La gran ilusión

Guillem Martínez

Fragmento

cap-1

PRÓLOGO

No está claro que todo lo que se mueva exista

Se han vertido ríos de tinta sobre el Procés catalán. Un río nunca es el mismo río. Un río, por eso mismo, es difícil de describir. Y el Procés se presenta a sí mismo como un torrente, como un río rápido, en el que no paran de pasar cosas importantes, si no históricas. Por todo ello, para describir el Procés, he intentado convertirlo en un lago, una forma más estable de lo líquido. Me han salido, de hecho, dos lagos. Es decir, dos tipos de Procés, simultáneos, complementarios y, a la vez y en ocasiones, opuestos. Al punto que a veces no tienen nada que ver. Uno sería un Procés ciudadano, que nace ante la experiencia cósmica que supuso el trinchado, mondado y triturado del Estatut de Maragall (2006). Creo que se va reformulando posteriormente con la crisis financiera, económica y social (2008), la austeridad, el fin del Estado del bienestar y —se dice poco— el fin del Régimen del 78, formalizado con la supresión del pacto social de los setenta (2010), y con la reivindicación social de la democracia como solución (2011) a esta crisis democrática, social y económica internacional, y de régimen local. Hay otro lago, que se llamaría Procés gubernamental. No tiene nada que ver con el primero, si bien se alimenta de sus aguas. Empieza a formarse de forma más tardía, en 2012, cuando un gobierno asume defender la idea de un proceso de autodeterminación, que nunca fue suya. En cierta manera, sin ganas y a regañadientes y con la secreta esperanza de encauzarlo, de manera que culmine con un intercambio de cromos con el Estado. También es una respuesta a todo lo anterior. Pero desde otra instancia: la política. Sobre todo parece ser una respuesta política a la crisis de Régimen. De hecho, es un elemento correctivo de todo lo anterior. Incluso de los efectos en Catalunya de una crisis de Régimen. Es, por tanto y también, el intento, serio pero desesperado y desorganizado, de seguir existiendo por parte de una clase política que estaba habituada, como todo el mundo, a existir, hasta que su mundo se vino abajo. El Procés ha prolongado su vida. Es posible, incluso, que la haya renovado.

En tanto que gran fenómeno social —los grandes fenómenos sociales, como el Procés, no sólo tienen un significado—, y en tanto que construcción de una parte de la clase política española —sumamente deshonesta, y que, por lo mismo, no acostumbra a verbalizarse a s

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