Filosofía natural

Fragmento

Paul Feyerabend como filósofo de la naturaleza

Paul Feyerabend como filósofo de la naturaleza

Introducción de Helmut Heit y Eric Oberheim

«Alumno estudioso y muy interesado en las materias, cuyas dotes superan con mucho la media. A veces no se resiste a hacer comentarios impertinentes.» Esto anotaron los profesores del Instituto Masculino de Enseñanza Secundaria de Viena en el certificado escolar de Feyerabend del curso de 1939-1940. Otros harían más tarde observaciones similares sobre él.1 Feyerabend ha sido, sin discusión, uno de los filósofos de la ciencia más notables y controvertidos del siglo XX, un filósofo que también atrajo al público fuera de las universidades. Se interesó por muchos y muy variados temas. Aunque jamás se dudó de sus dotes superiores a la media, respecto a su aptitud las estimaciones eran en ocasiones algo más reservadas. Feyerabend tiene fama, debido sobre todo a las escenas que montaba y los comentarios desfavorables sobre la erudición de sus colegas, de no haber sido un investigador suficientemente serio, riguroso y minucioso. No pocos han visto en el contenido de algunas declaraciones suyas, como ya vieron algunos de sus profesores, no más que «comentarios impertinentes» y nada oportunos. En el marco de un ajuste de cuentas general con las corrientes de la teoría de la ciencia tendentes al relativismo y al escepticismo, la revista Nature se refirió a Feyerabend como el «Salvador Dalí of academic philosophy, and currently the worst enemy of science» (Theocharis y Psimopoulos, 1987, p. 596).* Pero, en opinión de los autores, Feyerabend lleva alguna pequeña ventaja a Karl Popper, Thomas Kuhn e Imre Lakatos, pues la reflexión filosófica sobre la ciencia no sigue en conjunto un buen camino. En este contexto vemos a Feyerabend dentro de la buena sociedad de los clásicos de la filosofía pospositivista de la ciencia. Pero de los citados «cuatro grandes» de la teoría de la ciencia del siglo XX, la impresión de ser un enemigo de la ciencia se ha concentrado especialmente en Feyerabend, primero como etiqueta más propia de los medios (Horgan, 1993), y luego, ya póstumamente, como ambivalente título honorífico (Preston, Munévar et al., 2000).

La presente Filosofía natural es, incluso respecto a la posible hostilidad de Feyerabend hacia la ciencia, particularmente capaz de arrojar nueva luz sobre su obra y su evolución filosófica. En lo que sigue ofreceremos en tres pasos una introducción a la lectura de este texto. Después de un breve recuerdo de la evolución filosófica de Feyerabend, reconstruiremos la historia de este libro y expondremos las razones de que se publique con treinta años de retraso (1). En segundo lugar, pondremos de relieve la particular importancia del manuscrito tanto para los estudiosos de Feyerabend como para comprender la evolución de nuestras concepciones de la naturaleza (2). En esta Filosofía natural, Feyerabend se muestra como intérprete del mundo intelectual griego y genealogista del racionalismo occidental. Este texto muestra así no solo una perspectiva fascinante de la historia de la filosofía natural, sino también aspectos hasta ahora poco considerados del pensamiento de Feyerabend. Al mismo tiempo, este trabajo de principios de la década de 1970 es un instrumento decisivo para comprender lo común y lo diferencial entre el primer y el último Feyerabend. Es el missing link que permite entender la radicalización posterior, la justificación que pueda caberle y su dimensión como un continuo en el pensamiento de Feyerabend. La tercera y última parte de esta introducción ofrecerá una síntesis de la estructura y el contenido de la Filosofía natural de Feyerabend (3).

