Jordi Soler y Joan Manuel Serrat: dos cabalgan juntos
Jordi Soler recibió un mensaje de Joan Manuel Serrat en el que le hablaba de un pájaro de plumaje esponjado y nombre imposible que el novelista menciona en una de sus ficciones. ¿Es real o imaginado?, le pregunta el compositor. Es imaginado, confirma el autor. Y Serrat le propone inventar juntos una canción sobre él, de ambiente selvático y llena de color. Esta conversación es el punto de partida de «Y uno se cree» (Alfaguara, enero de 2025), una increíble historia del proceso de escritura colaborativa, y, sobre todo, de cómo se consolida una amistad a través de la literatura. El escritor Juan Cruz Ruiz, devoto seguidor de ambos, se reunió con ellos para hacerles hablar de este libro... y quiso contar la experiencia en LENGUA.
Por Juan Cruz Ruiz

Jordi Soler y Joan Manuel Serrat. Crédito: D. R.
Pocas veces en mi vida estuve tan nervioso como cuando me senté junto a Jordi Soler y a Joan Manuel Serrat para hacerles hablar del libro más hermoso del autor de Los rojos de ultramar… Yo había admirado ese libro, que era como la historia de un niño que fue sabiendo, hasta su edad adulta, cuál fue el trayecto de sus antepasados, huidos de la guerra española y exiliados finalmente en un cafetal de México. Ese libro me conmovió y, como editor que fui, ayudé a Alfaguara para darlo a conocer, para convertirlo, si se hubiera podido (y se pudo), en uno de esos best sellers de calidad que luego quedan como parte de la historia de los autores y también de las editoriales.
Esa pasión por el libro fue luego amistad, algo así como la pasión que quien lee tiene después no sólo por el libro leído (o por los libros leídos: de Jordi lo he leído casi todo, por devoción, y también como periodista que pregunta) sino por la persona que lo escribió. Jamás dejé aquella adicción que me produjo Los rojos de ultramar, y nunca perdí la esperanza de que el libro siguiente (los libros siguientes) me siguieran asombrando. Así pasó, soy un asombrado de Jordi, si es que esa categoría, asombrado, puede servir para definir lo que siento por este tímido singular que ha escrito ahora, con enorme sensibilidad, Y uno se cree.
Cuando apareció en Alfaguara este libro de apenas 90 páginas no podía pensar que fuera tan autobiográfico, aunque estaba seguro de que sería bello. Cuando acabé de leerlo, entusiasmado y lleno de alegría, sentí que algo tenía que hacer para subrayarlo de cara a los lectores y, también, para agradecerles a los editores que lo cuidaran y lo editaran con el mimo que merece. A partir de ahí se me ocurrieron muchas cosas, como antiguo editor que fui. A las amigas de la editorial Alfaguara les pareció que la idea de juntar al autor con el protagonista principal del libro, Joan Manuel Serrat, valía la pena también como materia en la divulgación de la obra de Jordi Soler.
La verdad es que, a pesar de los años pasados cerca de él, siempre he sentido reverencia cuando me encuentro, cuando lo llamo, cuando lo entrevisto, por Joan Manuel Serrat. Abordarlo para que posara para esta conversación me resultaba una tarea delicada, pero fue tan natural como la mayor parte de los encuentros que en principio me parecían arriesgados y luego estuvieron marcados por la enorme cercanía que Serrat regala.
La conversación, realizada en la sede de Penguin Random House Grupo Editorial en Barcelona, fue muy hermosa. El País tuvo la gentileza de acogerla, a instancias de Alfaguara, y yo ahora tengo el placer de presentarla en esta crónica que sigue.
Todo el proceso, que queda más o menos transcrito, fue para mi un honor y una alegría. Esta crónica que sigue es la contenida explicación de una pasión por dos personas, el autor y su inspirador, y por la editorial que me encargó este hermoso trabajo. Es la esencia de lo que hablaron estos dos artistas que, en esta ocasión, y en pos de los pájaros, cabalgan juntos. Así escribí la crónica, y así la tienen ustedes a continuación.
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Como si ambos se encontraran en un nido de pájaros del que vienen las pasiones de su arte, el cantante Joan Manuel Serrat y el escritor Jordi Soler se encontraron en un mediodía reciente de Barcelona para hablar de las pasiones que más fuertemente los une, la canción y la escritura.
Uno se cree, el libro de Soler que acaba de publicar Alfaguara, narra el encuentro de ambos, y es la última obra del autor de Los rojos de ultramar. El cantante y el escritor tienen el propósito de proseguir el poema que, en 2021, Serrat le propuso al poeta, y éste sigue buscándole sinfonía a los pájaros que son la clave del proyecto de esa canción que fue idea del cantante.
Los encontró la música, y con la música siguen ahora una amistad que peina canas. Un disco de Serrat, dedicado a la poesía de Miguel Hernández, hizo de Soler, entonces de nueve años, el escritor que es ahora. Tiene 63, su amigo ya tiene 82.
Esa pasión por la música del Noi del Poble Sec llevó a Jordi a abrazar no sólo las composiciones de Serrat sino a saber que, el catalán, la lengua que hablaban sus padres y sus abuelos, era un idioma que, además, los juntaba con aquel artista del que venía la música.
