes diálogos. Tienes música. Tienes efectos sonoros. Tienes muchísimas herramientas. Y, por tanto, puedes expresar un sentimiento o un pensamiento que no podrían comunicarse de ningún otro modo. Es un medio mágico.
A mí me parece muy bello pensar en imágenes y sonidos que fluyen juntos en el tiempo y en una secuencia, creando algo que solo puede hacerse mediante el cine. No son solo palabras o música, sino toda una gama de elementos que se unen para componer eso que antes no existía. Se trata de contar historias. De inventar u mundo, una experiencia que la gente no tendría de no ver esa película.
Cuando pesco una idea para una película, me enamoro del modo en que el cine es capaz de expresarla. Me gustan las historias que contienen abstracciones, y eso es lo que el cine puede hacer.
Sueños
Me encanta la lógica de los sueños; sencillamente me gusta cómo funcionan los sueños. Pero rara vez he obtenido alguna idea de los sueños. Saco más ideas de la música o simplemente de salir a pasear.
Sin embargo, el guion de Terciopelo azul me planteó muchos problemas. Escribí cuatro versiones diferentes. Y hacia el final me encontré con ciertas dificultades. Entonces, un día, estaba en una oficina y se suponía que debía entrar y reunirme con alguien de la oficina de al lado. En la oficina había una secretaria y le pedí un papel porque de pronto había recordado un sueño que había tenido la noche anterior. Ahí estaba. El sueño contenía tres pequeño elementos que solventaban todos los problemas del guion. Es la única vez que me ha pasado.
Miedo
He oído hablar de directores que gritan a los actores y que les engañan de algún modo para conseguir la interpretación que buscan. Y hay gente que intenta dirigir todo este negocio mediante el miedo. Pero a mí me parece ridículo: resulta a la vez patético y estúpido.
Cuando la gente tiene miedo, no quiere ir a trabajar. Hoy día mucha gente se siente así. Luego el miedo empieza a transformarse en odio y la gente empieza a odiar ir al trabajo. Y el odio puede convertirse en ira y la gente puede enfadarse con el jefe y con el trabajo.
Si dirigiera mis películas mediante el miedo, obtendría un uno por ciento de lo que consigo. Y no sería divertido hacerlas todos juntos. Y debería serlo. Se supone que en el trabajo y en la vida debemos llevarnos bien. Se supone que debemos divertirnos como perritos meneando la cola. Se supone que es la gran vida; se supone que la vida es fantástica.
Si en lugar de meter miedo, una empresa ofreciera la manera de que todos los que forman parte del negocio se zambulleran en él –empezaran a expandir su energía e inteligencia–, la gente haría horas extra gratis. Sería mucho más creativa. Y la empresa avanzaría. Puede ser así. No es así, pero podría serlo fácilmente.

David Lynch en su estudio de Hollywood en marzo de 2002. Crédito: Getty Images.
Twin Peaks
Las ideas surgen del modo más extraño en cuanto prestas atención. Y a veces en el plató de rodaje ocurren cosas que te incitan a soñar.
Cuando estábamos rodando el piloto de Twin Peaks teníamos un ayudante de decoración llamado Frank Silva. No estaba previsto que Frank apareciera en Twin Peaks, ni por asomo. Pero estábamos filmando en casa de Laura Palmer y Frank estaba trasladando muebles de un lado a otro de la habitación. Yo estaba en el pasillo, debajo de un ventilador. Y una mujer dijo: «Frank, no coloques el vestidor debajo de la puerta. Te quedarás encerrado en la habitación».
Y me vino a la mente la imagen de Frank en la habitación. Corrí a la habitación y le pregunté a Frank si era actor. «Pues da la casualidad de que sí», me dijo. Porque en Los Ángeles todo el mundo actor. Y puede que también en el resto del planeta. De modo que le dije: «Frank, saldrás en esta escena».
Grabamos un plano panorámico del dormitorio, dos veces sin Frank y una vez con Frank quieto a los pies de la cama. Pero yo no sabía para qué ni qué significaba.
Esa tarde bajamos a la primera planta a filmar a la madre de Laura Palmer en el sofá. Estaba tumbada triste y atormentada. De repente veía algo en su mente, se levantaba de un brinco y se ponía a chillar. Sean, el operador de cámara, tuvo que girar para seguir su cara al levantarse. A mí me pareció que había hecho un trabajo perfecto. De modo que grité: «Corten: ¡perfecto, precioso!». Y Sean me replicó:
–No, no, no. No está bien.
–¿Qué pasa?
–Había alguien reflejado en el espejo.
–¿Quién?
–Frank se reflejaba en el espejo.
Pasan muchas cosas así que te incitan a soñar. Y una cosa lleva a la otra y, si lo permites, se abre algo totalmente nuevo.