1. HISTORIA DE UN PROYECTO QUE NO ACABÓ DE REALIZARSE

La filosofía de Feyerabend siempre estuvo estrechamente vinculada a las discusiones científicas y filosóficas de su época, y no era rara la implicación directa de nuestro autor en estas discusiones, incluso en contactos personales. A finales de la década de 1940, cuando estudiaba en Viena con Felix Ehrenhaft y Victor Kraft, tuvo algunas revelaciones directas, en relación con el positivismo lógico del Círculo de Viena y sus problemas, que serían de suma importancia para la ulterior evolución de la filosofía internacional de la ciencia. En aquella época conoció a Ludwig Wittgenstein, que le ofreció un puesto en Cambridge. Como aquella oferta se desvaneciera con la temprana muerte de Wittgenstein, Feyerabend aceptó otra oferta: trabajar una temporada con Karl Popper en Londres. A principios de la década de 1950 se reunió repetidas veces con Niels Bohr y llegó a ser uno de los más prominentes filósofos críticos de la llamada interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica. En 1962 dio inicio junto con Thomas Kuhn, a la sazón colega suyo en la Universidad de Berkeley, al giro histórico en la filosofía de la ciencia, que desde entonces se ocuparía también, y cada vez más, de la historia y la sociología de las ciencias, en vez de considerar la ciencia solamente como un sistema lógico. A lo largo de la década de 1970 se significó como un decidido crítico, primero de la filosofía y la escuela de Karl Popper, y luego del racionalismo en un sentido más fundamental. El lema anything goes («todo vale») de su libro Contra el método (1975) causó escándalo dentro y fuera de la filosofía académica. Las obras que publicó a continuación, sobre todo La ciencia en una sociedad libre (1978), Wissenschaft als Kunst (La ciencia como arte, 1984) y Adiós a la razón (1987), fueron elementos importantes en la discusión general acerca de las posibilidades y los límites de las ciencias occidentales que promovieron las corrientes poscolonialistas, posmodernas y ecologistas del último tercio del siglo XX. El potencial y los límites de una concepción científica del mundo constituyen también el tema de su último libro, La conquista de la abundancia (1999), publicado póstumamente. La autobiografía de Feyerabend, titulada Matando el tiempo (1994) y muy digna de leerse, repasa su agitada vida en el centro de las discusiones contemporáneas. La Filosofía natural nos muestra ahora una faceta de Feyerabend hasta hoy poco conocida: la del filósofo de la naturaleza y teórico del origen de la filosofía en la antigüedad.

Mientras escribía su obra capital Contra el método, aparecida por primera vez como libro, y en inglés, en 1975, Paul Feyerabend trabajaba paralelamente, en alemán, en una Filosofía natural concebida como una vasta obra general. Originariamente la planeó como una obra en tres tomos en la que reconstruiría la historia de las concepciones humanas de la naturaleza desde sus primeras expresiones en las más antiguas pinturas rupestres del Paleolítico hasta sus manifestaciones en las discusiones contemporáneas sobre la física atómica. El trabajo tenía por título Introducción a la filosofía natural. Pero como el trabajo es, más que una introducción al tema, una investigación independiente de Feyerabend en la que lleva a cabo una reconstrucción histórica de la situación actual, hemos prescindido para su publicación de esa restricción, que puede inducir a error. En aquel tiempo, el proyecto no llegó a cumplirse; a finales de la década de 1970 era ya algo desconocido, y hasta el propio Feyerabend se olvidó de él. Durante un tiempo, el título figuró en listas bibliográficas, mas volvió a desaparecer.2 Feyerabend no dice en su autobiografía ni una palabra sobre la Filosofía natural. Solo en algunos pasajes aislados se encontrarían más tarde alusiones al proyecto. Así, Feyerabend dice estar trabajando en una Introducción a la filosofía natural en una carta a Hans Albert (cf. Baum, 1997, p. 133). Pero el editor de la correspondencia de Feyerabend toma esta declaración más que nada como una muestra de la notoria inexactitud de los datos biográficos y bibliográficos de Feyerabend: «Muchos proyectos no llegaron a realizarse; y cuando se dice que un trabajo se halla en prensa, ello no significa que en verdad vaya a aparecer. Así, por ejemplo, una obra sobre filosofía natural planeada para su edición por la Wissenschaftliche Buchgesellschaft nunca apareció» (Baum, 1997, p. 8). Baum nada sabe de la existencia de esta obra, que cuando se concibió se decía que iba a aparecer no en Darmstadt, sino en Brunswick publicada por la editorial Vieweg.

Ello nos tuvo un tanto desconcertados, hasta que unas indagaciones en el Archivo Filosófico de la Universidad de Constanza sacaron a la luz aquel trabajo inacabado de Feyerabend.3 No se tardó en advertir que la copia de 245 páginas de un texto mecanografiado era una fuente importante para los estudiosos de Feyerabend. El texto trata en cinco capítulos la evolución de la concepción humana del mundo natural desde la que expresan las más antiguas pinturas rupestres junto con otros testimonios de la prehistoria, pasando por el universo como agregado homérico, hasta el universo como sustancia de los presocráticos, particularmente de Parménides. Por primera vez se tenía una aclaración completa del «ascenso del racionalismo», tan repetido por Feyerabend, en la antigüedad griega. De forma más bien casual encontramos poco después, en un trabajo de Helmut Spinner, una referencia en la que remitía a la Filosofía natural de Feyerabend como trabajo inédito.4 Resultó que Spinner iba a ser el editor de los tres tomos, en lo cual había invertido ya una cantidad considerable de tiempo y de trabajo. Spinner puso gentilmente a nuestra disposición tanto aquellos trabajos previos como una segunda versión, más detallada, del texto mecanografiado, que sumaba un total de 305 páginas y había sido ampliada con un sexto capítulo. Este sexto capítulo esboza la evolución de la filosofía natural desde Aristóteles hasta Bohr. Los distintos capítulos están redactados con desigual esmero, pero juntos representan una argumentación continua e internamente ramificada que, a diferencia de la fragmentaria Conquista de la abundancia (1999), constituyen una obra coherente, aunque su redacción no sea la definitiva.