Jordi Soler tenía nueve años cuando sonó esa música en La Portuguesa, un cafetal selvático cerca de Veracruz, donde su familia, abuelos, padres, vivieron el exilio después de la guerra civil. Ahí descubrió en su niñez esa música y muchos otros discos que fueron viniéndole de Barcelona o de México.
Igual que a aquel muchacho le fascinó para siempre la música de Serrat, al cantante, gran lector, se diría que lector de todos los libros, le produjo una enorme impresión Los rojos de ultramar, la historia en la que Soler explica el exilio de su familia en aquella selva remota de México. Y quiso conocer al muchacho aquel que ya vivía en Barcelona y era un escritor reconocido.

A la izquierda, Joan Manuel Serrat en el Palau Sant Jordi en diciembre de 2023. Sobre esta línea, el escritor mexicano Jordi Soler en una imagen de 2011. Crédito: Getty Images.
La amistad que nació entre ambos, el escritor tímido como un seguidor y el cantante generoso como un maestro, ha dado de sí ahora ese libro, Y uno se cree, que parece escrito desde las distintas edades que han ido teniendo este seguidor permanente del último ganador del Premio Princesa de Asturias y el propio Joan Manuel.
Ninguno de ellos puede olvidar aquel libro sobre el exilio español que los juntó, y ahora buscan juntos una canción que, en cierta manera, los devuelva al encuentro con los pájaros alrededor de los cuales sonaban los versos cantados de Miguel Hernández que Soler siente como su fetiche. Los pájaros de la tierra del exilio de los abuelos.
El cantante que generaciones de españoles e iberoamericanos quieren y escuchan desde que debutó, años antes de que Soler lo descubriera en lo más lejano de la selva mexicana, lo conoció en aquella presentación de Los rojos de ultramar, han sido amigos por escrito y en persona, y ahora se han encontrado, recién nacido el libro, para contarse los encuentros mutuos. Fue en Barcelona y en enero.
Soler relata en el libro cómo nació aquella pasión por Joan Manuel Serrat, a la vez que narra cómo fue que Serrat le envió el 12 de febrero de 2021 un mensaje diciéndole «voldria comentarte una cosa». Lo que siguió en adelante es mucho más que una amistad, fue el germen de una canción que tiene como raíz y justificación la intención de Serrat de rendir un homenaje a los pájaros de aquella plantación. El refugio vital de aquellos exiliados catalanes que fueron, en definitiva, con otros, Los rojos de ultramar, tendría ahora el rumor de los pájaros que Serrat adora.
El libro explica quién es Jordi y señala también el modo de relacionarse con la amistad y con la vida de Joan Manuel Serrat. Con esos ánimos que han ido haciéndolos cada vez más cercanos se encontraron en Barcelona, para hablar, para contarse del libro o del fútbol, pasión de ambos centrada en el Barça que les resulta inevitable y común.
La conversación los retrata. Joan Manuel Serrat parece ahora más locuaz, más cercano que nunca; y Jordi Soler es aun, o así se comporta, como el joven autor que acudió a su encuentro en Barcelona cuando el cantante acudía a la presentación de aquel libro capital en la historia del exilio de sus parientes y de sí mismo.
En esta ocasión, los dos no parecían darse cuenta de que por allí había micrófonos, y hablaron como lo harían después, almorzando, como si estuvieran solos. Hablaron de alineaciones sucesivas de su equipo (Serrat, las alineaciones del pasado, desde Ramallets, Soler amarrado a las memorias de Cruyff o de Guardiola)…
La conversación la marcó Serrat, que en algún momento mostró su emoción por episodios de este libro en el que aflora siempre su pasión por contar como es debido la belleza de los pájaros.
A Jordi lo hizo escritor, eso empezó diciendo, la biblioteca del padre, y luego la música de Serrat. Lo puso su padre «y a mi me dejó helado… Me hizo entender que con las palabras se podían hacer cosas fantásticas, y esas eran las palabras de Miguel Hernández».
«Esos discos, Serrat, fueron el chispazo que me hizo desear escribir mis propias cosas. Tú lo sabes: antes yo era poeta, luego me convertí en novelista, porque vi que es un asunto más redituable ser novelista que poeta».
Descubrió Jordi, además, el catalán, sobre todo aprendió que el catalán no era algo que se hablara en la plantación tan solo, sino que se hablaba en el otro mundo, de donde venían los viejos. «¡El catalán existe! De modo que a partir de entonces me dieron ganas de escribir y adquirí cierta estereofonía… Desde entonces me convertí en escritor de oído».
Serrat arrancó por ahí su parte de la conversación. Aparecieron los pájaros, la lengua catalana, la memoria del México del que viene Soler… Los dos poetas terminaron siendo una mezcla de voces, la del que inspiró el libro, la del escritor, la del que soñó los versos, la del que escribió la canción, del que la compuso y la del que aún no la ha cantado…
Quedaron en reanudar aquella inspiración, de compartir lo que uno sugirió y lo que al otro lo inspiró. En algún momento cada uno parecía recuperar las edades en que aún no eran ni el ya muy conocido cantante cuyos discos llegaban como si fueran tesoros al otro lado del mundo, ni el joven que conocería esa facultad que tienen las palabras para decir cosas preciosas…
El País publicó el 10 de febrero de 2025 en su edición digital la conversación de Soler y de Serrat. Aquí pueden escucharla.