El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer
80 años de los bombardeos de Dresde: una tormenta de fuego arrasa la «Florencia del Elba»
Entre el 13 y el 15 de febrero de 1945, Dresde, por entonces la gran joya cultural de Alemania, descendió a su particular infierno de fuego, caos y terror. En una de las incursiones aéreas más devastadoras de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue bombardeada por la fuerza aérea aliada, la cual tenía como objetivo el desmantelamiento de la maquinaria de guerra nazi. La ofensiva, ejecutada principalmente por aviones británicos y estadounidenses, que dejaron caer sobre la «Florencia del Elba» cerca de 4.000 toneladas de bombas altamente explosivas, dejó en ruinas una ciudad que devendría en símbolo del sufrimiento humano: la tormenta de fuego desencadenada, la cual incineró a miles de personas, permanece como un eco sombrío de la tragedia, de la destrucción y del sinsentido de la guerra. Cuando se cumplen 80 años de los ataques, en LENGUA publicamos un texto en el que se narran aquellos terroríficos episodios: el extracto que sigue forma parte de «La guerra que cambió el mundo. Efemérides de la Segunda Guerra Mundial» (Ediciones B, febrero de 2025), libro del periodista cultural Miguel Santamarina, quien ofrece aquí una detallada cronología de los momentos que marcaron un antes y un después en el trascurso del mayor conflicto bélico vivido por la humanidad, una guerra que todavía retumba en nuestros días.

Dresde, la capital del reino de Sajonia, en febrero de 1945. Crédito: Getty Images.
En la Conferencia de Bruselas de 1874 se estableció que «toda aprehensión, destrucción o degradación intencional [...] de monumentos históricos o de obras del arte y de la ciencia, deberá ser perseguida y castigada por las autoridades competentes ». Aunque esta declaración, promovida por iniciativa del zar Alejandro II de Rusia, no fue ratificada por los quince países participantes, en la capital de Bélgica se sentaron las bases para definir las leyes y costumbres durante las guerras. A principios del siglo xx se realizaron más reuniones para establecer cómo defender el patrimonio de las ciudades atacadas. Una de las medidas propuestas fue señalizar por los sitiados los edificios que no podían ser bombardeados. Durante la Primera Guerra Mundial no se respetaron estas normas. Por ese motivo, en los años siguientes se restringieron los ataques a objetivos exclusivamente militares. Pero durante la guerra civil española esa prohibición fue vulnerada por los aviones de Alemania e Italia —aliados de las tropas sublevadas del general Franco—. La Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana arrasaron Guernica; durante el bombardeo murieron en torno a mil civiles y la ciudad vasca fue totalmente destruida: el 90 por ciento de los edificios fueron pulverizados. Ese modelo de ataque fue replicado posteriormente por las fuerzas del Eje y también por los aliados. La ciudad alemana de Dresde sufrió una de las embestidas más terribles.
El día 13 de febrero de 1945 comenzó el bombardeo de Dresde, que tuvo lugar pocos meses antes de la victoria aliada. La ciudad alemana soportó una tormenta de fuego. Durante dos días, en cuatro ataques consecutivos, Dresde fue arrasada por los proyectiles lanzados desde los aviones británicos y norteamericanos.
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Desde finales de 1944 el ejército nazi comenzaba a resquebrajarse en casi todos los frentes abiertos. Muchas tropas comenzaban a replegarse hacia Berlín, empujadas por el imparable avance del Ejército Rojo y las fuerzas aliadas. Para preparar el definitivo asalto al corazón de Alemania, los países participantes en la Conferencia de Yalta —Gran Bretaña, la URSS y Estados Unidos— decidieron realizar una campaña aérea para evitar el reagrupamiento de las divisiones germanas y romper la cadena de suministro. Tres ciudades eran los objetivos de esa acción militar: Leipzig, Berlín y Dresde. Esta última era vital para el transporte de las tropas y de los prisioneros que eran enviados a los diferentes campos de exterminio. Su bombardeo fue justificado por los aliados debido a su interés estratégico, aunque según algunos historiadores fue un castigo desproporcionado que se podría haber evitado.
Sobre la ciudad de Dresde cayeron cuatro mil toneladas de explosivos que elevaron la temperatura de los lugares más castigados hasta los mil grados. La capital de Sajonia fue destruida por las bombas de los aviones británicos y norteamericanos siguiendo el plan del mariscal de la RAF Arthur Harris. Se estima que durante el ataque murieron más de veinticinco mil civiles, aunque en su momento el Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels elevó la cifra hasta los doscientos mil fallecidos. La conocida como «Florencia del norte» quedó reducida a escombros, quince kilómetros cuadrados de la ciudad fueron destruidos, así como su zona industrial. Según se fueron conociendo los detalles de la masacre, medios de comunicación e intelectuales del Reino Unido comenzaron a cuestionar la finalidad del ataque. El bombardeo de Dresde llegó a la Cámara de los Comunes y Winston Churchill decidió no repetir la estrategia de Terror Bombing.
Tuvieron que pasar setenta y siete años para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobara por unanimidad la Resolución 2347. Esta normativa está centrada exclusivamente en el respeto al patrimonio cultural. Desgraciadamente, en el siglo XXI los hospitales, las escuelas y los edificios civiles siguen siendo objetivos de las bombas —en Járkov, en Gaza—, cada vez más sofisticadas, cada vez más letales.
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