La Filosofía natural que ahora se publica, ofrece, precisamente por ser un trabajo inacabado, una interesante vista del taller de este filósofo. Es particularmente idónea para corregir la imagen, que el propio Feyerabend cultivaba, de un pensador descuidado. Es cierto que Feyerabend procura escribir en un estilo ágil y que se excede en sus afirmaciones impertinentes, no siempre fundadas de modo irrefutable. Pero lo hace partiendo de una amplia discusión del material contemporáneo relacionado con el tema y de una «enorme acumulación de lecturas» (Hoyningen-Huene, 1997, p. 8). Feyerabend se muestra en este libro no solo como un provocador, sino también como un científico que ha trabajado duro y leído mucho. En una carta a Imre Lakatos del 5 de mayo de 1972 se lamenta así:

Dear Imre, Damn the Naturphilosophie: I do not have your patience for hard work, nor do I have two secretaries, a whole mafia of assistants who bring me books, check passages, Xerox papers and so on. If anarchism loses, then this is the most important reason. The examples which I find, are in books which I have found in the stacks myself, which I have carried, which I have opened myself, and which I have returned myself. […] The very bloody version has been written by myself, never have I asked a secretary to do my dirty work (Lakatos y Feyerabend, 1999, pp. 274-275).*

Cabe especular si no solo el anarquismo, sino también la «maldita Naturphilosophie», naufragó en un exceso de trabajo. En cualquier caso, a lo largo de la década de 1970, Feyerabend fue apartándose de aquel proyecto. La colaboración con Helmut Spinner se interrumpió en la primavera de 1976, cuando Feyerabend al parecer decidió someter el manuscrito y su modo de proceder a una profunda revisión. A ello pudieron haber contribuido los numerosos comentarios y advertencias de Spinner, que seguramente Feyerabend apreciaba mucho y que lo animaron a revisar el tomo entero. Mas parece que la colaboración no estuvo exenta de problemas, aunque los acuerdos entre Feyerabend, Spinner y la editorial Vieweg habían quedado entonces disueltos de mutua conformidad. Muy poco después, las diferencias hechas públicas hablaban por sí solas. Spinner criticaba el «vacío filosófico» de Feyerabend (Spinner, 1977, p. 589), mientras que este se burlaba del «analfabetismo» de Spinner (Feyerabend, 1978, p. 102). A pesar de lo cual, Feyerabend declaraba en 1977 que «en el curso de las dos décadas siguientes» procuraría en diversas publicaciones «dejar de lado la basura moral e intelectual para que puedan surgir nuevas formas de vivir […]. Cuento entre ellas la Introducción a la filosofía natural, que verá la luz en 1976, y que he tenido guardada para someterla a algunas revisiones mayores» (Feyerabend, 1977, p. 181). Que no llegara a hacerlo, seguramente tuvo algo que ver con las reacciones que provocó su otro libro de aquella época.

Si hasta mediados de la década de 1970 Feyerabend era sobre todo un filósofo de la ciencia renombrado, discutidor y respetado, su obra capital Against Method lo colocó de improviso en el centro de la discusión intelectual y cultural en general. El efecto de las reacciones que provocó la obra Contra el método, la mayoría negativas, sobre el trabajo de Feyerabend en la Filosofía natural debió de ser ambivalente. Pudieron aumentar sus exigencias de calidad y precisión del texto a fin de evitar ulteriores malentendidos. Pues Feyerabend, que solía execrar a «cantamañanas, analfabetos y propagandistas» (1978, pp. 100 ss.), no se habría sentido totalmente libre de responsabilidad por aquellas malas interpretaciones. Es lo que sugieren las abundantes correcciones a que continuamente sometía el texto. Against Method se había publicado primero en 1970 como ensayo mayor en los Minnesota Studies in the Philosophy of Science. En 1975 se publicó su primera edición en libro. Pero, en los años siguientes, Feyerabend aprovechó la ocasión que le brindaron las dos nuevas ediciones (1988, 1993), e incluso las dos traducciones alemanas (1976, 1983), para efectuar numerosas revisiones y retoques, por lo que hoy existen al menos seis versiones de Contra el método que en ocasiones difieren notablemente en contenido, extensión y partes argumentativas. Recordando esta circunstancia, Feyerabend escribió en su autobiografía: «CM no es un libro, sino un collage» (1994, p. 189). Este collage le dio fama internacional, pero no fue nada positivo para su estado de ánimo y su autoestima. «Algún tiempo después de que hubiera pasado la tormenta de indignación, sufrí depresiones que duraron un año largo. […] A menudo he deseado no haber escrito nunca este libro idiota» (1994, pp. 199-200). Feyerabend estuvo muchos años ocupado en explicar Contra el método. Tal vez la Filosofía natural hubiera sido una respuesta a los críticos mejor de lo que lo fue La ciencia en una sociedad libre.5 Sea como fuere, las aclaraciones hechas a Contra el método y las cargas profesionales y privadas que supusieron, pudieron haber sido un motivo importante para la no publicación de aquel libro, no obstante hallarse casi completamente concluido.

