Catherine Nixey: «Lo llamativo de las versiones de Jesús no es que haya habido tantas, sino que solo haya prevalecido una»
Del cristianismo existen múltiples versiones: solo una es la canónica, pero todas son igual de correctas. Esta afirmación, que haría poner el grito en el cielo a cualquier católico que se precie de serlo (y en base a la cual la Inquisición, durante cinco siglos, llevó a la hoguera a miles de pobres diablos disidentes), es el preámbulo que la historiadora Catherine Nixey lanza a la palestra en las primeras páginas de «Herejía» (Taurus), para que nadie se llame a engaño acerca de lo que va (o no) a leer. A partir de ahí, Nixey desgrana de manera tan informada como exhaustiva las numerosas y heterogéneas versiones de lo que allá por el siglo I se venía llamando Jesucristo, a través de anécdotas de lo más variopintas y lustrosas, la inmensa mayoría del todo desconocidas por el cristiano occidental: inmortal (y canónico) solo podía quedar uno.
Por Carmen Cocina
Catherine Nixey en Madrid en noviembre de 2024. Crédito: Diego Lafuente.
¿Sabía usted que Jesucristo (un Jesucristo) vendió a un hombre como esclavo? ¿Que un pequeño Niño Jesús mató a otro niño cuando solo tenía cinco años? ¿Que se tiene registro de un Jesús cuyos pechos daban leche? ¿Que había emperadores que hacían ver a los ciegos, profetas que hacían andar a los cojos y dioses griegos y romanos que resucitaban a los muertos? Y lo que es más importante: ¿lo sabe el cristiano medio? «Mete tus dedos en mis llagas», que diría Aquel.
Todas las historias son la misma y esa historia se llevaba contando desde siglos, incluso milenios, antes de que los Reyes Magos llegaran al pesebre. Una verdad incómoda ante la cual los creyentes más fervorosos preferirán seguir cerrando los ojos, pero que resulta tremendamente interesante para cualquier miembro mínimamente curioso de esa civilización para la cual el nacimiento de Cristo marca un antes y un después históricos, e incluso para cualquier creyente que, aun ciñéndose a la versión canónica (difícil desprenderse de las creencias de toda una vida), quiera saber más sobre esos otros camellos que no consiguieron pasar por esa aguja llamada Biblia. Un antecedente maquiavélico y metódico de la teoría de la espiral del silencio de Noelle-Neumann, según la cual los discursos alternativos tienden a ser silenciados por quienes emiten los discursos dominantes: lo que usted diga, Eminencia. Alrededor de todo esto orbita Herejía, de Catherine Nixon, probablemente el ensayo más minucioso e ilustrativo del año.
LENGUA: ¿Por qué decidió dedicar un ensayo tan exhaustivo a los diversos Jesucristos y creencias que dieron forma a tantas versiones distintas del cristianismo?
Catherine Nixey: Supongo que porque antes de que yo naciera mi padre había sido monje y mi madre monja, y ambos me inculcaron la versión canónica del cristianismo. Cuando descubrí que había muchas otras versiones y las leí, aquello me impactó muchísimo. Lo más chocante fue averiguar que en la Antigüedad hubo muchos otros profetas muy similares a Jesucristo, tanto desde la visión del cristianismo que nosotros conocemos como para la gente de la Antigua Roma, que decía: «¿Dices que ese hombre de pelo largo y mirada profética es único? ¿Que es el hijo de Dios? Pues mira, no. Todos estos han hecho lo mismo que él: vaticinar el fin del mundo, curar a los lisiados, hacer que los ciegos vean...». Todas esas cosas que quienes se mostraban críticos con el cristianismo llamaban trucos. Lo interesante es que desde el siglo IV a.C. habían surgido ya muchas figuras históricas muy similares a la suya. El cristianismo siempre ha contado su historia con la forma de un retrato, y esta resulta muy diferente si la contemplas como una visión panorámica. De hecho, si nos centramos en el propio Jesucristo, existen muchísimas versiones de él, no solo la que aparece en la Biblia.
«El cristianismo siempre ha contado su historia con la forma de un retrato, y esta resulta muy diferente si la contemplas como una visión panorámica».
LENGUA: En el libro explicas que la historia se escribe del presente al pasado, tratando de reconstruirlo a partir de los datos que ya tenemos a mano, y que eso es exactamente lo que ha hecho el Cristianismo.
