Anatomía del «thriller» contemporáneo
El «noir» y el «thriller» atraviesan un momento feliz en diversidad de oferta y entrega de un público masivo que demanda que le disparen el ritmo cardíaco. Aprovechando la celebración de La Noche Más Negra 2024*, en LENGUA radiografiamos el «statu quo» para atender a las líneas genéricas en boga y ver cómo las temas y arquetipos de siempre han encontrado formas renovadas de ajustarse a la realidad actual. Un menú de títulos y autores de lo más variado, apto pues para toda suerte de estómagos, de los más sensibles a los a prueba de bomba.
* Joël Dicker, Alex Michaelides, Ángela Banzas, Elia Barceló, Santiago Díaz y Patrick Radeen Keefe, entre otros, protagonizan La Noche Más Negra 2024, el festival literario de «thriller» y novela negra organizado por Penguin Random House Grupo Editorial y FNAC. Esta edición cuenta asimismo con la participación de Jessica Bull, Cristina Cerrada, Juan Carlos Galindo, Xus González, Toni Hill, Luis García Jambrina, Susana Martín Gijón, Ramón Palomar y Txemi Parra. Además de encuentros presenciales en las tiendas de FNAC en A Coruña, Barcelona, Bilbao, Madrid y Valencia (ver agenda bajo estas líneas), la programación «online» ya está disponible en los canales de YouTube de Penguin Libros y de FNAC España.
Por Antonio Lozano
Es que no cambiamos
El thriller histórico cada vez gana más adeptos entre los novelistas y los lectores españoles. Autores de prestigio que prueban suerte en el género, premios de larga tradición que van a parar a sus cultivadores, adaptaciones al cine y a la televisión con presupuestos generosos... Coger la máquina del tiempo con el fin de hacernos vibrar con historias que encierran el plus de brindarnos también lecciones valiosas sobre nuestro pasado reciente o remoto levanta pasiones crecientes. A sus cantos de sirena no ha podido sustraerse Susana Martín Gijón, que tras consolidar Sevilla como un escenario negro de alto voltaje en su trilogía sobre la inspectora Camino Vargas, sigue explorando el filón literario de su lugar natal, pero desde un thriller que nos transporta a finales del siglo XVI. En La Babilonia, 1580, viajamos al momento en que la ciudad atravesaba su máximo esplendor como capital del comercio entre el Nuevo y el Viejo Mundo para contarnos un brutal asesinato que unirá a dos aguerridas mujeres y pondrá en jaque a la Corona. Un periodo de tinieblas y esplendor que la autora llena de peripecias, tensión, fervorosa ambientación y mensaje feminista.
Otro superventas tentado por el género es Santiago Díaz, quien en Los nueve reinos pone el foco en un periodo mucho más desconocido de la historia de España: la resistencia de la civilización gauche —una estirpe de guerreros que se asentó en la isla de Tenerife en el siglo I a.C. y que tuvo en el mencey Bencomo a su gran líder— a la Corona de Castilla. Sangre, aventuras, traiciones y amores imposibles con una esclava en busca de sus orígenes en su núcleo.
Thrillers no-puede-ser
LENGUA ya le dedicó todo un reportaje al modo en que el giro narrativo, ese vuelco radical en la dirección lineal o la previsibilidad de una trama que causa un gran impacto, ha ido adquiriendo protagonismo en los últimos años. La creciente oferta de series televisivas de misterio e intriga en las plataformas, que, con frecuencia, buscan descollar en un mercado tan saturado y competitivo precisamente a base de publicitar sorpresas y golpes de efecto a mansalva, han impulsado a los novelistas a aguzar el ingenio para llevar la acción por derroteros que garanticen que el lector acabe con la boca abierta.
Uno de los thrilleros más consumados ha sido sin duda alguna el chipriota Alex Michaelides, que con su thriller psicológico La paciente silenciosa -traducida a cincuenta países y con dos millones y medio de ejemplares vendidos en todo el mundo- consiguió uno de esos finales que producen un silencio atónito, paso previo a su efecto contrario: incendiar las redes sociales. Su último trabajo, La furia, es un confeso homenaje a los whodunnit de Agatha Christie donde se dan cita el teatro y los escenarios griegos tan caros al autor. Una antigua estrella de cine invita a sus amigos más íntimos a una idílica isla griega privada, un islote de lujo. Cuando el poderoso viento que los lugareños llaman «la furia» los deja atrapados en ella, las viejas amistades acaban sacando a flote el odio, la envidia y el deseo de venganza reprimidos durante años.