En el tomo que ahora se publica se han incluido algunos documentos adicionales que pueden proporcionar información sobre el destino de la Filosofía natural y sobre la valoración que el propio Feyerabend hizo de su evolución, sus trabajos y su meta como filósofo de la ciencia. Una fuente particularmente interesante de los antecedentes de la Filosofía natural es una larga y sustanciosa carta que Feyerabend escribió en diciembre de 1963 a Jack Smart. En ella subraya frente a su colega australiano que siempre quiso escribir un trabajo sobre la naturaleza de los mitos a fin de mostrar que constituyen concepciones del mundo alternativas plenamente desarrolladas. En su razonamiento combina diversas reflexiones filosóficas sobre el lenguaje, mas otras de origen kantiano, que demuestran que nuestra concepción del mundo viene siempre constituida por esquemas conceptuales, con la idea de que esos esquemas no son ni innatos, ni históricamente inmutables. Por el contrario, la investigación histórica y el estudio comparativo de las culturas documenta la existencia de concepciones del mundo alternativas plenamente desarrolladas, autónomas y funcionalmente operativas. Feyerabend ilustra esta reflexión con el ejemplo de la vitalidad e integridad del mito griego, que apoya con una cita de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, de Nietzsche. La misma cita y la misma idea la utiliza nuevamente no solo en la Filosofía natural (véase infra, cap. 3.3), sino también, veinte años después, en Wissenschaft als Kunst (1984a, p. 51). La carta a Smart abre además una perspectiva específica sobre Feyerabend que en la más tarde publicada «Antworten an Kritiker. Bemerkungen zu Smart, Sellars und Putnam» («Respuesta a los críticos: observaciones sobre Smart, Sellars y Putnam», 1965) pasa fácilmente inadvertida a pesar de los numerosos puntos tratados. La tendencia básica de Feyerabend a comparar la concepción científica de la naturaleza con alternativas míticas y etnológicas, estaba ya presente a comienzos de los años sesenta, bien que con consecuencias menos radicales. Esta circunstancia la confirman dos textos, hasta ahora inéditos, que resultan autobiográfica y programáticamente muy instructivos.

En una Solicitud de año sabático realizada en 1977 describe Feyerabend la radicalización cada vez mayor de su escepticismo respecto a la racionalidad científica. En investigaciones históricas sobre la práctica científica real dice haber reconocido ante todo la limitada validez de las reglas metodológicas, para a continuación hacer una crítica radical de los criterios aceptados de demarcación entre ciencia y no-ciencia. Y que una investigación de los mitos y del arte griego primitivo le permitió sustentar por primera vez la tesis de que pueden existir alternativas plenamente desarrolladas a una concepción científica del mundo que no pueden evaluarse con criterios científicos, sino solo con los suyos propios. Finalmente dice haber comprendido que ni siquiera las supuestas reglas de la razón resultan apropiadas para una discriminación esencial entre ciencia y no-ciencia. Por eso desea trabajar, en el marco de un proyecto realizable a largo plazo, en una nueva teoría del saber que tenga en cuenta esta situación. Un primer paso en esta dirección, su short range plan, es refundir y completar su Filosofía natural. La Memoria de año sabático redactada en 1985 aún menciona los proyectos realizables a largo y a corto plazo, mas nada dice ya de la Filosofía natural. Vuelven a aparecer partes de los temas mencionados, en especial el de la mitología y la concepción del mundo de la antigüedad, y la memoria presenta una lista de interlocutores no poco instructiva. Pero en ella se evidencia que Feyerabend no había realizado ni el proyecto mayor ni el menor. A juicio de este editor, aquella situación no debe entenderse como que Feyerabend no pensara seriamente desde el principio —cosa que quizá no quepa excluir del todo en el marco las solicitudes y los años sabáticos— en realizar sus proyectos. La Filosofía natural que ahora editamos demuestra, a pesar de toda la escenificación anarquista de Feyerabend, la seriedad de su trabajo y sus aspiraciones. Este texto, que ofrece información sobre los motivos y las cuestiones que Feyerabend se planteaba en la década de 1970, llena también la laguna abierta entre un posible teórico de la ciencia anterior, serio y de orientación científica, y un posterior enfant terrible, interesado en general por la filosofía de la cultura y crítico de la sociedad.

