Un Marco Aurelio desconocido: Pablo Montoya reformula al emperador estoico
Cualquiera diría que un clásico único como las «Memorias de Adriano» de Marguerite Yourcenar no podría repetirse, pero el último libro del escritor colombiano Pablo Montoya se queda muy cerca. En «Marco Aurelio y los límites del Imperio» (Random House), el romano filósofo nos habla a nosotros mismos de manera totalmente distinta a como suele presentársenos en la cultura popular, humanizado y sensual, también trágico y melancólico. Una novela mágica y también oscura que nos habla desde unos tiempos de debacle a otros, como los nuestros, no menos angustiosos.
Por Daniel Arjona

Estatua de Marco Aurelio en la plaza del Capitolio de Roma, Italia. Crédito: Getty Images.
Las catástrofes se precipitan sobre la ciudad como una plaga de langostas. Primero la guerra incesante que amenaza las fronteras a golpe de incursiones bárbaras. Después, una terrible inundación revienta los puentes de Roma y arrastra las casas y a la gente con ellas. Por último, el mal definitivo: la gran plaga. «La peste llegó a Roma traída por las legiones de Lucio Vero». Así arranca Marco Aurelio y los límites del imperio (Random House), la nueva novela del escritor colombiano Pablo Montoya, quien logra aquí algo tan extremadamente ambicioso como emular las legendarias Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar (y resultar, no obstante y al mismo tiempo, completamente original).
Montoya lleva dos años viviendo en Madrid mientras concluía este libro de prosa tan excelsa como íntima. Una novela que se atreve a tomar la voz de una de las figuras más conocidas de la historia de la humanidad, aquel emperador sabio y bueno del siglo II, guerrero a costa suya y adscrito al estoicismo, la filosofía de moda hoy entre mercachifles tecnológicos y youtubers residentes en Andorra.
A Montoya, que ya se ocupó en una obra suya anterior de la antigüedad de la Ciudad Eterna y de cómo pudo vivir su exilio el poeta Ovidio -Lejos de Roma se titula-, releyó en los días del coronavirus las Meditaciones de Marco Aurelio y un párrafo le sacó del ensimismamiento pandémico: «El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía».
A Pablo Montoya no le quedó más remedio que ponerse a escribir.
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LENGUA: Leí que esta novela le llevó tres años y, teniendo en cuenta que arranca con la llegada de la peste a Roma, no parece difícil señalar su inspiración. ¿Es un libro hijo de la pandemia?
Pablo Montoya: Sí, el impulso para escribir Marco Aurelio y los límites del Imperio, que arranca el día en que la peste llega a Roma, fue la peste moderna del coronavirus. Me pidieron entonces un artículo sobre literatura y pandemias y me encontré con la primera pandemia de Europa que fue a la que tuvo que enfrentarse Marco Aurelio. No fue una peste, en realidad, sino una especie de viruela que trajeron las legiones romanas de Oriente y diezmó a la población de Roma, donde llegaba a morir dos mil personas al día. Fue así aquel el comienzo de la debilitación del Imperio. Comencé a indagar en lo ocurrido y me di cuente de que existían muchas similitudes con nuestro siglo.
LENGUA: El eco de Memorias de Adriano de Yourcenar es aquí tan evidente, tan poco sutil, que uno podría entender esta novela incluso como un homenaje. ¿Es así?
Pablo Montoya: El libro de Yourcenar está aquí presente en muchos sentidos como el tratamiento literario o la relación entre literatura y filosofía. Como en Memorias de Adriano, hay en estas páginas un emperador que está ad portas de morir y hace un recuento de su vida. Pero existe una sutil diferencia. El Adriano de Yourcenar se dirige por carta, de hecho, a Marco Aurelio, mientras que mi propio Marco Aurelio tiene un interlocutor fantasmal porque es un estoico en todo el sentido de la palabra, alguien que no cree en la perdurabilidad de la escritura y de la obra literaria. Es un escéptico de la gloria y asume que todos estamos condenados al olvido.
LENGUA: La Roma Antigua está hoy más de moda que nunca pero, sin embargo, su novela es diferente a lo que suele publicarse.
Pablo Montoya: Sí, Roma está de moda. Lo que ocurre es que hay un formato muy exitoso de novela histórica que transcurre en ese periodo que es demasiado espectacular, que parece querer optar rápidamente a convertirse en película de Hollywood. A mí me gusta otro modelo como el de Yourcenar en Memorias de Adriano o el de otro libro maravilloso que es La muerte de Virgilio, de Hermann Broch. Este último, en concreto la parte en la que Virgilio habla con Augusto, me inspiró directamente un capítulo de mi novela, el titulado La conversación.
«Para separarme un poco de su presencia tan fuerte y tan canonizada, decidí sensorializar a Marco Aurelio. Volverle más humano, más epicúreo; busqué también darle una mayor carnalidad y amplitud literaria a esos maestros que apenas quedan apuntados en las Meditaciones».