Al igual que Michaelides, otros autores que de forma reciente han utilizado con brillantez el recurso del narrador no fiable para desencajarnos la mandíbula han sido Matthew Blake con Anna O, A.J. Finn con El final de la historia, Laura Lippman con La dama del lago o Freida McFadden con su trilogía La asistenta.
Ellas están al mando
Ya hace mucho que ellas dejaron de asumir sobre todo los roles de víctima, femme fatale o mera comparsa sentimental del protagonista masculino de turno en el thriller y la novela negra, pero nunca como hasta ahora habían acarreado tanto sobre sus hombros el peso de las investigaciones y ayudado a visibilizar algunas de las problemáticas más serias a las que tradicionalmente se han enfrentado las mujeres. Las novedades de Ángela Banzas y Elia Barceló tienen en su centro a protagonistas que desafían cualquier ramplona tentación de asociar al género femenino con el sexo débil. En El aliento de las llamas, la primera nos transporta al pazo de Mariñán a finales del siglo XIX, donde Elvira Pardo deberá enfrentarse a una maraña de secretos y enigmas de cara a cumplir con la última voluntad de un amigo: dar con el paradero de una mujer llamada Jimena. La segunda cierra su trilogía Muerte en Santa Rita con La soga de cristal, colocando a las inquilinas del balneario mediterráneo que ha bautizado al conjunto desentrañando perturbadores secretos familiares en el marco de un Día de los Difuntos más justificado que nunca.
La creciente oferta de series televisivas de misterio e intriga en las plataformas han impulsado a los novelistas a aguzar el ingenio para llevar la acción por derroteros que garanticen que el lector acabe con la boca abierta.
Sería un error pensar que sólo ellas son capaces de componer personajes femeninos sobrados de recursos ante la ominosa presencia del Mal pues ahí está Lena Mayoral, la prestigiosa criminalista de pasado turbulento a la que conocimos en El último verdugo, donde su creador, Toni Hill, la enfrentó a un asesino en serie que empleaba un garrote vil. Todavía recuperándose anímica y físicamente del caso, Mayoral se vuelca ahora a investigar la desaparición de un niño en un pueblecito de los Pirineos en La hora del lobo.
En la adrenalínica Un trabajo limpio, Xus González aprovechaba su condición de agente de Investigación Avanzada en la División de Investigación Criminal de los Mossos d'Esquadra para insuflar enormes dotes de verismo a una trama de tráfico de drogas y corrupción policial en una Barcelona en las antípodas de la atracción turística. La temperamental y aguerrida mossa Silvia Mercador reaparece ahora en El corsario, donde se verá envuelta de nuevo en el mundo del narcotráfico y navegando entre abogados especializados en defender a mafiosos, estafadores sin escrúpulos, grupos ultras con intereses en el ocio nocturno y aprendices de brujo que sueñan con ser estrellas del trap.
Curtido en guiones de éxitos televisivos como Los Serrano, Águila Roja o El internado, Txemi Parra no ha querido ser menos y ha creado a la inspectora Gloria Maldonado, quien en Solo queda silencio deberá averiguar si la muerte de un joven abogado, cuyo cadáver ha aparecido en un río de Jaca el día de Año Nuevo, responde a un suicidio, como apunta la nota de despedida que lo acompañaba, o ha habido causas mucho más turbias.
El escritor Alex Michaelides reflexiona sobre sus influencias literarias, el Mediterráneo y un viento que vuelve locos a los habitantes de una isla.
Los ricos también lloran, matan y mueren
Destapar las vergüenzas de las clases altas, revelar sus míseras almas bajo tanto patrimonio, poder y glamour, siempre ha sido uno de los motores del noir y el thriller. Coinciden en el tiempo tres novelas muy distintas, pero unidas por familias podridas de dinero o círculos de poder a los que sus tejemanejes más abyectos terminan por traer desgracias y oprobio. Joël Dicker, el ciclón suizo cuyos libros han alcanzado la friolera de veintidós millones de lectores en los cuarenta y dos idiomas a los que han sido traducidos, arma en Un animal salvaje una intriga diabólica, un thriller con el ritmo y el suspense marcas de la casa en torno a una mujer, Sophia Braun, cuya vida de lujos y privilegios está a punto de desmoronarse. A las puertas de su cuadragésimo cumpleaños, deberá lidiar con varios frentes: los turbios secretos de su marido, el acoso de un ex policía y vecino, y un regalo envenenado.