2. LA FILOSOFÍA NATURAL EN EL CONTEXTO DE LA EVOLUCIÓN FILOSÓFICA DE FEYERABEND

La particular importancia de la Filosofía natural para comprender la relación entre continuidad y cambio en el pensamiento de Feyerabend solo puede apreciarse con sus primeros trabajos al fondo. A primera vista, los trabajos de Feyerabend las décadas de 1950 y 1960 producen una impresión muy heterogénea; no parece haber un centro común, organizador. Fácilmente se llega a la conclusión de que no son sino una serie de ensayos críticos inconexos que en parte desarrollan ideas opuestas en diferentes direcciones sin estar sistemáticamente vinculados. No son pocos los que no ven en ello nada de que admirarse, pues de todos modos Feyerabend se definía a sí mismo como un anarquista epistémico. Además, Feyerabend recurrió a menudo a la crítica inmanente, utilizando determinadas opiniones de otros autores para analizar problemas internos de las mismas. De ese modo, su propio punto de vista, si alguno sustentaba, permanecía muchas veces oculto. Pero una mirada más atenta a los primeros trabajos de Feyerabend muestra el retorno, asombrosamente consistente, de cierta constante intelectual que se compone de dos elementos: los objetos, diversos por lo demás, de su crítica aparecen todos como formas también diversas del conservadurismo conceptual, y la crítica que de ellos hace Feyerabend se basa siempre en la suposición de que existen alternativas inconmensurables, hasta ahora no consideradas, a las ideas dominantes. Ya en su tesis doctoral Zur Theorie der Basissätze aplica Feyerabend la idea de la inconmensurabilidad, si bien no utiliza el término, en su crítica del conservadurismo conceptual presente en la concepción de Heisenberg de una teoría clausurada. Feyerabend considera problemático el empleo conservador y exclusivo de conceptos y teorías establecidos y confirmados con éxito, pues en él se prefieren de forma ilícita las teorías ya existentes sin tener en cuenta potenciales mejoras, y de ese modo se obstaculiza el progreso científico. Este impulso se traslada a casi todos los textos de aquella época. Las primeras ideas filosóficas de Feyerabend pueden entenderse como una serie de ataques a toda forma de conservadurismo conceptual.6 En lugar del conservadurismo conceptual aboga por el pluralismo y la proliferación de teorías, cosa que viene claramente expresada en la ya citada «Antworten an Kritiker» (como Smart o Putnam):

La consecuencia principal es el principio del pluralismo: se inventan y desarrollan teorías que contradicen el concepto comúnmente aceptado incluso si se halla bien confirmado y es universalmente reconocido. A las teorías que, conforme a este principio, podrían aplicarse junto a las comúnmente aceptadas las llamo alternativas a dicho concepto (1965a, pp. 128-129).

En este pasaje hay varios puntos interesantes que pueden informarnos sobre la evolución filosófica de Feyerabend y el papel que pudo desempeñar en ella la Filosofía natural. En primer lugar, hay que destacar que Feyerabend hace enseguida, en una nota, la siguiente precisión: «Cuando hablo de teorías, incluyo también los mitos, las ideas políticas y los sistemas religiosos» (1965a, p. 128). Su concepto de las teorías y, por ende, de las alternativas discutibles no se limita a los sistemas de enunciados científicos. Por el contrario, se trata de construcciones intelectuales de mayor y más básico alcance, de «teorías» universales aplicables «al menos a algunos aspectos de todo lo que existe». Feyerabend incluye de modo explícito cosmogonías y metafísicas especulativas. En segundo lugar, es interesante que, en su Solicitud de año sabático (1977), Feyerabend remita a la «Antworten an Kritiker» («Reply to Critics») como resumen de las reflexiones contenidas en «Explanation, Reduction, and Empiricism» (1962), «Problems of Empiricism» (1965b) y «Von der beschränkten Gültigkeit methodologischer Regel» («De la validez limitada de las reglas metodológicas», 1972). Estos textos son los trabajos filosóficos más importantes de esta época, en los cuales introduce en los debates de la teoría de la ciencia el concepto de inconmensurabilidad (1962, a la vez que Kuhn) y presenta argumentos fundamentales para su crítica del método. Hasta qué punto un mito viene al caso como auténtica alternativa, eventualmente inconmensurable, a una teoría científica, es un tema central de la Filosofía natural. Mientras Feyerabend abordaba esta cuestión, su valoración de las ciencias fue radicalizándose. Si en 1965 el objetivo principal era todavía el progreso científico, al que el pluralismo científico debía servir, el Feyerabend posterior se muestra menos convencido de que el progreso científico sea en todos los casos deseable. En 1980 escribe lo siguiente en un anexo de contenido retrospectivo a su «Antworten an Kritiker»:

Hoy me siento muy sorprendido cuando leo este ensayo cientifista militante. Ciertamente se dirige contra ciertas concepciones de la ciencia, como el empirismo y el monismo extremos, pero una ciencia pluralistamente enfocada sigue siendo la base de nuestra actitud frente al mundo (1965a, p. 160).