Catherine Nixey: Siempre que alguien escribe sobre la historia está, en cierto modo, fabulando. Es muy difícil recordar y tener a mano lo que la gente creía por aquel entonces. Por ejemplo, en Inglaterra, escribir sobre la Segunda Guerra Mundial se ha convertido prácticamente en un hobby: leemos descripciones de lo que pasó entonces, como el famoso discurso de Churchill en el Parlamento, pero lo cierto es que en su momento solo lo oyeron los parlamentarios; no se grabó entonces, sino después. Nos han contado que hubo acciones de gran impacto cuando, probablemente, este haya sido mucho menor: en aquellos tiempos la gente estaba desmotivada, muchos no querían luchar, oían la propaganda nazi por la radio... Es muy distinta la visión de la historia que se tiene a toro pasado que la que tienen en el momento quienes la están viviendo. En el ensayo hago una analogía entre la historia y las carreras de caballos: no es lo mismo contar la evolución de la carrera cuando esta ya ha terminado y sabes quién ha ganado que contarla en directo. En la historia que se cuenta a posteriori el ganador lo parece desde el principio.
Catherine Nixey. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: Según los textos apócrifos, existen al menos cuarenta versiones distintas de Jesús...
Catherine Nixey: Como mínimo. Hay cuarenta evangelios, en el sentido del término gospel, que en inglés viene de «God Spell» (milagro de Dios), pero cuyo primer antecedente, evangelion, procede el griego y significaba «buena nueva», «bienaventuranza». De hecho, muchos términos que creemos cristianos proceden de la Antigua Grecia y la Roma antigua, a cuyos emperadores se atribuían características que luego los cristianos trasladaron a la figura de Jesucristo. Según los escritos, Augusto y Constantino entraron en Roma con un halo de luz que provenía del cielo, y otros emperadores devolvían la vista a los ciegos y curaban a los enfermos. A todos ellos les precedía la esperanza: se creía que traerían buenas noticias y bonanza al pueblo. Lo llamativo de las distintas versiones de Jesús no es que haya habido tantas, sino que solo haya prevalecido una. Y es esa unicidad lo que alumbró la noción de herejía, que se refería a toda aquella versión de Jesucristo que se alejara de la doctrina canónica. En el Imperio Romano había muchos dioses y religiones, todas convivían en armonía y cada persona o grupo tenía su propia versión de la historia de Jesucristo. Por entonces, como hoy, para cada cual el mejor dios era el suyo. Pero allá por el siglo I los cristianos dijeron: «No, solo hay uno y es el nuestro», lo que resultó muy chocante para sus coetáneos. Por ese axioma de la exclusividad de su dios, los cristianos se mostraban agresivos con los que profesaban otras religiones, pero también entre ellos, porque cada uno de ellos quería que imperara su propia versión de Jesucristo y tachaba de herejes a los demás.
LENGUA: Como bien dice, los habitantes de Antigua Roma aceptaban a priori todas las religiones, excepto aquellas que incluían prácticas peligrosas para la vida social y cívica: castraciones, sacrificios humanos… Sin embargo, los cristianos rechazaban todas las demás religiones, y también aquellas versiones del cristianismo que no encajaban al cien por cien con la suya. En su opinión, ¿qué los llevaba a enfrentarse a todos los demás con esa ferocidad?
Catherine Nixey: Si tienes una sola visión y estás convencido de que solo esa es la correcta, para ti todo lo demás es dominación o no salvación y sientes que tu obligación es convertir a los demás. Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», no «Yo soy uno de los caminos, una de las verdades y una de las vidas, así que elegid la que más os guste». Séneca, el senador romano, lo expresó muy claramente cuando les dijo a los cristianos: «Vemos el mismo cielo, las mismas estrellas y el mismo sol, así que ¿qué importa en quién busquemos la verdad?». Pero lo cierto es que eso es lo único que les importa a los cristianos: están empecinados en que el único camino válido es el suyo. De ahí vino el cambio del significado de la palabra herejía. Originalmente significaba «elección», que en la Roma antigua era un concepto positivo porque implicaba utilizar el intelecto para que cada uno decidiera por sí mismo en qué creía. Pero, en menos de cien años, los cristianos pasaron a considerarlo un término vicioso y empezaron a aplicarlo a todo aquello que se alejaba de la doctrina católica oficial, que debía descartarse.
«La propia Biblia nos enseña muchas caras del mismo Jesús, y muchas son bastante desagradables. De hecho, en el Antiguo testamento Dios es violento, vengativo, inmisericorde, así que ¿por qué no iba a serlo su hijo? Y en el Nuevo Testamento, Jesús dice: "No he venido a traer la paz, sino la espada". Ese no es el Jesús del que te hablan en el catecismo, que es el que todo el mundo tiene en la cabeza».
LENGUA: Por ese rechazo hacia todo lo demás, parece que el cristianismo es la primera religión intrínsecamente intolerante de la historia. ¿Es así?