Por su parte, Nicola Lagoia, que nos acongojó con su true crime La ciudad de los vivos, ganó en 2015 el prestigioso Premio Strega con La ferocidad, disección implacable de uno de los apellidos con más solera de Bari que pagará con sangre sus múltiples negocios fraudulentos. Y Juan Carlos Galindo, uno de los mayores especialistas del género negro en España, coloca a un periodista de sucesos segoviano -al que en un refrescante toque de actualidad otorga las riendas de un popular pódcast especializado en crímenes- a investigar un triple asesinato que salpicará a algunos capitostes de Segovia en Hontoria, su loado debut.
Destapar las vergüenzas de las clases altas, revelar sus míseras almas bajo tanto patrimonio, poder y glamour, siempre ha sido uno de los motores del noir y el thriller.
Crudeza y gamberrismo
Una forma de revitalizar el thriller es apostar por una mezcla de personajes desaforados, humor vitriólico y voluntad de romper expectativas huyendo de la ortodoxia. Aquí encajaría con honores el inefable Ramón Palomar que en El novio de la muerte -Premio Mejor Novela en el festival Valencia Negra 2024- lleva su espíritu gamberro y salvaje más lejos que nunca. Pensemos en un cruce entre Tarantino y Jim Thompson recorriendo la piel de toro en un frenesí de violencia y drogas. Ventura Borrás, un sangriento legionario devenido capo de un imperio criminal, es el inolvidable hilo conductor de un relato extremo en el que convergen desde el franquismo de los años cincuenta hasta la ruta del bakalao y el tráfico de mescalina.
Menos alocada pero no menos cruda ni arrolladora es Gadir, donde Cristina Cerrada nos conduce por algunos de los rincones más sórdidos de Cádiz de la mano de un abogado en horas bajas, Suso Corbacho, que deberá aceptar una serie de casos tan peliagudos que dejarán un reguero de cadáveres. Y si su idea de una monja pasa exclusivamente por imaginársela rezando y cultivando un huerto es porque no conoce a la deslenguada, fumadora y tatuada sor Holiday, memorable y provocadora composición de Margot Douaihy. En La señal de la cruz la pondrá tras la pista de un pirómano que está sembrando el pánico en las calles de Nueva Orleans.
La escritora Jessica Bull ofrece las claves de su novela Jane Austen investiga.
Escritores metidos a sabuesos
El buen novelista es un individuo que a priori conoce a fondo la naturaleza humana, lo que lo faculta para crear personajes psicológicamente complejos. Asimismo, ha de saber unir y relacionar hechos diversos de cara a construir tramas interesantes. ¿Un individuo perspicaz para leer a la gente y conectar datos? ¿No suena a algo muy parecido a un detective? No es de extrañar que tantos autores hayan transformado a pares de alcurnia en investigadores aficionados. La curiosidad innata por el prójimo y el deseo de incurrir en aventuras o distracciones que los saquen de una tarea tan solitaria y sedentaria son más argumentos que explican el pluriempleo de los mismos. Shakespeare, Dickens, Henry James, las hermanas Brontë, Arthur Conan Doyle... Son sólo algunos de los clásicos que han puesto sus privilegiadas células grises al servicio de la resolución de algún crimen.
A tan excelsa nómina se une ahora nada menos que Jane Austen. Antigua bibliotecaria y luego consultora de comunicación, la londinense Jessica Bull vio cómo un día se le encendía una bombilla: ¿por qué no convertir a la mente detrás de Orgullo y prejuicio en una sabuesa, mezclando facetas documentadas de su vida con elementos de pura fabulación? El resultado fue Jane Austen investiga, uno de los cozy crimes más originales y simpáticos de los últimos años. Bull nos traslada al Hampshire de 1795, donde Austen aguarda ansiosa una propuesta de matrimonio de Tom Lefroy, conocido por todos los amantes de la escritora al servir de inspiración para el personaje de Mr. Darcy. Sin embargo, algo todavía más acuciante se cruzará en su camino: la necesidad de recabar pruebas que exoneren a su hermano del asesinato de una sombrerera. ¿Quién más capacitada que ella para sacar a la luz las mentiras, engaños y secretos que laten bajo la fachada de decencia y respetabilidad de la sociedad local?
