En la misma semana cuando por todas partes no solo en los medios de comunicación- se habló mucho sobre el juego de la Ballena Azul, empecé a leer Todas mis heridas, de Kathleen Glasgow, sin saber que el tema principal del libro es la cuestión de las autolesiones.El tema, y que sea una novela juvenil narrada en primera persona con un lenguaje sencillo, abundantes diálogos y un enfoque marcado en las emociones de la protagonista, es lo más destacado del libro.Teniendo en cuenta que la temática es compleja, más aún debe serlo plantear la narración desde las emociones y los sentimientos de una chica adolescente que desde los hechos sucedidos en un determinado período de su vida. Por eso, puede que en partes parezca que está pasando poco o que la lectura se vuelva monótona en la mitad del libro.La historia de Todas mis heridas tiene como protagonista a Charlotte, una adolescente de 17 años que se despierta un día en la cama de un hospital y, después, se encuentra en el Centro Creeley, de rehabilitación para chicas que tienen problemas de adicciones y han llegado al punto de la autolesión.A medida que avanza el libro, el presente de Charlie se entremezcla con sus recuerdos del pasado: la relación con su madre (ausente), las salidas con su grupo de amigos, vivir en la calle, el consumo de drogas, la autolesión. El comienzo parte desde cuando la chica, después de haber tocado fondo, comienza una nueva etapa en la que irá eliminando, de a poco y con muchísima tenacidad, el hábito de cortarse la piel.Otro punto a favor: la historia de Charlotte, que sobrevive a todo tipo de daños por ella misma y por otros- no tiene un final feliz, ni de cambios mágicos o como si pareciera tocada por una varita. Cuando le avisan que saldrá del Centro Creeley y su madre vendrá a buscarla, se choca de frente con la realidad de que ella llega a sacarla de ahí, firmar un acta donde consta su salida y, a unas pocas cuadras, le dice que no pueden compartir sus vidas. Le da dinero y se va.¿Qué hace entonces después? Se sube a un autobús, viaja, busca trabajo, vive en una pieza alquilada, come lo que puede o lo que le dan en el bar donde es empleada, se reencuentra con viejos amigos, conoce nuevos, dibuja en su cuaderno, intenta taparse las heridas usando camperas y buzos
Pero entre todo eso, también llora, se siente alegre, se avergüenza de sus cortes, se desespera porque la plata no le alcanza, siente hambre, a veces frío, le da tranquilidad dibujar, tiene noches de insomnio, y siente el impulso de buscar su caja preparada para cortarse.Y aunque en más de una ocasión se encuentra a punto de abrirla, cada vez la siente más lejana, más parte de su pasado. Porque, en definitiva, su propio cuerpo, ella misma, es lo único que le queda.
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