Los Ángeles, California, circa 1986. Hoja de contactos con varios retratos de David Lynch. Crédito: Getty Images.
Sufrimiento
Para el artista es bueno entender el conflicto y la tensión. Son cosas que pueden aportarle ideas. Pero te garantizo que, si soportas demasiada tensión, serás incapaz de crear. Y un exceso de conflicto se interpondrá en el camino de la creatividad. Puedes entender el conflicto, pero no tienes que vivir en él.
En las historias, en los mundos en los que nos adentramos, hay sufrimiento, confusión, oscuridad, tensión e ira. Hay asesinatos; hay toda clase de cosas. Pero el cineasta no tiene que sufrir para mostrar el sufrimiento. Puede enseñarlo, puede mostrar la condición humana, conflictos y contrastes, pero no tiene que pasar por todo ello. Lo orquesta, pero no está dentro. Que sean los personajes los que sufran.
Es puro sentido común: cuanto más sufre el artista, menos creativo va a ser. Hay menos probabilidades de que disfrute con su trabajo y menos probabilidades de que realice un buen trabajo.
Ahora podría sacarse a colación a Vincent van Gogh como ejemplo de un pintor que realizó un trabajo magnífico pese a su sufrimiento o quizá gracias a él. Me gusta pensar que Van Gogh habría sido todavía más prolífico y brillante si las cosas que le atormentaban no le hubieran oprimido. No creo que fuera el dolor lo que le hizo grande, creo que toda la felicidad de la que pudiera disfrutar provenía de la pintura.
Algunos artistas piensan que la ira, la depresión u otros aspectos negativos les hacen incisivos. Creen que deben aferrarse a esa ira o ese miedo para poder trasladarlos a su obra. Y no les gusta la idea de ser felices: les da ganas de vomitar. Creen que perderán lo que los distingue, que perderán su fuerza.
Pero si meditas, no pierdes mordiente. No pierdes creatividad. No pierdes fuerza. De hecho, cuanto más meditas y trasciendes, más aumentan esas cosas, y además lo notas. Cuando te zambulles, comprendes mucho mejor todos los aspectos de la vida. De ese modo, la comprensión crece, el aprecio crece, se forma una visión de conjunto y la condición humana deviene cada vez más evidente.
Si eres artista, tienes que saber acerca de la ira sin que ésta te limite. Para crear, tienes que tener energía; tienes que tener claridad. Tienes que ser capaz de atrapar las ideas. Tienes que ser bastante fuerte para luchar contra las inevitables presiones y tensiones del mundo. Por tanto, tiene sentido alimentar el lugar del que proceden la fuerza, la claridad y la energía: sumergirse en él y estimularlo. Es curioso, pero mi experiencia así me lo confirma: la dicha es como un chaleco antibalas. Protege. Si tienes suficiente dicha, eres invencible. Y cuando empiezan a desaparecer todas las cosas negativas, puedes pescar más ideas y entenderlas mejor. Te entusiasmas con mayor facilidad. Tienes más energía, más claridad. Después sí que puedes poner manos a la obra y traducir toda esas ideas a uno u otro medio.
Textura
No es que me gusten los cuerpos en descomposición, pero su textura es increíble. ¿Alguna vez has visto un animalillo en descomposición? Me encanta observarlos, igual que me gusta contemplar un primer plano de una corteza de árbol, un bicho, una taza de café o un trozo de tarta. Al acercarte descubres unas texturas maravillosas.

1986. David Lynch posa junto a un Packard. Crédito: Getty Images.
La luz en una película
A menudo, en una escena, la habitación y la luz juntas significan un estado de ánimo. Por tanto, incluso aunque la habitación no sea perfecta, puedes trabajar la iluminación hasta que transmita la sensación correcta para que refleje el mismo estado de ánimo que la idea original.
La luz puede cambiarlo todo en una película, incluso un personaje.
Adoro ver salir a gente de la oscuridad.
Éxito y fracaso
En cierto modo, cuantas más películas has hecho, más fácil resulta hacer otra. Te familiarizas con el proceso de pescar una idea y traducirla. Entiendes las herramientas y la iluminación. Comprendes el proceso en su conjunto porque ya has pasado antes por el mismo.
Pero también cuesta más, porque cuando estrenas otra película, esta se contempla en el contexto de lo que has hecho con anterioridad. La van a juzgar en base a ese trabajo previo. Y s acabas de conseguir un éxito, tienes la impresión de que tal vez fracases.
Pero si vienes de un momento muy bajo, como me ocurrió a mí después de Dune, tal vez no sientas el menor temor: te parece que no puedes ir a peor. Tal vez experimentes la euforia y la libertad de no tener nada que perder.
Hay que aprender a encontrar un equilibrio entre el éxito y el fracaso. El éxito puede matar, igual que el fracaso. Y la única manera de mantener equilibrados el éxito y el fracaso es funcionar al nivel del campo unificado. Es tu amigo. No lo puedes fingir: estás en ese nivel o no lo estás. Y cuando ese campo está a pleno rendimiento, no puedes perder, pase lo que pase.
En conclusión
Me gustaría decir: amo profundamente el cine; adoro pescar ideas y me encanta meditar. Me entusiasma estimular la unidad. Y creo que la estimulación de la unidad trae consigo una vida mejor. Tal vez la iluminación todavía quede lejos, pero se dice que cuando caminas hacia la luz, a cada paso que das, las cosas brillan más. Para mí, cada día es mejor. Y creo que estimular la unidad en el mundo traerá la paz a esta tierra.
Así que: paz para todos. Que todo el mundo sea feliz. Que todo el mundo esté libre de enfermedades.
Que haya buenos auspicios por doquier. Que nadie conozca el sufrimiento.
Paz.
La vida como arte