El despertar del Leviatán (The Expanse 1)

James S. A. Corey

Fragmento

Creditos

Título original: Leviathan Wakes 

Traducción: David Tejera Expósito 

1.ª edición: noviembre 2016 

© Ediciones B, S. A., 2016 

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España) 

www.edicionesb.com 

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-572-2 

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. 

Contents
Contenido
Dedicatoria
Prólogo: Julie
1 Holden
2 Miller
3 Holden
4 Miller
5 Holden
6 Miller
7 Holden
8 Miller
9 Holden
10 Miller
11 Holden
12 Miller
13 Holden
14 Miller
15 Holden
16 Miller
17 Holden
18 Miller
19 Holden
20 Miller
21 Holden
22 Miller
23 Holden
24 Miller
25 Holden
26 Miller
27 Holden
28 Miller
29 Holden
30 Miller
31 Holden
32 Miller
33 Holden
34 Miller
35 Holden
36 Miller
37 Holden
38 Miller
39 Holden
40 Miller
41 Holden
42 Miller
43 Holden
44 Miller
45 Holden
46 Miller
47 Holden
48 Miller
49 Holden
50 Miller
51 Holden
52 Miller
53 Holden
54 Miller
55 Holden
Epílogo Fred
Agradecimientos
leviatan

Para Jayné y Kat, que me animaron

a soñar despierto con naves espaciales

leviatan-1

Prólogo: Julie

Habían tomado la Scopuli ocho días antes, y por fin Julie Mao estaba lista para recibir el disparo.

Llegar a ese punto le había costado los ocho días que llevaba encerrada en una taquilla de almacenamiento. Los dos primeros se mantuvo inmóvil, segura de que los hombres acorazados que la habían dejado allí iban en serio. Durante las primeras horas, la nave a la que la habían llevado no estaba en propulsión, por lo que Julie flotaba en la amplia taquilla y daba suaves toques para evitar chocar contra las paredes o con el traje de presurización con el que compartía habitáculo. Cuando la nave se empezó a mover y la propulsión le devolvió su peso, se quedó de pie en silencio hasta que empezó a sentir dolor en las piernas contraídas, para luego pasar poco a poco a la posición fetal. Orinó en el mono e hizo caso omiso del calor, la humedad, el escozor y el olor, preocupada solo por no resbalar y caer en el charco que había dejado en el suelo. No podía hacer ruido. Le dispararían.

El tercer día, la sed la obligó a ponerse en marcha. El ruido de la nave era lo único que oía. El murmullo sordo, tenue e infrasónico del motor y el reactor. Los continuos siseos y golpetazos de la hidráulica y los cerrojos de acero al abrirse y cerrarse las puertas presurizadas que separaban las cubiertas. El retumbar de las botas pesadas que resonaba en el entramado metálico. Esperó a oír solo ruidos lejanos y luego descolgó el traje de presurización y lo dejó en el suelo de la taquilla. Lo desmanteló sin dejar de escuchar por si se acercaba algo y sacó el suministro de agua. Era un agua vieja y rancia, de un traje que, sin duda, llevaba una eternidad fuera de uso y mantenimiento. Julie no había probado trago en días y el agua templada y cenagosa de la reserva del traje le pareció la mejor que había bebido jamás. Tuvo que contenerse para no terminársela toda y que le provocara náuseas.

Cuando le volvieron a dar ganas de orinar, sacó la bolsa del catéter del traje y la usó para aliviarse. Se sentó en el suelo, ahora acolchado gracias al traje mullido, y casi le resultó cómodo, y se preguntó quiénes serían sus captores: ¿la Armada de la Coalición, piratas, algo peor? A veces se permitía dormir.

El cuarto día, la soledad, el hambre, el aburrimiento y la progresiva escasez de lugares en los que almacenar la orina la decidieron a ponerse en contacto con ellos. Había oído gritos de dolor amortiguados. En algún lugar cercano estaban torturando o golpeando a sus compañeros de tripulación. Si lograba llamar la atención de sus secuestradores, quizá conseguiría que la llevaran con los demás. Eso no estaría mal. Podía soportar los golpes. Parecían un buen precio a pagar a cambio de volver a ver gente.

La taquilla se encontraba junto a la puerta interior de la esclusa de aire. Durante las travesías era una zona poco concurrida, aunque en realidad Julie no tenía ni idea del diseño de esa nave en particular. Pensó en qué decir, cómo presentarse. Cuando por fin oyó que algo se acercaba, probó a gritar que quería salir de allí. Se sorprendió de lo áspera y acartonada que salió la voz de su gaznate. Tragó, intentó fabricar algo de saliva moviendo la lengua y lo volvió a intentar. E

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