LENGUA: ¿Es posible que el interlocutor de Marco Aurelio en ese capítulo al que se refiere, el cínico y enfermo Livio Tertulo, sea un trasunto de usted mismo?
Pablo Montoya: Ja, ja, ja. Sí, bien visto. Yo también andaba enfermo entonces con parálisis fácil que le pasé al pobre Livio Tertulo. Pero además me sirvió para cuestionar a mi protagonista. Siempre quise evitar loas al Imperio romano y al emperador. Y este escritor que puede criticar al emperador porque es amigo suyo me sirvió para ello. Es un personaje de ficción cuya mentalidad crítica, sin embargo, está realmente atestiguada en aquella época. Cínicos y también epicúreos eran muy críticos con las posturas militaristas que sí aceptaban estoicos como Marco Aurelio.
LENGUA: Las Meditaciones de Marco Aurelio es uno de los libros más leídos y admirados de todos los tiempos hasta hoy mismo. Esta novela inventa un segundo texto más íntimo que habría escrito el emperador…
Pablo Montoya: Pero fíjese que las Meditaciones no fue escrito para ser publicado. Se trata de anotaciones que Marco Aurelio fue apuntando mientras combatía contra los bárbaros del norte. Algo así como unos ejercicios espirituales para hacer fuerza cada día y no sucumbir, también para dar las gracias a sus maestros que casi todos han muerto. Se trata de un libro muy melancólico, consciente de que todo lo devasta la enfermedad, la muerte y el olvido. Y mi novela está entretejida con las Meditaciones. Son doce capítulos, como doce libros tiene también las Meditaciones sobre las que articulo mi propia historia. Gracias a esa estructura pude también limitarme. En caso contario, teniendo en cuenta todo lo que leí y me documenté, podría todavía seguir escribiendo.

Pablo Montoya. Crédito: D. R.
LENGUA: El problema del siglo II que no es precisamente prolijo en fuente. En ese sentido, el gran historiador Ronald Syme llegó a denunciar que Yourcenar se había basado para su retrato de Adriano en una falsificación, Historia Augusta. Otros, sin embargo, han replicado que no se debe confundir literatura e historia y que Memorias de Adriano forma parte, excelsa, del primer campo. ¿Cómo ve estas difíciles relaciones entre la historia y la ficción?
Pablo Montoya: Yourcenar respondió a aquellas acusaciones asegurando que había investigado mucho para escribir Memorias de Adriano. Ella siempre buscó que su novela fuera aceptada por el gremio de los historiadores, pero no lo consiguió. Seamos claros, su Adriano es solo suyo, es un personaje de ficción. La he leído muchas veces pero la última, cuando me disponía a escribir Marco Aurelio y los límites del imperio, me pareció detectar un Adriano casi insoportablemente afrancesado. Yo este problema ya lo resolví hace tiempo: las novelas son novelas. Yo reinvento los personajes históricos y los vuelvo ficción. En la ficción tienes libertad hasta para mentir. Pero vamos a Historia Augusta. Es un libro maravilloso lleno de chismes y anécdotas. Y es la fuente de todos los historiadores porque no hay mucho más sobre los emperadores del siglo II. De Marco Aurelio cuenta, por ejemplo, que cuando perdió a su esposa se consiguió una concubina en su medio cercano. Pero no cuenta quién es. Así que yo la inventé un nombre y un origen griego, le di carnalidad literaria. Las Meditaciones están escritas en griego como usted bien sabe.
«No solamente era un emperador sabio, Marco Aurelio también fue un emperador enclenque, enfermo, con úlcera, insomne, consumidor de opio al que tal vez fuera adicto… Él hace la guerra porque es un noble romano que tiene que defender la idea de Roma frente a los bárbaros».
LENGUA: Usted dice que este libro suyo Marco Aurelio lo escribe en latín.
Pablo Montoya: Eso es. Los niños de la nobleza romana en tiempos de Marco Aurelio tenían casi todos nodrizas griegas, esclavas que primero les amamantaban y después les enseñaban su lengua. Por eso la raíz del amor del emperador a lo griego es sensorial, casi erótica. Le reconozco que dudé mucho sobre si erotizar a Marco Aurelio porque es un emperador que recordamos prácticamente como un santo, un santo estoico sin sensualidad. Tal vez cometí una imprudencia.
LENGUA: Escribir en primera persona, ponerse en la piel del emperador sabio admirado por todos, ¿no le hacía correr el riesgo de caer presa acrítica de su embrujo?
Pablo Montoya: ¡Claro! Justamente por eso, para separarme un poco de esa presencia tan fuerte y tan canonizada, decidí sensorializarlo, como decía, volverle más humano, más epicúreo, le di esa relación con la esclava y busqué también darle una mayor carnalidad y amplitud literaria a esos maestros que apenas quedan apuntados en las Meditaciones.