Catherine Nixey: Interesante pregunta. Académicamente, determinar quién es tolerante y quién no es una cuestión candente. Hasta cierto punto los romanos lo eran, ya que perseguían a los cristianos, pero lo hacían basándose en el orden social: prohibían las religiones que incitaban a la traición o quebraban las leyes, y consideraban que el cristianismo era peligroso porque los cristianos no juraban lealtad al emperador, sino a su dios. Cuando en Europa estos se proponen acabar con el resto de las religiones simplemente por no tratarse de la suya, en Roma saltan las alarmas. Por el contrario, para los cristianos lo peligroso era todo lo que no eran ellos. Su religión era una mera cuestión de fe: para ser cristiano no había que hacer nada, solo creer. De hecho, los cristianos decían que las anteriores religiones no eran tales porque no tenían creencias, lo cual no era cierto: los romanos se gastaban un dineral en templos y estatuas a sus divinidades y se pasaban días enteros meditando. No obstante, el enfoque arrogante de los cristianos perduró durante siglos.
LENGUA: Además de religiones pacifistas como el budismo, hoy en día existen otras más intolerantes, como la católica o el islam, que son las que consideran infieles a todos los que no pertenecen a ellas. ¿Cuál es la raíz de esta dicotomía entre las religiones tolerantes y las intolerantes?
Catherine Nixey: No todos los islamistas ni todos los musulmanes son intolerantes. La mayoría de la gente lo único que quieren es salir pronto del trabajo, estar con su familia y tomarse un buen vino. Solo algunos están atrapados en ese fervor religioso. Pero el monoteísmo puede ser un arma terrible, el hecho de que para esos creyentes exista un solo dios que ostente todo el poder. En cualquier caso, eso no excluye la posibilidad de que las religiones politeístas se muestren violentas en un momento dado. Quién sabe.
Catherine Nixey. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: En el año 1208 el Papa Inocencio III escribió una encíclica en la que incitaba a «los verdaderos cristianos» a terminar con «la epidemia de la herejía» asesinando a los herejes. Si lo hacían, podían quedarse con sus bienes e irían al cielo. A partir de ahí, cabe pensar que a quienes siguieron sus instrucciones no les movía solo la fe, sino también (o solo) el interés económico…
Catherine Nixey: El economista Adam Smith escribió mucho sobre la religión aplicada a la economía. Su teoría era que cuando la religión se alía con el poder de los gobernantes, se convierte en un arma a su servicio, como pasó en el caso de este papa . Lo que vemos ahí no es religión, sino una serie de consecuencias económicas. Y en los albores del cristianismo también las hubo, porque los herejes no podían heredar ni poseer bienes y no se les daba trabajo. Siempre habrá quien quiera excluir a otras personas. Algunas lo hacen por el amor de Dios, pero otras veces es solo por el dinero. Por ejemplo, cuando los monjes destruían los templos de otras religiones decían que buscaban libros malditos, pero lo que en realidad querían era hacerse con las piedras y las estatuas para construir sus propios monasterios. Así fue cómo los cristianos robaron a los paganos maravillosas obras arquitectónicas. A menudo, el tachar a otros de herejes no era más que una forma velada de robar.
«Si tienes una sola visión y estás convencido de que solo esa es la correcta, para ti todo lo demás es dominación o no salvación. Y sientes que tu obligación es convertir a los demás».
LENGUA: Originariamente, las religiones, incluido el cristianismo, tenían un alto componente de utilidad: servían para curar a los enfermos, devolver la vista a los ciegos y la vida a los difuntos… Y también para dar respuesta a todo aquello que las personas no podían entender. Hoy en día, cuando el ser humano ha llegado hasta la luna y sabemos lo que es la física cuántica, es la ciencia la que soluciona todos esos problemas, y también la que da respuesta a lo que antes se ignoraba. En este contexto, ¿por qué hay gente que sigue creyendo en su dios?
Catherine Nixey: Porque aún nos queda el problema de existir. La vida es dura. Es difícil ser feliz. Para los religiosos, tener alma es un alivio. La gente se siente sola, a veces la vida es cruel, el mero hecho de levantarse y trabajar un martes es difícil. Y a mucha gente creer en Dios le da una sensación de plenitud. El cerebro humano nos juega muy malas pasadas, y creer que en otra vida seremos felices y comeremos perdices lo hace todo más llevadero.
LENGUA: Uno de los dogmas más discutidos entre los primeros cristianos fue el de la virginidad de María. ¿Por qué ese escepticismo en especial? ¿Cree que la intencionalidad de retratar el deseo y a las mujeres que practicaban el sexo como algo impuro ha tenido algo que ver en la prevalencia de la que se consolidó como la versión canónica?