El cambio de sentido que Feyerabend claramente advierte cuando mira atrás se ha entendido en ocasiones como una ruptura fundamental en su pensamiento y como un giro hacia el irracionalismo.7 Mas ha sido el propio Feyerabend el que ha dejado la impresión de que este paso a una relativización radical de la concepción científica y occidental del mundo es sobre todo la consecuencia de su experiencia de Berkeley. Feyerabend hace referencia en su autobiografía a la revuelta estudiantil y a la apertura de las universidades a estudiantes de diferentes raíces culturales, particularmente a los afroamericanos: «¿Debía alimentarlos en adelante con exquisiteces intelectuales occidentales que eran parte de la cultura blanca?» (1994, p. 168).8 Así pudieron parecer las persistentes dudas sobre la concepción científica del mundo como una idiosincrasia de Feyerabend socioculturalmente motivada. Pero si en la trayectoria de Feyerabend se introduce la Filosofía natural, se ve claramente que el filósofo no solo da razones de su escepticismo, sino también que estas razones deben entenderse como una ampliación consecuente, como una radicalización de su anterior filosofía. Cuando Feyerabend lleva a cabo lo que anunciaba en la carta a Smart, es decir, escribir un trabajo sobre el fenómeno de los mitos como concepciones del mundo plenamente desarrolladas, como teorías universales en el sentido que se da más arriba, tiene en mente la concepción científica del mundo como un todo y le contrapone una alternativa: el mundo de Homero. Fiel a su principio del pluralismo, en la comparación con tales concepciones alternativas solo se da la posibilidad de someter la propia concepción científica del mundo a un test serio y a una evaluación ecuánime. En el paso de Feyerabend a la crítica fundamental de la ciencia (a veces malentendida como un irracionalismo) puede verse una combinación del principio de proliferación y la tesis de la inconmensurabilidad con su estudio de la antigüedad. Esta radicalización general puede observarse también, fuera de la Filosofía natural, en su interpretación de la antigüedad.

Feyerabend estuvo durante toda su vida interesado en temas de la antigüedad griega. Esto se aprecia ya en su primer e interesante trabajo sobre filosofía natural titulado «Physik und Ontologie» («Física y ontología»), en el que ya distingue entre «el estadio mitológico, el metafísico y el científico» de las concepciones explicativas del mundo (1954, p. 464), y no menos en su Conquista de la abundancia, en la que trabajó hasta en su lecho de muerte. Feyerabend dedicó largos pasajes, desgraciadamente poco valorados, de su obra principal (1975, pp. 303-356) a la transformación del pensamiento en la antigüedad griega, y en muchos otros textos comentó fuentes antiguas. El motivo principal de este interés lo señaló una vez de la siguiente manera en Wissenschaft als Kunst: «La introducción de conceptos abstractos en el Occidente heleno es uno de los capítulos más reseñables de la historia de nuestra cultura» (1984a, p. 50). Puede que la transformación del pensamiento en la antigüedad griega fuera para Feyerabend solo un hecho particularmente fascinante, pero este hecho aparece en él como la base de algunos elementos centrales de la concepción occidental de la naturaleza. Tal es la razón de que Feyerabend se detuviera una y otra vez en el mundo intelectual griego. Con todo, su idea del pensamiento de la antigüedad sufrió a lo largo de la década de 1960 una importante transformación que se corresponde con su evolución general y que debe entenderse ante todo como una radicalización. En sus primeros textos, Feyerabend acusa claramente, en lo referente a la filosofía presocrática, la influencia de Karl Popper. En Knowledge without Foundations (1961) acepta todavía que el saber científico fue resultado de un proceso constituido por conjeturas y refutaciones «by a process of rational criticism which relentlessly investigates every aspect of the theory and changes it in case it is found to be unsatisfactory. The attitude towards a generally accepted point of view such as a cosmological theory or a social system will therefore be an attitude of criticism» (1961, p. 48).* Este concepto reproduce en lo esencial y «El retorno a los presocráticos» (1958) de Popper. En relación con su alejamiento parcial de Popper, cambia también su apreciación de la transformación del pensamiento en la antigüedad griega. Ahora, el paso del mito al lógos ya no aparece como episodio de una historia general del progreso del pensamiento cuyo motor sea la crítica racional de posiciones anteriores. En su autobiografía atribuye un importante papel en este cambio de sentido a la lectura de Bruno Snell.

El largo capítulo sobre la inconmensurabilidad [de Contra el método] fue resultado de amplios estudios vinculados sobre todo a tres libros: El descubrimiento del espíritu, de Bruno Snell, Von ägyptischer Kunst, de Heinrich Schäfer, y Optics, de Vasco Ronchi. Aún recuerdo mi excitación cuando leí en Snell una explicación del concepto homérico del hombre (1994, p. 190).