Detalle de la columna de Marco Aurelio en la plaza Colonna de Roma. Crédito: Getty Images.
LENGUA: El emperador fue una figura ciertamente dramática. Un sabio que hubiera querido pasarse la vida en palacio leyendo y filosofando y que se vio obligado a hacer la guerra casi toda su vida.
Pablo Montoya: No solamente era un emperador sabio, también fue un emperador enclenque, enfermo, con úlcera, insomne, consumidor de opio al que tal vez fuera adicto… Él hace la guerra porque es un noble romano que tiene que defender la idea de Roma frente a los bárbaros. Una idea de tolerancia y libertad que dulcifica el trato con los esclavos. Es un emperador bueno al que no le queda más remedio que hacer la guerra.
LENGUA: ¿La peste alimentó la superstición y la irracionalidad en tiempos de Marco Aurelio al igual que la pandemia del coronavirus ha hecho en nuestro tiempo?
Pablo Montoya: Juego con la figura de un Marco Aurelio que cree en la providencia como estoico pero también, como emperador, en la protección de los dioses y, aunque no esté claro si cree en ellos, los saca, por ejemplo, cuando la enfermedad llega a Roma porque es consciente de su utilidad social. Al mismo tiempo, repudia a los mesías y charlatanes.
LENGUA: ¿Así ve a los cristianos?
Pablo Montoya: Algo así. Pero creo que se ha exagerado su persecución de los cristianos. Es cierto que hubo un episodio así en Lyon, pero no está claro que la orden de asesinarlos en el anfiteatro viniera de él. Yo lo dudo mucho. Diría que en realidad fue tolerante con todos los cultos religiosos y con los cristianos en particular. Lo único que no aceptaba es su gusto por el martirio y su desobediencia. Como le pasó con el cristiano Justino al que mandó decapitar.
LENGUA: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre», escribió Yourcenar en Memorias de Adriano. ¿Marco Aurelio fue el último hombre solo antes de que el cristianismo anule la individualidad y cambie el espíritu humano?
Pablo Montoya: Bueno, yo creo que es otra idealización más de Yourcenar. Un individuo, un hombre de paz que le sirvió a la escritora para oponerlo a la época en la que vivió, al fin de la Segunda Guerra Mundial y en vísperas de la Guerra Fría. ¡Pero Adriano fue un tipo sanguinario! Yourcenar inventa un Adriano para su propio tiempo.
«Eche usted un ojo a los payasos horrorosos que nos dominan: Putin, Trump, Biden… Podría decir incluso que hoy vivimos un momento peor que aquel que abismó al Imperio romano en un siglo de guerra civiles. Hoy nos jugamos la propia destrucción de la Humanidad. Los romanos no tenían ojivas nucleares...».
LENGUA: ¿Toda novela histórica, como creo que dijo Borges en referencia al Salambó de Flaubert, dice más del tiempo en que se escribe que del tiempo lejano al que se refiere?
Pablo Montoya: ¡La mía también! Intenté responder a una pregunta: ¿qué hace un hombre de poder en tiempos de debacle? Porque hoy también vivimos tiempos de debacle, no solo por la pandemia. Eche un ojo a los payasos horrorosos que nos dominan: Putin, Trump, Biden… Podría decir incluso que hoy vivimos un momento peor que aquel que abismó al Imperio romano en un siglo de guerra civiles. Hoy nos jugamos la propia destrucción de la Humanidad. Los romanos no tenían ojivas nucleares. Y toda civilización es perecedera.
LENGUA: ¿Las Meditaciones de un emperador romano de hace dos mil años nos pueden ayudar hoy a vivir mejor? A mí lo que me pasa con el estoicismo es que me parece tan racional como falto de apasionamiento…
Pablo Montoya: Hay cosas del estoicismo de las Meditaciones que nos pueden valer hoy. Sé humilde, no atiendas a lo que dicen de ti, haz lo que debas con dignidad… Y todo esto sin dioses. Por eso sigue siendo un libro tan exitoso en nuestro actual mundo seglar. Ahora, lo que ya me convence menos son esas tendencias neoestoicas relacionadas con el empresariado.
LENGUA: Dicen que el estoicismo es la nueva autoayuda, la filosofía de Elon Musk y Silicon Valley, y un célebre youtuber musculoso, Llados, recomienda a sus seguidores no leer muchos libros, sino leer solo uno, una y otra vez: las Meditaciones de Marco Aurelio. ¿Es esta una aciaga victoria del estoicismo?
Pablo Montoya: Es cierto que en su evolución el estoicismo acabó por relacionarse con el poder romano. No es como el epicureísmo o, aún más, como el cinismo que se opone por definición a todo poder. Pero los poderes tecnológicos actuales han manipulado todo eso. Porque además pensemos una cosa. Marco Aurelio levantó tremendas esperanzas porque por primera vez un filósofo fuera emperador y el resultado final fue catastrófico. Dejó un imperio en crisis que ya no se iba a recuperar del todo.