Catherine Nixey: Tanto el sexo como las mujeres que lo practicaban eran impuras en el mundo antiguo. Los cuerpos de las mujeres estaban severamente vigilados. Y cuando en el libro hablo de la mujer que comprueba la virginidad de María, sabe exactamente dónde tiene que tocar: a las gentes de entonces la importancia de la virginidad les resultaba tan familiar como lo es para nosotros. La virginidad de María fue muy discutida porque para muchos no tenía ningún sentido, y se burlaban de ello. Muchos dioses habían dejado embarazadas a mujeres, pero no entraba en detalles sobre cómo lo hacían, y en ninguna otra ocasión se sugirió que alguna de las embarazadas siguiera siendo virgen. Celso, sin ir más lejos, afirmó que por qué iba a elegirla a ella como madre el hijo de Dios, pudiendo elegir a una reina, que la había dejado embarazada un soldado romano y que se había inventado la historia del ángel anunciador para proteger su honra. En los escritos judíos se cuenta lo mismo. De hecho, todo apunta a que en el cristianismo el dogma de la virginidad de María surgió mucho después de la llegada de Jesucristo. Los cristianos se niegan en redondo a contemplar la idea de que María pudiera quedarse embarazada como lo hacen el resto de las mujeres, pero su virginidad solo se hace explícita en dos de los cuatro evangelios de la Biblia. Por otro lado, en el arte parietal europeo es muy frecuente ver escenas que no salen en la Biblia, como la mula y el buey en el nacimiento del niño Jesús o la Virgen María sobre un burro... Mucho de lo que sabemos sobre el cristianismo viene del arte antiguo, no de los evangelios.
Catherine Nixey. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: En muchos evangelios apócrifos aparecen versiones de Jesús que dejan mucho que desear, como el que vende a un esclavo o el niño Jesús de cinco años que mata a otro niño en un ataque de ira. ¿Cómo es posible que esas versiones convivieran durante tanto tiempo con la versión del Dios todo misericordioso del que nos habla la Biblia?
Catherine Nixey: Esa forma de ver el cristianismo, tan redonda y coherente, es la que nos ha inculcado la Iglesia católica. En realidad, la propia Biblia nos enseña muchas caras del mismo Jesús, y muchas son bastante desagradables. En Anna Karenina, Tolstoi reproduce una cita de la Biblia en la que Jesús dice: «No he venido a traer la paz, sino la espada». Ese no es el Jesús del que te hablan en el catecismo, que es el que todo el mundo tiene en la cabeza. También hay momentos en que Jesús se pone antipático con la Virgen María y dice cosas bastante feas. Y para los habitantes de la Antigüedad, algunos de sus milagros también eran raros, como el del milagro del exorcismo y los cerdos: surgieron críticas de que, si de verdad Dios era todopoderoso y misericordioso, podría haber expulsado al demonio de raíz, en lugar de meterlo en el cuerpo de los pobres cerdos. La Biblia pretendía ser coherente, pero dista mucho de ser perfecta. Los evangelistas no eran del todo buenos contando sus historias y se desacreditaban los unos a los otros. Si hoy en día tenemos una visión tan uniforme del cristianismo es porque a lo largo de los años los escolásticos han hecho una selección meticulosa y metódica de las historias que querían que sobreviviesen en el imaginario cristiano y de por dónde querían llevar la doctrina. Si la propia Biblia muestra facetas contradictorias de su Jesucristo, no debería sorprendernos que existan otras versiones de él en otros evangelios. De hecho, en el Antiguo testamento Dios es violento, vengativo e inmisericorde, así que ¿por qué no iba a serlo su hijo? Si hubiésemos sido testigos en su momento de todos los escritos que iban surgiendo sobre Jesucristo en los diferentes periodos de la historia, por parte de distintos autores y bajo distintas influencias, no extrañarían esas divergencias. Pero como ahora viene todo en un solo libro, cualquier incoherencia nos extraña. El verdadero milagro del cristianismo es haber empaquetado toda su doctrina en un solo libro. De hecho, en griego no se dice «el libro de la Biblia», sino «los libros de Biblia». Quizá si hubiera prevalecido su visión, y no la anglosajona, el cristianismo habría tomado otra deriva.
LENGUA: Algunos filósofos dicen que las religiones son el cáncer de la humanidad. ¿Está de acuerdo?
Catherine Nixey: Yo las veo más como una herramienta. Creo que de ellas pueden salir cosas buenas, belleza y nobleza, pero también pueden llevar a la gente a hacer cosas malas. Quizá el cáncer es una palabra demasiado fuerte para calificarlas, porque del cáncer no sale nada bueno. Pero los cristianos consideraban que todo lo que no era cristiano era un cáncer. Tal como yo lo veo, de las religiones han salido cosas buenas en la arquitectura, la filosofía y el arte.