Hasta ahora no ha sido posible comprender del todo los motivos de Feyerabend debido a que sus argumentos contra el conservadurismo conceptual y la aplicación obligatoria de un método científico dudoso los aclaraba sobre todo con ejemplos de la historia de la ciencia moderna. Y como consecuencia, los estudiosos de Feyerabend no sabían hasta ahora qué hacer con este pasaje.9 A partir de nuestra edición puede entenderse aquella retrospección como un resultado del trabajo de Feyerabend en la Filosofía natural, trabajo que de forma rudimentaria y poco advertida estuvo también presente en Contra el método (y otras obras posteriores). En la Filosofía natural, Feyerabend se plantea la cuestión de los orígenes de la concepción científica de la naturaleza propia de Occidente.10 Y aquí está ya convencido de que no fueron los argumentos, sino la historia, lo que rebatió la concepción mítica, homérica, del mundo. De esta manera se descubren también otras caras de la especial significación que la transformación del pensamiento en la antigüedad tuvo para la actitud de Feyerabend respecto a la ciencia. En la edición alemana revisada de La ciencia en una sociedad libre, Feyerabend aclara que en Contra el método utilizó tres ejemplos históricos para mostrar las dificultades de las metodologías de que trata la teoría de la ciencia, como las que habían expuesto Popper o Lakatos. Junto a la sustitución de la mecánica clásica por la teoría de Einstein y la defensa por Galileo del sistema copernicano, «el tercer ejemplo [era] la transición del universo como agregado de Homero al universo como sustancia de los presocráticos» (1978, p. 30). Sin duda, este ejemplo no pertenece a la historia de la ciencia, sino a su prehistoria, pero «la explicación de la inconmensurabilidad que este permite viene a propósito» (1978, p. 30). Los conceptos fundamentales del mundo de Homero y del mundo de los presocráticos son inconmensurables, pues «no pueden emplearse simultáneamente, y no es posible establecer conexiones lógicas o perceptuales entre ellos» (1975, p. 301).11

Es importante tener en cuenta que para Feyerabend inconmensurabilidad no significa incomparabilidad, sino que solo se refiere a la ausencia de una medida común. Las teorías inconmensurables no pueden relacionarse internamente, sino solo compararse desde un punto de vista determinado que no debe considerarse automáticamente superior, puesto que sus estándares comparativos y evaluativos son siempre, a su vez, parte de una concepción del mundo. Para ser inconmensurables en este sentido, las concepciones del mundo homérica y presocrática deben entenderse como mundos conceptuales y perceptuales completos y funcionales. Esto aclara por qué en la Filosofía natural Feyerabend ofrece una interpretación de las epopeyas homéricas y del arte y la religión arcaicos cual teorías universales con sus contenidos empíricos. A la metafísica naturalista y las argumentaciones logocéntricas de los presocráticos opone la concepción del mundo integral y sensible al contexto de la religión homérica. Este caso histórico adquiere particular importancia precisamente porque no pertenece a la historia de las ciencias, sino que marca un señalado comienzo de las mismas. Feyerabend abre así la posibilidad de contraponer a la ciencia misma una alternativa. Además, desde el punto de vista de la inconmensurabilidad no es legítimo juzgar teorías no científicas según estándares científicos. La cualidad particular del estándar científico debe mostrarse de otra manera. Solamente sobre la base de estas reflexiones pudo el Feyerabend posterior paralelizar la creencia en los átomos con la creencia en los dioses (cf. 1987a, pp. 128-129) y exigir una evaluación ecuánime, hasta ahora excluida, de la concepción científica del mundo (cf. 1978, p. 113; 1999, p. 30).

Todo esto demuestra que la Filosofía natural ocupó un lugar central en la evolución filosófica de Feyerabend. En las décadas de 1950 y 1960, este desafió las distintas formas del conservadurismo conceptual desarrollando alternativas inconmensurables. La base y la meta de la crítica eran la convicción epistemológicamente fundada de que solo un pluralismo en las teorías no impediría el progreso científico. En el estudio de la transformación del mito en lógos, que está en el centro de la Filosofía natural, se concentró en un caso específico de visiones del mundo inconmensurables. Este caso histórico tiene especial interés porque marca el nacimiento de algunos estándares, conceptos y valores universales de la concepción científica occidental. Se trata de la preferencia por los métodos conceptuales-demostrativos, el pensamiento abstracto e independiente del contexto y una metafísica naturalista, que distinguen a las teorías científicas de sus alternativas no científicas. En el curso de su trabajo en la Filosofía natural, Feyerabend se pregunta por la utilidad y las desventajas de este estándar para una vida feliz. La combinación de pluralismo y progreso es aquí el aspecto sustentador, pero el progreso científico y el progreso cultural y social ya no van necesariamente juntos para el Feyerabend posterior. Con el objetivo de contribuir a una evaluación comparativa ecuánime de la concepción científica del mundo, destaca el mito y el arte como alternativas poderosas a dicha concepción. La posterior actitud crítica frente a la ciencia occidental se muestra así como una ampliación de su crítica del conservadurismo conceptual mediante la exposición de alternativas inconmensurables; es una actitud orientada al ideal del progreso humano.