En un plano mucho más cercano, tanto a nivel temporal como geográfico, tenemos a Miguel de Unamuno emulando a Sherlock Holmes en El primer caso de Unamuno, firmado por alguien de solvencia contrastada a la hora de arrojar a clásicos de las letras españolas a labores más propias de un policía como es Luis García Jambrina, que con la premiada El manuscrito de piedra inició una serie en esta línea con Fernando de Rojas. Ahora es el autor de Niebla, intelectual de prestigio y rector de la Universidad de Salamanca quien ayudará a un abogado y a una anarquista a resolver el asesinato de un cacique del municipio salmantino de Boada, a finales de 1905. Conocimiento impecable de su figura y de la época se conjugan con una trama negra absorbente.
Shakespeare, Dickens, Henry James, las hermanas Brontë, Arthur Conan Doyle... Son sólo algunos de los clásicos que han puesto sus privilegiadas células grises al servicio de la resolución de algún crimen.
Crímenes con una cucharadita de azúcar
El subgénero del cozy crime ha devenido un refugio para los que huyen de las visiones más estomagantes y perturbadoras de la literatura de crímenes, una forma de entretenimiento ligero y amable que pone el acento en ambientes y personajes con encanto. ¿Qué puede ser más representativo de todo esto que una abuelita entregada a la repostería y al cuidado de sus gatos en un pintoresco pueblecito británico? Así lo pensó M.C. Beaton, creadora de Agatha Raisin, alma de una serie que ha devenido un fenómeno global con su confesa inspiración en la figura de Miss Marple. Aún más british si cabe, al tener nada menos que a Isabel II de sabuesa, es el ciclo Su Majestad, la reina investigadora de S.J. Bennett. Si pensaba que la monarca se limitaba a tomar el té, oler las flores del palacio y a aburrirse en su residencia de Balmoral, en él le sorprenderá descubrir su infalible olfato para desenmascarar a asesinos.
Una cocina no se diría un sitio especialmente proclive a que se cuezan misterios, y menos si hablamos de una pequeña taberna japonesa regentada por un padre y una hija que son un dechado de atenciones y por la que flotan olores deliciosos. Pues esto es justo lo que nos plantea Hisashi Kashiwai en su serie Taberna Kamogawa, donde la labor detectivesca de los dueños de este mini restaurante ubicado en una callejuela de Kioto pivota sobre todo en desenterrar recuerdos y experiencias gratificantes con tal de elaborar platos rebosantes de magia para sus clientes.
El periodista norteamericano Patrick Radden Keefe habla sobre su último libro publicado en España, Cabeza de serpiente, la historia de la mayor traficante de personas de Estados Unidos.
Cuando la realidad muerde
En el espectro diametralmente opuesto están aquellas historias extraídas de la realidad más dura y sórdida, las cuales nos recuerdan que, por desgracia, el crimen no existe sólo en el plano de la fabulación, sino que genera muy dolorosas ramificaciones. Uno de los más brillantes practicantes de la crónica negra es el periodista neoyorquino Patrick Radden Keefe, cuyas obras No digas nada, El imperio del dolor» y Maleantes, fruto de años de esfuerzo cada una, son trabajos de investigación en los que el rigor, el entretenimiento y la denuncia social se alían de un modo excepcional. Reservoir Books recupera ahora su segundo libro, Cabeza de serpiente, una inmersión en el mundo subterráneo del tráfico de personas. En el centro descuella una insólita criminal: una mujer de mediana edad y completamente anodina llamada Cheng Chui Ping que, desde la trastienda de un pequeño bazar en Chinatown, construyó año tras año un imperio multimillonario. Otros hilos de esta historia nos muestran guerras de bandas, los circuitos del dinero negro hacia la provincia de Fujian o los ingentes esfuerzos del FBI por detener a los líderes de estos entramados tan desalmados como rentables.
Aunque desde el ámbito de la ficción, Joe Thomas ha firmado un retrato político y social muy fiel al Brasil convulso enmarcado entre el primer mandato de Lula y la llegada al poder de Bolsonaro en la vertiginosa Brazilian Psycho, donde algunos han detectado el ascendente de maestros como Don Winslow o James Ellroy.
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