3. RESUMEN DE LAS ARGUMENTACIONES DE LA FILOSOFÍA NATURAL

Feyerabend se presenta en su Introducción a la filosofía natural como un historiador crítico del pensamiento occidental relativo a la naturaleza que aboga por un uso pragmático de la razón humana. Concibió su trabajo como una «introducción» en el sentido de que conduce históricamente a la situación actual, pues se trata de una genealogía de la idea moderna de la naturaleza sobre un fondo de alternativas pasadas y tal vez también futuras. Existían alternativas funcionalmente operativas a la forma de vida científica de la modernidad que, igual que la nuestra, cuentan con una serie de ventajas e inconvenientes. Con el objetivo de poner de relieve las debilidades de las concepciones científicas abstractas y la fuerza de las concepciones alternativas, amplía considerablemente el horizonte histórico e interdisciplinar habitual incluyendo ante todo tres aspectos más: en primer lugar, la prehistoria y la protohistoria, tratadas en estudios sobre el arte y el saber en el período glacial, en la Edad de Piedra y en Egipto y Babilonia, y el mundo homérico. En segundo lugar, Feyerabend cuestiona estudios etnográficos y de antropología social sobre pueblos indígenas en los que se muestra contrario a la tesis eurocéntrica del pensamiento primitivo para ofrecer un cuadro más razonable del pensamiento mítico. En tercer lugar, incluye en su Filosofía natural la historia del arte clásico. Feyerabend se expone así, a pesar de sus abundantes lecturas, al riesgo del diletantismo ocasional. Algunas de sus tesis, como la referente al estado psicológico fragmentario del hombre homérico, las cuestionan hoy la mayoría de los especialistas.12 Pero, al mismo tiempo, amplía muy inspiradamente el horizonte clásico de la investigación histórica. Ello supone una ventaja adicional frente a otras introducciones a la filosofía natural, que por lo general no remontan más atrás en el tiempo de la filosofía presocrática ni, menos aún, tratan de las culturas no europeas.13

De acuerdo con este dilatado programa, Feyerabend dedica los dos primeros capítulos a los testimonios más antiguos del estudio humano de la naturaleza. Con ayuda de investigaciones arqueológicas e histórico-culturales, así como de estudios comparativos de la antropología social, intenta reconstruir el concepto de la naturaleza en la prehistoria. En las tesis sobre Stonehenge como primitivo centro astronómico que revela un concepto dinámico de la naturaleza en la cultura prehistórica, Feyerabend se apoya particularmente en una interpretación no primitivista de estas culturas.14 El hombre prehistórico poseía, en definitiva, las mismas facultades biológicas y cognitivas que nosotros: era ya el Homo sapiens plenamente evolucionado. Por ello es improbable que sus medios para comprender y dominar la naturaleza fueran estructuralmente disfuncionales y pudieran basarse en conceptos puramente fantásticos. Feyerabend rechaza por anacrónica y fatua la consideración del material histórico desde el punto de vista, pretendidamente más adecuado y superior, de la mentalidad actual. Por el contrario, los testimonios de las culturas primitivas y antiguas encierran conceptos de la realidad tan dependientes de teorías y de eficacia tan parcial como pueden serlo los nuestros, cuyas cualidades al cabo solo pueden evaluarse según criterios internos. Consecuentemente interpreta en el segundo capítulo los mitos griegos en el marco de una teoría del mito natural: ¿cómo ayuda el mito a los hombres a comprender y a dominar la naturaleza? En este contexto es interesante la detallada comparación de su propia interpretación del mito con la desarrollada en los trabajos de Lévi-Strauss.

En el capítulo 3 ofrece Feyerabend una interpretación realista del estilo arcaico y de los cantos homéricos. Las formas de representación del arte arcaico no son resultado de una incapacidad estructural para pintar mejor, sino que expresan congruentemente el mundo perceptual correspondiente. También las características estructurales de los poemas homéricos deben entenderse como las correspondientes a una visión del mundo. Ellas revelan un concepto dinámico del mundo en el que este se compone paratácticamente de agregados particulares y reacciona con flexibilidad a contextos mudables. Un mundo abierto que Feyerabend hace aparecer bajo una luz muy positiva. Como Nietzsche o Whorf, parte de que nuestros esquemas conceptuales, por un lado, constituyen en lo esencial nuestro mundo perceptual y, por otro, están sujetos a transformaciones históricas. El lenguaje científico y los conceptos de la realidad están relacionados, y ambas cosas pueden cambiar.

En relación con estas certezas sobre las edades remotas, la Filosofía natural describe la transformación de la visión del mundo en la antigüedad griega desde una perspectiva que al mismo tiempo hace posible una comprensión más profunda de la con

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